Firme, insumisa y concisa, Juana Marín (Valdepeñas, 1976) comparte sus poemas como una respuesta a quienes rigen y ordenan la vida. Las breves piezas de Yo, tú, ello (Lastura, 2021) brillan por su contundencia, su capacidad de resonancia (pues no da pautas para clausurar interpretaciones) y por su audaz propuesta de ensanchamiento de mundo al mismo tiempo que lo denuncian. 

Consciente de la fundamental función del lenguaje para nombrar y construir una representación de la realidad, la poeta pretende ampliar la mirada de su poesía crítica con la afirmación del pronombre ello (tanto para referirse a sí como a otros sujetos). Esta constituye la mayor aportación ideológica del texto, y juega a deshacer identidades al mismo tiempo que plantea otras posibilidades de reconocerse ante el mundo. Sin embargo, sus poemas superan la mera afirmación para avanzar con ella, asumiéndola, asimilándola, sin ahondar en ella, y realizan un movimiento que ofrece una perspectiva crítica de la sociedad. De ahí la denuncia de las relaciones sociales y económicas de nuestro tiempo, de la alienación, de las aspiraciones con las que garantizan el silencio y la complicidad o de la propia presión social para no desbaratar el statu quo. 

Si la normalidad del capitalismo genera ansiedad, muerte y miseria, habrá que hacer de lo excepcional algo cotidiano. Y, por tanto, habrá que reajustarnos las gafas. Y también la lengua. Juana Marín nos anima a esa tarea por la vía de los hechos: construyendo el hueco donde puede brotar otra manera (más respetuosa, más alegre, más viva, huyendo de los simulacros y de lo performativo) de habitar los días. 

Alberto García-Teresa

 

1.

No me pidáis que sobreviva
a la herida necrosante de la cuenta bancaria,
de los recursos humanos,
del ciempiés que se arrastra hacia la boca
para que le suplique

los dos metros cuadrados
de pan mojado.

**

2.

Tienes suerte de sobrevivir a la indiferencia del clan.
Ayer,
el macho humano te ofreció el antídoto:
Una suave rendición
o el solitario exilio.

**

3.

Ello es como decir fundido en negro.
Los ojos pierden luminosidad
(sus ojos, los suyos).
Mirada de agua donde los peces sobreviven
a la expectación.

Qué fácil entornar los párpados
para negar
el movimiento de algas.

4.

Hay una vida alrededor de la ciudad,
pero también adentro.
Lo hemos probado todo desde el epicentro,
y cada vez más lejos,
para saciar el hambre de vivir en paz.
Dios aprieta, pero no ahoga, dices.
Y quién es dios, a qué césar corresponde
el poder de la soga, cuál es tu hambre,
no respondas, cuál es tu hambre.

Ay, del país donde ya no alimenten
ni el asfalto ni el bosque,
que llame amor a transacciones necias.
Ay, del continente austero que no celebre el abrazo.
Ay, del estrecho mundo de aluminio y de cordeles.
Ay, de nosotras que no queremos vivir como los hombres.
Silencio, viene a saludarme un gato.

**

8.

La felicidad no era sentarse a la orilla de espaldas al ruido.
Entra.
Ni la lentitud de un bulbo floreciendo al amanecer.

No me hables, dices, no me hables.
Pero dime el nombre de tu hambre.

… Ello se sacude la lluvia y sigue.
Pero pasa, he preparado un café.

10.

Si regresara a la sólida materia
antes de que el fuego comulgara con el aire
–léase oxígeno–,
¿me recordarías?

Y si la noche iluminada por el fugaz destello
–léase piel
y combustión,
memoria–
regresara:
¿Seríamos
Yo,
Tú,
Ello?

Porque si no:
Una mujer sin historia,
una mujer abono de lo yermo,
una mujer al borde del olvido.

Un desierto con anhelo de agua.
Una mujer sin cabida en la nariz.
¿Me llamarías?

**

12.

Esto es el amor:
No pretender un bosque
reflejado en el cristal de un vaso.

17.

Las mujeres de la villa pasean a las cinco de la tarde si es invierno
y a las ocho si es verano.

Yo
me cuelo en la rutina:

Cuando aparezco, soy un Ello forastero:
como el ailanto, sirvo para decorar,
pero sé que me arrancarán de raíz si aspiro a reproducirme.

**

19.

Tu cuerpo insatisfecho se asoma a los cristales:
Ello observa la camiseta húmeda,
el agua condensada en una habitación tan frágil
como las moscas. Moscas.
Las moscas asfixiadas en los pliegues de la carne.
Hágase. La carne.
Comer para olvidar.
Comer para tragar el filo de otra mañana caída bajo el
cartel de un mercadillo.

20.

Los pájaros celebran la liberación.
Durante esta primavera pueden anidar tranquilos.
Se reparten los tejados que, como fuertes ramas,
resisten el trueque de los balcones.

Y cantan,
los pequeños cantan la ascensión de la lombriz.

Ahora, que podemos escuchar el nacimiento de la flor
o el rasguño de la tierra para parir la liebre,
ahora que las polillas

y,
y que el gusano rastrero,
y,
y que también el aleteo torpe de las aves,
y balbuciente, y,
no me atrevo a describir el llanto,
al otro lado,
que parece anunciar la imposibilidad de la huida.

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