"Salimos a ganar o al menos a ser la fuerza más votada de la izquierda. Pero en realidad nos da igual, porque sabemos que hay tanto trabajo que hacer que eso es lo que menos importa. Queremos tejer comunidades fuertes que trabajen desde la base por construir vidas que merezcan la pena, y no, como ha hecho la izquierda tradicionalmente en este país, pensar que lo único que vale es estar en la institución. La institución no crea comunidad; como mucho puede poner dificultades al reparto del pastel".

Pedro Santisteve, en un encuentro con vecinas y vecinos del barrio de Torrero el pasado 27 de marzo.

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Zaragoza en Común (ZeC) ha perdido las elecciones. Y esto, que se veía venir, deja para la capital aragonesa dos opciones de gobierno (la alianza de PSOE y Ciudadanos, o un pacto de las derechas) que ahondan en la sensación de desolación y pena vivida por quienes durante las últimas semanas, remando contra los pronósticos, lo han dado todo. Las expectativas no eran buenas, pero los resultados han sido peores. Lo que sigue son unas notas rápidas escritas y pensadas al calor de una noche electoral dura e intensa, con la ambición de contribuir a la reflexión y reorientación colectivas.

1. Las elecciones de este 26 de mayo se daban en un contexto complicado, marcado por el descenso generalizado de confianza en Podemos y en las fuerzas del cambio y por la irrupción electoral de la extrema derecha. Los factores que han llevado a lo primero son múltiples y diversos, y mucho se ha escrito ya sobre ellos: empobrecimiento democrático de Podemos desde Vistalegre I y II, apelaciones constantes al PSOE hasta lograr su relegitimación como fuerza progresista, asimilación del carmenismo al social-liberalismo progre, virajes tácticos constantes, renuncias programáticas graves, etc. La baza discursiva de los gobiernos del cambio gestionan mejor ha desdibujado la idea de que no estábamos aquí para gestionar, sino para ampliar el marco de lo posible y trasformar lo que significa hacer política. Para bien y para mal, la etiqueta de ayuntamientos del cambio ha unido los destinos de todas las ciudades gobernadas por candidaturas municipalistas o de confluencia popular y ciudadana desde 2015, haciendo difícil contraponer las políticas ejecutadas por unas y otras y diferenciar los proyectos.

2. Esperar resultados similares a los de 2015 o un nivel de participación cercano al de las elecciones generales era ingenuo y peligroso. La situación de excepcionalidad vivida hace cuatro años permitió un fenómeno anormal y difícil de mantener en el tiempo: el control del gobierno de las grandes ciudades por cuerpos inicialmente ajenos a los grupos de poder, rompiendo temporalmente los mecanismos de reproducción de clase e introduciendo un palo en el eje de las políticas neoliberales de saqueo y despilfarro. Partir de aquellos resultados para valorar el ahora supone ignorar la excepcionalidad y dar por normal el control plebeyo de las instituciones, olvidando a quién pertenecen realmente y para qué están diseñadas y renunciando a la necesidad de construir una institucionalidad nueva y radicalmente distinta, basada en la participación masiva y en la autoorganización popular. Las instituciones son suyas, y a ellos han vuelto. Con el palo ya fuera de la rueda, continúa la normalidad del expolio.

3. El tan proclamado fin de ciclo se ha materializado en Zaragoza en un Podemos que desde el primer momento ha parecido preferir que Zaragoza en Común perdiera el ayuntamiento si eso le ponía en condiciones de intentar un cogobierno con el PSOE. El nulo interés por confluir demostrado desde principios de año; el cuestionamiento constante de la figura de Pedro Santisteve; el lanzamiento de una candidatura propia para competir contra uno de los gobiernos del cambio más dignos, honestos y consecuentes de todo el panorama estatal; las apelaciones a Pilar Alegría en plena campaña dando por hecho la victoria socialista… Nada de esto tiene justificación política alguna en una ciudad cuyo gobierno, a pesar de una oposición durísima y de tener a todo el lobby mediático en contra, ha frenado recalificaciones, construido un nuevo modelo de derechos sociales, rebajado la deuda en más de cien millones de euros e ido a juicio por defender a las trabajadoras y trabajadores frente a las grandes contratas con contratos blindados como FCC. A menos, claro, que tu interés principal no sea político sino personal, más centrado en la colocación personal que en la construcción colectiva. “Esta dirección será recordada por conseguir meter en el ayuntamiento de Zaragoza a concejales de Podemos”, decía hace unos días un dirigente morado. Dos, exactamente. Ya no existe en la ciudad el bloque del cambio, el proyecto no es más los barrios y las clases populares sino un nosotros excluyente; la marca y no la clase; se acabó el partido como herramienta y regresó el partido como fin en sí mismo.

4. La incomprensión generalizada ante la existencia de dos papeletas (Zaragoza en Común y Podemos Zaragoza) ha tenido su correlato en el jolgorio de los poderes fácticos y la cobertura comunicativa del Heraldo. A principios de abril y en plena precampaña, Violeta Barba y Maru Díaz [Candidatas de Podemos-Equo al ayuntamiento y a la presidencia de Aragón respectivamente] protagonizaron un foro de la patronal aragonesa titulado “Aragón: la oportunidad de una generación”. La oportunidad de qué, escribí yo entonces. ¿De aupar a alguien de nuestra edad a las alturas? El discurso construido desde entonces ha ahondado en esto: esfinges gloriosas, muchas apelaciones al techo de cristal y dos lemas claros: “un futuro con nosotras” y “el futuro es Violeta”.

Dejando aparte la utilización grosera del feminismo contenida en el segundo slogan, en el que toda la fuerza colectiva generada por un movimiento de masas es manipulada para ponerla a trabajar por el triunfo particular de alguien, los movimientos de mujeres de los últimos dos años lo explican bien: empoderamiento individual y empoderamiento colectivo no son compatibles. Lo de romper el techo de cristal, o significa cargarnos las jerarquías, o será siempre sinónimo de triunfo individual a costa de otras. El imaginario de campaña de Podemos Zaragoza habla de un nosotras/vosotras excluyente, lejano del nosotras integrador construido por el movimiento. No hay ningún nosotras contenido en el ascenso social de una persona.

5. La caída de Zaragoza en Común de 9 concejales (segunda fuerza rozando al Partido Popular y gobierno en minoría) a tan sólo 3 ediles (por detrás de PSOE, PP y Ciudadanos) es un golpe difícil de asumir y un resultado peor del esperado por las peores encuestas. La desaparición municipal de Chunta Aragonesista y la entrada de Podemos en el Ayuntamiento con apenas dos concejales, los mismos que los ultraderechistas de VOX, indican un desencanto generalizado de los sectores de izquierdas y un retorno a la abstención del voto antifascista movilizado en las elecciones generales. El enfado y la incomprensión por la no integración de Podemos en ZeC ayudan también a explicar la pérdida en porcentaje total de votos. La campaña municipalista, sin embargo, ha sido buena, y la acreditación de más de 250 apoderados y apoderadas de Zaragoza en Común demuestra un músculo social sin antecedentes: es la primera vez en la historia de la ciudad que una fuerza de izquierdas consigue cubrir todos los colegios electorales, con más de una persona en varios de ellos. Pensar cuáles son los significados de esta combinación de arrope social y fracaso electoral es una de las tareas a corto plazo.

6. Vienen años duros. Los Alierta, los Luengo, los Yarza, los Soláns y los López-Madrazo vuelven a poder sentarse a cenar con quien gobierne Zaragoza. Tras cuatro años de dique de contención (no pudieron aprobar el outlet de Pikolín, surfearon el bloqueo de Torre Village, se tragaron las cláusulas sociales para la contratación pública y encolerizaron ante la cesión de espacios municipales a proyectos autogestionados) se acabó la anormalidad y las instituciones regresan a las manos de sus verdaderos dueños, que van a arremeter –podemos estar seguros de ello– con políticas de venganza para desquitarse de todo lo que no han podido hacer en estos cuatro años. Nos toca rearmarnos y cuidar a las nuestras: reactivar el movimiento feminista, hacer crecer el movimiento por el clima, desbordar cada llamamiento de la PAH y del Sindicato de Inquilinas, dar la pelea en los sindicatos, fortalecer el tejido en los barrios y poblar el CSC Luis Buñuel y el CSO Kike Mur a diario. La correlación de fuerzas político-institucional de los próximos cuatro años en la ciudad va a ser difícil; o sabemos contrarrestarla con una buena correlación de fuerzas fuera, o estamos perdidas.

7. El domingo por la noche, en la carpa de Zaragoza en Común, se cantaba: esto no se acaba, nos quedan las calles. En 7 domingos rojos, Ramón J. Sender escribe: la calle no es de nadie aún, vamos a ver quién la conquista. Y el estribillo de una vieja canción repite: anda jaleo, jaleo / ya se acabó el alboroto / y ahora empieza el tiroteo.

Julia Cámara forma parte de la Comisión Estatal 8M y de la redacción de la web de viento sur

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