Por fin creo entender por qué estamos tan obsesionados con los zombis. El cadáver desechado, el rumor en la maleza, las apariciones vaporosas vistas desde Pocatello hasta el lago Wobegone, el ejército fantasma de admiradores… Estábamos avisados de que había vuelto, pero no prestamos atención.

En la víspera de Halloween, la “Nueva” Biblioteca Nixon lanzó una costosa campaña de anuncios de prensa en que nos invitaba a “descubrir cómo el legado de Richard Nixon sigue configurando nuestro mundo”. Él era el héroe, afirman los anuncios, el que “protegió el medio ambiente… desegregó escuelas, puso fin a la guerra de Vietnam”. “Compra entradas ahora”, urge la Biblioteca.

Casi 60 millones de conciudadanos nuestros lo han hecho. Algunos han guardado cola durante décadas, no tuvieron bastante con los años de Reagan y Bush y han estado esperando una revancha más fría y más cruel. Otros –polis, soldados, vicejefes, chicos de residencia universitaria y maridos tradicionales– anhelan la llegada de un “Talón de hierro” chapado a la antigua que mantenga en jaque a la gente de color y a las mujeres.

Sin embargo, por desgracia, muchos, reprendidos y desdeñados por las élites Demócrata y Republicana, simplemente sienten curiosidad por saber qué hay dentro de la caja de Pandora o, mejor, dentro de la tumba de Nixon. Al final descubrirán, como hicieron los míticos “cascos de obra” de la década de 1970, que el nacionalismo blanco es una dosis letal de veneno para el país, no Viagra para chimeneas de fábrica.

Si el trumpismo parece demasiado improvisado e impoluto para constituir un auténtico avatar de la coalición nixoniana, te invito a leer las obras completas de Pat Buchanan. Durante 40 años ha estado trabajando para resucitar a Nixon –o más bien su propia idealización del Nixon esencial (sin Kissinger)– en una candidatura presidencial basada en el nativismo, el nacionalismo económico y el neoaislacionismo. Sus propios intentos de ser nombrado candidato por el partido Republicano en la década de 1990 hicieron saltar chispas repetidamente de los voluntariosos pedernales del racismo sureño y del antisemitismo del medio oeste, pero su fanatismo era demasiado radiactivo para los neoconservadores del entorno de la dinastía Bush.

Desde la perspectiva de la elección de 2008, los suspiros de Buchanan por la edad de oro –cuando él era el que escribía los discursos de Nixon y se esforzaba junto con Daniel Moynihan y Kevin Philips por transformar la incipiente reacción blanca en una “nueva mayoría republicana”– parecían poco más que un grito sordo desde el hogar para reaccionarios avejentados. Incluso más oscura –al menos para cualquiera con menos de 90 años de edad– fue su incesante invocación de “América primero”: el lema del movimiento aislacionista de 1939-1941 que unió por tiempo breve a pacifistas y socialistas como Norman Thomas con admiradores confesos del régimen nazi como Charles Lindbergh.

Sin embargo, la narrativa arcaica que cultiva Buchanan, junto con el Nixon demoníaco que conjura para que salga de la oscuridad, se ha convertido de pronto en el guion embrujado de la mayor sorpresa política de la historia de EE UU. Tanto si Trump se ha formado a la sombra de Buchanan como si simplemente vibra exactamente a la misma frecuencia, la coincidencia de ideas es extraordinaria. “¿Cuál ha sido el logro de Trump?”, preguntó el lunes el blog de Buchanan. “Trump no generó las fuerzas que propulsaron su candidatura. Pero las reconoció, las aprovechó y desató un vendaval de nacionalismo y populismo que no amainará pronto.” ¿El establishment Republicano? “La dinastía [Bush] está tan muerta como los Romanov.”

También están muertas, dice Buchanan, las normas tradicionales de la democracia. Reconoce abiertamente que Trump ha mentido, ha engañado y se ha abierto a codazos el camino del nombramiento como candidato y ahora de la presidencia. “¿Por qué?, pregunta un establishment alarmado. ¿Por qué el apoyo a Trump se ha mantenido a pesar de todo esto? ¿Por qué el pueblo estadounidense no ha reaccionado como lo habría hecho antaño?… Respuesta: somos otro país, un país de nosotros o ellos.” Los países de “nosotros o ellos”, desde luego, son tradicionalmente terreno abonado para el fascismo. Los expertos se han autoengañado diciendo que las ideas y propuestas de Trump eran incoherentes y por tanto no eran un bagaje serio para la política. Pero sí tienen mucho sentido, y muy peligroso, en la nixonlandia de Buchanan. La resistencia necesita leer el original.

Un comentario personal: anoche declararon la guerra a mis hijas. Tengo dos. Casey (13 años) no lloraba desde que dejó de ser pequeña, pero ahora lloró amarga e inconsolablemente. Roisin (29 años) pasó la velada a las puertas de la sede de Trump en Manhattan con algunos aturdidos periodistas irlandeses. A las 2 de la madrugada me telefoneó tratando de describir lo que acababa de ver.

Déjà vu. En la víspera de la elección de 1972, una amiga y yo logramos colarnos en el mitin final de campaña de Nixon, un acto que recordaba a Núremberg en el aeropuerto de Ontario en California. Gritamos “Ho, Ho, Ho Chi Minh” un par de veces cuando los Reagan y los Nixon pasaban por la alfombra roja. Claro que de inmediato nos golpearon y echaron a patadas. Lo que desde entonces siempre me ha obsesionado no es la furia y el odio reaccionarios –que todos nosotros habíamos experimentado tantas veces antes–, sino más bien el éxtasis repulsivo de la turba delante de sus deidades. Me trajo a la memoria un relato que había leído una vez sobre el sentimiento de compañerismo inducido entre caníbales mientras se daban un festín a costa de sus enemigos: es decir, de nosotros.

10/11/2016

Mike Davis es sociólogo, teórico urbano, historiador y activista político, y editor de la New Left Review.

http://www.theragblog.com/mike-davis-the-undead/

Traducción: VIENTO SUR

(Visited 98 times, 1 visits today)