Demasiado tarde para ser pesimistas

Daniel Tanuro.

Sylone-viento sur, 2020.

159 pp. 14,50 €

Patricia Grela González

En los últimos años, las abrumadoras evidencias científicas y las consecuencias de la crisis ecológica están retumbando tan fuerte que han entrado inevitablemente en la agenda política y social. Los movimientos de jóvenes por el clima nos despertaron de un inmovilismo que choca con una realidad cada vez más preocupante y, sin embargo, la maquinaria del capitalismo, causante del desastre, sigue pisando el acelerador. El ecosocialista belga Daniel Tanuro nos advierte de que no nos dejemos llevar por el pesimismo de los datos que nos presenta de manera clara, concisa y sin edulcorar. No existe ninguna duda de que las causas antrópicas del cambio climático como la deforestación, la agricultura y la ganadería industrial o la quema de combustibles fósiles vienen provocadas por la lógica de acumulación capitalista. A pesar de ello, este sistema ha logrado que hasta los modelos científicos estén hechos a su medida.

La preocupante acumulación de gases de efecto invernadero, principal causa del calentamiento global, ha acaparado numerosos estudios, conferencias y cumbres; escaparates que han sido aprovechados por grandes multinacionales, como las de la energía, para influir en unas políticas climáticas con las que seguir enriqueciéndose. El capitalismo busca la forma de sobrevivir vendiendo salidas que le permitan seguir por la senda de la acumulación. Sus estrategias van desde el negacionismo, financiado por las grandes empresas fósiles, hasta el capitalismo verde que busca crear nuevos mercados. Por su parte, determinados sectores de la ecología política deciden ignorar la causa principal y darle una oportunidad a la reforma del capitalismo o, por el contrario, se enrocan en la inevitabilidad del colapso para no hacer nada.

Caer en el pesimismo y en la incapacidad para armar una respuesta alternativa provoca que la acumulación del capital continúe ganando, y nos aboca a un escenario de escasez impredecible. Tanuro nos muestra un camino alternativo. El autor de El imposible capitalismo verde defiende la necesidad de una mirada anticapitalista que permita la unión de todas las luchas emancipatorias, sociales y ecológicas, para tener una oportunidad de construir una salida democrática y justa. Es precisamente este el reto que se nos plantea. Atraer a la clase obrera internacional es esencial, no solo en la lucha contra la crisis ecológica sino para la construcción de un futuro. Sin desdeñar propuestas como el Green New Deal, con todas sus limitaciones, Daniel Tanuro ve clara la necesidad de apostar por una verdadera ruptura con la lógica de la acumulación capitalista como es el ecosocialismo, y hace un llamamiento a la lucha colectiva para poner freno a la crisis ecológica y social, ahora que aún nos queda tiempo.

White trash [escoria blanca]

Nancy Isenberg.

Capitán Swing, 2020.

710 pp. 25,65 €

Jaime Pastor

Con el subtítulo de “Los ignorados 400 años de historia de las clases sociales estadounidenses”, Isenberg nos ofrece un documentado trabajo en el que se propone replantear “las relaciones entre raza y clase” para sostener que, frente a los mitos de la tierra de las oportunidades y del excepcionalismo norteamericano, “la clase social cuenta por sí sola con una pujante dinámica propia y singular”. Su objetivo se dirige más concretamente a recordar los orígenes y evolución de la categoría de los blancos pobres, esa escoria blanca que se ha visto históricamente arrinconada territorial y culturalmente.

Estructurado en tres partes (“Partir de cero en un mundo nuevo”, “La degeneración de la raza norteamericana” y “El cambio de imagen de la escoria blanca”), este trabajo constituye un repaso de los orígenes nada nobles de los colonos que llegaron a aquel continente para adentrarse luego en las sucesivas etapas que va atravesando la sociedad estadounidense hasta la llegada de Trump. En la primera parte tiene interés su revisión crítica de las tesis de pensadores y dirigentes políticos, como John Locke, Benjamin Franklin, Tom Paine, Thomas Jefferson o Andrew Jackson. En la segunda, la Guerra de Secesión aparece como un punto de inflexión que pone al descubierto la consolidación de una jerarquía racial y de clase. Ya en los inicios del siglo XX, se va imponiendo lo que se define como el problema de “la inútil clase de los blancos antisociales”, agravado luego por la Gran Depresión y la consiguiente caída del mito de la movilidad social ascendente.

Con todo, el mismo mito vuelve después de la Segunda Guerra Mundial, simbolizado en personajes como Elvis Presley, alguien procedente de la escoria blanca que se convierte en figura de éxito. Paralelamente transcurren episodios de conflictividad social entre los y las de abajo, como el que tuvo lugar en Little Rock (Arkansas) en 1957, de enorme impacto, a propósito de la segregación racial en las escuelas. No faltan tampoco referencias a películas controvertidas, como Matar a un ruiseñor en 1962, basada en una novela homónima de Harper Lee, en la que también se reflejan esas tensiones.

Es a partir de la década de los ochenta del pasado siglo cuando, según nos cuenta la autora, esa capa social se metamorfosea en “identidad étnica” resentida, creándose su propia imagen cada vez más contradictoria de país (entre el sueño americano y la frustración creciente de expectativas) y, por tanto, a merced de discursos como el que acabará representando Donald Trump; alguien que, hasta ahora, ha tenido el mayor éxito en la tarea que, como explicaba recientemente esta historiadora, ha sido una constante en la historia de EE UU: “Hacer imposible que los blancos y los negros pobres creen una alianza de clase”.

¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo

bell hooks

Consonni, 2020.

280 pp. 22,50 €

Begoña Zabala

Aparece por primera vez en castellano este histórico libro de la escritora y activista afroamericana, publicado en inglés en el año 1981. Es el mismo año en el que Angela Davis publica Mujeres, raza y clase. Es conveniente situarlo en su momento, en los setenta, cuando lo escribe. Sin cumplir los treinta años le editan el libro que pone sobre el tapete las grandes cuestiones y quiebras del feminismo norteamericano: sexo, clase y raza. Son los mismos ejes que de forma recurrente atraviesan los debates de los feminismos más comprometidos y radicales. Ahora mismo lo estamos viviendo: mujeres racializadas, feminismos decoloniales y anticoloniales, mujeres por encima de su sexo asignado, racismos machistas, feminismos racistas y excluyentes, la clase como paradigma unificador del feminismo o como divisor de la sororidad…

Todo el libro está vertebrado por el señalamiento incuestionable del etnocentrismo blanco-occidental de las pioneras feministas norteamericanas blancas en las luchas antiesclavistas y por el voto femenino. Cuando se dice mujeres, se quiere decir mujeres blancas, y así se cuenta y se explica únicamente su situación. Un feminismo racista empieza a despuntar y se instala en lo que se denominará más tarde feminismo liberal. Hay que conocer bien esta fase de la historia para conocer exactamente cómo han funcionado los fundamentos de eso que ahora llaman el feminismo blanco o, más despectivamente, las blanquitas.

No menos gruesa es la línea que recorre en sentido paralelo la denuncia del sexismo en la lucha por la liberación de los negros. Debe leerse solo hombres. Con apoyo de los propios militantes y activistas de las luchas. Cita, así, a Sejourne Truth: “Hay mucho revuelo acerca de que los hombres de color consigan sus derechos, pero no se dice ni una palabra acerca de las mujeres de color, y si los hombres de color obtienen sus derechos y las mujeres de color no, lo que veremos será que los hombres de color serán dueños de las mujeres y la situación volverá a ser tan nefasta como antes”.

Tener una buena perspectiva histórica de esta lucha cruzada, a veces coincidente de las luchas por los derechos de las mujeres, contra la esclavitud y a favor del voto de los negros es esencial para entender la plasmación que se realizó de los sujetos y la absorción que hicieron estos de los subalternos. Se dice los derechos del hombre, y se quiere decir de los hombres blancos; se dice voto femenino y lucha feminista y se está expresando de las mujeres blancas; se dice derechos para los negros, y se está significando los hombres negros. ¿Qué pasa con las mujeres negras? Se esencializa su figura, mitificándola y se esconde su participación en los trabajos del sector productivo.

Abraham Guillén: Guerrilla y autogestión

José Luis Carretero Miramar.

Solidaridad Obrera, 2020.

314 pp. 12 €

Matías Escalera Cordero

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo un libro. Este no solo está bien escrito, sino que aquello que se nos presenta, la peripecia vital, social, política e intelectual de Abraham Guillén, es tan rica y apasionante que uno está tentado a afirmar que es una de esas vidas de película que decía mi padre; una vida extraordinaria.

Una vida llena de lucha por lo justo, de deseo de saber, de descubrir la causa verdadera de las cosas, no importa lo que cueste ese esfuerzo o a quién tengas que enfrentarte para ello: ya sea a tus enemigos de clase (en España, durante la guerra y la primera posguerra, en los frentes y en las cárceles; en Francia, luego, o en América, finalmente, en el destierro definitivo), ya sea a tus propios compañeros (a Cipriano Mera y a Besteiro cuando rinden Madrid) o a la misma dirección de CNT, encabezada por Cerrada (que le acusa de desviación marxista por colaborar en una plataforma multipartidaria promovida por el PCE que englobaba a toda la resistencia antifranquista en el exilio), o a los cómodos prejuicios de las verdades heredadas y generalmente admitidas.

Una vida plena de aventuras, fugas, viajes, experiencias políticas, de combate social, de búsquedas y descubrimientos existenciales e intelectuales increíbles, que empieza en un pueblecito alcarreño, Corduente. Le lleva por toda la península hasta convertirse en un referente de la lucha de los trabajadores, a doctorarse en Economía en Argentina e idear, inspirar y acompañar las estrategias de guerrilla urbana (concebidas por él como gérmenes de futuros ejércitos de liberación de clase) y que ensayará, a finales de los cincuenta, el grupo guerrillero de los Uturuncos, en la propia Argentina, y que inspirará al Movimiento Tupamaro, luego, en Uruguay, y finalmente convertirse en asesor de la OIT y en una de las máximas autoridades en la economía de autogestión, a la que considera la estrategia más eficaz para superar la forma capitalista de producción y organización social.

Y todo ello con la determinación y el valor que caracteriza a esos pocos que combinan acción y pensamiento. Es, pues, la historia de un personaje incómodo. Este libro es justo la historia personal e intelectual de una de esas personas que no solo nos atrae, sino que necesitamos. Una compañía incómoda que nos obligue a cuestionar lo aceptado por pereza o costumbre y que nos ayude a superar esa división suicida que nos condena a la irrelevancia. Se trata de una historia apasionante de alguien que, como señala Andrés Ruggeri en su magnífico prólogo, aúna antiimperialismo, guerrilla urbana y autogestión, pero, sobre todo, internacionalismo y sentido de clase.

Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros

Jorge Riechmann

MRA, 2019.

216 pp. 18 €

Alberto García-Teresa

Mira que Jorge Riechmann es siempre certero con sus títulos, pero en pocas ocasiones ha llegado a la claridad que posee este, su último ensayo. Sin falsas ilusiones ni autocomplacencia, con la dolorosa lucidez de quien mira el presente con serenidad, el autor repasa “la imposibilidad de lo necesario” en estas páginas desde una óptica de colapsos ecosociales y de posibles alternativas.

Se trata de un trabajo, como siempre, documentadísimo. Con su rigor, brillantez expresiva y la profusión de datos y citas habituales, Riechmann se embarca en analizar las nulas condiciones que existen para evitar el colapso. Se detiene en exponer las inconsistencias del crecimiento verde y del Green New Deal, para las que no hay ni tiempo ni recursos. Asimismo, muestra cómo cualquier transición energética es inútil o no tendrá efectos si no se produce también un cambio de sistema económico; si no salimos del capitalismo. En ese recorrido se adentra en debates vigentes en el movimiento ecologista, pero sabe salir de la discusión interna para abordarlos de manera global, aunque arroja luces dentro de la reflexión para la estrategia teórica y militante. Por tanto, el autor concluye que “lo ecológicamente necesario es cultural y políticamente imposible. Y lo políticamente posible no sale de la trayectoria mortal en la que nos hallamos: ecocidio más genocidio”. Así, “lo que tiene potencial de mayorías no nos saca del atolladero ecológico”. Insiste en la necesidad de una “contracción de emergencia (…) organizada con equidad social”. La clave está, para Riechmann, en que “vivir con menos materiales y energía (con menos riqueza energética) no implica necesariamente vivir peor, si somos capaces de actuar racionalmente sobre nuestros deseos, fines y prioridades (…). ¿Seremos capaces colectivamente?”, sintetiza.

Por ello, expone que debemos pensar maneras distintas de actuar en una “política de lo imposible”, a la vez que sigue incidiendo en la urgencia de abandonar el autoengaño. La segunda mitad del volumen se centra en ello: el autor pasa a perfilar esas líneas de trabajo que nos permitan “fracasar mejor” en una estrategia basada en “trabajar en las grietas” tanto del sistema político como del ideológico. En ese sentido, me parece relevante señalar que puntualiza que “el paso difícil no es del yo al nosotros, sino del nosotros reducido (los grupos primarios) al nosotros ampliado, más allá del tribalismo”.

Riechmann, por tanto, desarma en la práctica que la dura asunción de la realidad nos aboque al inmovilismo. Sus palabras, por el contrario, nos vuelven a llevar a una posición de reflexión y de replanteamiento de la acción.

Sobre Simone Weil. El compromiso con los desdichados

Francisco Fernández Buey.

El Viejo Topo, 2019.

200 págs. 19 €

Ana Vega

En estos días, es casi un lujo encontrar un libro que nos acerque al pensamiento crítico, y más difícil aún si cabe, al pensamiento de una mujer cuya preocupación fundamental fue la desdicha humana: su origen, su anclaje, su supervivencia en nuestras vidas. Francisco Fernández Buey (en edición de Salvador López Arnal y Jordi Mir García) nos ofrece un minucioso acercamiento al pensamiento y obra de Simone Weil, a su vida y a cada una de las experiencias que modificaron sus creencias: su trabajo en la fábrica, sus experiencias místicas, sus contradicciones y sus certezas.

La sensibilidad de Weil marcó tanto su vida como su preocupación social. Forjó su propio pensamiento en la proximidad de la desdicha del otro y también propia. Esa constituye una clave fundamental que decidió situar como raíz de toda posible filosofía del trabajo y de la economía, a la que es necesario atender para comprender el alcance de la imposibilidad de realización de cualquier ser humano sometido. Es la esclavitud en todas sus vertientes una explicación evidente de la desdicha, la marginación y la división de clases que rompe toda posibilidad de cambio.

Simone Weil expresa su propio conocimiento y vivencias. Esto la conduce de forma ineludible a dudar de todo discurso y aún más de cualquier iniciativa que provenga de un partido político, a quien considera parte del engranaje de esa desdicha y de esa esclavitud que impiden romper la cadena: “Solamente al pensar que los grandes jefes bolcheviques pretendían crear una clase obrera libre, y que ninguno de ellos (Trotsky seguro que no, Lenin creo que tampoco) habían puesto los pies en una fábrica y, por consiguiente, no tenían la menor idea de las condiciones reales que determinan la esclavitud o la libertad de los obreros, la política me parece un sarcasmo siniestro”, nos apuntan en estas páginas. Es importante recordar que “ni las personalidades ni los partidos conceden jamás audiencia a la verdad ni a la desgracia”. Pero como bien nos recuerda, “la desdicha es lo más próximo a la verdad”. Lo urgente y necesario es “arrojar arena en el engranaje de la máquina que nos tritura, favorecer una cierta libertad de movimientos, potenciar el despertar del pensamiento” En definitiva, “renovar el pacto original del espíritu con el universo”. Y para ello debemos recordar que “este mundo es la puerta de entrada”. Pero también hay que tener en cuenta que, a su vez, es “una barrera y, al mismo tiempo, es el pasaje”. He ahí el desafío, todavía hoy no resuelto.

 

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