Jaime Pastor Verdú fue cofundador de Podemos y uno de los referentes ideológicos de las izquierdas alternativas en el Estado español. Es profesor jubilado de ciencia política de la UNED y redactor de la revista viento sur. Jaime Pastor y la corriente de Anticapitalistas dejaron Podemos en 2020 por la entrada al gobierno de Pedro Sánchez. En las elecciones europeas del pasado domingo, votó Ahora Repúblicas. Pastor, miembro de Madrileños por el Derecho a Decidir, es autor del recordado artículo “Legitimidad y legalidad. Con el derecho a votar el 1 de octubre”, en el que criticaba que dirigentes de Podemos se alinearan con el nacionalismo español en el ataque contra el 1-O. En esta entrevista, hecha por videoconferencia el martes, Pastor explica cómo valora los resultados en las elecciones europeas.

-¿Qué valoración haces del resultado de las elecciones europeas?

—Hay que tener en cuenta primero el alto porcentaje de abstenciones, un 51%. En segundo lugar, es evidente que el Partido Popular puede estar satisfecho por haber conseguido una diferencia del 4%, pero el PSOE también, porque temía que podría haber una distancia más grande. El factor más importante continúa siendo el ascenso de la extrema derecha con un nuevo actor, la versión más extrema y populista, como es Alviste. Por la izquierda, hay que reconocer que la izquierda soberanista de Ahora Repúblicas como mínimo ha mantenido la representación. Pero el gran problema es el retroceso de Sumar, la resistencia de Podemos (porque se temía un peor resultado), con la consiguiente dimisión de Yolanda Díaz. La estabilidad de Catalunya continúa siendo un factor importante para la estabilidad en el Estado español y, en este sentido, la elección de una mesa antirrepresiva, independentista, es un factor que el Partido Socialista tendrá que tener en cuenta, cuando menos, en cuanto a la confrontación con la derecha y también con el partido judicial, como lo denomina nuestro amigo Joaquín Urías, y su intento de bloquear la ley de amnistía. Esta será una batalla política importante.

Cofundaste Podemos como miembro de Anticapitalistas. Pero en 2020 os fuisteis por la entrada de Podemos en el gobierno del PSOE. Ya sé que el voto puede ser secreto, pero, con este pasado, dime: ¿qué has votado en las elecciones europeas?

—Bueno, pues, tengo que decir que he votado Ahora Repúblicas.

¿Ahora Repúblicas? ¿Por qué?

—En realidad, me convenció mi hijo, que me dijo que votaría a Bildu. Lo que destacaba era Bildu. Podría haber votado Podemos, no tengo ningún rencor personal, pero finalmente opté por Ahora Repúblicas.

¿Por qué crees que Podemos y Sumar van por separado, cosa que hace que gente como tú, que eres cofundador de Podemos, acabe votando otro partido?

—Ese es el problema. Desde mi punto de vista, ambos han desarrollado una política subalterna respecto del PSOE. Veíamos que las diferencias eran más de discurso y de táctica en algunos temas, pero estaban de acuerdo en lo sustancial, que era continuar participando del mismo proyecto. Ha ocurrido que el liderazgo de Sumar ha despreciado a las formaciones políticas; primero Podemos, pero después Más Madrid y Esquerra Unida han expresado su malestar. Llegamos así al fracaso del proyecto tal como lo concibió Yolanda Díaz.

¿Por qué fue un error para Podemos entrar en el gobierno del PSOE?

—Siempre hemos considerado que entrar en un gobierno con mayoría del PSOE conduciría a tragarse muchos sapos. Muchos sapos en la política migratoria, en la política de fronteras, en la política internacional, en relación con la OTAN. Un gobierno en el que hay un personaje como Grande-Marlaska, un juez que negó casos evidentes de tortura y que ha encubierto la tragedia que hubo en el mar. Desde un análisis de qué es el Estado profundo de este régimen del 78, creemos que participar en el gobierno en minoría sin un partido-movimiento detrás era un grave error. No olvidemos que Podemos se construyó como una máquina de guerra electoral mediática y renunció a construir los círculos como estructura de base, como una estructura no solo deliberativa y activista, sino también decisoria. Y esto llevaba a una adaptación creciente a la lógica gubernamental, que no ha cuestionado el núcleo duro de la política neoliberal. Es verdad que ha habido un paréntesis en la etapa de la pandemia, pero estamos viendo como se vuelve a la política neoliberal. Y con una dimensión de keynesianismo militar también preocupante, utilizando como coartada la guerra de Ucrania.

En 2015 entró como eurodiputado Miguel Urbán, de Anticapitalistas. En 2019 repitió. Y ahora en 2024 entra como eurodiputado Alviste. ¿Por qué este cambio tan brutal?

—Miguel Urbán ha hecho un trabajo extraordinario en el Parlamento Europeo durante todos estos años. En 2019 se estaban agotando el ciclo del 15-M y del procés en Catalunya, pero todavía no se había agotado del todo. Ahora estamos en un ciclo reaccionario no tan solo aquí, sino a escala internacional. Después, está el hecho de que las europeas son la gran oportunidad para los partidos protesta demagógicos (se ha recordado a Ruiz Mateos en el pasado). Habrá que ver si el fenómeno Alviste es una cosa episódica. Pero da la impresión que los votantes de Alviste proceden más bien de la abstención antipolítica y no son votantes que haya arrebatado a Vox. Forma parte del periodo histórico en el que estamos. Desgraciadamente.

En una entrevista en VilaWeb decías que creías en el referéndum de independencia en Catalunya, y que si fueras catalán, votarías sí. Que el referéndum era una manera de democratizar España. Y hacías cierta crítica a Podemos por poner palos en las ruedas. ¿Todavía crees que el referéndum era una oportunidad para democratizar España?

—Sí, claro. Creo que fue una oportunidad que la mayor parte de la izquierda de ámbito estatal no supo aprovechar. Es posible que la relación de fuerzas no llegara a forzar el reconocimiento internacional. Muy probablemente. Pero al menos podría haber frenado la represión que se desencadenó contra el procés. Yo siempre he combatido el nacionalismo español que domina en la mayor parte de la izquierda española. En el PSOE, por supuesto, pero también en la cultura política dominante del Partido Comunista, que cuando habla de plurinacionalidad habla de naciones con minúscula dentro de la Nación en mayúscula. Y esto no es un reconocimiento de la existencia de diferentes naciones dentro de un mismo Estado.

Bill Clinton dijo que la tierra sería catalana o talibana. Julian Assange dijo que, según como fuera el proceso catalán, el mundo sería más abierto o más cerrado. Hay toda una serie de figuras que vinculan el movimiento independentista con una idea de libertad y de progreso. Y esto cuesta mucho que lo vea la izquierda española.

—Sí, siempre hay la excusa de decir que esto es un movimiento de la burguesía catalana, que quiere más privilegios, que desgraciadamente cala en sectores populares. Siempre he insistido en que los árboles no tienen que impedir ver el bosque: la demanda de soberanía es una demanda interclasista en Catalunya. Además, históricamente, hemos visto cómo las conquistas que se conseguían en Catalunya después servían para que otras comunidades autónomas también las consiguieran. Pero, en lugar de verlo como un estímulo, lo han visto como un freno. No se puede forzar a ningún pueblo a permanecer dentro de un Estado, esto es evidente. Si hay dudas sobre qué opina la sociedad catalana sobre su relación con el Estado español, la única manera de resolverla, de responder, es votando. Y esta era la propuesta que no llegó a calar en un sector amplio, no tan solo de demócratas en general, sino de la izquierda española. En nuestra corriente siempre lo hemos planteado como una cuestión democrática, independientemente de quién hegemonice en un momento determinado este movimiento.

¿Esto lo piensas porque eres valenciano o por tu ideología de izquierdas? ¿Qué pesa más?

—Yo vine a estudiar a Madrid a los diecisiete años y en los colegios mayores encontraba afinidad con vascos, catalanes, gallegos, valencianos. Y sí, de alguna manera noté mi identidad valenciana. En segundo lugar, Raimon también fue un referente para mí desde joven. También entré en una organización como el FLP (Frente de la Liberación Popular), que ya tenía un modelo federal. Después me hice leninista y pronto me reconocí en pensamientos políticos como los que desarrollaron Joaquim Maurín y Andreu Nin. Para mí, se convirtieron en referentes fundamentales para entender el lugar de la cuestión nacional desde una perspectiva histórica. Constatando que se había producido un fracaso en la capacidad de integración (que en realidad era asimilación) por parte del nacionalismo español de la diversidad que había dentro de sus fronteras. Por tanto, consideré que una de las señas de identidad de una corriente de izquierdas tenía que ser la defensa del derecho a la determinación de los pueblos. Evidentemente, mi afinidad personal con Catalunya también es sentimental: yo viví la experiencia de mis padres, que hablaban catalán entre ellos, y a los hijos nos hablaban en castellano. Esto también lo viví. Ovidi Montllor, como valenciano, también ha sido un referente. Y la Nova Cançó. Es verdad que se mezclan estas dos cosas. Pero el peso fundamental, evidentemente, es el ideológico. Está por encima. No se trata de convencer solo a quienes son de origen valenciano u otros lugares.

¿Cómo explicas que en Catalunya Podemos tenga más votos que Sumar?

—Esto te lo preguntaría yo a ti. ¿Por qué? Es posible que Podemos, en Catalunya, haya recogido un voto feminista y un voto de un sector que podría haber votado a la CUP y, como la CUP no se presentaba, pues quizás han optado para votar Podemos. También puede haber un sector enfadado con Esquerra Republicana, puede haber un cóctel de votos. Creo que es un voto insatisfecho, diríamos, tanto con Esquerra como con los Comunes. Pienso yo, pero vaya.

¿Y qué tendría que hacer ahora la izquierda a la izquierda del PSOE? Podemos, Sumar, Anticapitalistas, ¿qué tendrían que hacer?

—Yo ahora estoy en un segundo plano. Primero, habría que sacar las lecciones, no en términos de si teníamos razón unos u otros, sino hacer un balance y mirar por qué se ha llegado a esta situación. Desde mi punto de vista, uno de los factores fundamentales se encuentra en la participación en el gobierno del PSOE. Otro de los factores es haber privilegiado tanto el espacio mediático e institucional que tanto Sumar como Podemos han olvidado el trabajo de base. Han perdido arraigo social. Y repensar la reconstrucción de una izquierda alternativa, dejando muy claro que estamos en un momento reaccionario, que aquellas ilusiones de ganar que predominaban en el ciclo pasado ahora son imposibles. Es decir, hoy estamos en minoría. La izquierda alternativa hoy está en minoría dentro de la sociedad española. Hay que abrir un nuevo ciclo de movilizaciones que ponga en primer plano la denuncia de la deriva autoritaria y reaccionaria que se da a escala europea, también en el corazón de la Unión Europea. Hay que plantear una solidaridad abierta con la población de otros continentes que llega a Europa. Hay que combatir la islamofobia y la demagogia que se emplea ahora con el genocidio que comete Israel, acusando de antisemitas a todos aquellos que lo denuncian. Y, por supuesto, hay que plantear respuestas ecosociales. Son muchos ejes, pero, como decía antes, los círculos tenían que ser los sujetos protagonistas de Podemos. Hoy, hay que reconstruir centros sociales, hay que reconstruir sindicatos más activos. Hay que buscar puentes entre la izquierda política y la izquierda cultural. Y ahora mismo hay que dejar en segundo plano el terreno electoral. Evidentemente, si hay elecciones en el futuro, habrá que plantearse algún tipo de coaliciones, agrupamientos, pero con un objetivo muy claro: no podemos renunciar a la necesidad de volver a poner en el orden del día la ruptura con el régimen del 78. Esto no se puede olvidar. La monarquía todavía es un pilar clave del régimen. Y, por supuesto, volver a plantear un modelo confederal, pero basado en el respeto al derecho a decidir. En el caso de Catalunya, yo defendía en aquel momento que había que votar independencia porque había fracasado la vía federal. Pero es evidente que si Catalunya conquistara la independencia, sería lógico que después se propusiera un pacto confederal con los demás pueblos del Estado.

Algunos partidos de izquierda en Europa dicen que la inmigración no es un problema per se, pero que tiene consecuencias, como por ejemplo, la bajada de los salarios. ¿No temes que la extrema derecha crezca porque buena parte de la izquierda calla en debates como este?

—Históricamente, incluso Marx contestaba a este argumento que usaban los trabajadores ingleses (“los irlandeses nos rebajan el salario”). Y decía no, no, se trata de luchar juntos para aumentar los salarios para todo el mundo. Es decir, armonizar los salarios por arriba, no por abajo. Esto es lo que hay que hacer. Contribuir a que los trabajadores inmigrantes se sindiquen. Yo, que soy viejo, recuerdo lo que exigíamos después de Mayo del 68: aumentos inversamente proporcionales de los salarios. Que a quienes cobraban menos se les subiera más que a quienes cobraban más, precisamente para contribuir a la armonización de los salarios por arriba. Pero ya digo, ahora la extrema derecha habla más en términos de islamofobia, del miedo a la pérdida de la identidad nativa, autóctona, y de la nostalgia del imperio. En el pasado, hubo lo que hubo: emigración colonial hacia el Sur. Ahora es el bumerán del colonialismo. Es posible que desde la izquierda no se hable mucho de todo esto, pero la respuesta se encuentra en la solidaridad de clase y en la unidad entre toda la clase trabajadora.

12/6/2024

Vilaweb

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