El masivo no de la ciudadanía italiana a la reforma constitucional de Mateo Renzi es una muestra del fracaso de la política de reformas impulsada por la zona euro y, más en general, del actual funcionamiento de Europa.

La victoria del "no" en el referéndum italiano no tiene discusión. Cerca del 60 % del electorado que ha votado ha rechazado la reforma constitucional de Mateo Renzi. Está por encima de lo que anunciaban las encuestas: el rechazo es fuerte y masivo. Y afecta al núcleo de la lógica de la zona euro. Evidentemente, se puede, como en cada referéndum en la que Europa era el tema en litigio y en los que ha perdido, encontrar excusas para poder "seguir como hasta ahora".

Decir que el debate no era sobre Europa y el euro; que Mateo Renzi personalizó excesivamente la iniciativa; que en los referéndum el electorado responde, como afirma este mañana el comunicado de prensa del grupo de eurodiputados franceses, "a muchas cuestiones, sobre todo a aquellas que no están sobre la mesa". En definitiva, se puede intentar mirar a otra parte y tratar de hacer lo imposible para obviar el resultado, igual que en los otros tres referéndum que perdió la UE desde julio de 2015: Grecia, Holanda y el Reino Unido.

Ahora bien, el electorado italiano ha respondido a la buena pregunta…

Pero también se puede tomar en serio la decisión inapelable del pueblo italiano. Este "no" es bien un "no" a la reforma constitucional en sí misma. De entrada por su contenido y después por lo que, a todas luces, encarnaba.

En primer lugar, su contenido: reducir el Senado italiano al rango de una cámara de segundo orden, "a la francesa", junto a una ley electoral (el "italicum") que, diseñada para establecer mayorías parlamentarias, ha sido percibida por el pueblo italiano como negación de la democracia. Desde hace veinte años, Italia está inmersa en un difícil proceso de descentralización que aquí quedaba reducido a un Senado que representa a las regiones, compuesto de electos mediante sufragio indirecto, y reducido al rango de espectador de las grandes decisiones. Este fortalecimiento del poder central es mal percibido en un país que desconfía de ese poder central y que en 1992 dio luz a la "partitocracia" para lograr más democracia, no menos.

Pero además, todo el mundo sabía por qué esta reforma era fundamental: porque en realidad se trataba de la "madre de todas las reformas". Es por eso que la exigían los mercados y las autoridades europeas. Hace años que el Senado es el elemento sobre el que se focalizan los analistas y los economistas de mercado: seria el que impediría la "formación de un gobierno estable" en Italia. La población italiana sabe perfectamente por qué estos poderes exteriores desean un "gobierno estable": para imponer las "reformas" económicas y una política económica de ajuste unilateral de la zona euro. He aquí por qué este referéndum era un referéndum sobre la zona euro, a pesar de que, y sobre todo, se votara sobre el contenido de la propia reforma.

El fracaso político de la UE

La zona euro paga aquí una serie de fracasos. El primero es político. Los comentaristas europeos han pasado de puntillas sobre un acontecimiento que estaba en el centro de esta campaña: el cambio de gobierno del 12 de noviembre de 2011. Ese día el BCE, con el apoyo del Parlamento y del… Senado, hizo que Silvio Berlusconi tuviera que dimitir. En efecto, el BCE amenazaba con no seguir apoyando a Italia en los mercados si no se cambiaba al gobierno y si el sucesor no aceptaba una "política de reformas" apoyado por una "gran coalición".

Mario Monti, antiguo comisario europeo, se hizo entonces con las riendas del Palacio Chigi, la sede de la presidencia del Consejo, en un momento que fue interpretado por mucha gente como un golpe antidemocrático. La política de Mario Monti fue un desastre. Hundió a Italia en la peor depresión de la post-guerra. Precisamente, este 4 de diciembre, es eso lo que el electorado italiano ha decidido que no ocurra de nuevo y conserva el Senado que, es cierto, puede ser una fuente de inestabilidad, pero también es una garantía democrática mínima contra un nuevo golpe. Ahora la zona euro puede lamentarse, pero se le devuelve la misma moneda con la que pagó hace cuatro años.

El fracaso de las "reformas"

El segundo fracaso de la zona euro que expresa el "no" italiano es el desastre de la "política de reformas estructurales" y que la reforma constitucional, no lo olvidemos, tenía como objetivo facilitarlas. Italia no es el país "irreformable" que se nos presenta; no más que Francia. Los gobiernos de Monti, Letta y Renzi han realizado amplias reformas institucionales y económicas. Pero su resultado es, por lo menos, decepcionante: la economía italiana no sale del atasco. La renta nacional disponible ha caído en un 12 % desde 2008, el paro, que estuvo por debajo del 8 %, supera el 11,5 % y se agrava ente las y los jóvenes. La inversión es débil y la industria se ha reducido fuertemente. Todo ello a pesar de que el coste salarial ha dismunuido en un 5,7 % desde 2010. Estas "reformas" no han contribuido mas que al debilitamiento de la demanda interior italiana.

Así pues, Mateo Renzi ha pagado un precio alto de este rechazo. Él, que se presentó como el jefe de fila europeo de la "reforma" y de la "modernidad" y se fue a Francia a venderles su "Job Act" como modelo. Ahora bien, la Job Ac ha generado empleos precarios y a menudo mal pagados. Y, sobre todo, una vez retiradas las masivas subvenciones, no ha sido capaz de reducir el paro. Lo que es lógico si se mira la débil demanda interior y que los empleos creados lo eran en el sector servicios, es decir, en actividades "interiores". ¿Por qué entonces la población italiana habría firmado en un cheque en blanco a favor de una política de reformas tan poco convincente?

El argumento de la "modernización" no es suficiente

El argumento huero de la "modernización" ya no funciona. No más que el que estima que son necesarias "mas reformas" cuando las "reformas" ya no funcionan. Lo que se ha puesta en cuestión en Italia es uno de los motores de la política europea: la del ajuste unilateral en el seno de la zona euro.

Italia es una de las principales víctimas del euro: su PIB nominal en euros constantes es inferior al del año 2000 y su PIB por habitante está cerca del de 1997. Este estancamiento económico se explica mucho por el carácter no cooperativo de Alemania, en general uno de los principales competidores de Italia. La moderación salarial excesiva de Alemania en 2000-2010 penalizó el sector exportador italiano, llevándolo, gracias a la burbuja financiera de la época, a un crecimiento que se financió a través del endeudamiento privado y público. Después, la aplicación de la austeridad completó la incapacidad italiana para adaptarse, salvo al precio de sacrificios insostenibles, a las condiciones de la zona euro.

Rechazo de la estrategia de Renzi

El pueblo italinao era consciente de esta situación y el "no" constituye también una sanción a la estrategia política de Mateo Renzi, que considera que las reformas son un medio para fortalecer a Italia en la zona euro y para transformarla. El presidente del Consejo ha fracaso en repetidas ocasiones con ese objetivo: su presidencia europea en 2014 fue un desastre y no logró, como había prometido, separar las inversiones públicas del cálculo del déficit en los criterios de Maastricht.

En ocasiones ganó alguno de sus numerosos pulsos con Bruselas, pero nimios. Los pocos miles de millones que obtenía para el presupuesto no lograban borrar los efectos de las "reformas" o la paralización del sistema bancario a la que lleva la aplicación de la unión bancaria. Todo el mundo sabe en Italia que la única reforma importante de la zona euro es la que haga que Alemania acepte recurrir a las inversiones públicas, incluso con transferencias, y reducir su excedente corriente de más del 8 % del PIB, que asfixia a sus socios.

Ahora bien los grandes ojos de Mateo Renzi y la buena voluntad reformadora de Italia no cambiaron nada al respecto. ¿Por qué aceptar entonces una reforma que grabaría en el mármol constitucional esta estrategia? Mateo Renzi ha fracasado donde fracasó Hollande y donde, si sigue con su programa, fracasará François Fillon: creer que se puede engatusar a Alemania con reformas sin un verdadero cambio en la eurozona, no lleva mas que a desastres políticos.

Reflexionar sobre el "basta" italiano

La derrota de la reforma constitucional italiana tiene, por consiguiente, una lógica. Y esta lógica es el fruto de los repetidos errores de los dirigentes europeos e italianos. Este "no" lanzado a la cara de Europa desgarra un poco más aún el velo de la pseudo-magia de las "reformas" y prueba una vez más que la zona euro se encamina por una senda peligrosa. Las y los italianos han disto "basta" a una lógica política y económica que viene operando desde 2010. Tratar este voto como un simple riesgo financiero que el BCE deberá contrarrestar o como una simple crisis gubernamental italiana sería una nuevo error.

El "no" no llevará de inmediato a un estallido de la zona euro, pero sería correr un riesgo considerable darle la espalda o, una vez más, tratar de romper el termómetro para acabar con la fiebre como sugería recientemente Jean-Claude Juncker, que recomendaba acabar con los referéndum. Italia, hasta ahora uno de los países más eurófilos del continente se ha convertido en uno de los más eurófobos. Si la zona euro no se plantea seriamente las razones de esta metamorfosis, sus días pueden estar contados.

5/12/2016

http://www.latribune.fr/economie/union-europeenne/italie-un-non-pour-dire-basta-a-l-europe-622191.html

Traducción: VIENTO SUR

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