El tiempo para una acción real que haga frente a la emergencia climática está acabándose, pero en las cumbres climáticas, las COP, siguen actuando como si el engaño sirviera para evitar lo que se nos viene encima, y la COP28 no ha sido una excepción. Quizás sea necesario repetir, una vez más, a qué amenaza nos enfrentamos. Los impactos climáticos sufridos en el 2023 son una pequeña muestra de algo que alcanzará dimensiones aterradoras si no tomamos las medidas urgentes y contundentes que se requieren. Este año hemos vuelto a superar todos los récords de temperaturas y hemos tenido olas de calor extraordinarias. Entre junio y agosto tuvimos los meses más cálidos jamás registrados, alcanzándose unas temperaturas que posiblemente hayan sido las más cálidas en la Tierra en los últimos 100.000 años, según un estudio publicado por The American Institute of Biological Sciences.

La Organización Meteorológica Mundial, en su informe previo a la COP, destacó también otros récords del 2023, como la pérdida de hielo marino de la Antártida (lo que amenaza con una subida de nivel del mar mayor de la esperada), o el área quemada por incendios forestales en Canadá (lo que amenaza con pérdidas inexploradas de bosque boreal por todo el hemisferio norte). También destacó los episodios meteorológicos extremos, como el ciclón mediterráneo Daniel, que asoló Grecia, Bulgaria, Turquía y Libia; el Freddy, que fue devastador en Madagascar, Mozambique y Malawi; o el Mocha, que fue uno de los más intensos jamás observados en Asia del Sur. El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, dijo poco antes de la COP que "este año comunidades de todo el mundo han sido víctimas de incendios, crecidas y temperaturas abrasadoras. Los récords de calor registrados en todo el mundo deberían provocar escalofríos a los líderes mundiales".

Todo eso sucede cuando el calentamiento global alcanzado es de 1,2 ºC respecto a los valores preindustriales. Los científicos nos habían dicho que superar un calentamiento global por encima de 1,5 ºC era peligroso para el conjunto de la humanidad, y que de ninguna manera deberíamos llegar a un calentamiento de 2 ºC; sin embargo, en el 2023 hemos tenido 38 días con temperaturas medias mundiales superiores a 1,5 °C, y ya sabemos que el calentamiento global de 1,5 ºC (el que se da cuando ese incremento se mantiene de forma consistente durante varios años) se alcanzará en torno al 2030, lo que nos lleva a un calentamiento de 3 ºC en este siglo (según la estimación de Global Carbon Project). O así será si no hacemos lo que tenemos que hacer para impedirlo.

El calentamiento global crece porque las emisiones de gases de efecto invernadero crecen, y, pese a las tres décadas que llevamos de compromisos climáticos y de COP anuales, no cesan de crecer. El IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas) dijo que, para mantener el clima en una zona segura, las emisiones de gases de efecto invernadero debían haberse reducido en el 2030 un 43 % respecto a las del 2019, y muchos gobiernos se sumaron a tal propósito, pero el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente) analizó los planes concretos de los gobiernos antes del inicio de la COP28 y mostró que las emisiones en el 2030 solo habrán disminuido un 2 % respecto a las del 2019, y eso siempre y cuando los gobiernos cumplan sus compromisos, de modo que es fácil que ni siquiera se logre esa nimia reducción.

En la COP28, por primera vez, se ha hablado de aquello que es la causa principal de que las emisiones no desciendan: el consumo de combustibles fósiles. En la COP26 de Glasgow se adoptó una débil resolución sobre el carbón (después incumplida), pero el petróleo y el gas nunca habían sido mencionados ni puestos en cuestión en ningún documento final de una COP. Esta vez se ha hecho y ello constituye un logro histórico.

Pero las conclusiones de la COP28 van por un lado y la realidad fosilista por otro: los planes producción de combustibles fósiles que los gobiernos tienen en estos momentos fueron analizados por el PNUMA antes de la COP y lo que este organismo nos dijo fue que "los planes de los gobiernos provocarán aumentos, en todo el mundo, en la producción de carbón hasta 2030, y en la producción de gas y petróleo hasta 2050, cuanto menos".

Todos los países que tienen petróleo y gas (puede que con la excepción de Colombia) están trabajando para mantener o aumentar la producción tanto como les sea posible, y eso no es algo que se haya puesto en cuestión en el documento final la COP. Ni siquiera se ha hecho mención a esos planes denunciados por el PNUMA. Todo lo que se dice sobre los combustibles fósiles en ese documento (Balance Global) está en un párrafo de tres líneas (p. 5, artículo 28-d) que propone lo siguiente: "Hacer la transición para abandonar los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de manera justa, ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crítica, a fin de lograr cero emisiones netas para 2050, de acuerdo con la ciencia".

La frase en sí constituye un gran avance histórico, pero es tan insuficiente que lo deja todo como estaba. Una verdadera resolución para la reducción del consumo de combustibles fósiles hubiera contemplado plazos, porcentajes, formas de hacerlo, sanciones por incumplimientos…; hubiera señalado los sectores económicos que deben ser reducidos, los cambios necesarios en las formas de producción, de transporte y de consumo; hubiera hablado del sistema agrícola, del consumo de proximidad, de la relocalización de empresas, y de tantas otras casas imprescindibles para empezar a reducir de verdad el uso de los combustibles fósiles.

Pero nada de eso se ha planteado. ¿Por qué no se han esbozado siquiera algunos plazos y porcentajes concretos, más allá de la referencia genérica al 2050? Porque los gobiernos saben que van a seguir manteniendo el consumo de combustibles fósiles. Es más, también saben que los van a seguir subvencionando con dinero público. Prueba de ello es que la mención que se hace de las subvenciones (que alcanzaron 1,3 billones de dólares en el 2022, según un informe del FMI) en el documento final de la COP es tremendamente ambigua, pese a la insistencia del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, de ponerlas en cuestión.

Las intenciones de aquellos gobiernos que han batallado en la COP por una resolución que mencionara el abandono de los combustibles fósiles pueden haber sido sinceras, no hay por qué ponerlo en duda; y realmente han logrado un hito. El problema es que esos gobiernos más comprometidos con la lucha climática lo fían todo al desarrollo de las energías renovables y la eficiencia energética, y va siendo hora de asumir lo que ya está más que evidenciado: que solo con eso no reduciremos el consumo de combustibles fósiles.

La eficiencia energética y las energías renovables han crecido mucho en las tres últimas décadas, pero los combustibles fósiles también, y ello se debe a que el gasto energético no ha cesado de aumentar. El mundo gastaba unos 340 exajulios de energía por año en 1990; en el 2000, gastaba 380; en el 2010, gastaba 480; y a inicios de la presente década eran ya 595 (según el Statistical Review of World Energy). El incremento ha sido mayor cada década, por lo que el aumento de las renovables no ha podido librarnos de los combustibles fósiles. Y así será en las próximas décadas si el crecimiento económico se mantiene, algo que ningún gobierno parece poner en duda.

Debemos abandonar un sistema basado en el crecimiento económico constante, que a su vez requiere un incremento paralelo del consumo energético. No hay más alternativa que el decrecimiento si de verdad queremos hacer frente a la amenaza climática. Debemos replantear todo el sistema de producción y consumo para ir a un modelo que no valore su éxito por el crecimiento del PIB y los beneficios empresariales, sino por la satisfacción de las necesidades de la población. Tenemos que ir hacia una economía pública y comunitaria que pueda eliminar el consumo suntuario y reducir el gasto energético. Solo así haremos esa "transición para abandonar los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de manera justa, ordenada y equitativa", que dice el documento final de la COP28.

Miguel Pajares es miembro de Ecologistes en Acció, experto en migraciones climáticas.

14/12/2023

Artículo escrito para Directa

 

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