Taras Bilous, historiador y ensayista ucraniano que sirve en el ejército ucraniano desde el inicio de la agresión rusa,  es uno de los representantes más destacados de la izquierda ucraniana, miembro del Movimiento Social (Sociaľnyj ruch) y redactor jefe del medio de comunicación en línea Commons. Es más conocido en el extranjero por sus ensayos "Una carta desde Kiev a la izquierda occidental" y "Soy un socialista ucraniano, por eso me resisto a la invasión rusa".

A principios de febrero, dos periodistas de la revista checa @A2arm.cz viajaron al este de Ucrania para reunirse con él. Actualmente se encuentra a unas decenas de kilómetros de la línea del frente.

La entrevista se realizó en el marco de una próxima publicación sobre los movimientos antiautoritarios ucranianos.


Nos encontramos fuera de la base militar. ¿Las discusiones políticas entre soldados son un problema?

El mando no censura las opiniones de los suboficiales. Sin embargo, por experiencia, sé que cuando sus subordinados hablan con los medios de comunicación, sobre todo de temas políticos, puede poner nerviosos a los oficiales subalternos. He tenido un oficial al mando que temía que le dieran un rapapolvo por una entrevista que yo había concedido, aunque en realidad no existía tal amenaza.

En cualquier caso, intento evitar las discusiones innecesarias. No proclamo en voz alta mis opiniones políticas ni el hecho de que soy historiador, para preservar mis fuerzas. De lo contrario, alguien querría inmediatamente que me pronunciara sobre la "Rus de Kiev" o me harían preguntas provocadoras. Pero si veo que es posible prever una colaboración militante con esa persona, entonces empiezo a hablar con ella.

¿Es difícil trabajar con personas que tienen opiniones diferentes?

No me importan las diferencias de opinión en este contexto. La gente aquí es muy diversa. De hecho, rara vez discutimos sobre cuestiones políticas importantes. Pero en cuestiones que afectan directamente a nuestras vidas y a nuestra actividad militar, como la evaluación del alto mando, encontramos puntos en común con bastante facilidad.

Un problema mucho mayor en el Ejército es el factor humano. Algunos oficiales dan órdenes estúpidas que provocan muertes innecesarias. Cualquier soldado que haya servido al menos seis meses puede contarle más de una historia de este tipo.

En cuanto a la soldadesca, se ha mostró sólida y determinada en los primeros meses tras la invasión, pero ahora, dos años después, el cansancio se ha apoderado de ella. Mucha gente en Occidente piensa que a medida que nos cansemos, nuestra voluntad de luchar irá decayendo gradualmente. Sin embargo, que estemos cansados no significa que no sea importante que sigamos resistiendo.

Pero como ya he dicho, la gente cambia su comportamiento cuando participa en una guerra. Algunas personas, a pesar de las acciones de los oficiales, comprenden que tienen que seguir luchando y perseverar, mientras que otras... Una vez me enviaron a una misión con un soldado de otra compañía y pasamos cuatro días en una trinchera que se estaba derrumbando. Empecé a repararla y el soldado me dijo: "Deja de hacer el gilipollas. Deja que venga el comandante y arregle la trinchera él mismo".

A pesar de la determinación ampliamente compartida de seguir resistiendo la agresión rusa, todo el mundo se pregunta: "¿Por qué debo ser yo quien se sacrifique?” Si los dirigentes cometieron un error de previsión, ¿por qué deben pagarlo con su vida las y los soldados rasos? Y lo mismo puede decirse del resto de la gente, cuya disposición a alistarse en el Ejército está disminuyendo. Incluso algunos de mis amigos que querían alistarse en 2022 y que no fueron reclutados intentan ahora escapar a la movilización. La razón no es tanto el miedo como ciertas prácticas absurdas habituales en el Ejército: todo el mundo las conoce. Podrían haberlas cambiado hace mucho tiempo, pero salvo algunas excepciones en algunas unidades concretas, no lo han hecho.

En 2022, decidiste alistarte en el Ejército, aunque no había combatido desde 2014. ¿Son diferentes estas dos fases de la guerra?

En 2014, era una guerra por el territorio. Algunas personas realmente querían formar parte de Rusia, aunque fueran una minoría. Un gran número de personas con opiniones prorrusas querían permanecer en Ucrania, pero querían la federalización [más autonomía para Donetsk y Luhansk]. Por supuesto, podríamos debatir largo y tendido qué porcentaje de la población de Dombás mantenía tal o cual punto de vista, y lo que pensaba la gente cambiaba con el tiempo.

En vísperas de la intervención de las tropas rusas en 2022, una encuesta realizada en el Dombás mostró que, para la mayoría de la gente, el bienestar era más importante que la cuestión de en qué Estado vivirían: Ucrania o Rusia. Esto se aplica a las personas que viven a ambos lados de la línea del frente. Por supuesto, la brecha entre las dos partes del Dombás se ha ampliado a lo largo de los años. Estas personas se han acostumbrado a tener dos identidades, por así decirlo. Cuando van a Lviv, se les considera moscovitas, y cuando están en Moscú, la gente les llama jokhols.

En 2014, fue un ruso, Igor Girkin, quien inició la guerra (como comandante militar de la República Popular de Donetsk, nota del autor) y ese mismo año las tropas rusas invadieron el país. Pero no cabe duda de que parte de la población local decidió, por diversas razones, unirse a la lucha contra el ejército ucraniano.

En aquella época, la guerra me afectó de una manera completamente diferente. Destruyó todo nacionalismo en mí. Pero en 2022, nos enfrentamos a una invasión abierta, incluso en regiones como Kiev, donde nadie quería ver al ejército ruso; a una invasión en el sur, de las regiones de Jherson y Zaporiyia, donde la mayoría de la gente quiere volver a Ucrania. En ese sentido, es otro tipo de guerra, y todo es mucho más sencillo.

¿Sientes directamente los efectos de esta "doble identidad" entre sus compañeros?

Hay diferencias de opinión en todas partes, incluso dentro del pelotón. Por ejemplo, el actual comandante de mi compañía aparentemente apoyó a los antimaidanistas en la primavera de 2014. Tengo una relación tirante con él, así que tiendo a basarme en sus argumentos en las conversaciones con otros oficiales. Según él, el pueblo del este de Ucrania desaprobaba Maidán y por eso pedía la federalización, pero el gobierno no estaba dispuesto a aceptar las negociaciones. Sin embargo, desde que el grupo de Girkin [separatistas respaldados por soldados rusos, nota del autor] tomó la ciudad de Sloviánsk en 2014, cree que fue una operación de la inteligencia rusa. Tampoco le gustan los que hacen campaña para que todos nos pasemos al ucraniano. La mayoría de los miembros de mi unidad proceden de las regiones orientales y, por lo que he oído, no les gustan los nacionalistas de ningún bando. Algunos de mis conocidos también han servido en unidades formadas por antiguos miembros de la policía antidisturbios Berkut, que defendieron el régimen de Yanukovich durante el Maidán y no han cambiado de opinión al respecto. Al mismo tiempo, defienden a Ucrania de la agresión rusa.

¿Cuál es tu papel en el Ejército?

Durante los dos primeros años de la invasión a gran escala, serví principalmente como transmisor. En la práctica, era un trabajo bastante variado: a veces detrás de un ordenador, a veces instalando radios y tendiendo cables de comunicaciones. La mayor parte del tiempo, como transmisores, permanecíamos en una trinchera a varios kilómetros de la línea "cero" [de contacto]. Proporcionamos un circuito de comunicaciones de emergencia para los que estaban en la zona cero. Si, por ejemplo, la red general de comunicaciones se avería o no les llega la señal, estamos allí para proporcionar una solución de reserva.

Recientemente, mi actividad ha cambiado, estoy sirviendo en un batallón de reconocimiento, pero prefiero no decir claramente a qué me dedico.

En los círculos de la izquierda checa, la solidaridad con los civiles y los refugiados es fuerte, pero todavía se entiende poco la resistencia armada, o la participación voluntaria de los ucranianos en el Ejército, y se pide que se detenga el suministro de armas [occidentales]. ¿Qué opinas?

Cuando vives de cerca una invasión, eso te cambia. Como dijo uno de nuestros redactores, es mucho más fácil establecer prioridades en momentos tan críticos. Hay muchas cosas que son importantes para ti en la vida cotidiana. Pero cuando tu propia vida está en juego, eso se convierte en lo principal y todo lo demás pasa a un segundo plano. Eso aclara un poco las cosas.

En los primeros días de la invasión, me di cuenta de que el futuro de la izquierda en Ucrania dependería de si participábamos activamente en la guerra o no. Todos somos juzgados esencialmente por nuestras acciones en momentos tan críticos. Nosotros, la Izquierda, no somos muy influyentes en este país y si no hubiéramos ido a luchar en ese momento, todo se habría derrumbado. La Izquierda habría dejado de existir de forma organizada en Ucrania. Por diversas razones, yo era y sigo siendo hoy uno de los representantes más visibles de la corriente de izquierdas en las fuerzas armadas, así que tengo una responsabilidad, no sólo conmigo mismo, sino también con los demás. También fue más fácil para mí, no estoy casado y ni siquiera tengo hijos.

Para ser sincero, no estaba seguro de ser uno buena soldado. Y esa es una de las razones por las que no me preparé para ello. Siempre pensé que sería más útil en otras áreas, escribiendo artículos, por ejemplo. Para ser sincero, todavía no soy un buen soldado (risas). Pero estoy aprendiendo poco a poco y ya veremos. Aún me queda al menos un año entero por delante.

Desde el comienzo de la invasión rusa a gran escala, escribiste dos artículos que han tenido cierta repercusión: "Una carta desde Kiev a la izquierda occidental" y "Soy un socialista ucraniano, he aquí por qué me resisto a la invasión rusa", que han sido traducidos a varios idiomas. ¿Es posible seguir escribiendo en tiempos de guerra?

Desde el comienzo de la invasión, sólo he podido escribir con concentración en los primeros meses, cuando tenía fuerzas para hacerlo. Había más tiempo. Mi adrenalina estaba completamente fuera de control durante esos primeros meses. Nunca en mi vida me había resultado tan fácil escribir. Suelo torturarme para formular cada frase, pero entonces me sentaba y escribía un artículo en medio día. Eso ya no es así. No tengo la energía ni la convicción. Ahora soy más crítico y le doy vueltas a las cosas en mi cabeza.

En una entrevista, dijiste que no estaba claro qué pasaría con la población prorrusa de las regiones de Donetsk y Lugansk y de Crimea una vez liberados estos territorios. ¿Cuál será la relación con este sector de la sociedad? ¿Qué ocurrirá?

Ya tenemos zonas liberadas, lo que significa que tenemos prácticas que podemos analizar. Por ejemplo, un amigo mío, periodista y antiguo activista de izquierdas que huyó de Crimea en 2014 a Ucrania, se ocupa ahora de casos de colaboración en Liman. Allí se juzga a menudo injustamente a la gente. Hay, por supuesto, casos en los que la gente participó activamente en la represión, y sin duda deberían ser condenados. Pero también hay casos en los que Ucrania está siendo manifiestamente injusta en sus sentencias, por ejemplo, en el caso de un electricista de servicios técnicos que mantenía instalaciones para la gente corriente en Liman durante la ocupación.

Existe una amplia zona gris en la que las cosas no están tan claras. El término "Estado de derecho" no es del todo aplicable a Ucrania, dados los numerosos problemas que presenta allí el sistema judicial. Aun así, el nivel de represión y respeto de los derechos humanos en los territorios ocupados por Rusia no se puede comparar con el del resto de Ucrania.

El discurso ucraniano dominante sobre las regiones orientales es también algo esquizofrénico en lo que se refiere a la población local. Por un lado, la gente los ve como "nuestros"; por otro, los ve a todos como "separatistas". No existe un discurso coherente sobre lo ocurrido en 2014. Es más, si uno se sale de cierto discurso habitual, cuando describe lo ocurrido, se le considera un separatista. En ese sentido, realmente no me gusta cómo van las cosas en Ucrania.

Escribiste sobre el hecho de que el gobierno de Zelenski estaba aplicando políticas neoliberales en el contexto de la guerra. Al mismo tiempo, consideras que Zelenski era el candidato más centrista, o al menos el más alejado de la derecha radical. Nos gustaría saber cómo ha cambiado esto en los últimos dos años. ¿Cómo lo percibe el electorado? ¿Ha habido cambios?

Sí, ha habido cambios. En su momento, quise decir que, de todos los políticos que tenían posibilidades de convertirse en presidente de Ucrania, Zelenski era el más moderado en términos de nacionalismo. Hasta la fecha no se ha producido ningún cambio a este respecto. Sin embargo, el sentimiento general se ha desplazado hacia un nacionalismo más pronunciado. Y Zelenski también se ha movido en esa dirección. También se pueden encontrar políticos más abiertos a la población rusoparlante, pero no tienen ninguna posibilidad de ganar las elecciones presidenciales. También me parece que en la izquierda occidental no siempre se comprende que una postura más abierta en cuestiones lingüísticas no es sinónimo de un programa generalmente progresista. En mi opinión, se trata a menudo de una táctica populista para recuperar a antiguos votantes de partidos prorrusos.

Zelenski dedicó el primer año y medio de su mandato a intentar lograr la paz en el Dombás, y los secuaces de Poroshenko siguen reprochándoselo. En los primeros meses de la invasión, todavía se dirigía al pueblo ruso en sus discursos. Como muchos ucranianos, esperaba que el pueblo de la Federación Rusa acabara sublevándose. En algún momento, tiró la toalla y apoyó la demanda de que no se expidieran visados a los rusos y que se les negara el acceso a Europa.

En otoño de 2022, Putin decretó la movilización y Zelenski volvió a dirigirse a los rusos en ruso. Para entonces, la opinión pública ucraniana había evolucionado lo suficiente como para que fuera permisible cruzar la línea autorizida. En esos momentos, está claro que las inclinaciones políticas de Zelenski son siempre más abiertas que las de la corriente política dominante en Ucrania. Así que, sí, tenemos suerte de que las cosas hayan salido como han salido.

Pero al mismo tiempo, eso no quita que Zelenski se comporte como un gilipollas en muchas cuestiones. Últimamente, por ejemplo, en la forma en que ha enfocado la cuestión de Palestina. Y también en la forma en que responde a las críticas, se enfrenta a sus rivales políticos y concentra el control de los medios de comunicación. Él y sus allegados son gente del espectáculo y adoptan un enfoque muy profesional y técnico para captar el estado de ánimo de la opinión pública. Por ejemplo, en los primeros días de la invasión rusa, combinaron las noticias de televisión de todos los canales en un único telemaratón. En aquel momento, esto era apropiado para la situación; nadie podía cubrir las noticias por sí solo. Pero hoy podemos decir que debería haberse abandonado hace mucho tiempo, porque limita la libertad de expresión. Pero Zelenski no va a eliminarla. Imbéciles e idiotas. Podríamos elaborar una larga lista de sus políticas totalmente inapropiadas.

¿Y la participación de la Izquierda en el Maidán? Tú no formabas parte de la Izquierda en aquel momento. ¿Puede describir el contexto de entonces?

Tengo una relación contradictoria con ese periodo. Estuve en el Maidán, pero no me gusta el patetismo asociado a él. Yo era activista antes del Maidán. Unos meses antes, intentamos organizar una manifestación sobre la educación. Distribuimos folletos en el campus, pero la gente se mostró muy pasiva. Pero en cuanto empezó el Maidán, las mismas personas que unos meses antes decían que no tenía sentido manifestarse, o cosas igual de cínicas, de repente se apasionaron por la causa y pronunciaron discursos tan revolucionarios que me quedé mirándolos (risas). En aquel momento no me di cuenta de que la gente cambia de repente cuando hay grandes manifestaciones.

Maidán es la historia de la resistencia al Estado, al aparato represivo, pero también de la solidaridad. Pero cuando la protesta entró en una fase violenta, participar en esa violencia cambió a la gente, y eso me incomodó. Soy originaria de Luhansk, y desde el primer día pude ver lo que estaba ocurriendo allí. Esa es una de las razones por las que viví Maidán de forma diferente a los que estudiaban conmigo y a mis amigos de Kiev. Desde el principio, temí que las cosas se torcieran en el Dombás. Por desgracia, eso fue lo que ocurrió.

Me convertí en activista de izquierdas en medio de todo esto, en 2014, cuando la izquierda occidental no se presentaba de la mejor manera. De hecho, la izquierda ucraniana se estaba descomponiendo debido a los mismos problemas que ahora achacamos a Occidente.

La reacción de la izquierda occidental es en general mejor hoy que en 2014, entre otras cosas porque la identidad del agresor está ahora clara. A pesar de ello, en los primeros días de la invasión, me pareció necesario prestar ayuda desde aquí para explicar los porqués, de modo que pudiéramos poner fin inmediatamente a las reacciones inadecuadas. Pensé, a mi manera, un tanto excesiva, que Occidente despertaría. Hoy puedo ver lo ingenuo que fui y lo mucho que subestimé la magnitud del problema. Al mismo tiempo, ya tenía suficiente experiencia de 2014 como para no sorprenderme demasiado por la reacción de la izquierda occidental. Pero también tenemos miembros más jóvenes que se unieron al movimiento de izquierda en años previos a la invasión, y para algunos de ellos fue un shock.

En uno de tus artículos, planteaste la cuestión del derecho a la autodeterminación y criticaste los argumentos según los cuales la invasión de Ucrania es simplemente un conflicto por delegación. En tu opinión, parte de la izquierda radical está adoptando incluso una postura más "imperialista" en esta cuestión que, por ejemplo, los funcionarios estadounidenses. ¿Cómo se manifiesta esto y de dónde cree que procede?

Parte de la izquierda occidental ha hecho suyos los prejuicios contra Ucrania, las representaciones acríticas de Rusia, etc. Aparte de detener el suministro de armas, ¿qué quieren realmente todos estos activistas antibelicistas? Quieren que Estados Unidos y Rusia lleguen a un acuerdo sin tener en cuenta las opiniones de la gente que vive aquí. Tales respuestas no tienen nada que ver con los valores de la izquierda. Un planteamiento así presupone una aceptación implícita del modelo neorrealista de relaciones internacionales.

En estas cuestiones, la izquierda no ha encontrado un enfoque común sobre el que pueda alcanzarse un consenso. El único consenso es probablemente sobre el derecho de los pueblos a la autodeterminación, pero en el caso de Ucrania, parte de la izquierda ha olvidado de repente este principio. En situaciones críticas, personas por lo demás razonables empiezan de repente a escribir todo tipo de tonterías.

En este caso concreto, Estados Unidos está diciendo esencialmente que Ucrania puede decidir cuándo y en qué condiciones pondrá fin a su resistencia. Sin embargo, en muchos otros conflictos armados en todo el mundo, Estados Unidos adopta una postura muy diferente en cuanto al apoyo al derecho de autodeterminación. Al menos en los países del Sur Global.

¿Me parece que esta postura es un tanto mojigata, no?

Sí, a pesar de que en las últimas décadas ha habido muchas críticas feministas que condenan con razón el descrédito de las mujeres como seres emocionales y no objetivos. Con la guerra, esta emotividad se proyecta sobre nosotros, la población ucraniana, aunque no haya nada malo en ello. Y, sin embargo, no hay nada malo en ello. Lo contrario a la emotividad no es la racionalidad, sino la indiferencia. Y cuando se trata de tomar decisiones difíciles, es como si la izquierda lo hubiera olvidado todo.

El principal problema es, y esto me parece obvio, la confusión entre antiimperialismo y antiamericanismo. Todos los conflictos se ven en términos de oposición a Estados Unidos.

Otra cosa que siempre me sorprende es la confusión entre la Federación Rusa y la Unión Soviética. Aunque podemos discutir sobre la Unión Soviética y sobre cómo debemos valorarla, la Rusia de Putin no es en modo alguno la Unión Soviética. Hoy en día, es un Estado completamente reaccionario. Uno no puede evitar darse cuenta de cuántos autores de izquierdas deslizan en sus textos pensamientos y argumentos que demuestran que siguen viendo a Rusia como la Unión Soviética. Incluso si reconocen racionalmente que el régimen de Putin es reaccionario, conservador, neoliberal, etcétera. Y entonces, boom, de repente sueltan algo en el sentido de que el apoyo estadounidense a Ucrania es una especie de venganza contra Rusia por la revolución bolchevique. ¡Qué sarta de estupideces! (Risas).

¿Qué consejo le darías a la izquierda occidental?

Una parte importante de la izquierda ha adoptado una posición absolutamente incorrecta. Los que dedican su tiempo a defender Ucrania están, después de todo, haciendo lo correcto. La izquierda está en crisis en todas partes. Simplemente, en algunos casos está completamente jodida, como aquí, y en otros lo hace mejor, como en Occidente. Si tuviera que dar algún consejo general, recomendaría que dejáramos de preocuparnos por qué posición abstracta es la correcta y nos concentráramos más en acciones prácticas que nos ayuden a salir del agujero en el que estamos.

Incluso dentro de nuestra propia organización, hasta 2022, adoptamos diferentes posiciones sobre la guerra en Dombás. A veces era difícil conciliar estas sensibilidades. Para no empeorar la situación, a menudo nos autocensurábamos. Uno de mis argumentos es que no debemos discutir sobre cosas en las que no podemos influir. A menudo se percibe a la gente de izquierdas como condescendiente; se ven a sí mismos como los únicos razonables y críticos. Sin embargo, desde dentro, es fácil ver que se trata en gran medida de fórmulas prefabricadas. Por ejemplo, la forma en que algunos activistas de izquierdas presentan su posición y su estrategia en los debates. En lugar de analizar situaciones concretas, a menudo se limitan a reproducir esquemas elaborados en un contexto y un momento totalmente distintos, y que no se corresponden en absoluto con la situación. Debemos alejarnos de estos estereotipos. El marxismo no es un dogma, pero por diversas razones, demasiados marxistas reducen el marxismo en la práctica a una mera repetición de dogmas establecidos. "No hay guerra aparte de la guerra de clases", etc.

Un ejemplo revelador ocurrió la primavera pasada cuando la delegación alemana de diputados de Die Linke del Bundestag. Hasta entonces, su posición sobre el suministro de armas había sido totalmente negativa. Cuando se marcharon, el presidente del grupo dijo que habían reconsiderado algunas de sus posiciones después de lo que habían aprendido en Kiev. Por ejemplo, el hecho de que los ucranianos necesitan evidentemente una defensa antimisiles. La misma defensa antimisiles que antes se habían negado a proporcionar, ¡en realidad les había protegido en Kiev! Así que, más de un año después de la invasión, se dieron cuenta de lo necesaria que era. Les ha llevado mucho tiempo llegar a este punto, y aún les queda mucho por comprender (risas). Pero al menos lo han hecho.

¿Hay algo que te gustaría decir a la izquierda checa, por ejemplo, sobre el pacifismo radical que ha mencionado?

La izquierda checa tuvo la experiencia histórica de la represión de la Primavera de Praga, así que no entiendo por qué no pueden comprender mejor nuestra posición. Quizá se deba a un exceso de confianza en las teorías de la izquierda occidental. Para ser sincero, en nuestro país ocurría exactamente lo mismo y, en algunos aspectos, sigue ocurriendo hoy en día. Después de 1989, la situación de la izquierda en Ucrania era muy deprimente, y nos volvimos aún más hacia los autores occidentales. En Commons también hacemos traducciones. Pero llegados a cierto punto, comprendemos y sentimos que necesitamos una especie de descolonización de nosotros mismos. El 24 de febrero de 2022, día de la invasión rusa, se convirtió, también para nosotros, en un momento de emancipación intelectual. Debemos ser más críticos con lo que escriben los autores occidentales, de los que hemos aprendido mucho y que reconocemos abiertamente, pero nos encontramos en un contexto algo diferente. No debemos tener miedo de ver las cosas desde una perspectiva local. Y eso incluye desarrollar un análisis local de las ideas de los escritores de izquierda occidentales.

Aquí, en los círculos de izquierda, a menudo, también nos hemos limitado -y eso nos ha perjudicado- a reproducir los puntos de vista de la izquierda occidental. Las dos lacras de la política de izquierdas contemporánea son la reconstrucción histórica y la adopción de concepciones de moda. La gente lee a autores que tienen cien años y se proclaman marxistas o feministas basándose en estos textos clásicos... El mundo ha cambiado mucho y la gente lee a los clásicos demasiado literalmente, incluso cuando ya no están realmente en sintonía con las condiciones actuales. En segundo lugar, la izquierda no puede evitar hacer suyas las guerras culturales o las subculturas occidentales de moda. En 2016, dos activistas de izquierda que participaban en una manifestación en Ucrania decidieron corear el eslogan "Dinero para la educación, no para la guerra". Sólo que lo importaron de un contexto completamente diferente, de Italia, que estaba implicada en una agresión imperialista. En lo que a nosotros respecta, Ucrania es ante todo víctima de la agresión de otro Estado. En resumen: ha sido un desastre. Las consecuencias para la izquierda local han sido poco menos que terribles. Ya estábamos en una situación difícil después de 2014, y esta única acción, este único eslogan, no hizo más que empeorar las cosas. Así que sí, cometimos muchos errores. Hay que reconocer que algunos sacamos conclusiones equivocadas. También nosotros tenemos mucho que aprender. Pero al mismo tiempo, nuestra amarga experiencia nos ha enseñado muchas cosas.

https://inprecor.fr/index.php/node/3993

Traducción: viento sur

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