En muchas ocasiones nos frustra comprobar lo difícil que resulta intervenir en las decisiones políticas internacionales para defender el planeta. Sin embargo, es mucho más sencillo actuar desde el ámbito local. La conservación de la biodiversidad es una responsabilidad que se debe asumir en cada territorio cuidando de nuestro entorno inmediato. Y los ayuntamientos tienen importantes competencias que, bien ejecutadas, supondrían un gran paso en la conservación de la biodiversidad mundial.
En la actualidad, en España el 80% de la población habita en municipios de más de 10.000 habitantes. El modelo dominante de ciudad no ha permitido la coexistencia del ser humano y la naturaleza, ha expulsado a la flora y la fauna silvestre de nuestro entorno. La renaturalización de nuestros pueblos y ciudades se hace cada día más necesaria teniendo cada vez más datos de los beneficios ecosistémicos que este proceso aporta: adaptación frente al cambio climático, mejora de la calidad del aire, ahorro energético y menos ruido, gestión más eficiente de los recursos hídricos, beneficios para la salud de la población, actividad física y cohesión social y ahorro económico.
Con demasiada frecuencia, a pesar de la normativa que protege la fauna urbana, el resultado de las actuaciones de los ayuntamientos depende de la sensibilidad del técnico o del político de turno. Con el documento Convivir con la biodiversidad, Ecologistas en Acción pretende llegar al mayor número de localidades y, con ello, ayudar a la preservación y recuperación de la biodiversidad (campaña Sin Biodiversidad No Hay Vida, 2022). Es un manual que ofrece soluciones sencillas que se pueden adaptar a diferentes medios según las necesidades. A continuación se exponen algunas de ellas.
Proteger la fauna urbana
En las ciudades se debe planificar para compatibilizar la protección de los monumentos históricos y las actuaciones para la conservación de los mismos con la biodiversidad urbana. Las murallas, castillos, torres y campanarios albergan, entre otras especies, vencejos, aviones comunes y roqueros y golondrinas que son aves insectívoras migratorias protegidas por ley. Realizando las obras de mantenimiento antes de la migración se permite que nidifiquen y se reproduzcan sin causarles molestias. Estas aves aportan enormes beneficios a la sociedad, al ser especies depredadoras de insectos que son plagas para las plantaciones y vectores de enfermedades infecciosas.
Impulsar la aprobación de ordenanzas municipales orientadas a la protección de los espacios de nidificación de las aves urbanas es una práctica que puede y debe ser adoptada por los gobiernos locales. Las nuevas edificaciones rara vez tienen en cuenta que son también soporte para el hogar y reproducción de muchas especies y que pueden incorporar medidas para ello. Además, la rehabilitación de edificios debe orientarse a la conservación de las colonias residentes; no sólo de aves, sino también otras especies, como los murciélagos. Completar esta tarea con la colocación de cajas nido ayuda a mantener las poblaciones residentes en núcleos urbanos y rurales. Campañas como las llevadas a cabo en Benicarló (Castellón) por APNAL-Ecologistas en Acción en colaboración con la administración pública son un ejemplo de esto que puede ser replicado en toda la península.
Las fachadas acristaladas son un grave problema que acaba con la vida de aves urbanas y migratorias al colisionar con el vidrio. Cuanto más transparente es la superficie de cristal, más peligro de colisión hay. El uso de adhesivos y vinilos puede solucionar este problema cuando la superficie es muy pequeña, pero es muy recomendable el uso de material traslúcido en lugar de transparente, o recubrir la superficie con una trama de puntos o líneas, o instalar redes textiles o metálicas para evitar que el ave se vea reflejada.

Un nuevo modelo de jardinería pública
Los periodos de cría de las aves también han de tenerse en cuenta a la hora de programar las podas de árboles y setos, pero además se debe hacer de forma que no perjudique al bienestar biológico del árbol o arbusto. Por otra parte, el desbrozado manual de zonas verdes municipales permite limitar el uso de herbicidas químicos y los residuos vegetales pueden devolver sus componentes al suelo en forma de compost. La administración municipal debe invertir en la formación y sensibilización de las personas encargadas de estas tareas.
Las zonas verdes urbanas a menudo son tratadas como jardines ornamentales en lugar de lugares ricos en biodiversidad. En general, se repiten los trazados, las especies y los espacios en ciudades muy diversas dando un resultado muy homogéneo. Es importante recuperar la identidad local revirtiendo la simplificación de estos paisajes. Para ello, se pueden alternar áreas de vegetación silvestre, incluir bosquetes, siempre de especies autóctonas, plantar rodales y setos de arbustos productores de fruto, o introducir elementos de agua. Ha de prestarse especial atención para no utilizar especies exóticas invasoras.
La sustitución de las praderas de césped por praderas naturales permite el ahorro de agua, aplicando un mantenimiento menos intensivo. Mantener zonas de hierba alta donde se permite la floración potencia la diversidad de plantas, insectos y aves. Reduciendo las siegas se favorecen los procesos naturales. Muchos ayuntamientos, como el de Huesca con su proyecto Islas de biodiversidad, ya están trabajando en combinar este modelo con un impulso del control biológico de plagas a través de permitir el crecimiento de especies vegetales atractoras de insectos que restauran los procesos ecosistémicos necesarios para prescindir del uso de plaguicidas.
Limitar la contaminación lumínica
La contaminación lumínica no es un fenómeno nuevo, pero es un problema ambiental del que casi nadie es consciente. Se dan dos circunstancias que hacen difícil su control: la población en general no lo concibe como un problema y el desarrollo normativo es mínimo. La luz se ha asociado a cosas percibidas por la mayoría como positivas: progreso, diversión, comercio, y nos genera la sensación de seguridad porque somos animales diurnos. Tenemos que cambiar el planteamiento y conocer el impacto que la luz artificial tiene sobre plantas y animales para empezar a limitar su uso.
La luz artificial es un agente contaminante que afecta sobre todo a los seres vivos con hábitos nocturnos, y la mitad de los insectos son de este grupo. Son los primeros perjudicados, no sólo por su abundancia, sino también por la atracción que experimentan hacia el foco lumínico debido a la fototaxis positiva, lo que provoca que no desarrollen su actividad debidamente. Si la población de insectos se desequilibra, también lo hace todo el ecosistema. Se ha comprobado que los árboles cercanos a un foco luminoso desarrollan hojas de mayor tamaño y con mayor número de estomas, lo que los hace más sensibles a la contaminación y a la sequía.
La reducción de la potencia y el horario de encendido de farolas pueden suponer un importante ahorro energético. Si añadimos un buen diseño de las luminarias, para evitar fugas de luz por encima de la horizontal, la utilización de detectores de movimiento y el control de la temperatura superficial, conseguiremos limitar considerablemente el efecto pernicioso de la luz artificial.
Reordenación y renaturalización de los espacios litorales
España tiene 7.800 km de costa, con más de 2.000 km de playa y cerca de 1.300 km de humedales. En los últimos 30 años se ha duplicado la superficie construida con viviendas, zonas pavimentadas e infraestructuras. Las marismas y dunas litorales son ecosistemas de vital importancia que no han sido valorados adecuadamente, por lo que el 70% de los ecosistemas dunares están destruidos o muy degradados. El 57% de las playas están en entornos urbanizados, de ahí la importancia de que los pueblos y ciudades costeras impulsen la conservación y recuperación de los hábitats litorales.
La dinámica natural de formación de las playas se ve alterada por las estructuras artificiales que interfieren en el depósito de los sedimentos. En el mar, estructuras como diques, espigones y puertos modifican el transporte de sedimentos. Las edificaciones y viales de la costa limitan los movimientos de la arena. Si a esto añadimos que los planes hidrológicos han construido gran cantidad de presas y embalses, dificultando el aporte sedimentario de los ríos a la costa, tendremos como resultado una grave alteración en la dinámica natural de las playas.
La renaturalización de los cauces fluviales tiene un efecto positivo en el litoral, pues asegura la llegada de los sedimentos a la costa. En muchas de esas playas se podrían conservar las dunas existentes o crear nuevos cordones dunares, facilitando el crecimiento de vegetación autóctona e incluso replantándola. Con la construcción de pasos elevados se evita el pisoteo. La creación y mantenimiento de las dunas también contribuye a la fijación de la arena en las playas, ya que constituyen barreras naturales que protegen de temporales e inundaciones. Estas acciones son fundamentales para acabar con la translocación de arenas para rellenar las playas, una técnica muy habitual que tiene un alto coste económico y ecológico.
A veces se olvida que las playas son ecosistemas naturales y que las algas y restos vegetales arrastrados a la orilla son el alimento de muchos invertebrados o sirven como material para la nidificación de aves. Por desgracia, estos restos se siguen asociando con suciedad y se retiran como un residuo más. Debemos recordar que en las zonas litorales con fanerógamas marinas, estas plantas están protegidas tanto vivas como muertas y no se pueden destruir. No se debería realizar la limpieza de las playas con maquinaria pesada para evitar que se rompan los estratos naturales, lo que las hace más vulnerables a la erosión.

Renaturalización de los tramos urbanos de los ríos
Los sistemas fluviales son excelentes corredores ecológicos, siendo fuente de nutrientes y transportadores de biodiversidad. Por otro lado, son un factor clave para el asentamiento de la población y el desarrollo de pueblos y ciudades. A lo largo del siglo pasado las ciudades crecieron exponencialmente y lo hicieron de espaldas a los cursos fluviales, convirtiendo los ríos, que habían permitido el establecimiento de la población, en zonas sucias, marginales y contaminadas.
Hoy en día, la agricultura y la ganadería industrial suponen la mayor amenaza para los ríos; sin embargo, la urbanización es el uso del suelo que produce los efectos más irreversibles sobre los ecosistemas fluviales. Se calcula que en España se ha ocupado casi tres cuartas partes del espacio fluvial en las áreas urbanas, siendo destinada en su mayoría a usos no compatibles con la dinámica fluvial y a infraestructuras vulnerables ante crecidas.
Afortunadamente, la percepción social está cambiando y nuestros ríos empiezan a ser espacios reconocidos y con un valor a conservar. La renaturalización ha de ser tomada en cuenta por las autoridades locales y los responsables de las cuencas hidrográficas, ya que consigue objetivos sociales, ambientales, paisajísticos y económicos.
Recuperar los valores ambientales de los ríos urbanos significa devolver las funciones ecosistémicas que tienen los medios fluviales. Nos ofrecen una gama de servicios sin coste: abastecimiento de agua limpia, control de plagas, laminación de avenidas, control de la erosión, regulación climática, pulmones de aire limpio, espacios para la educación, para la ciencia, para actividades recreativas, para la recuperación del acervo cultural de las ciudades… o, simplemente, para la contemplación de un bosque de ribera en otoño.
La renaturalización de los ríos puede implicar desde la restauración ecológica de un tramo artificializado hasta la transformación de márgenes de ríos para la recuperación de las llanuras de inundación o la rehabilitación de la vegetación de ribera para reducir la erosión de las orillas y propiciar un hábitat para diversas especies. Para garantizar la convivencia entre el uso público de las riberas por parte de la ciudadanía y los espacios de refugio de biodiversidad, deben alejarse los usos intensivos vinculados a áreas ajardinadas de los márgenes naturales de los ríos, creando zonas de transición.
Aunque las actuaciones necesarias para la renaturalización de los ríos urbanos han de adaptarse a las especificidades de cada río y localidad, en líneas generales son las que se enumeran a continuación: limpieza de residuos en el cauce; demolición de estructuras de obra internas como canales, casetas, parterres y muros; demolición de solera de hormigón, recuperando el suelo natural; incremento de la permeabilidad longitudinal del río mediante la eliminación de azudes o represas. La recuperación de un caudal ecológico mínimo es un elemento esencial; acondicionamiento y reperfilado de terrenos; rellenos de escolleras con tierra vegetal; erradicación de la vegetación exótica. La presencia de este tipo de vegetación altera la calidad ecológica de los ríos, incidiendo negativamente en el desarrollo de las especies locales. Los ayuntamientos con ríos en su núcleo urbano deberían respetar, recuperar y poner en valor su riqueza natural.
Agua y biodiversidad
Dentro de las ciudades, la preponderancia de suelos impermeables hace que las aguas pluviales no puedan seguir su curso natural, siendo derivadas al sistema de alcantarillado, donde se unen a las aguas residuales. Esto genera la desecación de los acuíferos subterráneos, el empobrecimiento de la calidad del suelo o inundaciones durante los episodios de lluvias torrenciales.
Los Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible dan solución a estos problemas aplicando criterios para recrear un ciclo más natural que restituye los procesos hidrológicos previos al desarrollo urbanístico. Algunos ejemplos a implementar son: jardines de lluvia, canales de hierba, pavimentos permeables, pozos de infiltración y cunetas verdes. En los edificios se deberían diferenciar las redes de captación y evacuación de pluviales de aquellas de aguas grises y negras, y conectar las primeras con los sistemas citados, evitando su vertido en las alcantarillas. Combinar estas prácticas con la renaturalización de cursos fluviales y la recuperación de arroyos conducirá a una restauración progresiva del ciclo natural del agua, una de las grandes víctimas de la artificialización de nuestros entornos de residencia.

Ciudades verdes
Para crear ciudades más verdes y saludables se recomienda aplicar la regla 3/30/300 por la que toda persona debe poder ver 3 árboles desde su casa, vivir en un barrio con al menos un 30% de cobertura arbórea y no vivir a más de 300 metros de una zona verde. Es importante diversificar las especies utilizadas mediante la plantación de especies autóctonas adaptadas al clima y a las condiciones meteorológicas.
Una ciudad más verde es más resiliente frente al cambio climático ya que las cubiertas verdes generan aire más frío y denso que, al deslizarse hacia abajo, desplaza el aire caliente más contaminado. Además, producen un importante aislamiento térmico y acústico suponiendo ahorro energético y menos ruido. Todo esto anima a utilizar los parques y jardines para realizar actividades con la consiguiente mejora de salud y de cohesión social.
Uno de los compromisos fundamentales de la Estrategia Europea para la Biodiversidad 2030 indica “conseguir que las ciudades de 20.000 habitantes o más cuenten con un plan de ecologización urbana ambicioso” y el Estado español debe asumir esta tarea y elevar su alcance. La Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas, aprobada en 2021, es el primer paso para la elaboración por parte de las Comunidades Autónomas de sus propias estrategias y para la adopción de las Administraciones Locales de planes que las pongan en práctica. A pesar de contar con una línea de actuación específica para la “naturalización de ciudades”, pocos avances se están poniendo en práctica en nuestro territorio. Cada vez la ciudadanía es más consciente de que necesita vivir en poblaciones donde la naturaleza tenga cabida. Por eso se hace necesario conseguir para todo el territorio estatal la aprobación de planes integrales de renaturalización con garantía financiera y jurídica, haciendo posible la convivencia de la naturaleza y el ser humano en los municipios.
Renaturalizar espacios urbanos y periurbanos es posible con poco esfuerzo y bajo presupuesto. La receta es sencilla: un poco de voluntad política y planificar teniendo en cuenta las necesidades de la flora y la fauna de nuestro entorno más cercano.
El artículo está extractado del informe “Campaña Sin Biodiversidad No Hay Vida” (2022) Convivir con la biodiversidad, Ecologistas en Acción, por Maritxu Ameigeiras, Ecologistas en Acción.

