Se están realizando diversos homenajes a la figura de Joan Peiró. Cooperativista, activista cultural y principal representante en el interior de la CNT del sindicalismo de industria y de la línea posibilista-revolucionaria en oposición a la insurreccionalista-faísta. Nacido (1924) presumiblemente en el barrio de Sants, uno de los actos será el de colocar una señal que permita reconocer la plaza dedicada a su nombre, situada a la salida de la estación Sants, la central de la capital catalana. Pero lo que más se recuerda estos días es que Joan fue fusilado tras ser declarado culpable –había sido ministro de la República, además se había negado a cualquier componenda con la CNS, el antisindicato falangista-, un 21 de julio en el año 1942 y fusilado tres días después en el campo de tiro de Paterna junto a otros seis cenetistas.

Su juicio fue el más largo de todos los celebrados contra líderes del bando republicano, magnanimidad que se explica por el constante desfile de adictos de personajes del régimen que debían la vida a una actuación que se podía sintetizar con la premisa antijacobina de su compañero Melchor Rodríguez: “Se puede morir por la revolución, pero no matar por ella”. Es conocida su forma de afrontar la sentencia de muerte con la frase que compartió con su abogado: "Con mi muerte, me gano a mí mismo". Actualmente podemos debatir sobre sus aciertos y limitaciones, pero entrega y coherencia es un espejo en el que se pueden mirar generaciones de sindicalistas en unos tiempos en los que este concepto no parece estar a la altura de las exigencias.

Criado en los medios libertarios del citado barrio -auténtica cantera de anarcosindicalistas-, Joan comenzó a trabajar en el ramo del vidrio a los 8 años. Analfabeto hasta los 15 años, sueña con ser torero, pero entra en relación con el movimiento obrero y se traslada a Badalona. A los veintidós años aprendió a escribir y hace su escuela en una constante lucha junto a la cual pone siempre una enorme voluntad por su ampliación cultural. Asiste a la fundación de la CNT como observador y en 1915 consigue la unión de los sindicatos de Badalona. Mentor de la formación y el desarrollo de la Federación de obreros Vidrieros, Cristaleros y Similares en todo el Estado español, que en 1919 adopta como acuerdo reclamar un salario igual para todos los obreros del ramo, lo que se convirtió en una importante victoria proletaria.

Empezó a escribir en el órgano de prensa de la Federación, El Vidrio, y pronto se convirtió en uno de los propagandistas más valorado dentro de la CNT. En 1917, Peiró defiende las tesis anarcosindicalistas y destaca al año siguiente en el congreso de Sants. En 1920 sufre dos atentados y es encarcelado en Soria y Victoria, siendo trasladado a esta última ciudad a pie en una de aquellas «conducciones ordinarias» que se hacían con los presos. Una vez en libertad, pasa a ser una figura de primera magnitud del sindicalismo.

En 1922 Peiró se traslada a Mataró donde se entrega a su profunda actividad cooperativista en la que consiguió un prestigio que todavía perdura. Llegará a ser director técnico de una industria de focos eléctricos, a la que situó en la cabeza del país y de la que sólo salió para ocupar su puesto ministerial durante la guerra, para volver una vez concluido su cometido. Durante la Dictadura de Primo Peiró tuvo que huir a Francia, pero volvió para actuar en la clandestinidad. Durante esta época fue en dos ocasiones secretario general de la CNT y está presente en todas las conspiraciones contra el dictador.

Durante la segunda mitad de los años 20 se puede decir que Peiró ocupa el lugar que dejó vacío Salvador Seguí, manteniendo siempre un prestigio por encima de cualquier otra consideración de tendencias. Escribe, anima y dirige Solidaridad Obrera, desde la cual opone la necesidad de los Congresos frente al culto a la clandestinidad y se sitúa en un lugar intermedio entre los intransigentes y Pestaña. Teórico muy apegado a los principios pero también a las experiencias sindicales más cotidianas, Peiró se distingue por su continua búsqueda de alternativas. En 1928 protagonizará una sonada polémica con el comunista disidente Joaquín Maurín. Una controversia, la única realmente abierta y desarrollada en una línea de respeto y fraternidad, que fue recogida en la obra El arraigo del anarquismo en Cataluña, en una lejana edición crítica de Albert Balcells (A. Redondo, Madrid, 1973; reedición de Júcar, Madrid). En esta tomaron parte por igual libertarios como marxistas.

En 1929 rechaza la concepción de la CNT como mero continente, o recipiente, y condena el corporativismo. Por la misma fecha publica una serie de ensayos en los que profundiza sobre las relaciones entre sindicalismo y en línea de Seguí; afirma: el sindicalismo es imprescindible como escuela de organización, pero necesita del anarquismo para vadear la trampa del Estado y llegar a la comunidad de productores libres. El empirismo de Peiró le lleva a una colaboración positiva con la oposición republicana, en particular con el sector más catalanista. En 1930 firma el renombrado manifiesto llamado de “Inteligencia republicana”, y asiste al nacimiento de la República con una posición opuesta a la del faísmo. Influenciado por las ideas de Christian Cornelissen y Pierre Bernard, que defendían los sindicatos y federaciones de industrias con resolución, en una concepción de largo alcance en la que la acción cultural y educativa es decisiva. Peiró hablaba de proceso revolucionario y de revolución permanente en el sentido de negar la inutilidad de las huelgas locales, de las insurrecciones parciales y de reafirmar los conceptos del sindicalismo revolucionario: la revolución social se estructura desde la célula sindical y local para irse imponiendo gradualmente. Será al lado de Pestaña la firma más importante del Manifiesto de los Treinta, y seguirá a éste en la Federación Sindicalista Libertaria, aunque romperán cuando Pestaña opta por la creación del Partido Sindicalista.

Joan será uno de los componentes del Comité Antifascista de Mataró y emprende desde el primer momento de la revolución una denuncia de los excesos represivos de los grupos milicianos, escribiendo por ejemplo: «…Si la revolución consistiera en robar y matar, los ladrones y los asesinos serían los más grandes revolucionarios. Justamente, es todo lo contrario. Los más grandes revolucionarios, de los cuales la historia se complace en hablar, son los que más lejos se encuentran siempre de todo derrame de sangre y de la moralidad de las expropiaciones en provecho personal…». Vuelve a escribir constantemente en Solidaridad Obrera, donde defiende que hay que ganar también la guerra en la economía y propugna un régimen de transición en el que quepan todas las tendencias antifascistas, así como un mando único militar para ganar la guerra, que considera como lo más importante.

En buena medida fue obligado por disciplina a ocupar el Ministerio de Industria en el gobierno de Largo Caballero, tarea que cumplió cabalmente aunque más tarde la consideró como una experiencia errónea. En sus escritos de 1938-39 se muestra descorazonado, desconfía de la UGT, hegemonizada por los comunistas y afirma que la CNT no tenía que estar colaborando y que debió de haber hecho la revolución en el primer instante. También trabajó al frente de la Dirección General de Electricidad de la Generalitat. Al ser invadida Catalunya, Peiró atravesó la frontera francesa y trabajó para la Junta de Auxilio de los Republicanos Españoles (JARE). Después de una serie de vicisitudes y de haberse negado a abandonar a los suyos marchándose a México, es detenido por la policía francesa y entregado a la Gestapo que, a su vez, lo entregó a las autoridades franquistas. Los jerarcas del sindicato vertical trataron vanamente de corromperlo, y luego de destruirlo Peiró rechazó de plano cualquier complicidad con el régimen, prefiriendo el fusilamiento tras haber sido sometido a un Consejo de Guerra del más puro estilo franquista. El actual anarcosindicalismo fraccionado –CNT, CGT, más otras variantes diferenciadas- lo tendrá como uno de sus referentes.

Al morir, Peiró dejó inconclusos algunos proyectos como una propuesta de reconstrucción económica de España sobre nuevas bases y un libro que debía titularse Análisis crítico de la historia de España. Pere Gabriel ha recopilado sus Escrits entre 1917 y 1939, obra imprescindible para conocer a Peiró. Júcar ha publicado Trayectoria de la CNT con un prólogo de Felipe Aláiz y un epílogo de José Villaverde. Otras obras suyas son: Ideas sobre el sindicalismo y el anarquismo (1930), Perill a reraguarda (1936), Problemas y cintarazos, cuya primera edición tuvo lugar en 1946. Anotemos que TV3 produjo en 2004 un riguroso documental sobre su asesinato, Joan Peiró i la justicia de Franco, obra de Xavier Montanyá, que recoge testimonios de sus hijos (Guillermina y Joan), así como de Isidro Guardia, que estuvo con él en las prisiones, y diversos compañeros y amigos suyos. Para mayor detalle: Joan Peiró, Sindicalismo y anarquismo. Actualidad de una historia, en Anthropos (nº 114), un “dossier” completo sobre su vida y su obra que forman parte de una controversia que normalmente ha sido mal llevada, sobre todo por sus componentes más esencialistas cuando de hecho, Joan Peiró, como Andreu Nin, forma parte del legado común de la democracia social.

Pepe Gutiérrez-Álvarez es escritor y miembro del Consejo Asesor de viento sur

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