En julio de 2020, el presidente Emmanuel Macron confió al historiador Benjamin Stora la misión de redactar “un informe sobre cuestiones memoriales relacionadas con la colonización y la guerra de Argelia”, con el objetivo de afirmar “una nueva voluntad de reconciliación de los pueblos francés y argelino” basada en un “trabajo de memoria, verdad y reconciliación” [mfn]1/ Benjamin Stora, Rapport : “Les questions mémorielles portant sur la colonisation et la guerre d’Algérie”, enero 2021, p. 2, disponible en la web elysee.fr[/mfn]. Un día antes de que se presentara el informe, los servicios de Presidencia indicaban: “Se prevén actos simbólicos, pero no habrá arrepentimiento ni excusas” [mfn]2/ Despacho de AFP del 20 de enero 2021 a las 15:30 h.[/mfn]. Con estas precisiones, el presidente de la República retomó el vocabulario de la extrema derecha, que ha denunciado durante décadas las exigencias de verdad histórica como una solicitud de arrepentimiento.

La exigencia legítima del reconocimiento de la colonización como un crimen de lesa humanidad se transforma así en exigencia de arrepentimiento. De ese modo, la cuestión pasa del campo de la política y de la caracterización de una de las formas más viles de explotación al de la moral y a una panoplia de contrición. En el pueblo argelino (al igual que entre los activistas anticolonialistas de Francia) no hay mucha gente que exija excusas, más bien siempre se ha exigido el reconocimiento de toda la verdad sobre los horrores de la colonización (y no solo los de la guerra argelina).

El contenido y la lógica del Informe Stora
Digámoslo de entrada: muchas de las cuestiones desarrolladas en el informe son pertinentes y es agradable leerlas en un informe oficial. No puede más que satisfacernos la recomendación del “reconocimiento por parte de Francia del asesinato de Ali Boumendjel” (p. 96) o la de la “entrada en el panteón de Gisèle Halimi, una gran figura femenina opuesta a la guerra de Argelia” (p. 100). Sin embargo, como señala la sobrina de Ali Boumendjel, hay que preguntarse sobre las razones y, especialmente, la consecuencia de singularizar a algunas personas:

“Cuando leí el informe, me sorprendió que el historiador francés hablara particularmente de Ali Boumendjel. ¡Por qué distinguirlo, cuando el Movimiento Nacional Argelino y la batalla de Argel en particular produjeron otros Ali Boumendjel! Hay tantas personas anónimas que sufrieron el terrible destino de asesinatos y torturas. ¿Por qué destacarlo en la comunidad de mártires argelinos?” [mfn]3/ Fadhila Chitour-Boumendjel, “Nous avons gagné la guerre, nous ne sommes pas demandeurs d’excuses” (Hemos ganado la guerra, no somos demandantes de excusas), disponible en la web liberte-algerie.com[/mfn].

El reconocimiento de algunos innobles asesinatos solo puede ser un paso positivo si no se utiliza como pretexto para negar las dimensiones sistémicas y totales de la violencia colonial, desde el comienzo de la conquista hasta la independencia.

La lógica de reconocer abusos, escándalos, derivas, etc., para oscurecer mejor la naturaleza consustancialmente violenta de la colonización no es nueva. Es la misma lógica que encontramos en la denuncia de la violencia de la guerra argelina en un contexto de silencio ensordecedor sobre la violencia de la conquista y luego sobre la de 132 años de colonización. Benjamin Stora no es una excepción en esta tendencia a disociar la violencia de una secuencia (la guerra de Argelia) de la de todo el período colonial.

Es cierto que aborda la violencia de la conquista y la colonización, pero de una manera alusiva; la mayor parte de su informe sigue centrada en el período de la guerra de Argelia. Además, el Informe Stora minimiza el alcance de la violencia de la conquista que el historiador Gilbert Meynier evalúa de la siguiente manera, solo en relación a muertes: “En total, tal vez hubo de un cuarto a un tercio de la población argelina que desapareció de 1830 a 1870” [mfn]4/Gilbert Meynier, “L’Algérie et les Algériens sous le système colonial. Approche historico- historiographique”, Insaniyat, Revue Algérienne d’anthropologie et de sciences sociales, n° 65-66, 2014, p. 13[/mfn]. Sobre la base de los datos demográficos disponibles, el demógrafo del INED Kamel Kateb considera que las pérdidas argelinas relacionadas con la conquista colonial son aún mayores:

“De 1830 a 1856, la población argelina cayó de unos 5 a 3 millones a unos 2,3 millones. (...) Sobre la base de estas cifras, podemos establecer que Argelia perdió entre el 30 y el 58% de su población en los primeros cuarenta y dos años (1830-1872) de la colonización francesa” [mfn]5/ amel Kateb, “Européens, Indigènes et Juifs en Algérie (1830 -1962)”, Travaux et Documents de l’INED, 145, PUF -INED, Paris, 2001.[/mfn].

Se guarda un silencio deliberado sobre estas cifras (que Benjamin Stora conoce perfectamente puesto que escribió el prefacio del libro de Kamel Kateb). Las enfumades [mfn]6/ Enfumades: Asfixia de personas encerradas en una gruta haciendo fuego a la entrada para consumir el oxígeno. Con ese método fueron asesinadas miles de personas, incluso tribus enteras (N d T)[/mfn], el exterminio de poblaciones enteras, la horrible hambruna de 1866-1868, etc., están simplemente ausentes de un informe que se supone que promueve la “verdad y la reconciliación”. Estas ocultaciones permiten esconder lo que Youcef Girard llama con razón: “El pasado genocida de Francia en Argelia” [mfn]7/ Youssef Girard, “Le passé génocidaire de la France en Algérie”, 26 décembre 2011, disponible en la web ism-france.org[/mfn].
Tener en cuenta la dimensión genocida de la conquista hace imposible reducir el debate a una disputa sobre los recuerdos, por un lado, y a tratar de forma equivalente las diferentes memorias, por otro. El Informe Stora “pone al mismo nivel víctimas y verdugos, colonizadores y colonizados, expoliadores y expoliados, torturadores y torturados” [mfn]8/Ahmed Rouadjia, “C’est une compilation fade et insipide”, 24 janvier 2021, disponible en la web lexpressiondz.com[/mfn], resume el historiador y sociólogo Ahmed Rouadjia.

En esta lógica, un crimen de lesa humanidad se convierte en equivalente de una guerra fratricida

No se puede entender nada sobre las formas adoptadas por la lucha por la independencia en Argelia sin hacer un balance de esta violencia congénita de la colonización y de los asentamientos en particular. Queriendo estar por encima de la refriega, el historiador que acepta la función de asesor del príncipe intenta reconocer sin ofender a las personas nostálgicas de la Argelia francesa, lo que le lleva a emplear eufemismos constantemente.

Para ello se ve obligado a establecer una lógica de equivalencia entre todos los actores que parecen ser corresponsables en su conjunto de la violencia de la guerra argelina. En resumen, en esta lógica, un crimen de lesa humanidad se convierte en equivalente de una guerra fratricida. A partir de ahí se entienden las numerosas reacciones negativas al Informe Stora en Argelia, donde ninguna familia, ninguna estructura social, ninguna estructura cultural escapó a la obra de destrucción total que conllevó la colonización con asentamientos.

Es precisamente el alcance del trauma colectivo lo que hace que la cuestión de los archivos, ampliamente abordada en el Informe Stora, sea tan fundamental. Existe una demanda argelina de restitución de todos los archivos repatriados en el momento de la independencia: los de la Argelia precolonial, que desmienten la imagen de una Argelia salvaje disponible para una actividad civilizadora; los de la conquista, que ponen de relieve la violencia de exterminios masivos; los de todo el período colonial, que destacan, entre otras cosas, el alcance de la violencia que supuso el despojo de tierras, y, finalmente, los de la guerra de Argelia.

Lógicamente, en sentido inverso, en Francia hay quienes se oponen a cualquier restitución de los archivos porque los consideran un símbolo de la soberanía nacional. Al igual que con los otros temas abordados en el informe, Benjamin Stora propone una tercera vía que consiste en devolver los archivos de gestión (catastro, transporte, cámara de comercio, etc.), pero manteniendo en Francia los archivos de soberanía, es decir, los producidos por el aparato estatal (defensa, justicia, etc.). Esto equivale a “intentar nadar y guardar la ropa”, resume el periodista argelino Mohamed Kouini:

“Las 22 recomendaciones de este informe de 146 páginas abundan mucho más en gestos simbólicos, enfoques más centrados en acontecimientos particulares o conmemorativos, que en un deseo real de hacer que surja la verdad o las verdades o restaurar los derechos. Las y los colonizados y colonizadores de Stora se encuentran en el mismo nivel. El sentimiento de las 22 recomendaciones del historiador sugiere que está tratando de nadar y guardar la ropa o incluso salir de esta misión, que le fue confiada por el jefe de Estado, ileso y sin causar resentimiento en Francia” [mfn]9/ Mohamed Kouini, “Histoire coloniale: un rapport décevant de Benjamin Stora”, accesible en la web jeune-independant.net[/mfn].

La verdad histórica ante la prueba de la correlación de fuerzas
El Informe Stora es de hecho un paso atrás en comparación con las declaraciones de Emmanuel Macron durante su visita a Argel en febrero de 2017. Abordaremos más adelante las razones que llevaron a Emmanuel Macron, entonces candidato a la presidencia de la República, a tales declaraciones, que rompieron con la cerrada negación anterior. El 15 de febrero de 2017, le dijo a un periodista de Echorouk TV:

“Creo que es inaceptable glorificar la colonización. Algunos, hace poco más de diez años, querían hacer esto en Francia. Nunca me oirás decir este tipo de cosas. Siempre he condenado la colonización como un acto de barbarie. Lo hice en Francia, lo hago aquí. (...)
La colonización es parte de la historia francesa. Es un crimen, es un crimen de lesa humanidad, es una verdadera barbarie. Y forma parte del pasado que debemos mirar de frente, presentando nuestras excusas a quienes hemos agredido con esas actuaciones” [mfn]10/ Patrick Roger, “Colonisation : Les propos inédits d’Emmanuel Macron font polémique”, Le Monde, 16 de febrero de 2017, accesible en la web lemonde.fr.[/mfn].

La declaración es aún más sorprendente en boca del candidato, porque contrasta con otra declaración que se remonta a unos meses atrás. En una entrevista con Le Point en noviembre de 2016, el mismo Macron ofrece una lectura completamente diferente de la colonización, detectando “elementos de barbarie” y “elementos de civilización”, es decir, ciertamente, un trabajo negativo, pero también un trabajo positivo: “En Argelia ha habido tortura, pero también el surgimiento de un Estado, riqueza, clases medias, esta es la realidad de la colonización. Ha habido elementos de civilización y elementos de barbarie” [mfn]11/ ibid.[/mfn].

¿Qué significan estas declaraciones contradictorias? En nuestra opinión, la respuesta a esta pregunta hay que buscarla en la diferencia de los contextos electorales, por un lado, y en las dificultades contemporáneas del imperialismo francés en África, por otro. La declaración de febrero de 2017 se lleva a cabo en medio de la campaña electoral en la que Macron juega la baza de presentarse como ni de derechas ni de izquierdas, adoptando una postura de transgresión y rompedora de los tabúes políticos, y se presenta como símbolo de una generación que no tiene ninguna responsabilidad en la guerra argelina. En este contexto, se trata de atraer los votos de las y los herederos de la inmigración poscolonial.

El Informe Stora, por su parte, se inscribe en un contexto de una emergencia pública, sin complejos, del discurso y actos islamófobos, con el objetivo de construir un escenario [de elección] presidencial binario: Macron-Le Pen, situando en el centro de la campaña presidencial los seudopeligros separatistas y/o comunitarios. En esta lógica, las y los votantes a seducir ya no son los herederos de la inmigración, como en 2017, sino los votantes de Rassemblement National (RN), de Marine Le Pen y, más ampliamente, todos los sensibles a los argumentos esencialistas y culturalistas que nuestros medios de comunicación han trivializado aún más intensamente en los últimos años. Sin embargo, esta primera razón no lo explica todo. En sí misma, se debería haber traducido en una simple reanudación del discurso chauvinista y el supuesto rechazo de cualquier crítica del período colonial. El Informe Stora y su afirmación de ser una tercera vía pragmática también reflejan el contexto internacional.

El imperialismo francés está confrontado desde hace decenios a pérdidas de posiciones en el plano económico, a un estancamiento en el plano militar y a un descrédito creciente entre las opiniones públicas africanas en el plano político. La multiplicación de las injerencias militares no ha tenido ningún efecto en el declive económico francés en África: “La constatación es innegable. Las intervenciones del ejército francés no han permitido que la antigua potencia colonial compense su declive económico en África, incluso en Libia, desde la caída del régimen de Muammar Gaddafi en 2011” [mfn]12/ Marc-Antoine Pérouse de Montclos et Thierry Hommel, “Militaires français en Afrique : un bon investissement ?”, 27 de enero 2020, accesible en la web lepoint.fr.[/mfn], resumen los economistas Marc-Antoine Pérouse de Montclos y Thierry Hommel.

Frente a la competencia de los países emergentes y en particular de China, por un lado, y de otras potencias imperialistas (en particular Alemania), por otro, la presencia económica francesa en África sigue disminuyendo: “En general, la participación de África en las exportaciones francesas se ha reducido a la mitad en veinte años, pasando del 11% en 2000 al 5% del total en 2017. Francia, principal exportador europeo a África hasta 2016, ha perdido su liderazgo ante Alemania” [mfn]13/ ibid.[/mfn], recuerdan los dos economistas.

Por lo tanto, si el intervencionismo militar francés tiene como objetivo contrarrestar el declive económico relativo del imperialismo francés, no es suficiente para lograr dicho objetivo. El Informe Stora revela esta preocupación angustiosa al indicar como uno de los motivos del trabajo memorial propuesto... el lugar de China en Argelia: “También podríamos añadir a estas cuestiones esenciales (...) profundizar nuestras relaciones económicas en un momento en que China ocupa una posición de liderazgo en el mercado argelino” (p. 46).

Políticamente, la situación en África no es mucho mejor para el imperialismo francés. Los principales movimientos populares que han sacudido el continente desde la década de 2010 (en Túnez, Egipto, Burkina Faso, Malí, Costa de Marfil, Argelia, etc.) han puesto de relieve el apoyo de París a los poderes establecidos en el preciso momento en que reprimían ferozmente a sus pueblos. Han surgido nuevas organizaciones políticas que cuestionan el franco CFA [nombre de dos monedas comunes de 14 países africanos], los Acuerdos de Asociación Económica, la presencia militar francesa en el Sahel, etc. De hecho, está surgiendo una nueva generación anticolonial en África que hace necesario un nuevo discurso ideológico.

Está surgiendo una nueva generación anticolonial en África que hace necesario un nuevo discurso ideológico 

Por tanto, es la correlación de fuerzas la que hoy en día obliga a la clase dominante a tratar de relegitimarse fingiendo romper con la negación anterior de la colonización y sus crímenes, por un lado, y con las prácticas neocoloniales, por otro. De esto se deriva la afirmación por parte de todos los jefes de Estado desde Mitterrand de un deseo de romper con la Françafrique, la propuesta de Macron de reformar el franco CFA para transformarlo en eco [mfn]14/ Nombre propuesto para una moneda común en la zona monetaria de África Occidental, cuyo lanzamiento está previsto para 2027. N d E.[/mfn] (sin renunciar a la paridad neocolonial fija entre el eco y el euro) y finalmente la proclamación de un deseo de salir de la negación de la historia colonial y sus horrores.

Sin embargo, la operación de cirugía estética e ideológica del imperialismo francés se enfrenta a las contradicciones internas de la clase dominante francesa. Algunos segmentos de esta no están dispuestos a salir de la negación de la historia colonial. El discurso sobre el arrepentimiento (que nadie exige en África) expresa esta resistencia. Las reacciones indignadas de la extrema derecha, una gran parte de la derecha y muchos cronistas mediáticos a la declaración de Macron en Argel en 2017 reflejan esta oposición.

El resultado es un vals político de tres pasos destinado a producir un nuevo consenso ideológico: un discurso de transgresión del consenso sobre la historia colonial (que a Macron le gusta particularmente), reacciones indignadas que piden rechazar el arrepentimiento y, finalmente, la propuesta de una tercera vía que se presenta como científica, objetiva, por encima de la refriega, rechazando la competencia victimaria, reconciliando todas las memorias, etc.
Ese vals no es nuevo. Todo el período de descolonización se caracterizó por la búsqueda de semejantes terceras vías. En la década de 1950, en un momento en que las luchas de liberación nacional se radicalizaban, la tercera vía propuesta fue la Unión Francesa Renovada que establecía la autonomía interna, presentada como una ruptura con la colonización. Defendiendo esta Unión, Gaston Deferre explicó significativamente: “No demos a entender que Francia solo emprende reformas cuando la sangre comienza a correr” [mfn]15/ Gaston Deferre, “Intervention devant le Conseil de la République”, L’Année politique, économique, sociale et diplomatique en France (1956), PUF, Paris, 1957, p. 64.[/mfn]. Podríamos parafrasear este punto actualizándolo: “No demos a entender que Francia solo reconoce su historia colonial y sus abusos cuando es expulsada económicamente de África”. De Gaulle, por su parte, pidió una ruptura con la “Argelia de papá” para poder mantener la “Argelia francesa”: “La Argelia de papá está muerta, y si no lo entendemos, moriremos con ella” [mfn]16/ Charles de Gaulle, 29 de abril de 1959, a Pierre Laffont, director de L’Echo d’Oran.[/mfn].

¿Blanquear la historia o repararla?
El encargo de Macron a Stora plantea el objetivo de la reconciliación entre los pueblos francés y argelino. La expresión “negativa al arrepentimiento” se ha difundido mediática y políticamente desde principios del nuevo siglo como el límite de esta reconciliación.

Macron la retoma hoy. Después de la ley sobre la “obra positiva de la colonización” de febrero de 2005, la “negativa al arrepentimiento” resurge regularmente en el debate político. Incluso se convierte en un punto de amplio consenso que va desde la extrema derecha al Partido Socialista con, al mismo tiempo, el avergonzado silencio de otras fuerzas políticas o personalidades de izquierda. Mitterrand, Hollande, Sarkozy, Chirac, Macron, etc., han denunciado este arrepentimiento que amenazaría a Francia, aunque, sin embargo, haya que dar el primer premio a Sarkozy que logra denunciar este espectro en casi todas sus intervenciones durante las elecciones presidenciales de 2007: “Detesto esta moda del arrepentimiento”, dijo en abril de 2007, “que expresa el odio a Francia y su historia. Detesto el arrepentimiento que quiere prohibirnos estar orgullosos de nuestro país, que es la puerta abierta a la competencia de las memorias, que enfrenta a los franceses entre sí según sus orígenes” [mfn]17/ Nicolas Sarkozy, discurso de Lyon del 5 abril 2007, disponible en la web vie-publique.fr[/mfn].

En realidad, solo estas personalidades eminentes y los intelectuales mediáticos que les acompañan hicieron y hacen referencia a un seudoarrepentimiento e incluso a la idea de excusarse. Los discursos sobre la negativa al arrepentimiento y sobre la guerra de memorias son, de hecho, una respuesta a otra reivindicación, esta muy real: la de las reparaciones por los crímenes de lesa humanidad que fueron la trata, la esclavitud y la colonización. La Conferencia Mundial de las Naciones Unidas contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y la Intolerancia, celebrada en agosto y septiembre de 2001 en Durban, estableció un triple principio.

El primero es el de reconocer el carácter de crimen de lesa humanidad de la trata y la esclavitud, por un lado, y la naturaleza censurable de la colonización independientemente de dónde y cuándo ocurrió, por el otro. El segundo es el de reconocer los efectos sistémicos a largo plazo de la esclavitud y la colonización: “Los efectos y la persistencia de estas estructuras y prácticas han sido algunos de los factores que han contribuido a las persistentes desigualdades sociales y económicas en muchas partes del mundo hoy en día”. El tercero es el principio de una reparación por parte de los países esclavistas y colonizadores.

Como reacción a estos análisis y reivindicaciones, se desarrolla el cortafuegos del discurso sobre el arrepentimiento. La contraofensiva de los países imperialistas tenía como objetivo, y lo sigue teniendo, enmascarar las dos cuestiones reales: la de la caracterización como un crimen de lesa humanidad y la de la reparación. El Informe Stora evade por completo estas dos cuestiones formuladas en Durban. El recurso a eufemismos sobre la violencia colonial, así como la limitación de las recomendaciones a la esfera simbólica, están en las antípodas de los trabajos de Durban:

“Destacamos la importancia y la necesidad (...) de enseñar los hechos y la verdad de la historia, las causas, la naturaleza y las consecuencias del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de la intolerancia para que las tragedias del pasado se conozcan de manera completa y objetiva (...). Reconocemos y lamentamos profundamente el inmenso sufrimiento humano y el trágico destino sufrido por millones de hombres, mujeres y niños como resultado de la esclavitud, de la trata de esclavos, de la trata transatlántica de esclavos, del apartheid, del colonialismo y del genocidio; los Estados implicados deben honrar la memoria de las víctimas de las tragedias pasadas y afirmamos que estas deben ser condenadas independientemente de la época y el lugar en que ocurrieron, y que hay que impedir que vuelvan a ocurrir” [mfn]18/ ibid.[/mfn].

Contrariamente a esta exigencia de “enseñar los hechos y la verdad de la historia”, Benjamin Stora se pregunta en la introducción de su informe: “¿Tenemos que contarlo todo, revelar todo sobre los secretos de la guerra?” [mfn]19/ Benjamin Stora, “Les questions mémorielles portant sur la colonisation et la guerre d’Algérie”, op. cit., p. 5[/mfn]. En realidad, nos enfrentamos a la tentación de blanquear parte de la verdad histórica, para usar una expresión de Kamel Badaoui [mfn]20/ Kamal Badaoui, “Bref propos sur le dit rapport Stora”, publicado el 31 de enero de 2021.[/mfn].

La “banalización-eufemización” [mfn]21/ Hosni Kitouni, “Ce qui nous importe c’est le jugement que nous portons nous-mêmes sur la colonisation”, El Watan, 24/01/2021, disponible en la web elwatan.com[/mfn] (utilizamos el término del historiador argelino Hosni Kitouni) del pasado colonial en el Informe Stora está en las antípodas de la necesidad de la verdad histórica de los pueblos francés y argelino. Nunca se pasa una página sangrienta de la historia sin leerla hasta el final. Y la necesidad de desapasionar el trabajo histórico no debe confundirse con la desencarnación de la historia producida por la lógica de la equivalencia en general y del Informe Stora en particular.

La caracterización del período colonial no puede aceptar ninguna ambigüedad: estamos ante crímenes de guerra, crímenes de Estado y crímenes de lesa humanidad. Lo que está en juego en esta batalla por la verdad histórica va más allá de Argelia. Los crímenes coloniales, en particular en Madagascar o Camerún, aún están ocultos en gran medida. A los pueblos no les importa el seudoarrepentimiento. La necesidad está en otra parte. Está tanto en el reconocimiento público de lo que realmente fue el período colonial como en la lógica de las reparaciones que resultan de él.

Said Bouamama es sociólogo, de nacionalidad argelina y residente en Francia

https://www.contretemps.eu/rapport-stora-colonialisme-france-macron-racisme/

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

 

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