Promise Li es un activista socialista de Hong Kong y Los Ángeles, miembro de Tempest y Solidarity (Estados Unidos). Participa activamente en la solidaridad internacional con los movimientos de Hong Kong y China, en la organización de los inquilinos, contra las políticas antigentrificación y en la organización de los trabajadores de base.

Federico Fuentes: A lo largo del último siglo, hemos visto cómo el término imperialismo se utilizaba para definir distintas situaciones y, en otras ocasiones, era sustituido por conceptos como globalización y hegemonía. Teniendo esto en cuenta, ¿qué valor sigue teniendo el concepto de imperialismo y cómo se define el imperialismo? Y a la hora de definir el imperialismo, ¿qué parte de los escritos de Vladimir Lenin sobre el tema sigue siendo relevante? ¿Qué elementos, si los hay, han sido superados por la evolución posterior?

Promise Li: El concepto de imperialismo, especialmente tal y como lo teorizaron los marxistas clásicos, sigue siéndonos útil hoy en día, pero necesitamos calibrar sus análisis y actualizarlos a las condiciones contemporáneas. La observación de Lenin en El imperialismo, fase superior del capitalismo, escrito en 1916, de que un rasgo característico del imperialismo es el capital financiero suena a verdad, quizás incluso más hoy que en su época dada la expansión masiva del capital financiero. Y lo que es más importante, el imperialismo global sigue siendo una formación volátil –no una “cooperación pacífica” entre capitalistas, como aventuró Karl Kautsky– que presenta una “rivalidad entre varias grandes potencias en la lucha por la hegemonía”, como describió Lenin.

Lenin dijo que “la definición más breve posible de imperialismo” es “la fase monopolista del capitalismo”. Si esto representa una etapa avanzada del capitalismo que comenzó en su época, entonces estamos viviendo actualmente las etapas avanzadas de esta etapa avanzada. Los monopolios no han hecho más que crecer y consumirlo todo. Los capitalistas están encontrando formas aún más intrincadas de fusionarse y asociarse entre sí: desde instituciones multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), hasta propietarios universales como Black Rock y Vanguard, que poseen acciones mayoritarias en asociaciones estatales o público-privadas asociadas con países de bloques geopolíticos supuestamente rivales. Lenin también describe cómo “los monopolios, que surgen de la libre competencia, no la eliminan, sino que existen por encima de ella y al lado a ella, engendrando así contradicciones, fricciones y conflictos agudos e intensos”. Esta contradicción entre monopolios y competencia no ha hecho sino intensificarse con el auge de la multipolaridad. 

Así pues, el surgimiento de una nueva era de rivalidad interimperialista dista mucho de ser lineal y no perturba de forma clara la hegemonía imperial del capital occidental. En este sentido, creo que no prestamos suficiente atención a otras teorías marxistas clásicas del imperialismo más allá de Lenin. Aunque no muy desarrollada, la formulación del imperialismo de Rosa Luxemburg en La acumulación del capital entiende correctamente el imperialismo como una “expresión política del proceso de acumulación del capital en su lucha para conquistar los medios no capitalistas que no se hallen todavía agotados. Geográficamente, estos medios abarcan, todavía hoy, los más amplios territorios de la tierra”. Considera el imperialismo como una forma de describir no simplemente las características de las distintas potencias imperialistas, sino la lógica misma de cómo se desarrolla la economía mundial capitalista, apuntando hacia el desarrollo de nuevos actores en la facilitación de un proceso global de acumulación de capital. Nikolái Bujarin amplió esta idea en El imperialismo y la economía mundial identificando una característica dialéctica en el sistema mundial capitalista, que es tanto “una internacionalización del capital” como “un proceso de nacionalización del capital”.

El enfoque de Luxemburg y Bujarin sobre el imperialismo como un proceso global unificado (aunque plagado de tensiones internas) nos permite comprender el nuevo auge de los bloques económicos nacionales, las tensiones geopolíticas y las formas de nacionalismo industrial que han surgido dentro de una economía mundial más interdependiente que nunca. Las declaraciones sobre el declive del neoliberalismo son prematuras: en realidad, lo que vemos hoy es solo una reconfiguración de diferentes capitales estatales que están integralmente conectados a través de la financiarización. Las nuevas políticas industriales y los nacionalismos no hacen sino dictar nuevos términos en los que persiste la globalización. Por un lado, los economistas exageran el descenso de las importaciones chinas a Estados Unidos: en realidad, la mayoría de estas mercancías solo se desvían a través de países como México y Vietnam. La clase trabajadora, especialmente en el Sur Global, sigue siendo explotada. Puede que las nuevas alianzas y rivalidades barajen las relaciones entre las distintas burguesías del Sur Global y los imperialistas tradicionales, pero la estructura central del imperialismo global sigue siendo muy duradera. 

Por supuesto, la concepción de Lenin y Bujarin de la rivalidad interimperialista sigue siendo relevante. Pero, a diferencia de la Primera Guerra Mundial, la interdependencia económica incluso entre bloques geopolíticos –reforzada por los nuevos organismos financieros multilaterales– establece nuevos términos a través de los cuales toma forma la rivalidad interimperialista. Por ejemplo, como señalan economistas como Minqi Li [mfn]Minqi Li, “China: Imperialism or Semi-Periphery?”, Monthly Review, 1/07/2021: https://monthlyreview.org/2021/07/01/china-imperialism-or-semi-periphery/[/mfn] y Michael Roberts [mfn] Michael Roberts, “IIPPE 2021: imperialism, China and finance”, https://thenextrecession.wordpress.com/2021/09/30/iippe-2021-imperialism-china-and-finance/[/mfn], países como China reciben menos valor que el que exportan. Pero como ha señalado John Smith (2023), dinámicas como esta no son lo único que determina si un país es imperialista. Smith menciona el imperialismo de los recursos como una forma de imperialismo que va más allá de la transferencia de valor y que estos países practican junto a las potencias imperialistas occidentales tradicionales. La política revanchista también refuerza el horizonte imperialista de imperialismos en ascenso como Rusia. Como admite abiertamente el presidente ruso Vladimir Putin, el interés de Rusia en asegurar su esfera de influencia en Ucrania por medios violentamente expansionistas va más allá de la presión de la OTAN (que sin duda desempeña un papel clave, aunque no omnímodo, en la configuración de la invasión rusa).

La persistencia de las tradicionales pretensiones imperiales occidentales (evidenciada por la respuesta de Francia a los acontecimientos en Níger) y las renovadas pretensiones revanchistas de las potencias imperialistas en ascenso confirman otra característica clave del imperialismo que identificó Lenin basándose en Rudolf Hilferding: entre los innumerables antagonismos sociales intensificados por el imperialismo, uno clave es “la intensificación de la opresión nacional”. Rohini Hensman [mfn]Rohini Hensman, “Socialist Internationalism and the Ukraine War”, 2/06/2022, https://www.historicalmaterialism.org/blog/socialist-internationalism-and-ukraine-war[/mfn] subraya la persistencia del “chovinismo étnico” en la actualidad, que Lenin destacó como una característica fundamental no sólo del bloque gobernante, sino también de los trabajadores, e incluso de los socialistas, de la nación opresora. Igualmente importante, el hecho de que ciertas naciones opresoras estén subordinadas a potencias imperialistas más fuertes en el sistema mundial no borra la legitimidad de los movimientos de liberación nacional contra esas naciones, tal y como subrayó Lenin en sus escritos sobre la autodeterminación nacional. Lenin escribió que “Rusia, por ejemplo, depende por entero, en el aspecto económico, del poderío del capital financiero imperialista de los países burgueses ricos (…) también la América del siglo XIX ha sido, en el aspecto económico, una colonia de Europa (…) pero nada de ello viene a cuento con relación a los movimientos nacionales y al Estado nacional” (1976a [1914]: 101). En otras palabras, las potencias imperialistas occidentales no tienen el monopolio del imperialismo y el chovinismo nacional –los constantes ataques de Lenin contra el chovinismo gran ruso lo ponían de relieve–. Con el surgimiento de nuevos países imperialistas y capitalistas avanzados fuera del bloque occidental, debemos recordar cómo Lenin subrayó el derecho de las naciones a la autodeterminación, incluso el de aquellas atrapadas entre potencias imperialistas. 

Por supuesto, ningún principio debe ser tan absoluto que –como Lenin criticó a Kautsky por militarizar la liberación nacional serbia contra Austria para justificar el apoyo socialista a la guerra imperialista– justifique “cualquier examen aislado de un objeto”. Al mismo tiempo, también se negó a deslegitimar dogmáticamente todos los movimientos de liberación nacional sólo porque son utilizados como armas por otros actores imperialistas: 

La circunstancia de que la lucha por la libertad nacional contra una potencia imperialista puede ser aprovechada, en determinadas condiciones, por otra gran potencia para conseguir fines igualmente imperialistas no puede obligar a la socialdemocracia a renunciar al reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación, de la misma manera que los repetidos casos de utilización de las consignas republicanas por la burguesía con fines de fraude político y de saqueo financiero (por ejemplo, en los países latinos) no pueden obligar a los socialdemócratas a renunciar a su republicanismo (Lenin, 1976b [1916]: 355).

La clave es no andar con generalidades, sino que

para analizar cualquier problema social, se le encuadre en un marco histórico determinado y, después, si se trata de un solo país (por ejemplo, de su programa nacional para un país determinado), que se tengan en cuenta las particularidades concretas que distinguen a este país de los otros en una misma época histórica (Lenin, 1976a [1914]: 103). 

El ascenso del fascismo y la intensificación de los enredos entre la guerra interimperialista y los diferentes movimientos de liberación nacional en la Segunda Guerra Mundial exigieron un nuevo enfoque de las cuestiones de la liberación nacional y el antiimperialismo (que Ernest Mandel (2015) se atrevió a responder). Del mismo modo, debemos actualizar nuestros análisis para tener en cuenta a los antiguos imperialismos y a los imperialismos emergentes a fin de potenciar de forma más eficaz los movimientos revolucionarios, no solo en un sitio, sino para quienes han vivido legados políticos muy diferentes, desde el capitalismo burocrático de los antiguos “Estados socialistas realmente existentes” hasta los horrores de la terapia de choque neoliberal bajo las “democracias liberales”. 

F. F.: Tras la caída de la Unión Soviética y el final de la Guerra Fría, la política mundial parecía dominada en gran medida por guerras que pretendían reforzar el papel del imperialismo estadounidense como único hegemón mundial. Sin embargo, en los últimos años parece estar produciéndose un cambio. Mientras que Estados Unidos se ha visto obligado a retirarse de Afganistán, hemos visto cómo Rusia invadía Ucrania, cómo China ampliaba su papel económico en el extranjero e incluso cómo naciones relativamente más pequeñas, como Turquía y Arabia Saudí, desplegaban su poder militar más allá de sus fronteras. En términos generales, ¿cómo entenderías la dinámica actual del sistema imperialista mundial?

P. L.: Quiero recuperar un término acuñado por primera vez por el marxista alemán August Thalheimer, y ampliado por el marxista austriaco-brasileño Erich (Erico) Sachs y otros miembros del colectivo marxista brasileño Política Operária (POLOP), que describe adecuadamente el sistema imperialista mundial actual: “cooperación antagónica”. El término fue utilizado por Thalheimer, siguiendo el análisis de Bujarin del sistema mundial capitalista como una unidad contradictoria en Teoría económica del periodo de transición, para dar cuenta de cómo pueden existir tensiones agudas e incluso violentas entre los Estados capitalistas, mientras todos siguen manteniendo el mismo proceso global de acumulación de capital. Como describe el programa de POLOP de 1967 [mfn]https://www.marxists.org/portugues/tematica/livros/diversos/polop.htm[/mfn], la cooperación antagónica ilustra “una cooperación dirigida a la conservación del sistema y que tiene su base en el propio proceso de centralización del capital, y que no elimina los antagonismos inherentes al mundo imperialista”. Los teóricos del POLOP fueron más allá de Thalheimer para especificar que ese impulso de preservar las relaciones sociales capitalistas puede caracterizar a las clases dominantes que expresan una política exterior “antiimperialista”. Los sentimientos antiimperialistas del pueblo pueden forzar a estas burguesías hacia esta posición, pero, a su vez, “este nacionalismo, a menudo aprovechado por las burguesías nativas, sirvió de presión a las potencias imperialistas para mejorar los términos de sus relaciones económicas [lo que garantizó] que la continuidad de la explotación imperialista quedara asegurada tras la retirada de los ejércitos coloniales”.

Esto describe perfectamente las acciones de los países BRICS+ en la actualidad. Patrick Bond, Ana García y Miguel Borba (2021), entre otros economistas políticos, llevan tiempo señalando cómo estos regímenes “hablan por la izquierda, caminan por la derecha”. Las crecientes rivalidades entre los distintos Estados no anulan la interdependencia. En la práctica, a pesar de su retórica antiimperialista, los BRICS han desaprovechado innumerables oportunidades de liberarse de la hegemonía económica occidental. El Nuevo Banco de Desarrollo, promocionado por algunos como una alternativa a las instituciones bancarias occidentales para el Sur Global, formalizó recientemente [mfn]https://www.worldbank.org/en/news/press-release/2016/09/09/world-bank-group-new-development-bank-lay-groundwork-for-cooperation [/mfn] su asociación con el Banco Mundial. Bond observa [mfn]Patrick Bond, “Brics joins the reigning world order”, Mail & Guardian 31/03/2017: https://mg.co.za/article/2017-03-31-00-brics-joins-the-reigning-world-order/[/mfn] que China ha aumentado y consolidado el tercer mayor poder de voto en el FMI, incluso ganando algo a expensas de países del Sur Global como Nigeria y Venezuela. Las asociaciones público-privadas y los inversores institucionales [mfn]https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/ 18681026231188140, así como: https://on­linelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/nti. 12725[/mfn] representan formas en que Arabia Saudí, China, Brasil, etc., desarrollan nuevos nodos de acumulación y perpetúan los ya existentes en colaboración con Occidente. La rivalidad entre Estados Unidos y China ha llevado a una cierta desvinculación estratégica de las industrias, del mismo modo que muchas materias primas están siendo simplemente desviadas a través de terceros. La terrible invasión rusa de Ucrania introdujo, supuestamente, una nueva era de aislamiento occidental del capital ruso mediante sanciones, pero el Consorcio del Oleoducto del Caspio [mfn]https://crudeaccountability.org/the-caspian-pipeline-consortium-russian-and-western-accountability-in-the-oil-and-gas-sector-during-wartime/[/mfn] –en el que trabajan ejecutivos de Chevron junto a empresas rusas sancionadas– continúa sin interrupción. Las crecientes tensiones entre China e India son un ejemplo de cómo también existen contradicciones potencialmente irreconciliables dentro del bloque BRICS+. Como escribe Tithi Bhattacharya [mfn]Tithi Bhattacharya y Gareth Dale, “Is BRICS+ an Anti-Colonial Formation Worth Cheering from the Left? Far From It”, Truthout 13/09/2023, https://truthout.org/articles/is-brics-an-anti-colonial-formation-worth-cheering-from-the-left-far-from-it/[/mfn], “las nuevas lealtades de la guerra fría están hechas de un tejido más flexible. Tienden a ser menos absolutas; son parciales y están sujetas a continuos tira y afloja”.

Estados Unidos sigue siendo la potencia imperialista dominante en el mundo, aunque la izquierda pasa por alto a menudo cómo sus supuestos rivales en realidad le ayudan a mantener su poder, del mismo modo que desafían aspectos de este para conseguir una parte del pastel para sí mismos. Los intereses de los diferentes capitalistas nacionales tampoco suelen estar claramente alineados: los principales directores ejecutivos de Estados Unidos y Alemania aceptaron con entusiasmo la invitación del ministro de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang, para reunirse y colaborar más estrechamente, del mismo modo que el Comité Selecto de la Cámara de Representantes de Estados Unidos sobre el Partido Comunista Chino (PCCh) alimentó aún más las políticas antichinas. Cualquier análisis adecuado del sistema imperialista mundial actual debe tener en cuenta estas contradicciones y la fluidez entre las potencias imperialistas. El escritor sirio Yassin al-Haj Saleh lo denominó recientemente “imperialismo líquido” [mfn]Yassin al-Haj Saleh, “The Liquid Imperialism That Engulfed Syria”, New Lines Magazine, 7/09/2023: https://newlinesmag.com/argument/the-liquid-imperialism-that-engulfed-syria/[/mfn], en el contexto del interés compartido de Estados Unidos y Rusia por mantener el gobierno de Bashar al Assad en Siria. Estos nuevos conceptos nos acercan más a la comprensión del sistema mundial actual que la simple unipolaridad estadounidense o la tradicional rivalidad interimperialista sin matices; pero aún hacen falta más análisis. 

F. F.: A la luz de los debates actuales, ¿cómo ve el encaje de China y Rusia en el sistema imperialista mundial y cómo ve la cuestión de la multipolaridad? 

P. L.: La multipolaridad, sin la influencia de los movimientos de masas militantes anticapitalistas, puede ser solo otra expresión del imperialismo global. De hecho, el neoliberalismo ha persistido con la ayuda de estos nuevos polos. Vijay Prashad admitió en 2013 que los BRICS no son más que “neoliberalismo con características del Sur”. Desde entonces, Prashad se ha mostrado mucho más esperanzado respecto al BRICS, lo que resulta asombroso dada la reciente entrada de monarquías neoliberales autoritarias, como Arabia Saudí, en el BRICS y la invasión descaradamente imperialista de Ucrania por parte de Rusia. Ahora cada vez hay menos base para una cohesión ideológica antiimperialista y anticapitalista –mucho menos de la que unió a las élites gobernantes en la Conferencia de Bandung en abril de 1955– y solo más espacio para continuar la acumulación de capital. 

Los dos principales líderes de los BRICS+, China y Rusia, pueden estar encabezando la independencia económica respecto a Occidente en algunos aspectos. Pero estas medidas no consiguen romper con la acumulación de capital. Peor aún, el BRICS+ refuerza en ocasiones el papel central de las instituciones imperialistas occidentales. La Declaración de Johannesburgo II de agosto defiende la autoridad de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y del G20, y “anima a las instituciones financieras multilaterales y a las organizaciones internacionales a desempeñar un papel efectivo en la construcción de un consenso global sobre políticas económicas y en la prevención de los riesgos sistémicos de perturbación económica y fragmentación financiera”. Como describieron en su día los teóricos brasileños de la cooperación antagónica, la burguesía nacional de los llamados países no alineados o antiimperialistas puede luchar por una mayor participación en los beneficios sin alterar fundamentalmente el sistema imperialista mundial. En este sentido, China (al igual que Rusia) está desarrollando cada vez más lo que Minqi Li denomina “comportamientos de tipo imperialista en los países en desarrollo”, del mismo modo que ha desempeñado ciertamente un papel subimperialista. La multipolaridad, lejos de ser una alternativa al imperialismo, indica un nuevo terreno en el que las potencias grandes y medianas preservan y desafían diferentes aspectos del imperialismo occidental, cada una para asegurarse una mayor esfera de influencia en el sistema capitalista. Independientemente de la valoración que cada cual haga de si China o Rusia son países imperialistas, sea cual sea la métrica utilizada, no cabe duda de que estos países refuerzan en cierta medida el imperialismo mundial, en lugar de desafiarlo. 

El antiimperialismo actual debe partir de este reconocimiento, no de la esperanza ingenua de que la mera existencia de diferentes polos abrirá un espacio para la práctica revolucionaria. Samir Amin (2006) lo advirtió en 2006 al afirmar que “las opciones económicas y los instrumentos políticos necesarios tendrán que desarrollarse de acuerdo con un plan coherente; no surgirán espontáneamente dentro de los modelos actuales influidos por el dogma capitalista y neoliberal”. En países como China, Rusia e Irán, con el auge de los BRICS+, los espacios de movilización en los que pueden unirse los movimientos para formular dichos planes coherentes se han reducido drásticamente, no ampliado. Las victorias electorales de la izquierda en América Latina en los últimos años, respaldadas por los movimientos y ahora también bajo el ataque renovado de la derecha, no se traducen automáticamente en mejores condiciones para los movimientos al otro lado del mundo. Dependiendo de la fuerza de los movimientos sobre el terreno, la multipolaridad puede conducir a mejores condiciones para la lucha contra el imperialismo estadounidense, o resultar igual de mala, si no peor. La cuestión es que la multipolaridad en sí misma no garantiza ninguna de estas realidades, es la relación entre las condiciones objetivas y la actividad real de los movimientos lo que determina su futuro. 

F. F.: ¿Cómo han influido las tensiones entre Estados Unidos y China en la política y las luchas en Hong Kong y entre la diáspora hongkonesa/china en Estados Unidos?

P. L.: La rivalidad interimperialista entre Estados Unidos y China ha hecho mucho más difícil mantener movimientos independientes en Hong Kong y en la diáspora. La inclinación prooccidental de muchos disidentes de estas comunidades es innegable, y el porqué de esta inclinación es una cuestión complicada. En mis escritos [mfn]Promise Li, “From the Chinese National Character. Debates of Yesterday to the Anti-China Foreign Policy of Today”, Made in China, 8/03/2022: https://madeinchinajournal.com/2022/03/08/from-the-chinese-national-character-debates-of-yesterday-to-the-anti-china-foreign-policy-of-today/[/mfn], exploro por qué muchos disidentes de Hong Kong están predispuestos hacia Occidente. Por un lado, la influencia de generaciones de disidentes liberales de Sinophone reacios a la crítica de clase y partidarios del liberalismo occidental. Otra razón clave es que las tensiones entre Estados Unidos y China han exacerbado lo que Yao Lin denomina una política de beaconism [mfn]Lin Yao, “Beaconism and the Trumpian Metamorphosis of Chinese Liberal Intellectuals”, Journal of Contemporary China, 30, 127, pp. 85-101.[/mfn] entre las comunidades disidentes. Como explica Lin, “la traumatizante experiencia del totalitarismo del Partido-Estado impulsa a los liberales chinos a una peregrinación contra el PCCh en busca de imágenes saneadas y glorificadas de las realidades políticas occidentales (especialmente estadounidenses), lo que alimenta tanto su afinidad neoliberal como su proclividad a una metamorfosis trumpista”. La polarización de las tensiones y el hipócrita apoyo de parte del establishment estadounidense a las protestas de Hong Kong no han hecho sino acelerar este beaconism.

Un objetivo compartido entre las élites gobernantes estadounidenses y chinas, reforzado por alguna gente en el campo de la disidencia prodemocrática, es desalentar el trabajo por construir una alternativa política basada en el desarrollo de organizaciones de masas independientes hacia un horizonte anticapitalista. El principal problema no es solo que la izquierda sea débil y esté fragmentada en Hong Kong y en la diáspora, incluso antes de que comenzara la represión en 2020, sino que durante décadas la gente ni siquiera ha sido capaz de concebir lo que significa una política de izquierdas –y no digamos socialista– o modelos de organización (desgraciadamente, muchos hongkoneses asocian a la izquierda con el PCCh o el Partido Demócrata estadounidense). Esta confusión, a pesar de que no pueda reducirse a ellos, emerge de distintos factores: el legado del colonialismo británico, el antiguo horizonte liberal de la oposición prodemocrática y la traición del PCCh a los principios socialistas. Las tensiones entre Estados Unidos y China no han hecho sino exacerbar este problema, limitando los horizontes políticos de la población y forzándola hacia uno u otro polo hegemónico como solución política a sus males. 

Además, el patrioterismo que ambos países alimentan como consecuencia de esta rivalidad geopolítica potencia peligrosamente la capacidad de ambos Estados de convertir la sospecha de injerencia extranjera en arma para reprimir los movimientos internos. La retórica y las políticas antichinas [mfn]Promise Li, “The US Government Is Ramping Up an Anti-China Witch Hunt”, Jacobin, 26/07/2023: https://jacobin.com/ 2023/07/us-government-anti-china-mccar thyism-biden-administration-house-select -committee[/mfn] del establishment estadounidense otorgan más poder al Estado para limitar las libertades civiles y discriminar a las comunidades chinas y a otras comunidades asiático-americanas. Esto no es más que un reflejo de cómo China ha ampliado enormemente sus ataques [mfn]“Explainer: Hong Kong’s national security crackdown – month 38”, Hong Kong Free Press, 2/09/2023: https://hongkongfp.com/ 2023/09/02/explainer-hong-kongs-national-security-crackdown-month-38/[/mfn] contra los derechos democráticos de la población en Hong Kong. Utiliza las leyes de seguridad nacional para acusar y detener sin pruebas adecuadas ni garantías procesales a muchos más activistas y personas corrientes, además de a quienes tienen vínculos reales con el Estado estadounidense. Así pues, ambos regímenes promueven objetivos imperialistas bajo la apariencia de causas más nobles. Mientras uno utiliza como arma el discurso de la libertad y la democracia, el otro utiliza el del antiimperialismo y la paz. 

No cabe duda de que las tensiones militares entre Estados Unidos y China amenazan el sustento de la población en todo el mundo. Los socialistas deben trabajar para combatir las crecientes tensiones geopolíticas, pero la solución definitiva tampoco es la ilusión de que ambos regímenes puedan reunirse para cooperar en la resolución de las cuestiones urgentes de nuestro tiempo: el cambio climático, el aumento de los autoritarismos, la precariedad económica, etc. La última vez que los regímenes estadounidense y chino cooperaron pacíficamente marcó la proletarización masiva y la explotación de cientos de millones de trabajadores chinos para los mercados de consumo del Norte global. En lugar de esperar, debemos fortalecer –y, en el caso de China, reconstruir– los movimientos independientes en todas partes para plantear un desafío político a estos Estados nación, en lugar de confiar en, como dijo una vez Rosa Luxemburg, “la utopía de un compromiso histórico entre proletariado y burguesía para atenuar las oposiciones imperialistas entre Estados capitalistas” [mfn]Rosa Luxemburg (1913), La acumulación del capital o en qué han convertido los epígonos la teoría de Marx. Crítica de las Críticas, disponible en https://www.marxists.org/espanol/luxem/1915/critica-acumulacion.pdf[/mfn]. Para ello, la izquierda debe centrarse en crear vínculos entre quienes resisten a los imperialismos estadounidense y chino, contrarrestando la narrativa interna de rivalidad civilizatoria que los liberales y las élites gobernantes nos han impuesto.

F. F.: Has criticado las limitaciones de la campaña “No a la nueva guerra fría”, promovida por sectores del movimiento pacifista y de la izquierda. ¿Por qué? ¿Qué tipo de iniciativas pacifistas debería promover la izquierda? ¿Contemplas alguna posibilidad de promover una política/arquitectura de seguridad común que fomente un orden más pacífico y cooperativo y, al mismo tiempo, dé prioridad a las necesidades de las naciones pequeñas frente a las grandes potencias?

P. L.: El año pasado, para el Foro Socialista [mfn]Promise Li, “China, the Chinese Diaspora, and Internationalism from Below”, Socialist Forum, primavera 202 : https://socialistforum.dsausa.org/issues/spring-2022/china-the-chinese-diaspora-and-internationalism-from-below/[/mfn] de los Socialistas Democráticos de América, destaqué las limitaciones del marco “No a la nueva Guerra Fría”, porque el eslogan no solo no ofrece soluciones concretas para quienes se enfrentan a la amenaza de la vigilancia y la represión de China, sino también porque, a pesar de las tensiones geopolíticas, este marco no nos permite identificar que la interdependencia económica sigue estructurando las relaciones entre Estados Unidos y China. No estoy diciendo que el discurso de la Guerra Fría oculte por completo la dinámica actual: la definición de Gilbert Achcar (2023) de la Nueva Guerra Fría como la disposición a la guerra entre las distintas grandes potencias es útil para comprender las decisiones políticas y económicas de sectores clave de las clases dominantes, especialmente el complejo militar-industrial. Pero la dinámica del imperialismo global va más allá. Los intereses de otros sectores clave del capital también van más allá. Como dice Thomas Fazi [mfn]Thomas Fazi, “The capitalist are revolting over China”, UnHerd, 6/06/2023: https://unherd.com/2023/06/the-capitalists-are-revolting-over-china/[/mfn], “la mayor resistencia a la nueva Guerra Fría no procede de un movimiento pacifista global, sino de las salas de juntas de las corporaciones occidentales”.

Así que la verdadera pregunta es: ¿qué características ha de tener un movimiento antibélico y pacifista que plantee una perspectiva claramente anticapitalista, sin tirar a otros movimientos debajo del autobús? Taras Bilous [mfn]Taras Bilous, “Una carta desde Kiev a la izquierda occidental”, sinpermiso, 26/02/2022, https://www.sinpermiso.info/textos/una-carta-desde-kiev-a-la-izquierda-occidental[/mfn] y Trent Trepanier [mfn]Trent Trepanier, “Taiwan and Self-Determination as a Core Principle”, Socialist Forum, invierno-primavera 2023: https://socialistforum.dsausa.org/issues/winter-spring-2023/taiwan-and-self-determination-as-a-core-principle/[/mfn], entre otros, han hecho útiles intentos de hablar de reformas de los actuales marcos de seguridad mundial, como las Naciones Unidas (ONU). Pero una auténtica política de seguridad que fomente la paz y proteja el derecho a la autodeterminación solo puede surgir tras una ruptura revolucionaria con el capitalismo en todo el mundo. Para una tarea tan ingente, el ingrediente más urgente en estos momentos no es calcular un programa o anteproyecto exacto para esta arquitectura de seguridad, sino maximizar los espacios para que los movimientos independientes crezcan, se movilicen y desarrollen soluciones políticas de forma colectiva. En este sentido, me inspira el impulso de la feminista argentina Verónica Gago [mfn]Verónica Gago, “Ocho tesis sobre la revolución feminista”, Revista Común, 6/03/2020, https://revistacomun.com/blog/ocho-tesis-sobre-la-revolucin-feminista/[/mfn] de fundamentar su concepción de una “Internacional feminista” en “la huelga feminista”. En lugar de priorizar un nuevo marco institucional para la seguridad y la rendición de cuentas en el sistema actual, especialmente en relación con los feminicidios en América Latina, Gago entiende que “una estrategia de organización y autodefensa” surge del empoderamiento de las masas para desarrollar “una práctica colectiva que busque entender las relaciones de subordinación y explotación” en sus propios términos. Tal perspectiva “rechaza las respuestas institucionales que refuerzan el aislamiento del problema y que buscan resolverlo a través de una nueva agencia o programa gubernamental”.

Los movimientos del año pasado nos han demostrado que la mejor seguridad para las y los trabajadores no empieza por un nuevo marco institucional que ajuste el sistema capitalista en términos diferentes, sino por cuestionar la legitimidad misma de las instituciones existentes que afirman falsamente garantizar nuestra seguridad. Los trabajadores y trabajadoras de Zhengzhou en la fábrica de Foxconn se protegieron contra las crecientes tasas de infección por covid-19 y las malas condiciones de habitabilidad (impuestas por las corporaciones que trabajan con la aprobación del gobierno local para encerrarlos en sus lugares de trabajo bajo el pretexto del control de la pandemia), rebelándose. En 2018, activistas indígenas se opusieron [mfn]https://www.aljazeera.com/news/2018/ 11/15/ecuadors-indigenous-march-[/mfn] al intento del gobierno ecuatoriano –en colaboración con corporaciones mineras chinas y empresas estadounidenses– de violar la soberanía de sus tierras en la Amazonia marchando sobre Quito. 

La iniciativa de paz más eficaz solo puede llevarse a cabo fortaleciendo los movimientos nacionales contra su burguesía dominante, desde Estados Unidos hasta China, y no considerando el trabajo contra la guerra y por la paz como una simple cuestión de mejorar las instituciones de seguridad mundial o de oponerse a un belicista a expensas de otros. En algún momento, la izquierda necesitará un programa político unificado y coherente que los movimientos puedan respaldar, así como identificar un marco de seguridad global más allá del dominio del capital. Mientras tanto, tenemos que restaurar la conciencia política de la gente en todo el mundo antes de que podamos hablar con sentido de unidad programática sobre estas bases. 

F. F.: ¿Ves alguna posibilidad de tender puentes entre las luchas antiimperialistas a escala internacional, teniendo en cuenta que los movimientos locales tienen como principal enemigo a distintas grandes potencias y que, por tanto, podrían buscar el apoyo (incluso la ayuda militar) de distintos países imperialistas? ¿Puede la izquierda avanzar en una posición de no alineamiento con los bloques (neutralidad) sin abandonar la solidaridad? En resumen, ¿cómo debería ser el antiimperialismo socialista del siglo XXI?

P. L.: Efectivamente, la razón por la que, a pesar del aumento de las rivalidades geopolíticas, me interesa enfatizar la persistencia de la interdependencia interimperial o intercapitalista en el sistema imperialista global es que este análisis nos proporciona directamente vías concretas para la solidaridad internacional de izquierdas. Entender la economía mundial como una unidad antagónica permite a los movimientos descubrir los lugares en los que las diferentes potencias o instituciones imperialistas permanecen inextricablemente conectadas. Al diseñar campañas dirigidas a estos lugares, los movimientos pueden ofrecer una alternativa a las soluciones militaristas que promueven las élites gobernantes estadounidenses, chinas, rusas y de otros países. Por ejemplo, un amplio movimiento antiglobalización contra las instituciones neoliberales multilaterales sería clave para un antiimperialismo socialista del siglo XXI. El FMI tiene tanto a Estados Unidos como a China entre dos de sus tres miembros con más votos, donde colaboran regularmente, del mismo modo que China ha aprobado [mfn]Michael Hudson, Patrick Bond, “China – a sub-Imperial ally of the West?”, Brave New Europe, 5/04/2022 : https://braveneweurope.com/michael-hudson-patrick-bond-china-a-sub-imperial-ally-of-the-west[/mfn] discretamente decisiones dirigidas por Estados Unidos sobre el clima, el comercio y otras políticas en organismos internacionales. Una auténtica campaña contra estas instituciones sería contraria al campismo, que postula un falso binarismo entre el bloque occidental y los defensores de la multipolaridad, todos ellos en connivencia. 

Las campañas conjuntas contra el FMI, Black Rock y Vanguard pueden proporcionar nuevas bases para romper el estancamiento entre diferentes movimientos antiimperialistas, a menudo también enfrentados entre sí, al tiempo que ofrecen una clara alternativa a las formas liberales de defensa. Los llamamientos para que el FMI suprima la deuda ucraniana, o para resistirse a los acuerdos neoliberales del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky con Black Rock para la reconstrucción de Ucrania tras la guerra, son compatibles con campañas similares para otras regiones del Sur Global, como Sri Lanka. Otro ejemplo: también deberíamos reconocer que la estabilidad económica de China se basa, en parte, en su vasto mercado de importación a Israel y, a su vez, Israel depende en gran medida de las importaciones chinas para el desarrollo de infraestructuras. La campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) en solidaridad con la resistencia palestina se beneficiaría de hecho del apoyo de quienes se resisten al Estado chino en el extranjero. Por otra parte, la profundización de las relaciones entre ambos movimientos, que actualmente tienen pocas coincidencias, puede proporcionar vías concretas para que las y los chinos, hongkonesas y otras comunidades disidentes de la diáspora resistan al Estado chino, pero más allá de las soluciones ofrecidas por la derecha de línea dura. En la práctica, cultivar la solidaridad entre campañas, a menudo vistas como distintas, las refuerza mutuamente. Puede ofrecer alternativas reales más allá del militarismo occidental sin restar importancia a las amenazas de otros imperialistas como China y Rusia. El impulso clave detrás de estas sugerencias es que la izquierda debe articular demandas prácticas y campañas que puedan movilizar a las masas hacia un horizonte revolucionario distinto del de los liberales. Las consignas abstractas de “solidaridad internacional de la clase obrera desde abajo” no servirán. Sobre ciertos temas, no debemos descartar la posibilidad de amplias coaliciones con otros grupos más allá de la izquierda, pero debemos centrarnos en construir campañas que puedan reforzar la independencia política de la izquierda. 

Los socialistas deben defender el derecho de los movimientos de liberación nacional contra las fuerzas extranjeras a pedir armas de donde puedan, como hicieron los socialistas cuando los republicanos españoles pidieron armas a los Estados capitalistas contra el dominio fascista durante la Guerra Civil española. Al mismo tiempo, debemos reconocer que los países occidentales están armando a Ucrania y Taiwán, por ejemplo, para ampliar masivamente sus presupuestos militares imperialistas. Sea cual sea la posición de cada uno respecto a que los ucranianos reciban armas de Occidente, debe quedar claro que la cuestión de las armas no debe ser el horizonte de la solidaridad internacional de la izquierda. Los liberales de línea dura están pidiendo que se aumente el suministro de armas a Ucrania, y la izquierda tiene que pensar en cómo nuestra organización puede distinguirse de ellos, no limitarse a seguir a los liberales y presionar acríticamente para que se suministren más. Podemos apoyar el derecho de los ucranianos a exigir armas, del mismo modo que nos oponemos a todos los esfuerzos de los imperialistas occidentales por utilizar la ayuda defensiva y humanitaria a Ucrania como excusa para aumentar los presupuestos y las infraestructuras militares. Por otra parte, quienes centran todos sus esfuerzos en oponerse a los envíos de armas, sin realizar un trabajo concreto para apoyar la lucha de Ucrania por la autodefensa y tender un puente entre esta y otras luchas de liberación, no están llevando a cabo el antiimperialismo. El lema de Karl Liebknecht “el principal enemigo está en casa” no significa renegar de la responsabilidad socialista fundamental de la solidaridad internacional con los pueblos oprimidos que luchan contra otros enemigos en el extranjero. Es responsabilidad de la izquierda oponerse tanto a los presupuestos militares imperialistas en casa como descubrir formas alternativas de extender la solidaridad al exterior. 

Federico Fuentes escribe regularmente en los periódicos australianos Green Left Weekly y Links. Es coautor (con Roger Burbach y Michael Fox) de Latin America’s Turbulent Transitions :The Future of Twenty-First-Century Socialism, Zed Books, London-New York, 2013.

https://links.org.au/us-china-rivalry-antagonistic-cooperation-and-anti-imperialism-21st-century-interview-promise-li

Traducción: Carlos Rojas

Referencias
Achcar, Gilbert (2023) The New Cold War – The United States, Russia, and China from Kosovo to Ukraine. Londres: The Westbourne Press.

Amin, Samir (2006) Beyond US Hegemony: Assessing the Prospects for a Multipolar World. Londres-Nueva York: Zed Books.

Bond, Patrick, Garcia, Ana y Borba, Miguel “Western Imperialism and the Role of Sub-imperialism in the Global South”, CADTM, 13/01/2021: https://www.cadtm.org/Western-Imperialism-and-the-Role-of-Sub-imperialism-in-the-Global-South

Lenin, Vladimir I. (1976a [1914]) “El derecho de las naciones a la autodeterminación”, Obras escogidas, Tomo V. Moscú: Progreso.

(1976b [1916]) “La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación”, Obras escogidas, Tomo V. Moscú: Progreso.

Mandel, Ernest (2015) El significado de la Segunda Guerra Mundial. Madrid: La Oveja Roja y viento sur.

Smith, John y Federico Fuentes, “Twenty-first century imperialism, multipolarity and capitalism’s ‘final crisis’”, Links, 1/08/2023: https://links.org.au/twenty-first-century-imperialism-multipolarity-and-capitalisms-final-crisis

(Visited 166 times, 1 visits today)