A instancias de Sudáfrica, el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) resolvió el 26 de enero de 2024, en una primera diligencia del procedimiento judicial, que la guerra de aniquilación de Israel contra la Franja de Gaza palestina y su población de 2,3 millones de personas constituye una violación “plausible” de la Convención sobre el Genocidio de 1948, tanto de palabra como en los hechos. La falaz defensa jurídica de Israel de que únicamente combate contra Hamás y no contra la población palestina fue rechazada por el tribunal, que ha impuesto seis medidas que debe adoptar Israel para prevenir el genocidio inminente, en particular el cese de todas las acciones que matan a civiles o causan daños extensos y la garantía del paso libre y la distribución de ayuda a la población que pasa hambre y se ve privada de todas las necesidades básicas.

No se ordenó el alto el fuego reclamado por Sudáfrica, aunque sin este es prácticamente imposible aplicar el conjunto de medidas. El gobierno israelí ha de informar sobre sus actos en el plazo de un mes y Sudáfrica tiene derecho a fiscalizarlos sobre el terreno. Las protestas mundiales contra las acciones de Israel, que constituyen actos descarados y monstruosos de terrorismo de Estado y han eliminado hasta la última brizna de respeto del derecho internacional, están movilizando a cientos de miles de personas, especialmente en el Sur global, aunque también en EE UU y las principales ciudades europeas. Desde el punto de vista del derecho internacional, países signatarios de la Convención sobre Genocidio como EE UU, Reino Unido y Alemania son cómplices porque suministran armas a Israel y le prestan apoyo financiero y diplomático.

Al amparo de las protestas contra la campaña de tierra quemada en Gaza, el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), lanzado en 2005 por más de 170 organizaciones de la sociedad civil palestina, ha cobrado nuevo impulso y millones de apoyos. Se dirige contra el apartheid sionista y el Estado colonial invasor. El llamamiento se mantiene hasta que Israel cumpla plenamente sus obligaciones de acuerdo con el derecho internacional y no tiene absolutamente nada que ver con el antisemitismo. El BDS se basa en la experiencia de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica.

Las principales demandas del movimiento son el fin de la ocupación, del apartheid en la esfera de influencia de Israel y de la colonización de Cisjordania y Gaza, la retirada del muro de separación, el trato igual de la población palestina de Israel y la aplicación del derecho de retorno de las personas desplazadas desde 1948 (o su indemnización), tal como figura en la Resolución n.º 194 de Naciones Unidas. Se trata por tanto de conseguir que se apliquen las tres exigencias fundamentales para la población palestina, garantizadas por el derecho internacional y numerosas resoluciones de Naciones Unidas, mediante el boicot institucional y de consumo, independientemente de la nacionalidad, la etnia o la orientación política.

Desde 2008, una alianza amplia de organizaciones de la sociedad civil y el Comité BDS Nacional (BNC) coordinan el movimiento BDS. La mejor exposición de los objetivos y métodos del BDS hasta la fecha, redactada por el escritor palestino Omar Barghouti, se publicó en 2011 por la editorial Haymarket. Sigue siendo válida. [mfn]Omar Barghouti, Boycott, Divestment, Sanctions: The Global Struggle for Palestinian Rights, Haymarket Books 2011.[/mfn]

Quienes lo apoyan operan en el marco de los principios del BDS y con las formas que consideran útiles. El BDS ya cuenta con numerosos éxitos, logrados a lo largo de los años, incluidas acciones contra bancos, fondos de pensiones, empresas y multinacionales que se benefician de la ocupación, tanto israelíes como europeas o estadounidenses. El BDS llama a la gente a no consumir productos de fabricantes, supermercados y establecimientos de comida rápida que apoyan la ocupación, producen en asentamientos israelíes ilegales y obtienen beneficios de ello.

Entre estas entidades figuran McDonalds (que actualmente ofrece sus hamburguesas gratis a soldados israelíes), Starbucks, H&M, la empresa de cosméticos israelí Ahava, que explota materia primas de Cisjordania, KFC, Maggi, Domino y Pizza Hut, Carrefour, etc. Se llama a compañías como estas a desinvertir de la empresa de prendas deportivas Puma, que apoya al equipo de fútbol de Israel, Veolia y la compañía de seguros Axa.

Una serie de fondos de pensiones ‒entre ellos los de Noruega y EE UU‒ ya han retirado sus inversiones de Israel, y el Deutsche Bank ha vendido sus acciones del mayor fabricante de armas israelí, Elbit. La empresa de prisiones G4S se ha retirado de Israel. También se boicotea a una serie de empresas de seguridad y de aplicaciones de espionaje que desarrollan su tecnología sobre la población de la Palestina ocupada. Muchos municipios de todo el mundo, como por ejemplo Barcelona, han recortado o cancelado sus relaciones con Israel.

Durante años, muchos gobiernos occidentales han calificado de antisemita la campaña  BDS, como continuación de la política israelí, incluso la han prohibido y criminalizado. En EE UU, numerosos Estados la han proscrito. En Alemania, en 2018, el Bundestag aprobó ‒prácticamente por unanimidad‒ una resolución que no es vinculante legalmente pero que ha tenido efectos antidemocráticos devastadores. Numerosos intelectuales israelíes también protestaron contra esto en la época.

Ayuntamientos, organismos públicos, universidades, museos, la Feria del Libro de Fráncfort e instituciones artísticas como el Folkwang de Essen, la Documenta de Kassel o la Escuela Weissensee de Berlín, se han amparado repetidamente en la resolución del parlamento para denegar espacios, prohibir actuaciones, difamar, decretar despidos, etc., entre otras medidas contra defensores del BDS, reales o supuestos. Las denuncias se difunden a menudo a través de la activa red de los llamados Amigos de Israel, que actúan como policías de barrio en estrecha colaboración con la Sociedad Germano-Israelí, medios de comunicación de derechas (desde Bild hasta Jerusalem Post), los comisionados federal y estatales contra el antisemitismo y la embajada israelí. No obstante, muchas de estas medidas indignantes y antidemocráticas han sido revertidas por los tribunales. El Tribunal Administrativo de Baviera se pronunció en contra en nombre de la libertad de expresión, del mismo modo que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Esta política sumisa, que depende de Israel y de los soplones, tiene efectos particularmente lesivos en el sector cultural y educativo alemán, donde afecta a escritoras de renombre mundial como Annie Ernaux, Adana Shibli y Kamila Shamsi y a estrellas de rock como Roger Waters. Cientos de académicos, artistas y trabajadoras de la cultura de todo el mundo han protestado públicamente contra esta situación y ahora boicotean a Alemania, incluidas muchas voces israelíes y judías de oposición.

Forma parte del movimiento BDS el PACBI, el llamamiento palestino por el boicot cultural y académico de Israel. El PACBI considera que “las instituciones científicas y culturales israelíes están integradas en un sistema que perpetúa el trato desigual de la población palestina, lo moldea en estrategias y lo empaqueta en conceptos, lo ancla en leyes y lo consolida en las prácticas cotidianas” (Birgit Althaler). El cineasta israelí Eyal Sivan y la documentalista francesa Armelle Laborie han explicado los objetivos y métodos del PACBI en el libro Legitimate Protest, cuya traducción alemana está disponible desde 2018.[mfn]Eyal Sivan/Armelle Laborie, Legitimate protest – plea for a cultural and academic boycott of Israel, Promedia Publishing, 2018. Original francés: Un boycott légitime, La fabrique editions, 2016.[/mfn]

El experto en software Ahmed Bashbash, quien viene de Gaza y cuyo hermano ha muerto víctima se las bombas israelíes, ha desarrollado una aplicación llamada  NoThanks.[mfn]NoThanks this product is good for You o NoThanks this product is in the boycott list. BNC – se puede acceder a la coordinadora palestina de BDS en Ramala mediante este vínculo: bdsmovement.net. Coordinadora alemana en la sede central en Berlín: bds-aktion.de[/mfn] Junto con las coordinadoras BDS de Barcelona y Ramala, ha informado en Al Jazeera de que ha podido registrar 190.000 descargas en un breve espacio de tiempo. En Alemania es importante ahora que la resolución de 2018 del parlamento federal contra el BDS se tire al cubo de basura de la historia. Sin embargo, si no la tumban los tribunales, probablemente será imposible conseguirlo en un próximo futuro debido a la mayoría parlamentaria, una supercoalición contraria al BDS que va de Die Linke a AfD, y la trampa que se han creado de que “la solidaridad con Israel es una razón de Estado”.

La situación en la Franja de Gaza

“Israel ha declarado la guerra a un pueblo ocupado”, ha dicho el político palestino Mustafá Barghouti. El régimen se niega ostentosamente a cumplir las exigencias del más alto tribunal de Naciones Unidas. El gobierno de extrema derecha y el ejército quieren continuar “hasta que Hamás haya sido destruida”.

El bloqueo de la Franja de Gaza, que ya dura más de 16 años, se intensificó drásticamente al comienzo de la guerra, y a pesar de todas las protestas y los esfuerzos de las organizaciones de ayuda, el bloqueo de alimentos, agua potable, medicamentos y energía en los dos puestos fronterizos controlados por Israel apenas se ha aflojado. Una y otra vez se impide el paso de camiones con pretextos espurios como que a los inspectores no les agrada alguna cosa, por ejemplo los palos para tiendas de campaña. Falta literalmente de todo. Ahora han aparecido extremistas de derecha israelíes junto a los puestos fronterizos y en Ashdod, Israel, y obstaculizan el acceso de suministros de ayuda con la bandera blanquiazul en sus muñecas.

El bombardeo masivo que no cesa contra zonas densamente pobladas por la fuerza aérea y la artillería y las demoliciones planificadas resultan del todo desproporcionadas, constituyen un castigo colectivo y como tales son crímenes de guerra graves. Hasta ahora han destruido total o parcialmente 360.000 edificios de viviendas (el 70 %) y reducido a escombros todas las infraestructuras. Los brutales ataques no se detienen ante hospitales ni ambulancias. De los 35 hospitales, en el mejor de los casos quedan 13 que siguen parcialmente operativos y están completamente abarrotados.

El ejército de ocupación israelí ha ordenado a la gente que abandone la zona. El personal sanitario trabaja hasta caer rendido o ha sido ahuyentado, secuestrado o asesinado por francotiradores. Prácticamente no quedan productos sanitarios, alimentos ni combustible. Las tropas han destruido 386 centros de enseñanza, guarderías e instalaciones de Naciones Unidas donde se refugiaba la gente. Han matado a más de 150 miembros del personal de la UNWRA, al igual que a más de 100 periodistas, en muchos casos junto con sus familias. Numerosos bienes culturales y religiosos han sido bombardeados, inclusive antiguas mezquitas, iglesias y bibliotecas. Todas las universidades han sido bombardeadas o demolidas deliberadamente.

Desde el veredicto de La Haya han muerto asesinadas más de mil personas ‒en su mayoría mujeres y niñas y niños‒ y muchas más han sufrido heridas, en muchos casos graves. El número total de víctimas mortales ‒incluidas las miles de personas desaparecidas‒ se cifra actualmente en más de 30.000, y miles de cadáveres yacen bajo los escombros, donde la gente sigue buscando a sus seres queridos. El número de personas leve o gravemente heridas duplica con creces el de las víctimas mortales.

En los últimos tres meses, el 85 % de la población ha sido desplazada, a menudo violentamente, a un espacio cada vez más reducido en el sur de la Franja de Gaza, de un lugar supuestamente seguro al siguiente, que a menudo también es bombardeado. Incluso los refugios precarios hechos con plástico y sacos de alimentos alrededor de Rafá, donde se apelotona la gente, expuesta a las lluvias, las bajas temperaturas y los charcos de aguas negras, son objeto del fuego de artillería israelí. Las carpas de la Media Luna Roja, de la Cruz Roja, de países árabes como Qatar y organizaciones de Naciones Unidas, donde se reparten alimentos, no son suficientes para abastecer a 1,7 millones de personas desplazadas. Existe el riesgo de que la población palestina sea empujada al Sinaí egipcio, en un acto de renovada limpieza étnica (nakba).

La guerra israelí es cada vez más sucia: el arsenal para ello se ha visto reforzado por la experiencia de los pasados ataques y prácticas terroristas en Gaza en 2008-2009, 2012 y 2014, así como por el terror cotidiano del ejército y los colonos en Cisjordania. Pero ahora parece ser una señal de que la guerra contra los grupos de resistencia armada de Hamás, la Yihad Islámica o el FPLP ya no se puede ganar: las ejecuciones colectivas de prisioneros, detenciones arbitrarias, desapariciones, torturas y humillaciones de jóvenes y adultos, incluso por parte de médicos, disparos impasibles a mujeres y niños que huyen, destrucciones sin sentido y robo de objetos de valor y fondos privados, todas estas atrocidades son moneda corriente.

Los grupos de resistencia palestinos son abnegados y testarudos, y aprovechan hábilmente la extensa red de túneles subterráneos y los mares de escombros. Hay que reconocer que libran una lucha anticolonial, aunque ello no implique una solidaridad acrítica con la política de Hamás. El ejército israelí intenta ahora inundar los túneles con agua de mar, con el riesgo de que mueran los 136 rehenes que siguen en manos de los grupos de resistencia palestinos. Expertos y ecologistas advierten que la cosa no funcionará y posiblemente afectará a las reservas de agua subterránea. Hay indicios de que ya se ha intentado utilizar gas tóxico. Se sabe muy poco sobre las bajas de la resistencia ‒que probablemente son elevadas‒ y las cifras del ejército israelí no son creíbles. A menudo tiene que admitir sus propias pérdidas en zonas donde supuestamente eliminó a los partisanos (terroristas para Israel).

Política escandalosa del gobierno federal alemán

Es preciso fortalecer el movimiento contra la campaña israelí de aniquilación en Gaza, pero también contra el terror sangriento de los colonos y el ejército en Cisjordania. En Alemania, en particular, no podemos permitir que el gobierno acoja con satisfacción las grandes movilizaciones contra las políticas antimigratorias de la AfD y siga colaborando impávido con el régimen israelí, que ha sido acusado de genocidio y se ha fijado como objetivo la expulsión y limpieza étnica de la población palestina.

El gobierno federal debe renunciar a su política ilegal y perjudicial de apoyo incondicional al régimen israelí y de hostilidad hacia el movimiento pacifista, resumida de forma escandalosa por el propio canciller Scholz: “Israel respeta el derecho internacional”, “su ejército es profundamente moral”, “no me cabe ninguna duda al respecto”, “nuestro lugar está del lado de Israel” y cosas por el estilo.

La escandalosa actitud del gobierno tripartito de Berlín alcanzó recientemente un nuevo y triste hito cuando, poco después del veredicto de La Haya, cayó en la trampa de una maniobra delatora del gobierno israelí y congeló los fondos destinados a la agencia de atención a las personas refugiadas UNRWA, justo después de EE UU y seguido posteriormente por un mayor número de países. Según acusaciones ‒que, una vez más, se formularon sin pruebas fehacientes‒, una docena de empleados de la UNRWA habrían participado en el sangriento atentado de Hamás del 7 de octubre. Era imposible esperar los resultados de la investigación de la ONU iniciada de inmediato. El gobierno de EE UU declaró que no había podido estudiar los supuestos documentos de Israel, pero consideró que la afirmación de Israel era “muy convincente”. ¡Esto es el Estado de derecho en el Occidente “basado en valores”!

Incluso el Financial Times, que ha podido ver los documentos israelíes, no les atribuye ningún valor probatorio. Para el gobierno israelí, este golpe de propaganda pretende contrarrestar la sentencia del TIJ y ‒una vez más‒ debilitar a la UNRWA. No importa que la vida de cientos de miles de personas en Gaza dependa de las entregas de ayuda y que toda una generación de niños ya no pueda ir a la escuela. Una vez más, ¡una prueba de la política genocida de Israel! El BDS también puede contribuir de modo muy importante a la lucha contra esta política depravada.

16/02/2024

International Viewpoint

Traducción: viento sur

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