El presente artículo tiene por objeto analizar las repercusiones de la represión franquista, a través del caso concreto del llamado “Juicio o Proceso de Burgos”, sobre las relaciones hispano-francesas. En efecto, la brutal represión interna ejercida por el régimen franquista a lo largo de toda su historia constituyó un freno a sus ambiciones de “normalizar” sus relaciones externas tras la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial y hasta la misma muerte del dictador. Así, en el caso concreto de las relaciones franco-españolas, la ejecución del antiguo republicano y héroe de la resistencia francesa Cristino García en febrero de 1946 fue el factor desencadenante en la decisión de París de cerrar la frontera de los Pirineos (Dulphy, 2012), y la de Julián Grimau en abril de 1963 limitó sustancialmente el impacto y las consecuencias de la visita del ministro Giscard d ́Estaing a Madrid que tuvo lugar en esas fechas (Fleites Marcos, 2009b). Del mismo modo, el juicio sumarísimo a dieciséis miembros de ETA por un consejo de guerra en Burgos en diciembre de 1970 suscitó una importante movilización de los medios de información y la opinión pública del país vecino y una reacción en respuesta de la prensa y amplios sectores de la población española. Este trabajo pretende evaluar cual fue la trascendencia real del Proceso de Burgos y de las movilizaciones opuestas que éste último provocó, sobre la evolución de las relaciones bilaterales en el período. Así, se examinará en primer lugar sumariamente el desarrollo del proceso de Burgos y su tratamiento por la prensa y la radiotelevisión francesas. Posteriormente se realizará un breve acercamiento a la situación de la prensa española, sometida al régimen de auto-censura y sanciones administrativas establecido por la Ley Fraga de prensa de 1966, y se estudiará más detalladamente la reacción de estos diarios a lo que interpretaron como una campaña de los medios de información franceses contra España y su gobierno con motivo del Proceso. Finalmente, se analizará la recepción en España de la conferencia de prensa del Presidente francés Georges Pompidou el 21 de enero de 1971 en la que este último consideró que la prensa y la televisión de su país habían exagerado en ocasiones en su tratamiento del Juicio, y apostó por continuar a apoyar el acercamiento español a Europa, poniendo fin a la deterioración de las relaciones entre los dos lados de los Pirineos.

El juicio de Burgos y su tratamiento en los medios franceses 

El Juicio de Burgos fue un consejo de guerra que tuvo lugar entre el 3 y el 9 de diciembre de 1970 en la ciudad castellana, sede de la Capitanía General de la VI Región Militar que comprendía las Vascongadas, contra dieciséis miembros de ETA acusados de asesinar al policía Melitón Manzanas, al guardia civil José Pardines y al taxista Fermín Monasterio (Cardona, 2008). Dado que dos de los acusados eran sacerdotes, la Iglesia vasca se movilizó desde muy temprano llegando en una homilía del 22 de noviembre firmada por el obispo de San Sebastián y el administrador apostólico de Bilbao a condenar toda clase de violencias: “[...] las estructurales, las subversivas o las represivas [...]” y ETA por su parte secuestró el 2 de diciembre al cónsul honorario de Alemania en San Sebastián, Eugenio Beihl Shaeffer (Cardona, 2008).

Ante el incremento de las protestas callejeras el gobierno respondió con la declaración del Estado de excepción, efectivo el 5 de diciembre en las tres provincias vascas y nueve días después en el conjunto del Estado. Los acusados utilizaron el juicio como una vitrina de propaganda contra el régimen franquista y a favor de la independencia del País Vasco, denunciando las torturas que habían recibido por parte de la policía y llegando en la última sesión el procesado Mario Onaindia a gritar delante del tribunal: “Gora Euskadi Askatuta” (Cardona, 2008). Una parte del Ejército se movilizó entre bastidores para exigir al gobierno el mayor rigor en las penas y el 16 de diciembre tuvo lugar una multitudinaria concentración contra ETA, la supuesta tibieza del gobierno del Opus que criticaban los falangistas, y la supuesta campaña anti-española de los medios extranjeros, en la madrileña Plaza de Oriente convocada por una fantasmagórica Junta Coordinadora de Afirmación Nacional, que encubría en realidad a diversos grupos ultraderechistas vinculados a los servicios secretos del Ejército (Cardona, 2008). En los días sucesivos similares manifestaciones tuvieron lugar en las principales ciudades españolas y aunque ETA liberó el 25 de diciembre al cónsul alemán secuestrado, la sentencia pronunciada el 28 de diciembre mostraba una gran dureza: 9 penas de muerte y 519 años de cárcel. Finalmente, en parte en respuesta a la multiplicación de peticiones de amnistía de líderes internacionales y a la movilización de las opiniones públicas de los principales países de la Europa occidental, Franco anunció en su discurso de Fin de Año el indulto de las condenas a muerte (Cardona, 2008).

Si el Proceso de Burgos concitó un extraordinario interés para la prensa y los medios de información de todo el mundo, éste fue si cabe más marcado en el caso galo. Varios razones explicaban esta tendencia. En primer lugar, la atracción que ejercía el país en la opinión francesa desde los años cincuenta y que se caracterizaba por la fuerte presencia de estereotipos románticos o ligados con la Guerra Civil (Delgado, 2005; Fleites 2009a). Junto a ello, el desarrollo económico peninsular, el reciente acercamiento entre los dos países (Fleites, 2009b) y la importancia geográfica, histórica y económica para Francia del País Vasco español permiten comprender esta atención de los medios galos ante el proceso de Burgos y asimismo muchos de los rasgos de su tratamiento del Juicio.

De esta forma, los diarios franceses llevaron a cabo a menudo reportajes informativos en los que utilizando como excusa el proceso se analizaba el conjunto del régimen franquista. Así, el corresponsal del diario de centro-izquierda Le Monde, Marcel Niedergang, se centraba el 9 de diciembre en el carácter represivo del Régimen desde su inicio y concluía que “[...] les structures politiques et judiciaires de l'Espagne franquiste ne sont adaptées ni à la société espagnole d ́aujourd ́hui ni à l ́évolution du monde moderne” (Niedergang, 1970, diciembre, 9) mientras que el enviado especial del semanario también de centro-izquierda L ́Express, Edouard Bailby, señalaba en un largo reportaje en portada que,

“ [...] D'un coup s'effaçait, comme un masque que l'on arrache, le visage que tentait de se donner un gouvernement prodigue de prospérité nouvelle et de promesses de liberté. On ne voyait plus, soudain, que les rides d'un régime vieillissant, hérité de la guerre civile, avec son appareil sinistre de conseils de guerre, de police vêtue de gris, de poteaux d'exécution, dressés à l'aube [...] Obscurci par ces phantasmes, le franquisme n'est plus qu'une effigie crépusculaire. Entre un Caudillo vieilli, au regard flou, et le jeune prince Juan Carlos de Bourbon encore tapi dans sa prudence, le destin espagnol cherche une faille par où retrouver la lumière [...]”. (Bailby, 1970, diciembre, 14).

Además, la prensa gala también examinó detalladamente el nacimiento y la estructura del grupo terrorista ETA, hasta entonces relativamente desconocido para la opinión pública de su país. Le Monde narraba así el surgimiento de la banda enmarcándola en la historia del nacionalismo vasco desde sus orígenes con Sabino Arana (Niedergang, 1970, diciembre, 4) y Charles Vanhecke explicaba en el mismo diario la evolución reciente del grupo y sus conflictos internos entre los partidarios de otorgar una mayor primacía al marxismo y los que privilegiaban el nacionalismo:

“[...] Tandis que l'ETA marxiste désigne comme premier adversaire le capitalisme oppresseur, et propose, pour le renverser, l ́alliance de toutes les forces révolutionnaires espagnoles (y compris celles des Basques), l'ETA nationaliste, repliée sur son idée nationale entend se débarrasser d ́abord de l ́occupant espagnol, le prolétariat espagnol lui paraissant participer autant que la bourgeoisie à son oppression [...]” (Vanhecke, 1970, diciembre, 11).

A estas visiones de la banda terrorista, en general neutrales, se les sumaron entrevistas a miembros de ETA, en las que no se ocultaba la simpatía hacia éstos, como la realizada por el gran reportero y biógrafo Jean Lacouture a dos militantes en San Juan de Luz (Lacouture, 1970, diciembre, 16). En la misma línea el programa Objectifs, de la principal cadena de televisión francesa en la época, la “première chaîne de l'ORTF” centró su emisión del 4 de diciembre de 1970 alrededor de una entrevista realizada por su presentador Pierre Dumayet al fraile dominico vasco Pedro Mena, simpatizante de ETA residente en Francia, y a tres militantes anónimos del grupo terrorista, presentando luego fotografías de detenciones violentas de miembros de la banda, y justificando en todo momento sus acciones a la vez que se condenaba al gobierno español1/. Además, los diarios franceses fueron capaces de revelar buena parte de los debates internos al régimen franquista que influenciaban el proceso y las sentencias. Así, se subrayaban la opinión de buena parte de los mandos superiores de las Fuerzas Armadas que exigían la mayor dureza (Niedergang, 1970, diciembre, 16) y la intención de sectores del Ejército y de la Falange de aprovechar el juicio y sus consecuencias políticas para cesar a ministros del Opus, como el titular de Asuntos Exteriores, Gregorio López Bravo, el del Plan, Laureano López Rodó (Le Monde, diciembre, 23) o incluso para destituir el conjunto del gobierno, muy debilitado por los escándalos de corrupción como el “caso Matesa” (Niedergang, 1970, diciembre, 24).

Cuando se hizo pública la sentencia, ésta fue acogida con amplias manifestaciones de protesta en Francia y la prensa gala consideró que se trataba de un doble desafío del tribunal, a la vez a la opinión pública internacional y al gobierno de Madrid, y ponía en entredicho la legitimidad de “[...] les juges militaires, dont quatre sur cinq ne possèdent pas les connaissances juridiques requises, [et qui] sont allés au-delà des peines déjà exorbitantes réclamées par le procureur [...]” (Le Monde, 1970, diciembre, 30). A partir de ese momento, los diarios franceses transmitieron las peticiones de clemencia que realizaron diversas personalidades mundiales y que compartían plenamente (Fontaine, 1970, diciembre, 30) y cuando ésta tuvo finalmente lugar, su atención hacia el juicio y sus consecuencias disminuyó rápidamente hasta desaparecer por completo. Sin embargo, entretanto, el tratamiento por parte de los medios de información mundiales y particularmente franceses del Proceso de Burgos había causado una violenta y prolongada reacción por parte de la prensa española, como ahora se examinará.

La prensa española en 1970-1971 y su respuesta  la supuesta campaña antiespañola de los medios de información franceses

Los periódicos españoles se encontraban a finales de 1970 sometidos al nuevo régimen de prensa establecido por la Ley de 1966, llamada “Ley Fraga” por el nombre de su autor, el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne. Considerado como aperturista en la época, el nuevo texto legislativo ciertamente suprimía las consignas, la censura previa y la designación gubernamental del director que había impuesto la Ley de 19382/. Sin embargo, aunque el objetivo de los redactores del texto era mejorar la imagen del régimen español de cara al extranjero mediante una ley liberal en sus principios, no por ello dejaban de pretender mantener la prensa bajo un férreo control (Barrera, 1995). Además, una buena parte de la prensa española, 40 diarios sobre un total de 116, es decir un 34% del total de títulos (Sevillano Calero, 1997), dependía directamente del gobierno, a través de la Delegación Nacional de prensa, propaganda y radio a las órdenes directas del Ministro Secretario general del Movimiento. Se trataba de los periódicos falangistas pertenecientes a la comúnmente denominada “cadena del Movimiento”, que encabezada por el madrileño Arriba, contaba con cabeceras en la mayoría de las provincias españolas, con títulos como el gijonés Voluntad o el castellonense Mediterráneo.

Es cierto que la menor eficacia de los mecanismos de la nueva ley con respecto a los de la de 1938 (a pesar de la multiplicación de expedientes sancionadores que provocaron una fuerte autocensura) llevó a las diferentes publicaciones privadas como el diario monárquico madrileño ABC, su correligionario barcelonés La Vanguardia Española (los dos diarios con mayor tirada ese año con 209.000 ejemplares el primero y 220.000 el segundo) (Fuentes y Fernández Sebastián, 1997) y especialmente el célebre Madrid, en manos de un sector del Opus Dei a través de Rafael Calvo Serer (Fleites 2009c) a forzar paulatinamente los límites de la nueva legislación, obteniendo en términos generales y a pesar de algunos retrocesos un relativo mayor margen de libertad. Pero esto no debe hacer olvidar que este margen era estrecho (Gil Pecharromán, 2008) y que los españoles percibieron el Proceso de Burgos y el tratamiento por los medios de información franceses de éste, a través de una prensa controlada directa (en el caso de los diarios de propiedad estatal) o indirectamente por las autoridades franquistas.
La prensa española ignoró o fingió ignorar inicialmente la extraordinaria repercusión que el Juicio estaba teniendo en el país vecino, pero a partir de mediados de diciembre pasó al extremo contrario y comenzó a señalar la importancia de la supuesta agitación anti-española provocada por éste. Así, por ejemplo, ABC dedicó una doble página de su número del 13 de diciembre a criticar la “violenta campaña de la prensa francesa contra el gobierno español” (Calvo, 1970, diciembre, 13) comparando ésta con la agitación que había tenido lugar en la misma Francia con motivo del caso Ferrer (ABC, 1970, diciembre, 13). Para el corresponsal del diario monárquico, Luis Calvo, “El proceso de Burgos tiene desde hace un mes, que no una semana, alarmada, zarandeada, y en vilo a la opinión pública francesa [...] Se oyen muchas tonterías y se leen muchas pedanterías originadas en la ignorancia locuaz pero todo tira a lo mismo [...]” (Calvo, 1970, diciembre, 13). Y el periodista advertía que “[...] las manifestaciones públicas y los gritos proseguirán. Los periódicos no llevan traza de abandonar la partida, eso que consideran como su propia partida [...] y defienden ardorosamente porque creen que defienden a los españoles indefensos [...]” (Calvo, 1970, diciembre, 13). Esta posición de la prensa española fue rápidamente constatada por el embajador galo en Madrid, Robert Gillet, quien señalaba en un informe dirigido al Ministerio de Asuntos Exteriores francés, el Quai d'Orsay, que,

“[...] En attendant que soit connu le verdict du Tribunal de Burgos, les mouvements d'opinion et les manifestations se sont nettement, au cours des derniers jours, orientés dans le sens d'un soutien au régime en même temps que d'une réaction contre les campagnes menées à l'étranger [...] le ton de la presse a changé [...] elle s'insurge de plus en plus contre la façon dont sont relatés à l'étranger les événements d'Espagne et y voit la marque d'une propagande insidieuse dirigée contre le pays plus encore que contre le régime franquiste [...] en ce qui nous concerne plus particulièrement, je crois pouvoir également souligner qu'on a trouvé peu admissible –les témoignages en sont nombreux– l'attitude adoptée par la presse française, ici fort lue, et encore moins celle de l'ORTF ; la partialité imputée à ce dernier et notamment partout souligné [...] Les comptes rendus de la presse péninsulaire ont maintenant porté à la connaissance de l ́espagnol moyen ce qu ́elle considère être une conjonction d'attaques contre l'Espagne dont la France, plus que les autres pays, a été le théâtre ces derniers temps [...]” (Gillet, 1970, diciembre, 18).

Y Gillet explicaba la posición de los medios y la opinión española por su marcada carencia de liberalismo y de costumbres democráticas:

“[...] Ce qu'il convient également de relever, à l'occasion de cette crise, c'est l'incompréhension pour ne pas dire la méconnaissance, des espagnols à l'égard de la mentalité et des réactions idéologiques des autres pays européens dont le nôtre. Leur manque foncier de libéralisme et l'absence de tout réflexe démocratique empêchent nombre d'entre eux de comprendre qu ́une opinion nationale puisse prendre sincèrement à cœur des événements se passant hors de ses propres frontières, et leur font considérer comme ingérence inadmissible ou hostilité délibérée ce qui est en réalité, pour une grande part, solidarité politique et sociale ou réflexe d'humanité [...]” (Gillet, 1970, diciembre, 18).

Tras la concentración en la Plaza de Oriente del 16 de diciembre, el enfrentamiento entre las prensas de los dos países se aceleró y los diarios falangistas acusaron directamente a sus contrapartes franceses de infravalorar la cifra de participantes en la manifestación. Así, el gijonés Voluntad subtitulaba dos días después del acto: “Increíble pero cierto, las agencias francesas han dicho que fueron únicamente cuarenta mil franquistas los manifestantes” (Sanuy, 1970, diciembre, 18) y el castellonense Mediterráneo celebraba irónicamente que “ya han subido a 100.000” (PYRESA, 1970, diciembre, 18) mientras que unos días después el corresponsal en París de la Hoja del Lunes de Barcelona culpaba al enviado especial del diario parisino Le Figaro:

“[...] Hay que admitir que la campaña antiespañola ha dado sus resultados [...] No faltan ejemplos de esta ignominia. Así, el señor Guillaume Brulon, enviado especial del matutino  Le Figaro que califica [las a su juicio] falsas manifestaciones de Madrid, Cáceres, Plasencia y otros lugares de «burdos rebaños organizados por el franquismo» y que se insurge luego cuando su lenguaje parcialista es criticado por uno de los corresponsales españoles que residimos en París [...]” (Ostos, 1970, diciembre, 21)3/.

En la misma línea, los periódicos españoles, a imagen de Madrid, acusaron a la ORTF de censurar parcialmente las declaraciones del ministro de Información español Alfredo Sánchez Bella a esta cadena televisiva en las que criticaba el tratamiento del Juicio por la prensa francesa (Madrid, 1970, diciembre, 26). Prácticamente ninguno de los diarios españoles escapó a esta postura sumamente crítica frente a los medios de información galos. Como señalaba en un nuevo mensaje a sus superiores el preocupado embajador francés en Madrid:

“[...] La façon dont les moyens d'information français ont rendu compte du procès de Burgos et de l'agitation à laquelle il a donné lieu en Espagne, a provoqué dans la presse, la radio et la télévision de ce pays une vaste campagne de protestation. Selon les journaux, cette réaction est plus ou moins vive, les éditoriaux sont plus ou moins xénophobes, mais toujours la partialité de la presse, et de l'ORTF tout particulièrement, a été mise en cause. Ce sont les journaux d'obédience phalangiste et syndicaliste qui ont manifesté avec le plus de vigueur leur rancœur contre la France [...] Il faut bien reconnaitre que les journalistes espagnols s'efforçant de résister par le plume au réflexe agressif de l'amour propre national piqué au vif par la campagne de dénigrement du régime franquiste sont peux nombreux [...]” (Gillet, 1970, diciembre, 24).

Sin embargo, la prensa española también insistió en que la campaña que tenía lugar en Francia estaba orquestada por pequeños grupos antiespañoles que, como señalaba el director de Arriba, Manuel Blanco Tobío, “siguen ahí” (Blanco, 1970, diciembre, 18) y que no se correspondían con la verdadera opinión mayoritaria en el país vecino4/. De esta forma, abundaron los artículos en los que se destacaban los editoriales de determinados periódicos franceses (generalmente el diario gaullista La Nation, el semanario derechista Aspects de France, y a veces el también conservador diario Le Figaro) favorables al régimen franquista o críticos con las posiciones de sus colegas. Así, Voluntad señalaba el 12 de diciembre que,

“[...] El semanario francés « Aspects de la France » critica en su último número la campaña de algunos periódicos franceses contra el régimen español en relación con el proceso de Burgos [...] El autor del comentario subraya que « se olvida que en la agitación ha habido una muerte que no puede quedar impune » [...] el semanario acusa a parte de la prensa francesa de organizar el presente escándalo [...]” (PYRESA, 1970, diciembre, 12).

Y el semanario falangista citaba de nuevo dos semanas después a la revista que “[...] denuncia la campaña antiespañola que se desató en Francia con motivo del Proceso de Burgos [...] que no ha conseguido finalmente más que una cosa: reforzar la adhesión de los españoles alrededor del general Franco y de su sucesor” (EFE, 1970, diciembre, 27)5/. ABC por su parte citaba el 17 de diciembre un editorial del diario gaullista La Nation (EFE, 1970, diciembre, 17) y dos días más tarde otro de Le Figaro en el que el diario conservador señalaba que “[...] «lo que es torpe o peor que torpe es que hagamos de los acusados y sus vidas la clave de una campaña política de intimidación » [...]” (EFE, 1970, diciembre, 19)6/ mientras que su corresponsal Luis Calvo mencionaba el mismo día un artículo del semanario de extrema derecha Minute en el que se recomendaba a los franceses que “barramos primero nuestra tienda” en referencia a las torturas de la guerra de Argelia y sus consecuencias (Calvo, 1970, diciembre, 19)7/. Además, los periódicos españoles no perdieron ocasión de señalar ejemplos de la supuesta posición favorable al régimen franquista que tendrían realmente la mayoría de los ciudadanos franceses, destacando por ejemplo que los comerciantes de Burdeos habían protestado contra la manifestación anti-española (EFE, 1970, diciembre, 20) o que en “la Embajada de España en París y en el Consulado General, se han recibido números mensajes (cartas, telegramas, o llamadas telefónicas) de adhesión al Jefe del estado español [...]” (EFE, 1970, diciembre, 18).
Tras conocerse el indulto otorgado por Franco, los periódicos españoles constataron satisfechos en primer lugar la buena acogida de éste en los medios galos (Voluntad, 1971, enero, 1), pero rápidamente continuaron sus ataques contra éstos, señalando en palabras de Manuel Blanco Tobío su “[...] dolor por habernos ofendido a los españoles, por habernos calumniado, por haberse dejado manipular por [...] organizaciones políticas de extrema izquierda [...]” (Blanco, 1971, enero, 10) y reflexionando además como la enviada especial de La Vanguardia Española, María Asunción Guardia, que dedicó una serie de artículos a analizar las causas internas a los propios medios de información franceses de la supuesta “campaña antiespañola” (Guardia, 1971, enero, 20 y 21).

Finalmente, la visita del embajador español en París, Pedro Cortina, al Presidente francés, el 7 de enero, para protestar por lo que el gobierno franquista consideraba como la campaña antiespañola en Francia fue objeto de una gran atención por parte de la prensa española, que inicialmente anunció que el viaje del ministro de Asuntos Exteriores galo, Maurice Schumann, a España se mantendría (INTERINO, 1971, enero, 7), para luego informar que se había anulado a petición de las autoridades españolas, que protestaban así por la mencionada actitud de los medios franceses (Laborde, 1971, enero, 8 y Calvo, 1971, enero, 8). El conjunto de los diarios españoles se mostraron marcadamente favorables a esta decisión del Palacio de Santa Cruz y en una serie de editoriales y artículos de opinión dedicados a analizar el estado de las relaciones hispano-francesas, además de constatar su marcada deterioración, acusaron al gobierno de París de no impedir la campaña de prensa antiespañola y de proteger a los grupos de exiliados antifranquistas en el territorio francés (ABC, 1971, enero, 9a; Calvo, 1971, enero, 9; Hoja del Lunes de Madrid, 1971, enero, 11; Voluntad, 1971, enero, 16 y La Vanguardia Española, 1971, enero, 20). Así, ABC opinaba en un editorial del 9 de enero que,

“[...] esta decisión del Gobierno español es precisamente la adecuada a las circunstancias. Nuestro pueblo se pregunta: ¿cómo es posible que una nación amiga, con la que acabamos de firmar convenios de Cooperación cultural y militar, ponga las emisoras oficiales de radio y televisión al servicio de una injusta campaña de desprestigio de nuestra justicia, de información tendenciosa y de incitación a las manifestaciones públicas contra nuestro país? [...]” (ABC, 1971, enero, 9b).

Y en la misma línea la Hoja del Lunes de Madrid consideraba dos días después también en un editorial que,

“[...] Era inevitable que por parte española se produjese una reacción ante el cúmulo de agravios que nos han venido infiriendo con asiduidad determinados núcleos franceses [...] durante el proceso de Burgos [...] Un día tras otro en Francia –poseemos una antología de prensa muy reveladora y testimonial– sonaba estruendosamente el nombre de España envuelto en insidias, en ultrajes a sus instituciones más fundamentales [...] España, tan escrupulosa en su respeto de la soberanía ajena, exige de Francia [...] un trato de rigurosa reciprocidad” (Hoja del Lunes de Madrid, 1971, enero, 11).

Sin embargo, todas estas invectivas hacia el gobierno de París y el creciente pesimismo ante la futura evolución de las relaciones bilaterales desaparecieron casi completamente con las frases que el Presidente Pompidou dedicaría a España en su conferencia de prensa del 21 de enero de 1971, como ahora se examinará.

Las declaraciones de Pompidou y sus repercusiones en España 

Al igual que su predecesor Charles de Gaulle, el segundo Presidente de la Quinta República mantuvo la costumbre de celebrar regularmente (un total de 9 en poco más de cuatro años) grandes conferencias de prensa en el Elíseo en las que respondía durante más de una hora a preguntas de los periodistas sobre la actualidad política francesa e internacional. En la conferencia de prensa del 21 de enero de 1971, el corresponsal de la agencia de la cadena del Movimiento, Pyresa, en París, Enrique Laborde, le realizó una pregunta que incluía la ya habitual acusación previa sobre la actitud de la radiotelevisión francesa ante el proceso de Burgos:

“Les rapports entre la France et l ́Espagne semblent être excellentes, en fonction des accords récemment conclus entre les deux pays ainsi que les visites officielles réciproques des Hautes personnalités. Or, pour l'opinion publique, cette image a été effacée par la manière dont l'O.R.T.F. a présenté les informations sur des faits survenus en Espagne le mois dernier. M. le Président, quelle est votre opinion sur l ́état actuel des relations franco-espagnoles et ses perspectives d'avenir” (s.a. 1971, enero, 21).

Pompidou, tras realizar una de sus características boutades respondió con claridad en términos muy cercanos a los deseados por Madrid:

“Monsieur, il y a ici des représentants de l'O.R.T.F., alors j'espère qu'à la sortie il n'y aura pas d'explications (rires). Quant à l'Espagne, j'ai été élevé dans l'estime pour la Nation espagnole, une des plus grandes, des plus illustres et des plus nobles de l'Europe. Je crois que l'amitié entre la France et l'Espagne est inscrite dans les faits et est féconde pour les deux pays. Je crois qu'il est de l'intérêt de l'Espagne de s'ouvrir sur l'Europe et que la géographie, à tout le moins, la pousse à le faire par l'intermédiaire de la France. Et je crois qu'il est de l'intérêt de la France que l'Espagne rejoigne l'Europe ne serait-ce que pour déplacer, à mes yeux heureusement, le centre de gravité de cette Europe. Pour toutes ces raisons je déplore que le Gouvernement espagnol ait cru devoir faire rejaillir sur les relations entre les deux Etats l'irritation qui ait pu le causer la présentation du procès de Burgos par tel ou tel organe d'informations. Même s'il a pu me sembler que cette présentation cédait quelquefois à l'excès par passion ou par goût de la dramatisation” (s.a. 1971, enero, 21)8/.

El eco de las palabras del Jefe del Estado galo al sur de los Pirineos fue inmediato. El embajador Gillet escribía en un informe fechado sólo dos días después que el subsecretario de Asuntos Exteriores español, Gabriel Fernández de Valderrama, le había llamado en nombre del ministro López Bravo para transmitirle la satisfacción que el Consejo de ministros había manifestado por las palabras del Presidente y que en consecuencia se había autorizado la participación española en unas maniobras aeronavales francesas previstas en marzo y junio (Gillet, 1971, enero, 23a) y al día siguiente una entrevista personal del diplomático con el mismo Fernández de Valderrama confirmaba la impresión (Gillet, 1971, enero, 27).

La respuesta de la prensa fue igualmente inmediata y muy favorable. Así, todos los diarios de la cadena del Movimiento abrían su portada del día siguiente con el titular: “Pompidou: Yo he sido educado en la estima por la Nación española” (Arriba, Mediterráneo y Voluntad, 1971, enero, 22) e incluían un artículo del propio Laborde, que tras citar textualmente la respuesta del presidente francés consideraba que, “[...] Georges Pompidou es un amigo de España, un amigo en el mejor sentido de la palabra. Su declaración de esta tarde, ante la prensa internacional, ha venido a ratificar esta espléndida certidumbre [...]” (Laborde, 1971, enero, 22). De igual modo, el resto de los periódicos otorgaron una gran importancia y recogieron in extenso las palabras de Pompidou hacia España, que fueron acogidas muy favorablemente en sus ediciones de esa fecha (Semprún, 1971, enero, 22 y La Rosa, 1971, enero, 22). Y al día siguiente varios artículos editoriales desarrollaban esta imagen considerando como ABC que “[...] Pompidou, con sus palabras, ha colocado las relaciones hispano-francesas en el clima que les corresponde. Y lo ha hecho con un acento de compromiso personal que los españoles no podemos menos que reconocer” (ABC, 1971, enero, 23). Así lo señalaba Robert Gillet en un telegrama al Quai d'Orsay del 23 de enero: “Tous les journaux qui, hier, avaient repris sur de grands titres les déclarations de M. le Président de la République relatives à l'Espagne, les commentent longuement ce matin avec une évidente satisfaction [...]” (Gillet, 1971, enero, 23b).

En los días sucesivos esta tendencia continuaría y nuevos artículos de opinión y editoriales en todos los diarios celebrarían el gesto de Pompidou y la renovada amistad hispano-francesa (por ejemplo Barriga, 1971, enero, 24 y Roldán, 1971, enero, 25), lo que señalaría con satisfacción el embajador galo (Gillet, 1971, enero, 26). Todavía el 31 de enero, diez días después de la conferencia de prensa, apareció un largo artículo de opinión en La Vanguardia Española del antiguo director del periódico y embajador, Manuel Aznar, que agradecía sus palabras a Pompidou y afirmaba su francofilia y su confianza en “dos pueblos llamados a entenderse en la claridad de la mente y en el brío del corazón” (Aznar, 1971, enero, 31).

Sin embargo, este restablecimiento de las relaciones entre los dos países que celebraban tanto la prensa como los responsables españoles tenía un límite, ya que España, mientras siguiera gobernada por la dictadura franquista, nunca sería un país “normal” con el que se pudieran tener unas relaciones bilaterales equilibradas y de la máxima cercanía, semejantes a las que Francia tenía por ejemplo con la República Federal Alemana. Como señalaba el embajador galo seis meses después del juicio de Burgos: “Les remous qui ont entouré le procès de Burgos [...] [ont été un] motif du refroidissement des relations franco-espagnoles [...] Si les choses se sont [...] améliorées depuis, on ne peut dire que ce chapitre soit clos; il ne le sera d'ailleurs jamais complètement [...]” (Gillet, 1971, julio, 5).

Conclusión

Aunque existen diversos modos de evaluar la influencia de la opinión pública sobre las relaciones internacionales, todos coinciden en señalar que el grado de operatividad de esta influencia varía muy significativamente en función de las circunstancias (Frank, 2012). En el caso de las relaciones hispano-francesas, a pesar de la fuerte crítica por parte de los medios de información y la opinión francesa tanto del régimen español como de su política represiva que tuvo lugar con motivo del Proceso de Burgos, y de la respuesta de los medios de información y la opinión española, que acusaban a sus contrapartes galos de injerencia en sus asuntos internos y de calumniar su régimen político y su país, parece que esta influencia fue de corta duración e incluso en su apogeo, relativamente débil. Así, en uno de los momentos de mayor virulencia de los diarios españoles contra la supuesta campaña francesa de desprestigio, el embajador Gillet enviaba un telegrama secreto a su ministerio en el que señalaba que el ministro de Asuntos exteriores español distinguía claramente la posición de las opiniones públicas respectivas –muy enfrentadas–, y la evolución real de las relaciones bilaterales: “[...] M. López Bravo comprend fort bien les réactions de l'opinion publique en France [...] le ministre des Affaires extérieures tient essentiellement à distinguer d'une part ce qui a trait aux mouvements d'opinion publique, d'autre part les relations franco-espagnoles [...]” (Gillet, 1970, diciembre, 17). Y en efecto, un informe del mismo diplomático realizado casi un año después del Juicio consideraba que,

“[...] les commentaires de la presse et de la radio-telévision françaises ont indisposé les Espagnols qui ont demandé le rapport du voyage que M. Schumann projetait de faire dans leur pays. Cependant, comme l'a déclarée le Président de la République dans sa conférence de presse du 21 janvier, «l'amitié entre la France et l'Espagne est inscrite dans les faits». Même si elle a entrainé un certain refroidissement dans nos rapports avec Madrid, l'affaire de Burgos n'a donc nullement infléchi notre volonté de poursuivre notre politique de rapprochement avec nos voisins. Nous l'avons fait savoir aux Espagnols qui, de leur côté, nous ont réaffirmé la confiance qu'ils plaçaient dans l'avenir de nos relations [...]” (Gillet, 1971, noviembre, 15).

¿Podemos concluir entonces que el Proceso de Burgos no provocó secuelas a medio y largo plazo sobre las relaciones hispano-francesas? Nada más lejos de la realidad. Como señalaba Ricardo Miralles (1994, p. 112):

“Al final, todos los avances que se logra materializar en las relaciones exteriores, y en concreto en las relaciones bilaterales con Francia resultan absorbidos, cuando no destruidos, por la persistencia de una política dictatorial inaceptable para el resto de Europa. El régimen se encierra en sí mismo, agita el fantasma de la conspiración internacional contra España, y no hace sino granjearse la antipatía internacional por sus actos [...] el régimen de Franco, por su propia naturaleza, hacia fracasar lo que por otro lado –canales diplomáticos más dispuestos a una auténtica liberalización– buscaba ardientemente: el camino de Europa [...]”

En efecto, el carácter represivo de la dictadura franquista que se puso de manifiesto una vez más en el Juicio de Burgos y la desmesurada reacción de la prensa española controlada directa o indirectamente por el gobierno ante las críticas de los medios de información franceses provocaron como hemos visto una crisis pasajera de las relaciones bilaterales, que sin embargo pronto volvieron al status quo ante. Pero también tuvieron consecuencias mucho más importantes y duraderas en el largo plazo de las relaciones bilaterales, al poner en evidencia las esencias autoritarias y violentas del régimen franquista que constituían en realidad el principal límite a la normalización de su política exterior y le impedían cumplir sus objetivos fundamentales como el ingreso en el Mercado Común, reservado a las naciones democráticas. Como señalaba en sus Memorias Exteriores José María de Areilza,

“[...] Esta era la grande y verdadera cuestión que latía en el fondo de nuestra aproximación a Europa [...] el europeísmo significaba también una homologación doctrinal con la Europa de los Seis y con la Europa de Estrasburgo. Y entonces surgía el veto absoluto a tal intento. Una España “europea” significaba una nación plural, con parlamento libremente elegido y democracia partidista [...]” (Areilza, 1984, p. 168).

Y dado que el franquismo siempre privilegió sus intereses en tanto que régimen político a los intereses objetivos de España, tanto en la política interior, como en la exterior, y que además esta última dependía totalmente de la primera (Gil Pecharromán, 2008), resultaba inevitable que la normalización completa de las relaciones exteriores españolas nunca tuviera lugar.

El Proceso de Burgos constituye así un ejemplo paradigmático de esta primacía otorgada a la política interior sobre la exterior por la dictadura franquista, y sobre todo de la disposición del Régimen a sacrificar los intereses españoles en aras de su propia supervivencia, al renunciar a un mayor acercamiento con Francia, de indudables réditos políticos y económicos para España, con tal de ejercer la represión que le resultaba indispensable para mantenerse en el Poder.

  • Este texto forma parte del libro colectivo Las huellas del franquismo (Capítulo 26). Ed. Comares.

Notas:

1/ Una grabación del programa está disponible en el excelente archivo en línea del Institut national de l ́audiovisuel francés (INA): http://www.ina.fr/video/CAF93022253/proces-de-burgos-video.html

2/ Al respecto de la ley de prensa de 1966 y sus efectos véase Pizarroso Quintero, 1992, Fuentes y Fernández Sebastián, 1997; Bordería Ortiz, 2000; Barrera, 1995 y 2000.

3/ En la época, la prensa estaba obligada a respetar el descanso dominical por lo que los lunes aparecían en las principales ciudades las Hojas del Lunes, que remplazaban a éstos. Los diarios sólo fueron autorizados a aparecer en España los lunes a partir de 1982. Vid. Fuentes, J.F. y Fernández Sebastián, J. (1997, p. 238.)

4/Quizá quien expuso con más claridad esta convicción que subyacía en todos los análisis de los diarios españoles fue el editorialista Merlín en ABC: “[...] La nutrida serie de presiones movilizadas en torno al proceso de Burgos (el más sometido a presiones de que exista memoria en la Europa contemporánea) ha servido para conocer la existencia en Francia de un centro de acción y de propaganda política antiespañola que ha funcionado y sigue funcionando con admirable eficacia [...]”. Merlín (1970, diciembre, 31).

5/ Un artículo similar comentando el artículo de Aspects de la France apareció ese mismo día en ABC y al día siguiente en la Hoja del Lunes de Madrid.

6/ Un artículo similar apareció en Madrid el mismo día.

7/ Vid. en la misma línea (Calvo, 1970, diciembre, 22). Incluso tras la concesión del indulto parcial por Franco, ABC continuaría citando publicaciones francesas que criticaban a sus colegas por haber “atacado a España”. Cfr. (EFE, 1971, enero, 6).

8/ Un vídeo con la respuesta de Pompidou a excepción de la broma inicial está disponible en el archivo audiovisual en línea del INA: http://www.ina.fr/video/I00018252/pompidou-sur-les-relations-avec-l- espagne-apres-la-presentation-par-l-ortf-du-proces-de-burgos-video.html

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