Me ha costado mucho lanzarme a escribir sobre el habla andaluza. No soy lingüista y tampoco he destacado nunca por tener una especial predilección por este campo de estudio. Me interesa fundamentalmente la profundización en lo sociológico y lo político que conlleva introducirse en este tema. Sobre la caracterización lingüística del andaluz recurriré a la opinión de especialistas en la materia; mi opinión al respecto no deja de ser eso, una opinión, y no pretende ser otra cosa.

El andaluz, ¿es una lengua?, ¿es más bien un dialecto?, ¿es un habla?

Como nos indica Miguel Ropero Núñez “Aunque conceptos como lengua, dialecto y habla, no están del todo claros en lingüística, ya que son definidos desde perspectivas muy diversas y, a veces, con criterios extralingüísticos, en lo que lingüistas y dialectólogos suelen coincidir es precisamente en que el andaluz no es una lengua” (Ropero Núñez, 2012, p. 38). Es decir, el andaluz carece en estos momentos de una serie de características propias de aquello que en lingüística se considera una lengua, a saber:

  • Estar fuertemente diferenciado:

En este caso se considera que sí lo está con respecto al castellano, pero no de de las hablas meridionales o atlánticas (canario, español latinoamericano) muy influidas en sus orígenes por lo que en su momento se hablaba en Andalucía.

  • Existir uniformidad lingüística, es decir, un modelo idiomático común para todo el territorio de Andalucía:

El territorio andaluz es muy extenso y con una riqueza en el habla muy diversa. No podemos decir que exista esa uniformidad en el lenguaje cuando sabemos que en Jaén no se habla como en Cádiz, en Almería no se habla como en Jaén o Cádiz y en Sevilla no se hace como en Jaén, Cádiz, Almería o Granada, etc. Podría adoptarse en el futuro una norma para toda Andalucía, pero ello iría en detrimento precisamente de una de las riquezas del andaluz, que es su propia diversidad.

  • Ser vehículo de una importante tradición literaria.

Existe un buen número de escritores de fama y reconocimiento internacional que son andaluces: Lorca, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Alberti, etc. Pero todos ellos han plasmado su obra según el sistema gráfico de la lengua española, no han escrito (salvo alguna incursión anecdótica) en andaluz. Son escritores andaluces que no pueden entenderse sin este rasgo definitorio, incluso podemos decir que muchas de sus poesías suenan mejor leídas en andaluz que en castellano, y que seguramente algunas de ellas fueron escritas con ese fin, pero todos escribieron según la norma establecida para la lengua española.

Mención aparte merece el flamenco. El flamenco, para su correcto desarrollo, necesita cantarse y escribirse en andaluz. No se puede entender un cante flamenco sin esta peculiaridad y, yo diría más, resultaría ridículo y hasta cómico el flamenco cantado en castellano.

Pero, y nuevamente en palabras del profesor Romero Núñez, “el habla andaluza, en toda su riqueza y variedad, no tiene por ahora un código ortográfico perfectamente regulado para reflejar gráficamente la peculiaridad fonética andaluza. Los diversos intentos de escritura diferenciada, según los expertos que han estudiado el tema, no tienen entidad para que se cumpla el tercer requisito característico de la definición de lengua: ser vehículo de una importante tradición literaria” (Ropero Núñez, 2012, p. 47)

¿Es entonces el andaluz un dialecto?

No hay acuerdo entre lingüistas para considerar al andaluz como un dialecto del castellano. Sería muy aventurado afirmar esto de forma categórica.

Desde el punto de vista sistémico-sincrónico, el andaluz en el momento actual es una variedad, una modalidad lingüística del español, considerando que el español, como lengua, es un sistema abstracto y colectivo, que pertenece a todos los hispanohablantes y no a unos hablantes o a una región concreta (Ropero Núñez, 2012, p. 49).

Es decir, en estos momentos el español se habla en diversas zonas del Estado español y también en otras zonas del mundo. Con una comunidad gigantesca de hispanohablantes en toda América Latina y una creciente comunidad en Estados Unidos. Todas las expresiones habladas de las distintas zonas, nacionalidades o países lo son del español, y el castellano, o el español centro-norteño, no dejan de ser una expresión más. Al mismo nivel que el andaluz, el canario, el colombiano o el guatemalteco. Todas son distintas expresiones habladas del español, es decir, distintas hablas.

No es posible asegurar si en concreto el andaluz podrá tener o no en algún momento consideración de lengua. Lo que sí podemos hacer, y haremos en adelante en este artículo, es referirnos al andaluz como habla. Habla andaluza o hablas andaluzas si queremos aludir a la diversidad también existente en suelo andaluz. Siguiendo con la argumentación del profesor Ropero: “En efecto, hoy se debe entender por castellano, como la peculiar forma de hablar en Castilla la lengua común: es una modalidad lingüística del español; igual que el andaluz manera característica de hablar la Lengua Española en Andalucía”(Ropero Núñez, 2012, p. 51).

El maltrato del habla andaluza y su necesidad de dignificación y recuperación.

Me gustaría comenzar este apartado con algunos párrafos de la profesora María Nieves López González recogidos en su libro La dignidad del habla andaluza. Son párrafos igual algo extensos, pero me parecen importantes para reflejar de qué estamos hablando y de qué queremos hablar:

En este sentido, uno de los mitos que más se extiende sobre el habla andaluza es el de que los andaluces hablamos mal porque hablamos distinto a los del norte. Este cliché supone un disparate lingüístico si tenemos en cuenta que no existe un hablar perfecto y modélico asociado a una determinada región geográfica. En dicho tópico se están mezclando conceptos como son variedades diatópicas (geográficas), diafásicas (situacionales: formales e informales) y diastrásicas (nivel culto, coloquial y vulgar) de la lengua. (López González, 2018: 37).

De la misma manera, se ha difundido el tópico de que los andaluces hablamos mal porque nos comemos las letras. Mediante esta absurda afirmación se está invirtiendo la realidad congénita del ser humano. Es decir, el hombre primero comienza a hablar; y después, inventa la escritura para que se conserven los signos orales mediante correspondencias léxicas globales. Si afirmáramos la veracidad de este cliché estaríamos indicando que el hombre primero escribe, y luego inventa la lengua hablada para que haya una correspondencia fónica exacta entre cada fonema y cada grafía, algo que es lingüísticamente imposible, Además, la lengua es dinámica, cambia, está viva. Mientras que la escritura se ciñe a una reglas más estáticas. De hecho, ni los ingleses, ni los franceses, ni los alemanes pronuncian como escriben. ¿Todos ellos hablan mal? (pp. 37 y 38).

Nadie se come las letras, por el amor hermoso. Me hace muchísima gracia esta expresión. Me imagino un plato de sopa de letras, incluso. Si, esa sopa que le compro a mi hija y viene con forma de letras, eso me imagino. Ya quisiera yo comerme las letras, pero las del banco (p. 42).

He querido empezar con estos párrafos, no únicamente por su valor para desmontar ciertos tópicos, también porque me parece muy significativo que haya lingüistas que en Andalucía tengan que dedicarse a escribir no ya para profundizar en el estudio del habla andaluza, sino para intentar dignificarla para propios y extraños. Y es que hay muchos más tópicos (que no diferenciamos el plural del singular porque aspiramos las s, que hablamos un español gracioso, etc), pero todos ellos redundan en menospreciar el habla andaluza, en ridiculizarla, y con ello a quienes hablamos así.

Hay más de una forma de intentar hacer desaparecer un habla o una lengua buscando la uniformidad y la pérdida de toda la riqueza cultural, étnica y antropológica que una expresión lingüística, ya sea escrita o hablada, encierra. Acabar con un habla particular es una forma de combatir parte del hecho o hechos diferenciales que sustentan, entre otros, la imposibilidad de la construcción de España como nación. Al centralismo le preocupa esto sobremanera. Lo hemos visto, y seguimos viendo, en la persecución o discriminación de lenguas como el catalán, euskera o gallego. Pero también se puede perseguir un habla de forma más sutil que haciéndolo de forma directa, y este es el caso del andaluz. En Andalucía, ni siquiera durante el franquismo se ha castigado a niñas o niños por expresarse en andaluz, no ha habido represión de la expresión oral de la misma forma que en otras nacionalidades del Estado. Aquí todo se ha hecho, y se sigue haciendo, de forma más sutil, pero no menos efectiva. Hacer que te sientas inferior puede llegar a ser mucho más eficaz que un castigo en edades tempranas.

En los libros de texto se sigue presentando el andaluz como una forma errónea del castellano, como algo a controlar por parte de quienes reciben una educación. Hablar andaluz es de gente inculta. Se consigue inculcar, no únicamente en la escuela, pero también, un sentimiento de inferioridad. Mucha gente en Andalucía habla tal y como han aprendido en sus casas y sus barrios con sus paisanos, pero hace un esfuerzo importante por hablar de otra forma cuando sale de Andalucía. Tenemos muy interiorizado que hablamos mal y queda mucho trabajo para superar esto.

En general se identifica nuestro habla con el de gente inculta, con quien realiza los trabajos menos valorados porque no tiene formación para más. En las películas o series de televisión es tradición que la criada sea andaluza y hable andaluz, el mayordomo ya está en un escalafón superior y habla castellano. Los señores de la casa se expresan en un castellano perfecto. Quien hace el chiste fácil siempre lo hace en andaluz, el humor inteligente ya lo dejamos para los castellanohablantes. Jamás veremos alguien en un papel de catedrático, jueza, médico o abogada hablando andaluz. Si veremos en cambio barrenderos, jornaleras, bedeles, cabreros, albañiles y, por supuesto, guardias civiles. Es decir, en Andalucía al parecer unicamente existen una serie de oficios y no otros, o lo que es aún peor, hay andaluzas y andaluces con formación académica, pero estos no hablan andaluz.

El colmo de la desfachatez es el buen número de películas o series de éxito situadas y grabadas íntegramente en Andalucía donde los actores se expresan en castellano, y lo hacen siendo sevillanos, malagueñas o granadinas en el papel que desarrollan. Una falta de fidelidad en el desarrollo de la trama que afortunadamente comienza tímidamente a cambiar. Peor aún es cuando nos encontramos a alguien del centro o del norte desarrollando el papel de andaluz y forzando un acento que no se puede aprender por muy buen actor que seas si no has crecido con ello, con lo cual queda ridículo y hasta cómico.

Las presentadoras y presentadores de la televisión pública andaluza siguen expresándose en castellano, algunos de una forma absolutamente forzada e intercalando de forma espontánea expresiones en andaluz, pero todo el esfuerzo va orientado a hablar en castellano. Es decir, lo que llega a las casas andaluzas a través de la televisión, y por supuesto de la radio, es una agresión permanente a nuestro habla orquestada por los diferentes gobiernos de la Junta de Andalucía que deberían haber promocionado y dignificado el andaluz precisamente a través de los medios más cercanos para la mayoría de la población. Es significativa una anécdota que no por cómica es menos dolorosa, y que supongo que más gente de Andalucía la percibiría: en el programa de la noche de fin de año de la televisión autonómica una presentadora muy famosa por estos lares aparecía a ratos hablando un castellano impostado y bastante ridículo y volvía a aparecer 10 minutos después hablando en el más puro andaluz de Sanlúcar de Barrameda. O se olvidaba de tanto en tanto o sería el champán, pero me parece un buen ejemplo de hasta que punto estas cosas son importantes en Andalucía.

Hace unos meses saltó a la palestra el debate público por las críticas al habla andaluza de la ministra María Jesús Montero. No es santo de mi devoción política esta mujer, pero hay que reconocerle su buen papel en la defensa del habla andaluza al negarse a expresarse de otra forma y defender a ultranza su forma de hablar. El aluvión de críticas a esta mujer desde un buen número de medios de comunicación y algún que otro escritor reaccionario es bastante significativo de hasta que punto se ponen nerviosos cuando damos pasos para dejar atrás el papel que se nos quiere asignar. Viven como una auténtica agresión al habla de la madre patria que haya personajes de la relevancia de una ministra que se exprese en andaluz. Si fuese la limpiadora del congreso no habría problema ninguno.

La mejor forma de defender el habla andaluza es dignificarla, o por lo menos es el primer paso que estamos obligadas a dar. Mientras se mantenga la losa de la inferioridad sobre nuestro habla poco podremos avanzar. Y esto debe empezar en las escuelas, pero también en los medios de comunicación. Afortunadamente en los últimos años comienzan a verse signos de que algo va cambiando, de que cada vez somos más las andaluzas y andaluces que tenemos conciencia de que esta pelea hay que darla, que nos jugamos aquí gran parte de nuestra dignidad como pueblo. Casos como el de la ministra Montero o presentadores de televisión que se niegan a expresarse en castellano son ejemplos de ello. Pero también todo un movimiento cultural que comienza a tomar fuerza entre la gente joven con grupos musicales, actrices y actores, etc, con una clara conciencia de la necesidad de defensa del andaluz. Somos muchas también quienes de forma más anónima llevamos nuestro habla a cualquier foro en el que nos expresemos, orgullosos de lo que somos y seguros de que este es el camino de futuro, entre otros, para que no terminen acabando con gran parte de nuestra identidad como pueblo.

14/01/2022

Floren Ramírez es militante de Anticapitalistas Andalucía.

Referencias:

Ropero Núñez, M (2012) Expresiones culturales andaluzas. Sevilla: Acongagua libros

López González, M.N. (2018). La dignidad del habla andaluza. Córdoba: Almuzara

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