Todas las analistas de encuestas y editorialistas políticos de la prensa dominante comparten la misma estimación sobre el impacto político del mortal accidente de Tempé, es decir, el choque frontal de dos trenes en los ferrocarriles privatizados de Grecia. Se trata de un acontecimiento importante que marca claramente una ruptura en el tiempo político, dividiéndolo en un antes y un después. Nada es igual que antes.

El crimen de Tempé resumió, a su manera, las amargas experiencias acumuladas en el pasado por las capas populares. Pesó mucho y les dio una orientación política. Estas experiencias se referían, por una parte, al récord de muertes durante la pandemia, a la precariedad en el trabajo, a la austeridad salarial y al elevado coste de los alimentos, y, por otra, a los beneficios indecentes de los grupos industriales y comerciales, al colosal programa armamentístico, al escándalo de la vigilancia del Servicio Nacional de Inteligencia, todo lo cual (y otras cosas más) se entrelazaba y dibujaba una imagen clara de la realidad existente.

Esta lúcida comprensión no sólo es compartida por una amplia pero pequeña vanguardia política, sino también por una gran parte de la sociedad. Esta toma de conciencia ha provocado una explosión de cólera. Las luchas sociales y políticas del pasado, que se basaban principalmente en la actividad organizada de las fuerzas de izquierda, han demostrado su valor en la actualidad: la ira de las masas se ha expresado con una dinámica hacia la izquierda en el espectro político. Se puso en marcha el típico repertorio práctico de la clase obrera y del movimiento de izquierdas: huelgas y manifestaciones masivas que asestaron serios golpes al gobierno de Kyriakos Mitsotakis (en el cargo desde el 8 de julio de 2019), que ya estaba en la cuerda floja por sus evidentes responsabilidades en el crimen.

Tras la fatídica noche de Tempé, se organizaron con éxito dos huelgas generales de 24 horas (el 8 de marzo y el 16 de marzo). Estas jornadas de huelga también dieron lugar a concentraciones especialmente multitudinarias en las grandes ciudades. En las ciudades medianas y pequeñas, incluso en las zonas más remotas o conservadoras del país, las manifestaciones fueron las mayores desde las movilizaciones masivas de 2010-2013. En las calles se pudo constatar la gran presencia y actividad de la juventud, en torno a iniciativas de protesta en universidades e institutos, vinculando su ira contra Tempé a su rechazo a la represión gubernamental y al autoritarismo, pero también a las medidas privatizadoras de la educación pública.

El ambiente de protesta ha penetrado en espacios donde existe una tradición de excluir la política, como los estadios de fútbol. Los días de competición, los aficionados levantan habitualmente megapancartas que denuncian la privatización y la primacía de los beneficios sobre la vida. Y ello a pesar de los esfuerzos de las autoridades futbolísticas y de los propietarios de los clubes por impedirlo.

Las protestas cuentan con el apoyo de una amplia mayoría social, incluso de sectores que no participan en las movilizaciones propiamente dichas. Existe aquí un elemento sustancial de fuerza política. En las manifestaciones de los días de huelga, como la del 16 de marzo, el gobierno ensayó el método represivo desplegando unidades especiales de policía que hicieron un amplio uso de gases lacrimógenos. Sin embargo, en lugar de crear miedo, las imágenes de los enfrentamientos en las calles provocaron una escalada de la ira. Mitsotakis se vio obligado a retirarse de forma desordenada. Despidió al jefe de policía, sugiriendo que se había empeñado "con mucho celo".

El estallido de movilizaciones masivas durante el delicado periodo preelectoral es un fenómeno poco frecuente en la historia política griega. Parece que seguirá siendo así. Los sindicalistas de izquierda ya están presionando para convocar otra huelga general de 24 horas antes de Semana Santa. Sea cual sea el resultado de las protestas sociales, el impacto político que ya han tenido es significativo.

Dentro del partido derechista Nueva Democracia, el grupo dirigente en torno a Mitsotakis se encuentra en una situación crítica. Incluso cuando la mayoría de los analistas consideraban a Mitsotakis como un líder de gran talla y un potencial a largo plazo para el capitalismo griego, sus políticas neoliberales extremas ya habían minado el apoyo electoral/político de la derecha y la confianza de la clase dominante en él. Esto condujo inicialmente a un debate público en torno a la perspectiva de gobiernos de amplio consenso.

Mitsotakis optó por resistirse a esta tendencia persiguiendo el objetivo de un gobierno de partido único, asegurando la mayoría absoluta a Nueva Democracia para promover la continuidad de las contrarreformas neoliberales. En las tempestuosas condiciones que siguieron a Tempé, sometió a debate y votación en el Parlamento proyectos privatizadore para el único hospital infantil público que trata el cáncer, con el fin de servirle en bandeja a la poderosa familia Vardinogiannis... (presente en el petróleo, el transporte marítimo, el sector inmobiliario, la banca y los medios de comunicación); la red pública que gestiona los recursos hídricos, que ya ha provocado nuevas movilizaciones, al considerarse una contrarreforma brutal y muy importante, etc.

El propio Mitsotakis y los yuppies que le rodean –es interesante observar que muchos de ellos proceden de un entorno social-liberal...– se orientan hacia una estrategia thatcheriana, lo que implica que se juegan su futuro político en la aplicación a gran escala de su orientación política en todos los frentes. Pero este rígido compromiso con una estrategia neoliberal reduce enormemente las posibilidades de maniobra táctica de un gobierno que ya está contra las cuerdas.

En un intento de cambiar la agenda después de Tempé, el gobierno organizó una campaña de comunicación en torno a los inminentes aumentos salariales. Pero cuando llegaron las decisiones del gobierno, la sorpresa se convirtió en amargura: el salario mínimo mensual para los empleados a tiempo completo se mantiene en 780 euros (antes de impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social), mientras que el salario mínimo diario para los obreros sube de 31,85 a 34,84 euros (antes de impuestos y cotizaciones a la SeguridadSsocial). Sin embargo, la mayoría de contratos son a tiempo parcial, aunque el trabajo sea a tiempo completo. Se trata, pues, de una burla denunciada incluso por los sectores más conservadores de la burocracia sindical. Frente a la demanda sindical de aumentos salariales para compensar la inflación (la tasa de inflación en febrero de 2023 para los alimentos fue del 14,8% en comparación con el mismo mes del año anterior), el gobierno argumenta que la introducción de una espiral salarios-precios sería una pesadilla para la competitividad de las empresas griegas.

Ante esta situación política, Nueva Democracia se encamina a una derrota política. Después de Tempé, todos los sondeos de opinión muestran una caída de más del 5% en su apoyo electoral. Mitsotakis afronta la situación aplazando las elecciones –¿a finales de mayo? ¿en verano? ¿en septiembre, agotando así todos los límites constitucionales?– con la esperanza de que, en unas semanas o meses, el apoyo electoral se recupere. Pero esta táctica está plagada de riesgos.

En primer lugar, no hay nada en el horizonte que apunte a un posible crecimiento del apoyo político a la derecha. Al contrario, incluso la prensa dominante advierte que, si bien el objetivo de obtener la mayoría absoluta ya está perdido para el partido de derechas, la prolongación del periodo preelectoral podría conducir a la pérdida del primer puesto en las elecciones.

En segundo lugar, el desmantelamiento de todos los servicios públicos que deben proporcionar elementos de seguridad conlleva el riesgo constante de un nuevo acontecimiento como Tempé. La prensa advierte que los barcos en el Egeo (que transportan a más de 35 millones de pasajeros durante el verano), los autobuses urbanos en las calles, los hospitales públicos faltos de personal, los servicios de bomberos, etc,. han cruzado hace tiempo la línea roja en materia de seguridad. Todo el mundo comprende que otra tragedia (incendio, naufragio, accidente de tráfico) como la de Tempé provocaría un colapso inmediato y desordenado del gobierno...

En esta situación, uno de los hechos políticos más notorios es el estancamiento del apoyo a SYRIZA. El declive de Nueva Democracia reduce la diferencia entre los dos partidos, pero el estancamiento (o incluso el ligero declive) de SYRIZA no produce una solución gubernamental alternativa. De hecho, según las encuestas actuales, ni siquiera una alianza de SYRIZA con el PASOK (el reestructurado PASOK recuperó fuerza electoral en las elecciones de 2019) es suficiente para formar una solución gubernamental alternativa. El campo progresista necesita de un tercer partido (¿quizás el partido de Yanis Varoufakis?) para poder obtener una mayoría.

La interpretación de este estancamiento de SYRIZA es políticamente sencilla. Alexis Tsipras no ha logrado exculparse de sus responsabilidades en la traición de 2015. Y lo que ocurrió después es un recordatorio de estas responsabilidades: el acto final de privatización de los ferrocarriles griegos fue firmado por SYRIZA en el poder. Y lo que es más importante, Tsipras es reacio a comprometer a su partido, incluso en compromisos básicos que podrían persuadir a algunos votantes de que teniendo una segunda oportunidad en el poder (Syriza) podría aplicar ciertas medidas favorables a los trabajadores que requerirían una ruptura con el statu quo anterior. Tsipras ha evitado sistemáticamente comprometerse con la renacionalización de los ferrocarriles. Ha afirmado que un posible gobierno dirigido por él "renegociaría los términos del contrato con el FDSI-Ferrovie dello Stato Italiane" (propietario de Hellenic Train SA), incluso cuando destacados miembros del PASOK hablan de "rescindir el contrato con los italianos" y excluir al FDSI de cualquier discusión sobre el futuro de los ferrocarriles griegos. Esta es una prueba irrefutable de la trayectoria política de SYRIZA: Tsipras reclama el poder gubernamental como líder de un campo de centro-izquierda que ha completado su mutación hacia el social-liberalismo.

Después de todo, esta es la razón por la que Tsipras está acelerando los cambios dentro del partido para convertirse en una fuerza del centro político. Los puestos cruciales del partido están ocupados por socialdemócratas que sirvieron al proyecto de modernización (una versión griega de la tercera vía blairista) del ex primer ministro y ex líder del PASOK Kostas Simitis (presidente del Movimiento Socialista Panhelénico-PASOK del 30 de junio de 1996 al 7 de enero de 2004 y primer ministro de enero de 1996 al 10 de marzo de 2004). El puesto de portavoz del partido lo ocupa [desde el 1 de enero de 2023] Popi Tsapanidou, una brillante periodista que ha hecho carrera trabajando en los horarios matinales de las principales cadenas de televisión privadas (ANT1, Open TV).

Es muy probable que las papeletas de SYRIZA incluyan a políticos de una corriente de derechas –una corriente tradicionalmente próxima al antiguo líder Kostas Karamanlis (primer ministro del 10 de marzo de 2004 al 6 de octubre de 2009)– como, entre otros, Evangelos Antonaros, antiguo portavoz de un gobierno de Nueva Democracia (excluido en 2018). Este partido-cartel electoral de centro-izquierda se presenta como garante de una mayor eficacia electoral, pero es incapaz de obtener una victoria política clara, depositando sus esperanzas en un Mitsotakis que se pudre cada vez más desde dentro.

El declive simultáneo de Nueva Democracia y el estancamiento del centroizquierda liderado por Tsipras plantea un problema político a la clase dominante. Es la primera vez desde la caída de la dictadura en 1974 que estamos en pleno periodo preelectoral y los capitalistas locales no saben quién será el próximo gobierno. Sin embargo, esto ocurre en un momento delicado para el capitalismo griego. La amenaza del deterioro financiero internacional nos recuerda que el clima local de éxito es inestable e incierto. Petros Efthymiou, un experimentado ex ministro socialdemócrata, trazando un paralelismo con el choque de trenes de Tempé, afirma que "el país se dirige temerariamente a un choque frontal a finales de 2023". Señala la decisión europea de poner fin al periodo de relajación financiera y volver a las normas del Pacto de Estabilidad. Recuerda que la deuda griega se acerca al 190% del PIB y cree que, aunque el Pacto de Estabilidad se revise de forma más favorable, las presiones sobre cualquier gobierno griego seguirán siendo asfixiantes una vez que vuelva a estar en vigor.

En este contexto se ha producido un fuerte aumento de las predicciones de que el resultado de las próximas elecciones dará lugar a un gobierno de amplio consenso. Parte de la prensa (¡incluso la de derechas!) ha empezado a publicar nombres de personalidades independientes que podrían ocupar el puesto de primer ministro en un gobierno técnico con el apoyo parlamentario de dos, tres o más partidos. Entre ellos encontramos al banquero central Giannis Stournaras [en el cargo desde junio de 2014] –que ha intentado durante años presentarse como un Mario Draghi griego– o al abogado constitucionalista Nikos Alivizatos, destacado representante del centro democrático, pero que también desempeñó un papel destacado en la formación del frente anti-izquierda en 2010-15, con el fin de garantizar la permanencia de Grecia en la eurozona. Y sólo estamos al principio de estos debates...

Tal escenario no será fácil ni sencillo de alcanzar. Esa solución implica una crisis en los dos principales partidos: la caída de Mitsotakis del liderazgo de Nueva Democracia y un desafío al dominio de Tsipras dentro de SYRIZA. Pero, sobre todo, esa solución no dará lugar a un gobierno estable capaz de responder eficazmente a la nueva oleada de demandas de la clase trabajadora.

Después de Tempé, ha aumentado la tendencia a votar a los antisistema. Esto puede conducir a un aumento del apoyo electoral al Partido Comunista y al MERA25 de Yanis Varoufakis. En lo que a nosotros respecta, esto sería un resultado positivo en el aumento de la temperatura de nuestro pueblo. Expresará un mayor potencial de oposición desde la izquierda y desde abajo a cualquier nuevo gobierno, que empezará a tomar el relevo donde lo dejó Mitsotakis.

Pero lo más importante será un periodo electoral marcado por la tendencia al crecimiento de las luchas y el surgimiento de una plataforma transitoria de reivindicaciones de la clase obrera, elaborada y establecida como base para luchas unidas, masivas y radicales. Con el objetivo de transformar la crisis política del gobierno de Mitsotakis en un potencial real para hacer retroceder las contrarreformas neoliberales y derrotarlas.

Antonis Ntavanellos es miembro del consejo de la DEA y director del periódico Ergatiki Aristera

http://alencontre.org/europe/grece-apres-laccident-de-train-rien-nest-plus-comme-avant.html

Traducción: viento sur

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