Tras unos meses de cierta parálisis, las instituciones del régimen están reaccionando al ascenso de las esperanzas populares depositadas en Podemos. Ha sido decisiva al respecto la intervención de Felipe González que se adivina tras la decisión de la presidenta de la Junta de Andalucía de disolver el parlamento y convocar elecciones anticipadas, un mes después de la aprobación de los presupuestos para 2015. Tamaño acto de irresponsabilidad/1 buscaba sin duda obligar a Podemos a concurrir de forma precipitada y con apenas un embrión organizativo en Andalucía, lo que, dicho sea de paso, vuelve especialmente meritorio el resultado conseguido por la candidatura que encabezaba Tere Rodríguez.

Ha sido la primera refriega de un duelo que promete durar como mínimo hasta las elecciones generales. Un duelo por el momento, incruento/2, en el que las armas son la infamia y la mentira. Un auténtico ejército de mercenarios al servicio de las distintas agencias del régimen corrupto y en descomposición se apresta, de forma continuada y con la mayor falta de escrúpulos, a denigrar a las personas que representan la esperanza para millones de personas doblegadas por las privaciones y las dificultades para llevar una vida medianamente digna en un país injusto y envilecido por la oligarquía que ha hecho de él su propiedad particular.

Es el mero atisbo de que esta situación de ignominia y profunda injusticia pudiera cambiar, siquiera fuera parcialmente, lo que ha despertado los demonios de la guerra social entre la casta oligárquica. La irrupción de Podemos ha terminado con el desprecio con el que contemplaban las movilizaciones populares que desde mayo del 2011 impugnaban la pesada losa de las políticas austeritarias y la burla de la democracia y la ciudadanía que suponían, y suponen, los gobiernos de los partidos del régimen. Han percibido que las cosas pueden cambiar, que podrían perder una parte del poder que se reparten en las instituciones del Estado y, por primera vez desde la muerte del dictador, tienen miedo de perder el omnímodo poder del que, heredado del tiempo de la dictadura franquista, han gozado gracias a su régimen.

En este momento histórico los matices y sutilezas propios de los tiempos de normalidad y las interminables discusiones deben ceder paso a los agrupamientos propios del tiempo de guerra social. Ahora es lo esencial lo que está en juego y las concepciones de lo social y del Estado están frente a frente y se retan para dirimir, “en una sola partida”, cómo será el orden futuro de la convivencia colectiva

No parece probable que la virulencia del conflicto político se reduzca de aquí a las elecciones generales; antes bien es lo más probable que los ataques contra Podemos suban de tono y que asistamos a una cadena de provocaciones tendentes a sacar el discurso de sus portavoces del ámbito estrictamente ciudadanista en el que parecen querer mantenerse. Se ve en las continuas referencias a ETA y a Venezuela pero también las noticias con las que pretenden equiparar a sus dirigentes con la casta que denuncian o con las historias con las que pretenden desprestigiarlos.

A pesar de sus vacilaciones discursivas, Podemos ha desafiado a las instituciones del régimen político que gestiona los intereses del capitalismo español en el momento en el que el mismo está mutando en un régimen posdemocrático cuyas características han sido analizadas de forma reiterada en estas páginas. Las fuerzas que, originariamente en representación de las capas subalternas (el PSOE y los sindicatos), configuraron el régimen del 78, perdidas en estos años sus ligazones orgánicas con estos sectores sociales, aparecen cada vez más como pura “superestructura”, personal de los aparatos del Estado de funcionalidad decreciente, no solo desde el punto de vista de esos sectores sino, también, para los sectores hegemónicos del capital financiero a los que han objetivamente servido. Y ahora sus intereses son de pura supervivencia, sin ninguna relación con el mundo de la producción social (de plusvalor) que no sea la punción que, junto al resto de los aparatos del Estado, realizan.

En todo caso, la virulencia verbal que caracteriza el debate político no encuentra eco en el conflicto social, muy aletargado con el languidecimiento del 15M y después de que la Reforma Laboral asestara un tremendo mazazo a la capacidad contractual de los trabajadores y de que los sindicatos hayan evidenciado una alarmante incapacidad de reacción. En estas condiciones, paralizada la capacidad de iniciativa de estos actores (las imágenes del 1º de mayo son elocuentes al respecto), parecería que el conjunto de los conflictos y contradicciones que atraviesan la sociedad española quedaran en suspenso o, mejor, se aplazaran hasta el momento electoral en la espera de que la cita arroje la victoria de los bandos en contienda (pueblo/oligarquía) resolviendo así estos conflictos por un período histórico suficiente como para acometer un nuevo ciclo de prosperidad y bienestar

Esta esperanza es, sin embargo, vana. Ni la naturaleza del conflicto es tan simple que pueda resolverse con el triunfo electoral de uno de los bandos (ni siquiera en el caso de una victoria de los partidos del régimen del 78 mutado en régimen oligárquico) ni el campo electoral puede resumir en sí la multiplicidad e intensidad del conjunto de los conflictos presentes en la sociedad española.

Es verdad que los políticos ejercientes pretenden desestimar por impertinentesestas consideraciones y buscan construir un discurso y una agenda de problemas lo más sencilla posible que tenga como efecto buscado la construcción de un nosotros unificante e integrador capaz de asegurar la tan ansiada mayoría electoral.

Este tipo de operaciones de simplificación tiene una factura inequívocamente estatalista: la conquista del Estado o, por lo menos, del Gobierno se presenta como la condición necesaria y suficiente para acometer los procesos de reforma y transformación de las estructuras económicas y sociales al final de las cuales se alcanzaría un orden social de mayor justicia, igualdad y libertad. Más bien parece, sin embargo, que el protagonismo democrático y constituyente de la ciudadanía exigiría multiplicar los espacios y los ámbitos de comparecencia constituyente que fueran articulando en la sociedad civil el tejido que debería servir de soporte a las iniciativas de consolidación institucional del proceso constituyente.

Pero es comprensible tras siete años de privaciones y sufrimientos que cunda la esperanza en una solución sencilla cual sería desalojar a la casta de las instituciones y que, tras ese acontecimiento electoral que tiene algo del mito del “grand soir”, se abriera de nuevo el tiempo del bienestar en el que cada uno podría volver a lo suyo con la garantía de dejar en la cosa pública a quienes aseguraran que no volvería ningún género de casta. El gusto por la privacidad desarrollado en los felices años del bienestar no va a desaparecer con facilidad, ni siquiera tras un período más o menos intenso de información y concienciación colectiva sobre la envergadura de los retos a los que como sociedad nos enfrentamos

En la época de la crisis de la ley del valor, de la decadencia del capitalismo, las clases dominantes aprietan aún más las cadenas de su dominación sobre el conjunto de la población a través del mecanismo de la deuda como única alternativa ante las dificultades crecientes para obtener rentabilidad del capital invertido. La violencia del capital va más allá de la función desestructurante de su mando sobre la cooperación; la agresión ahora sale de la fábrica y se dirige contra esas instituciones que durante décadas han sido complementarias del mercado, la ciudadanía y la democracia misma.

Los nuevos regímenes políticos capitalistas prescinden del “lastre democrático “y se orientan hacia modalidades diversas de neoservidumbre, especialmente a través del mecanismo de la deuda. Un capitalismo esencialmente rentista, incapaz de producir valor y acumularlo, en el que están desapareciendo las figuras productivas de valor y, con ellas, la necesidad de un ámbito para su representación

En esta fase de la evolución del capitalismo, los actores políticos y sociales antaño representantes del mundo del trabajo pierden aceleradamente su funcionalidad para el capital. Ningún salto en la productividad de la fuerza social de trabajo es programado para inducir un nuevo período en la acumulación de capital y, por tanto, ninguna necesidad de interlocución con los actores que históricamente lo han representado. En su actual fase esencialmente “extractiva”, la explotación es más bien expolio; y no es el trabajo el objeto del mismo sino el conjunto de la sociedad subalterna y menesterosa en sus interrelaciones, la potencial productora de renta por la vía del endeudamiento. El capitalismo histórico necesitaba proletarios, el actual necesita siervos.

Este régimen de neoservidumbre no se construye sin resistencias. Los sectores sociales beneficiarios de las prestaciones del Estado del Bienestar, especialmente, resisten el proyecto de despojarles de sus antiguos derechos y para ello muestran su apoyo a partidos como Podemos que despiertan su esperanza de poner freno a la violencia de los poderosos. Se mantiene, asimismo, cierta dinámica de movilización social (la principal, las marchas por la dignidad pero sin el vigor, la extensión y la participación que caracterizó el 15M). La irrupción de PODEMOS parece haber supuesto o, para evitar valoraciones, coincidido, con un descenso de la movilización social: así, los sectores sociales que a partir del 15M habían protagonizado fuertes y extensas movilizaciones populares habrían delegado en PODEMOS la continuación de sus luchas llevándolas a los ámbitos en los que sus propuestas podrían convertirse en reglas e instituciones para la vida colectiva.

Este proceso de desmovilización social, de abandono de las calles, deja solo a Podemos contra las fuerzas coaligadas de los partidos del régimen y sus maquinarias conexas. Los meses que quedan hasta noviembre podrán ser, así, testigos de una terrible ofensiva contra las aún frágiles estructuras organizativas de Podemos. Son varias las bazas que los aparatos del régimen tienen en esta batalla; aquí resumimos las principales:

1) En primer lugar, la recuperación económica cuyos efectos de generación de empleos (aunque sean precarios y de mala calidad), aumento de la renta disponible de los hogares (que aunque limitada, mejorará el consumo y tirará de la demanda) y aumento del crédito disponible parta las empresas por efecto de la inyección Draghi, contribuirán a alimentar el clima de confianza y la sensación entre buena parte de las capas subalternas de que vale la pena renunciar a “algunos” derechos a cambio del “pájaro en mano” que ofrece el programa de los banqueros y sus partidos.

2) La prórroga obtenida por el gobierno griego en sus negociaciones sobre la deuda no puede ocultar las dificultades con las que se enfrenta cualquier gobierno que plante cara a los designios de la burguesía alemana. Sobre esas dificultades van a martillear de forma incesante los voceros de los partidos del régimen y allegados, sin que los pronunciamientos vaporosos de los neokeynesianos Stiglitz y Krugman sean excesivamente eficaces para contrarrestar el asentamiento de ese sentido común.

3) No puede echarse en el olvido la utilización recurrente de temas como Venezuela o las pretendidas simpatías proabertzales para asustar a ciertos sectores de las clases medias dispuestas a apoyar a Podemos.

4) Ese factor, conjugado con cierta recuperación electoral del PSOE podría desviar a estos sectores de clase media de una inicial intención de apoyar a Podemos para la “regeneración de la vida política”. En esta empresa aparece, además, Ciudadanos como serio competidor por el mismo espacio electoral. Su objetiva condición de partido llamado a actualizar el proyecto y el discurso de la derecha española no es óbice para que un sector de clase media esencialmente volátil en sus preferencias no pudiera volverse a una opción aparentemente inmaculada respecto al lastre franquista del PP.

5) La dureza del enfrentamiento se ha cobrado la primera y significativa víctima. La dimisión del responsable de programas de la ejecutiva de Podemos a 20 días de las elecciones autonómicas es un duro golpe a sus expectativas electorales. Tal parece que las dificultades crecientes, derivadas de un escenario con un competidor en alza como Ciudadanos, unidas quizás a la incapacidad para configurar una oferta política que conjugara las aspiraciones constituyentes con la viabilidad de propuestas concretas, han tenido mucho que ver con este tardío e inoportuno descubrimiento.

Así que, incluso para perseverar en su actual hoja de ruta, la dirección de Podemos debería considerar la conveniencia de hablar y compartir la misma con algunos agentes sociales, por desprestigiados que aparezcan a sus ojos, para hacerse acompañar por ellos en esta todavía larga travesía hasta las elecciones de noviembre. En el seno de los sectores populares que le apoyan, podría estar cundiendo cierta sensación, extremadamente peligrosa, de que la dirección de Podemos es demasiado vulnerable frente a los ataques de los experimentados sicarios del régimen. Es preciso tener en cuenta que estos sectores, por identificados que se encuentren con los propósitos regeneradores de Podemos, si no ven ciertas posibilidades de victoria, podrían volver a sus posiciones de siempre a favor de los partidos de la izquierda del régimen si piensan que ello podría asegurarles mejores oportunidades. El nivel de desprestigio del PSOE no es el del PASOK griego y parece evidente que va a movilizar la totalidad de sus recursos/3 para recuperar parte al menos de sus apoyos tradicionales.

No hay otra receta para combatir esos factores de riesgo que avanzar ya las posiciones centrales de la campaña política. Que, en mi opinión, debiera articularse en torno a algunas propuestas esenciales sin enredarse en largos y complicados programas sobre los que las mayorías sociales no tendrán oportunidad de pronunciarse. A título meramente ilustrativo se avanzan algunas de estas propuestas

1. En primer lugar, hay que contar a la gente la cruda realidad para prepararla para la dura etapa que nos espera. El nivel de conciencia del pueblo sobre la realidad y los esfuerzos colectivos para superarla es el arma principal para emprender una empresa de regeneración como la que postula Podemos. Nada que ver con pintar una idílica superación sin esfuerzo social de la postración en que nos han hundido las políticas austeritarias. La recuperación de la “bonanza” de antes del 2007, entendida en términos de un flujo incesante de créditos a la construcción y al consumo a tipos de interés prácticamente cero es sencillamente, inviable, además de rechazable por los nocivos efectos económicos y ecológicos que implicó. Creo que el principal acierto de Siryza es haberle hablado claro a su pueblo y haberlo preparado para lo que se le venía encima.

2. A continuación es preciso hacer un esfuerzo prioritario para aliviar siquiera parcialmente la situación de los sectores sociales más damnificados por las políticas austeritarias. Conseguirlo y hacerlo pronto sería una inyección de moral que fortalecería la cohesión popular frente a los difíciles retos que le esperan. La desesperación social, si se prolonga, trabaja a favor del fascismo.

3. Recuperar la capacidad de decisión perdida, denunciar la deuda y acometer un proceso de reestructuración de la misma en el marco de la Conferencia europea sobre la deuda. Atajar el problema de la deuda y convertirlo en un problema europeo (si no, ¿para qué sirve la UE?) es una buena forma de empezar a romper con la continuidad de las políticas neoliberales y con la hegemonía del capital financiero.

4. Poner los derechos sociales en el centro de las políticas públicas (trabajo, vivienda, salud y educación) y liberarlos de las cadenas austeritarias. Para restituir la centralidad de los derechos de la mayoría como justificación del pacto social de convivencia. Sin derechos sociales que garanticen una vida digna no hay posibilidad de convivencia pacífica y Estado de Derecho

5. Rescatar el patrimonio colectivo de su secuestro por la oligarquía, incluyendo los servicios públicos levantados con el esfuerzo colectivo. Los patrimonios colectivos son la condensación de la capacidad de cooperación social, un indicador de convivencia y solidaridad.

6. Depurar responsabilidades de la casta por el sufrimiento social del que es responsable en los últimos años. Comisión parlamentaria de justicia y reparación. No se trata de venganza sino de justicia. El olvido de la injusticia convierte a los pueblos en cómplice de la misma, alienta su perpetuación y la convierte en sentido común de una época.

No es este, obviamente, un programa de gobierno, ni siquiera son sus ejes básicos. Son algunas de las misiones correspondientes al apoderamiento popular del que presumiblemente goza Podemos y que no deberá defraudar si no quiere perderlo en muy poco tiempo. Es la concreción del proceso constituyente que ahora parece haberse caído del discurso de la dirección de Podemos. Trazos de nueva política más allá del marketing, política del pueblo que rompe con los usos y costumbres de la “casta”, pensada en función de las necesidades de los de abajo.

5/05/2015

José Errejón es funcionario

Notas

1/ Que demuestra bien a las claras la falta de escrúpulos democráticos del personal del régimen y su disposición a quebrantar la legalidad cuando están en juego sus intereses de casta y los superiores a los que sirven

2/ Aunque tampoco faltan los “incidentes” como seguimientos, amenazas, etc, sobre las personas más conocidas de PODEMOS.

3/ Incluyendo los restos del capital afectivo que figuras como Felipe González puedan tener entre estos sectores populares, aunque el disgusto del ex presidente con lo que considera excesivas contemplaciones con PODEMOS de los actuales dirigentes del PSOE pudiera alejarle de la campaña; su condición de “secretario general del régimen del 78” se hace más patente según avanza la crisis de éste.

(Visited 41 times, 1 visits today)