A comienzos de diciembre de 2013 me encontraba yo en plena plaza Maidán Nesaléshnosti (Plaza de la Independencia) de Kyiv sujetando una pancarta que decía “No confiéis en los políticos, autoorganizaros” en el marco de una manifestación de un pequeño grupo de activistas estudiantiles. Semanas antes, el entonces presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, se había negado a suscribir un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (UE).
Este Acuerdo de Asociación habría vinculado la economía ucraniana más estrechamente con la de la UE, y la mayoría de la gente esperaba que por extensión se reforzara el sistema político democrático del país. En el último minuto, cuando ya se hallaba en Vilnius para firmar el acuerdo, Yanukóvich se negó. Varios gobiernos europeos le habían solicitado que excarcelara a su antigua oponente política, Yúlia Timoshenko, para que pudiera seguir un tratamiento médico en Alemania. Yanukóvich no quiso aprobar su puesta en libertad y en Vilnius anunció que iba a aceptar la oferta rusa de integrarse en la Unión Aduanera de Vladímir Putin (junto con Bielorrusia y Kazajistán). Putin también le había prometido una ayuda en efectivo de 5.000 millones de dólares en vez de los préstamos y las subvenciones al desarrollo que ofrecían las instituciones de la UE.
Aunque Yanukóvich había hecho todo lo posible por consolidar su poder como presidente, no gozaba del control autoritario que ejercía Putin en Rusia. Cuando se negó a suscribir el Acuerdo de Asociación, cientos de personas acudieron a la Maidán Nesaléshnosti para manifestarse en contra de esa decisión. Las protestas iniciales fueron impulsadas en gran parte por activistas estudiantiles, inclusive quienes colaboraban conmigo en mi investigación en Ucrania. En general, las y los estudiantes esperaban que un eventual ingreso en la UE mejoraría la calidad de la educación ucraniana y les permitiría matricularse más fácilmente en universidades europeas. Al final, las protestas irían mucho más lejos de este objetivo centrado en Europa y cientos de miles de personas se unirían a la manifestación en señal de protesta por el uso de la violencia contra la gente concentrada.
¿Quién conforma la izquierda en Ucrania?
Ucrania se independizó de la Unión Soviética en 1991. En la primera parte de la década de 1990, los líderes se centraron en la construcción del nuevo Estado, así como en la gestión de las relaciones del país con las grandes potencias, EE UU, la UE y, por supuesto, Rusia. Después de generaciones de influencia rusa, que comenzó durante el imperio zarista y continuó con la Unión Soviética, la identidad nacional ucraniana fue otro objetivo destacado de esos primeros años de la independencia.
Como antropóloga que fue a Ucrania para estudiar el activismo estudiantil, me interesaba la reforma de la enseñanza superior y cómo los grupos activistas estudiantiles se desenvolvían bajo un gobierno cada vez más autoritario y prorruso en Kyiv. Las y los activistas que me ayudaron en mi investigación habían nacido en la época del acceso a la independencia. No vivieron la realidad del socialismo de Estado, pero crecieron en el caótico período de la década de 1990. En su mayoría no crecieron en torno a ideas políticas que pudieran considerarse parte de una izquierda ideológica, porque la población en general estaba distanciándose de las ideas socialistas. Sin embargo, fueron capaces de encontrar su camino hacia diversas posiciones políticas de izquierda en el momento en que nos conocimos en 2012 y 2013.
Me contaron que desarrollaron sus ideas políticas en 2004. Las elecciones presidenciales de ese año se caracterizaron por un fraude electoral bien documentado que favoreció al mismo Víktor Yanukóvich cuyas decisiones impulsarían protestas masivas casi diez años después. Calificadas de Revolución Naranja, las movilizaciones de 2004 llevaron al poder al líder proeuropeo Viktor Yúshchenko. Sin embargo, este fue incapaz de aplicar la mayoría de las reformas económicas reclamadas debido a las luchas de poder con sus antiguos aliados ‒como Yúlia Timoshenko‒ y con su antiguo rival, Víktor Yanukóvich. Aunque estas protestas se califican de revolución, se organizaron en torno a un candidato político concreto, y sus fracasos provocaron la decepción generalizada de quienes las protagonizaron.
Esta decepción fue clave para motivar a las jóvenes estudiantes que participaron en mi investigación a buscar otras vías de compromiso político. Algunas abrazaron el activismo dentro de sus universidades, confluyendo después con otros que querían defender los derechos de los estudiantes. Otras observaron el aumento de la violencia de derechas en la década de 2000 y decidieron luchar contra sus autores. Otros se involucraron en la música punk y descubrieron ideas de izquierdas en ese ambiente. Y algunas eran lectoras del pensamiento político de izquierdas, desde Marx y Engels hasta el anarquista ruso Peter Kropotkin y el psicoanalista de izquierdas Erich Fromm.
En conjunto, la izquierda ucraniana activa en 2013 era un grupo diverso de personas con distintas motivaciones y distintos intereses en la acción política. Aunque no presentaban ningún tipo de posición de izquierda unificada cuando comenzaron las protestas, pudieron influir en su desarrollo a través de su idea de autoorganización.
Las raíces de izquierda de la autoorganización
Desde el principio, el activismo estudiantil de izquierda percibió el potencial político de estas protestas. En sus primeros días, me uní a estos grupos para repartir octavillas que abogaban por la autoorganización junto con la autodeterminación, argumentando que el estatus de Ucrania en Europa no sería económicamente igual al de otros países, ni siquiera al de sus vecinos como Polonia o Chequia. Estos panfletos instaban a la gente a no caer en la trampa de los bandos políticos, sino a rechazar la explotación del sistema capitalista global que enfrentaba a distintos grupos en lugar de crear el espacio para unirse contra las élites dominantes.
Estos grupos de izquierdas tenían motivos para intervenir en esos primeros días. Aunque querían apoyar las manifestaciones de finales de 2013, también querían asegurarse de que la gente no se uniera simplemente en torno a una figura política, que sin duda sería una decepción a largo plazo. En cambio, abogaban por la autoorganización, porque obviaba la existencia de partidos políticos y permitía a personas de distintas creencias políticas participar en las protestas.
En su nivel más básico, la autoorganización es la idea de que si hay que hacer algo y alguien es capaz de hacerlo, simplemente debe hacerlo. No hay que esperar a que una personalidad política intervenga en su nombre, aunque lo que haya que hacer sea responsabilidad de una figura o institución política. De este modo, la autoorganización no necesita el apoyo de los partidos políticos, sino que tiene el potencial de una participación política más horizontal.
Los grupos estudiantiles de izquierdas se habían autoorganizado a lo largo de la década de 2000, creando una base para esta práctica. Las universidades ucranianas contaban con sindicatos estudiantiles oficiales, pero estas instituciones solían ser portavoces de los administradores universitarios, que casi siempre eran nombrados por el Ministro de Educación. En otras palabras, lo más probable era que los sindicatos estudiantiles oficiales representaran la posición del gobierno ucraniano. No estaban ahí para defender los derechos de las y los estudiantes.
Al ver que los derechos del estudiantado eran violados sistemáticamente, los grupos de activistas de izquierda del sindicato estudiantil independiente Priama Diia (Acción Directa) se autoorganizaron para defenderse frente a estas administraciones universitarias. Lucharon por todo, desde la reducción de las tasas y el aumento de las becas hasta el acceso a las residencias universitarias las 24 horas del día. Aunque no ganaron todas las batallas, se convirtieron en una fuerza política potente, y su independencia de las estructuras políticas existentes les dio legitimidad.
Cuando comenzaron las protestas de Kyiv en Maidán, estas estudiantes de izquierdas y activistas de Priama Diia promovieron la autoorganización porque querían utilizar su experiencia de actuación al margen del sistema político para ser más eficaces. También eran conscientes de que sus ideas políticas de izquierdas no solían ser bien recibidas en la sociedad política ucraniana. A menudo acusados de afiliación al Partido Comunista o de nostalgia de la Unión Soviética ‒calificaciones falsas en la gran mayoría de los casos‒, la autoorganización era una táctica que la gente de izquierda podía compartir y que le permitiría participar sin verse definida por sus ideas políticas de izquierda.
Contra el Estado policial: cómo respondió Maidán a la violencia
La noche del 30 de noviembre de 2013, la policía antidisturbios (Berkut) golpeó y detuvo a las y los estudiantes que acampaban en Maidán. Hasta esa noche, la mayoría de las pancartas y cánticos de protesta habían versado sobre la pertenencia de Ucrania a Europa. El ataque policial hizo que más personas de toda la ciudad, de procedencias diversas, acudieran a la plaza para condenar las agresiones. La gente de izquierda desplegó pancartas en las que calificaban a Ucrania de “Estado policial”, un lenguaje que tuvo eco en toda la manifestación porque denunciaba el régimen de Yanukóvich y a sus aliados sin representar una posición política concreta de derecha, izquierda o centro.
La lucha contra el Estado policial permitió una participación más amplia de activistas autoorganizadas en diversos ámbitos. Las activistas estudiantiles, por ejemplo, se concentraron en diferentes universidades durante los siguientes meses de protestas, obligando finalmente a las administraciones a renunciar a la represión por participar en las movilizaciones. Cuando ocuparon la Casa de Ucrania (un centro de convenciones situado cerca de la plaza central), constituyeron la Asamblea Estudiantil en ese edificio para planificar manifestaciones e intervenciones dirigidas por estudiantes.
A finales de febrero, cuando las movilizaciones se tornaron violentas en torno a la Maidán Nesaléshnosti, los estudiantes ocuparon el Ministerio de Educación y Ciencias después de que el ministro de Educación prorruso de Yanukóvich, Dmytro Tabachnyk, huyera de la ciudad. En todas esas movilizaciones, los estudiantes no permitieron la participación de figuras o partidos políticos. De hecho, los primeros esfuerzos de los partidos políticos por cooptar al estudiantado en acciones partidistas fueron infructuosos y mal recibidos.
Los grupos de izquierda y activistas de Priama Diia vincularon la autoorganización a las ideas políticas de izquierdas, a veces incluso haciendo referencia a Marx o Kropotkin. En el caso de las protestas de Maidán, la autoorganización fue una intervención política que criticaba a las élites capitalistas y la privación de derechos de la ciudadanía. Sin embargo, en el transcurso de las protestas, grupos muy alejados de las opiniones políticas de izquierdas empezaron a utilizar el lenguaje de la autoorganización. Afirmarse autoorganizado era una forma de posicionarse una misma o a su grupo al margen de las estructuras políticas existentes, por lo que las referencias a la autoorganización iban desde la ocupación de edificios alrededor de la plaza principal hasta las protestas ecológicas, pasando por las líneas directas de solicitud de asistencia letrada o la formación de brigadas que participaron en el violento levantamiento de febrero y, más tarde, en la guerra del este de Ucrania.
Otra característica importante de las iniciativas autoorganizadas, sobre todo para los grupos de izquierda, era que solo duraban lo necesario. Esto evitaba su institucionalización y también mantenía la autoorganización flexible y capaz de satisfacer las necesidades cambiantes. En enero y febrero de 2014, en medio de los continuos enfrentamientos entre manifestantes y la policía antidisturbios, los grupos de izquierda organizaron Varto u likarni, la Guardia Hospitalaria. Cuando manifestantes heridas eran trasladadas a hospitales, a menudo eran detenidas o se les obligaba a firmar confesiones falsas sobre su participación en acciones ilegales.
La Guardia Hospitalaria protegió a estas personas de la policía y también ayudó a coordinar una línea directa que ayudaba a las familias a encontrar a sus seres queridos desaparecidos en los hospitales de Kyiv. Esta iniciativa tuvo un éxito excepcional porque respondía a una necesidad muy concreta, estaba desvinculada de cualquier ideología o partido político, y porque era una forma de apoyar a la gente sin participar en la violencia. Y, como iniciativa autoorganizada, desapareció cuando dejó de ser necesaria a finales de febrero.
La autoorganización después de Maidán
Cuando terminaron las protestas, en Kyiv se estableció un gobierno provisional. El presidente interino, Oleksandr Turchynov, había participado activamente en las protestas de Maidán y era miembro de uno de los partidos de la oposición durante la presidencia de Yanukóvich. Mientras el gobierno interino intentaba forjar algún tipo de unidad y estabilidad antes de las elecciones presidenciales de 2014, Vladímir Putin aprovechó la oportunidad ofrecida por el caos. Primero, en febrero, tropas rusas sin distintivos invadieron la península de Crimea, en el sur de Ucrania, oficialmente parte del territorio ucraniano desde 1954.
Tras una rápida represión de las voces disidentes, incluida la población tártara autóctona de Crimea, un referéndum ilegal celebrado el 16 de marzo cambió el estatus de Crimea para que pasara a formar parte de Rusia. Estos acontecimientos envalentonaron a los grupos separatistas prorrusos de las regiones orientales de Ucrania, y los agentes rusos intervinieron inmediatamente para apoyar a estos grupos. Los combates en el este obligaron a miles de personas a abandonar sus hogares en las grandes ciudades de Donetsk y Luhansk y sus alrededores.
Desde la independencia, las Fuerzas Armadas de Ucrania se habían debilitado progresivamente sin el apoyo institucional del complejo militar-industrial soviético. Tras las protestas de Maidán, sin un ejército permanente fuerte, fueron las brigadas (sotnia) que se formaron durante las protestas en respuesta a los ataques de la Berkut las que se ofrecieron voluntarias para luchar contra las fuerzas separatistas y rusas en el este de Ucrania. Estos grupos también se consideraban autoorganizados, y por definición, lo eran. Había que hacer algo (luchar contra separatistas y rusos para defender la integridad territorial de Ucrania), alguien podía hacerlo (las brigadas que se formaron en Maidán, muchos de cuyos miembros tenían experiencia militar previa), así que simplemente lo hicieron.
Esta noción amplia de la autoorganización también implicaba que las brigadas con opiniones políticas de extrema derecha se consideraban autoorganizadas. Debido a su distancia tanto del desacreditado régimen de Yanukóvich como del ineficaz gobierno interino de Turchynov, estas brigadas ganaron apoyo y credibilidad. Aunque no son exactamente grupos de activistas políticos, las brigadas militares de voluntarios llenaron un enorme vacío que dejó la ausencia de un ejército funcional en 2014.
Además, la autoorganización amparó acciones que no tenían nada de políticas. Cuando miles de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares en Crimea y el este de Ucrania, el gobierno provisional de Kyiv no pudo organizar la ayuda. En su lugar, la gente de a pie se autoorganizó para ayudar a las familias y personas desplazadas. En la ciudad de Dnipró, por ejemplo ‒un destino popular para los desplazados recientes por su relativa seguridad y su proximidad a las regiones orientales‒, encontraron alojamiento para las personas recién llegadas y crearon un sistema de registro para que, cuando apareciera la ayuda humanitaria, esta pudiera distribuirse.
Más tarde, la mayoría de estas iniciativas autoorganizadas se integraron en la política estatal ucraniana o en las intervenciones de las organizaciones internacionales, pero la respuesta inicial a los desplazamientos forzosos masivos fue totalmente autoorganizada. Todo tipo de personas, como mi tutora de lengua ucraniana en la ciudad occidental de Lviv, que había apoyado y participado en las protestas locales de Maidán, pero que nunca se consideraría una activista política, se ofreció voluntaria para una línea directa que ayudaba a encontrar familias de acogida para los recién desplazados de Crimea.
Durante los ocho años siguientes, la autoorganización estuvo en el trasfondo del desarrollo político de Ucrania. Varios ministerios desarrollaron políticas y programas para atender a las personas desplazadas, integrando proyectos autoorganizados y a sus organizadores en puestos oficiales. Activistas que participaron en las protestas del Maidán crearon organizaciones de la sociedad civil que abogaban por la reforma judicial y las políticas anticorrupción. Y las reformas en las Fuerzas Armadas Ucranianas (FAU) condujeron finalmente a la integración de las brigadas de voluntarios de 2014 en las Fuerzas de Defensa Territorial, una rama de las FAU establecida oficialmente en enero de 2022. Vista de esta manera, parece que la autoorganización se integró por completo en el Estado ucraniano entre 2014 y 2021. Desde otro punto de vista, la autoorganización es la base de la Ucrania post-Maidán, incluso si las figuras políticas y las instituciones que conforman ese Estado proceden de la misma clase política que estaba al mando antes de 2014.
Cada persona en su sitio: autoorganización e invasión rusa
Cuando Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022, nadie se esperaba la magnitud de un ataque que carecía de precedentes. Sin embargo, igual de amplia fue la respuesta ucraniana, al menos para quienes no habían prestado realmente atención a las lecciones de Maidán. Gracias a esta experiencia de autoorganización, no solo durante las protestas, sino también tras la primera invasión rusa, la gente ya sabía qué hacer. Sabían que no podían esperar a que otro les salvara ‒aunque también se preocuparían de reclamar una amplia ayuda militar y humanitaria‒, sino que actuaron de la forma que sabían.
Muchas de las personas que eran estudiantes activistas cuando empecé mi investigación están ahora en las Unidades de Defensa Territorial y luchan en el frente o sirven en las unidades médicas militares. Otras han trabajado recogiendo y repartiendo ayuda humanitaria en ciudades cercanas al frente. Incluso el presidente Volodímir Zelensky ha pedido a la gente que ayude a Ucrania a ganar haciendo lo que mejor saben hacer: “Koshen na svoiemu mistsi”, cada persona en su sitio para hacer lo que pueda.
También hemos visto autoorganización en toda Europa en respuesta a las oleadas de millones de refugiadas que cruzaron la frontera en los primeros meses de la guerra. En mayo y julio de 2022, fui a Varsovia a trabajar con grupos que ayudaban a las personas refugiadas, por ejemplo en una tienda que proporcionaba alimentos y productos de primera necesidad gratuitos, así como ropa de segunda mano, a la gente desplazada por la invasión a gran escala.
La tienda atendía semanalmente a cientos de personas refugiadas y estaba atendida íntegramente por personal voluntario. Entre sus fundadoras había una mujer ucraniana que llevaba muchos años viviendo en Polonia, así como polacas que simplemente querían hacer algo que era necesario; muchas voluntarias tenían empleos a tiempo completo y trabajaban en la tienda en su tiempo libre. La tienda recibía donativos de personas de los alrededores de Varsovia, así como de grupos internacionales.
Sin embargo, en el verano de 2022, cuando muchas personas refugiadas regresaron a Ucrania y la tienda ya no se podía sostener solo con personal voluntario, el local físico cerró. Las voluntarias empaquetaron lo que quedaba y llevaron los productos a la frontera ucraniana para que pudieran distribuirse en Ucrania como ayuda humanitaria. Algunas voluntarias de la tienda siguen colaborando para ayudar a la gente refugiada que planea quedarse en Polonia, por ejemplo ayudándoles a encontrar trabajo y a aprender el idioma polaco.
También puede considerarse que la autoorganización en respuesta a la invasión a gran escala existe al margen de la política. Tanto en Ucrania como en Polonia, las iniciativas autoorganizadas operan codo con codo con los agentes estatales que trabajan en nombre de Ucrania. Por ejemplo, el gobierno polaco creó un estatus especial para las personas refugiadas ucranianas, de modo que pudieran acceder a la educación para sus hijos, trabajar legalmente y recibir prestaciones económicas (la última de las cuales finalizó en el verano de 2022). La autoorganización en respuesta a la llegada de personas refugiadas no sirve para criticar o desafiar al gobierno polaco, sino que, como la necesidad ha sido tan grande, cada persona hace lo que puede cuando hay que hacer algo.
Sin duda, a medida que la guerra continúa, la expectativa de una autoorganización sostenida cambia. ¿Puede la gente seguir haciendo lo que hay que hacer a perpetuidad? ¿Seguirán actuando los gobiernos occidentales como puedan para apoyar a Ucrania? La autoorganización puede ser agotadora, ya que depende de personas corrientes para realizar un trabajo extraordinario. Sin embargo, también sentó las bases para una nueva idea sobre Ucrania después de 2014.
16/02/2024
Traducción: viento sur
Emily Channell-Justice es directora del Temerty Contemporary Ukraine Program del Instituto de Investigación Ucraniano, Universidad de Harvard.