Friedrich Engels: el burgués que inventó el marxismo

Michael Krätke

Bellaterra, 2020

170 pp. 17 €

Julia Cámara

A diferencia de otros aniversarios sobradamente consagrados por la izquierda, los 200 años del nacimiento de Engels (1820-1885) parecen haber pasado de manera más bien discreta. Más allá de la reedición de algunas de sus obras (bienvenidas sean), posiblemente la propuesta más sugerente sea la que nos hace Bellaterra.

Krätke, hasta ahora inédito en castellano más allá de los artículos traducidos para Sin Permiso por Ángel Ferrero (traductor también del libro), es un biógrafo exigente. No hay en él recopilación de momentos singulares ni ordenación cronológica de su vida. Más bien, como él reconoce en varias ocasiones, un interés genuino por los aportes teóricos de Engels, por su papel en la construcción del marxismo como posición teórico-ideológica y de Marx mismo, y por la evolución intelectual de un hombre que persiguió el ideal humanista frente a la compartimentación capitalista.

El volumen recopila tres textos complementarios, en algunos puntos quizá repetitivos, pero que tienen el valor de abarcar casi todos los aspectos de Engels en lo que a su legado intelectual y político se refiere. El primero de ellos, “Friedrich Engels o cómo un burgués inventó el marxismo”, dedica un buen número de páginas a analizar la evolución vital del renano y es el más prolífico en el abordaje de la relación personal e intelectual que mantuvo con Marx. Nos ayuda además a situar los tres aspectos fundamentales del trabajo de Engels: la crítica de la economía política, la investigación social y las ciencias naturales. El segundo, “Friedrich Engels y las grandes transformaciones del capitalismo”, se centra de manera más específica en su trabajo de crítica de la economía política, su teoría de las crisis y su trabajo de edición de El Capital. Por último, “Federico, el grande”, completa el tríptico analizando algunos de los aspectos que habían quedado sueltos hasta el momento: los debates abiertos desde la ecología, las contribuciones de Engels al pensamiento estratégico a raíz de su paso por el ejército o sus aportaciones a la teoría política en la última etapa de su vida. El resultado de conjunto es un retrato completo y coherente, capaz de acercarnos a la complejidad de un hombre en demasiadas ocasiones reducido a mero acompañante.

Krätke reivindica a Engels como teórico de interés y actor histórico relevante por derecho propio. Lo rescata de las garras de la doctrina marxista-leninista y de quienes lo acusan de no haber comprendido a Marx, para mostrarlo como un pensador genial, abierto al cambio y leal admirador y cocreador de las ideas de su amigo. El resultado es un libro profundo pero ameno, que funciona tanto de guía de lectura para personas no iniciadas en Engels como de mapa de referencias y conexiones para las más conocedoras.

Desarmar la masculinidad

Beatriz Ranea Triviño

Catarata, 2021

128 pp. 14 €

Alberto García-Teresa

Partiendo de la concepción de masculinidad como estatus, alejada de esencialismos, Beatriz Ranea Triviño indaga, tal y como señala Rosa Cobo en el prólogo, en “la reproducción de la masculinidad hegemónica a través de los mecanismos de poder que la constituyen” y en cómo se perpetúa, siempre con el horizonte de desactivar su normatividad. Con un lenguaje claro, conciso y certero, que sabe exponer las citas para ilustrar ideas con fluidez sin demorarse en la glosa, remarca la relevancia del enfoque feminista a la hora de abordar esta investigación para diferenciarse de los estudios sobre masculinidad que omiten la relación de dominación (o que tratan de reformularla).

Incide en cómo se edifica la masculinidad por oposición (a la mujer, en todos los planos). Se detiene en la relevancia del cuerpo (la genitalidad, la masa muscular, la postura, etc.) en ese proceso, pero también explora todos los atributos que, precisamente, se arman para diferenciarse de “ser mujer”. La expresión “no seas niña” ilustra a la perfección la asimilación y la dimensión de ese hecho. La heteronormatividad resulta parte de ello. Y es que la actividad sexual (de nuevo, ligada a la genitalidad) es clave en ese recorrido de autoafirmación masculina.

Así, la relación jerárquica necesita ser permanentemente evidenciada para constatar la posición de poder, que resulta clave en esa construcción de masculinidad. La homofobia es otro puntal de ella. Por todo ello, “ser hombre no consistiría solo en serlo, sino en parecerlo de cara a los demás”, mediante una continua representación y una ostentación de los valores y roles masculinos, “para conseguir el reconocimiento del resto de varones”.

Además, la autora explora cómo busca erigirse en voz de autoridad, dentro de esos parámetros jerárquicos, el papel como proveedor de la familia (un rol que entra en crisis con la precariedad laboral) y protector (vinculado a la exaltación de la violencia y de un cuerpo musculoso). En el camino, el rechazo a la empatía y a la expresión de sentimientos que manifiesten vulnerabilidad consta como encrucijada. Asimismo, analiza su posición en el contrato matrimonial y la explotación sexual, al igual que determinados ritos que lo sostienen (como la caza). A su vez, concreta las posibles quiebras y reacciones de esa hegemonía en nuestros días a través de varios ejemplos significativos (como el repunte de la extrema derecha, la ciberviolencia o las violaciones en grupo).

Con todo ello, Ranea Triviño levanta un libro conciso y brillante, que se torna imprescindible para poder comprender y, finalmente, desarticular los pilares y toda la arquitectura del orden patriarcal.

Utopía Queer: el entonces y allí de la futuridad antinormativa

José Esteban Muñoz

Caja Negra, 2020

351 pp. 20 €  

Matías Escalera Cordero

Este libro debería ser leído con atención para ver si una visión tan lúcida, clara y positiva del fenómeno (en su vertiente artística) como es la que expresa, nos calma y nos permite recuperar el sentido (¿común?) lúdico y gozoso de vivir; también respecto de qué es ser una mujer o un hombre o, sencillamente, qué es ser una persona o un ser humano libre.

Las claves están en su subtítulo. Uno, “el entonces”, esto es, cómo documenta el autor la explosión de la conciencia queer allá por los años sesenta y setenta, en Estados Unidos, en cuanto que fenómeno irreductible, subversivo y antisistémico. Dos, “el allí”, esencialmente la ciudad de Nueva York, en donde se da ese despliegue como arrebato, que se materializó en innumerables acciones, casi todas ellas artísticas y performativas. Y tres, “futuridad antinormativa”, es decir, toda esa energía e ilusión volcada al futuro de un estar en el mundo nuevo y desobediente de las normas, fueren cuales fueren, que rompió y rasgó las costuras del sistema dominante para siempre, también el del establishment gay (y esto es importante de entender). Porque, al leer este libro, nos ponemos en contacto con el pensamiento, pero, más propiamente, con el sentimiento de un verdadero ser esperanza atravesado por la posibilidad de la utopía y de lo utópico como motor de acción y de la alegría de vivir que interroga a todos sin excepciones.

Y es que la acción, como la expresión artística queer, para Muñoz es, en sí misma, esperanzadora y utópica, ya que se rebela contra la dictadura del aquí y ahora, y, por tanto, liberadora, arrebatadora y vertiginosa, de un modo tal que se enfrenta inevitablemente a lo dado, a los patrones conservadores y patriarcales, pero también al pragmatismo gay u homonormativismo asimilado; en palabras de Lisa Duggan, poderes fácticos internos de los movimientos de liberación (blancos, en su mayoría) que promueven una asimilación aceptable y normativa de lo diverso en el sistema, por ejemplo, a través de sus luchas por el reconocimiento de la institución del matrimonio entre personas del mismo sexo, en vez de invalidar la institución misma.

Además, constituye un documento fiel sobre la obra de varios de los artistas y escritores queer más importantes de ese momento y también de los fundamentos estéticos de sus obras, con documentación fotográfica y gráfica que nos ayuda a comprender mejor el fenómeno descrito y el sentimiento utópico y liberador profundo que lo anima. Un sentimiento que es, en resumidas cuentas, un alegato de “la esperanza frente a la desolación” y, yo diría también, de la alegría de vivir infundidos de la utopía de lo múltiple, de lo desmedido y de lo diverso, sin normas ni restricciones.

Prometeo contra Leviatán. Teorías sobre el Estado. Del liberalismo al anarquismo

Costas Despiniadis

Fundación Anselmo Lorenzo, 2021

272 pp. 10 €

Roberto Pradas Sánchez-Arévalo

Este libro presenta un recorrido por algunos de los teóricos clásicos del Estado burgués y de sus críticos. Quizá, de las muchas ideas que expone, una de las que mejor lo vertebra sea la teoría del contrato social y las críticas que se le han formulado. El propio Rousseau presenta su propuesta cuestionando las premisas del que quizá fuera el primero en edificar un argumentario del pacto social que conducía al Estado de una burguesía que adoptaría por igual la forma liberal o dictatorial: Hobbes. Si para este, el Estado evita “la guerra de todos contra todos” a cambio de nuestra libertad, para Rousseau, que también exige la cesión de nuestra libertad al Estado, “las guerras entre los Estados […] son muchas más y más intensas que cualquier otro conflicto”. 

Ahora bien, Rousseau también afirma que “no hay gobierno más sometido a las guerras civiles y las agitaciones intestinas que el democrático y popular”. Por ello, Costas Despiniadis se pregunta cómo puede ser posible que Rousseau sea considerado un defensor de la democracia cuando solo considera posible esta en comunidades pequeñas y propone para las grandes poblaciones el gobierno aristocrático o la monarquía.

Si tenemos en cuenta hechos como la llamada ley mordaza y la generalizada remisión de libertades en nuestras democracias liberales bajo el argumento de su incompatibilidad con la seguridad, comprobaremos que, en realidad, el modelo roussoniano es tan útil para legitimarlas como la teoría hobbesiana. Y si sumamos a esta idea de democracia securitaria el vínculo que establecen tanto Hobbes como Locke con la equivalencia entre propietario y ciudadano, entre propiedad privada y contrato social, comprendemos por qué este conducía a la fundación del Estado burgués cuya función protectora había de dirigirse prioritariamente a proteger las propiedades. Así lo expusieron los críticos como Marx, para quien el Estado nacía para suplantar a la comunidad en funciones que antes eran colectivas, y los anarquistas, que siempre han visto el Estado como algo externo, y por ello dominante, a la sociedad. 

El esfuerzo de Despiniadis se dirige también a desmontar los argumentos, vacíos o directamente falaces, de los liberales que habrían extrapolado su propio momento histórico, sus conflictos sociales, y sus propios miedos, produciendo el constructo de un estado natural humano falso. En este sentido, se comprende que la sentencia hobbesiana del “humano es un lobo para el humano” describa más bien los incipientes conflictos de clase del naciente capitalismo.

La niña salvaje

Marie-Catherine H. Hecquet

Pepitas de Calabaza, 2021

208 pp. 18 €

Ángela Martínez Fernández

Estamos ante una historia excepcional: la de Marie-Angélique Memmie Le Blanc o, mejor dicho, de la niña salvaje. Con apenas nueve años inicia su andadura por los bosques. Allí aprende los gestos y las costumbres de los animales; caza, se mueve y duerme como ellos. Diez años más tarde es capturada; es entonces cuando comienza una etapa marcada por la esclavitud, la subyugación y el deseo exterior de civilizarla a la fuerza. Es, hasta el momento, el único caso conocido de una niña feral que sobrevive tanto tiempo en el bosque y, a su vez, la única que posteriormente se integra en los ritmos de la civilización.

La niña salvaje es en sí misma una matrioska, puesto que se compone de una multiplicidad de piezas y da lugar a un laberinto que nos permite conocer en profundidad su historia, lejos del mito y el cliché exótico. Es este un texto intervenido varias veces a través de distintas capas de relatos y puntos de vista. Al cuaderno escrito por Marie-Catherine H. Hecquet en el año 1755 se suma un estudio de Jesús García Rodríguez y otra parte, prolífica, compuesta por anejos de todo tipo que sirven para observar cómo se testimonia su descubrimiento y transformación.

Es este, pensamos, el valor central del libro: no cuenta el relato fantástico de una joven habitante de los bosques desde la pura exotización, como un escaparate de la salvaje, sino que coloca sobre la mesa un aparato-dispositivo de investigación que pone a funcionar a partir de varios textos, fuentes y puntos de vista. Por ello, no se limita a romantizar la historia de Le Blanc, sino que la utiliza para trabajar con unos núcleos de interés cuya raíz es puramente política: así, cobra especial importancia la figura de los niños salvajes y el debate en torno a ellos como seres no sociales, no políticos, sin sociedad humana y sin lenguaje. También, por su parte, la obra visibiliza constantemente las implicaciones perversas de la domesticación y el uso de la violencia en ella: la inserción de Le Blanc en la vida humana consiste, sobre todo, en domar su cuerpo de niña y de animal. Los responsables de la labor civilizatoria son miembros del poder eclesiástico y la aristocracia. La obra es también el relato evidente de los mecanismos represores de lo civilizatorio: cómo se subyuga y se transforma a una niña que pertenece a un mundo distinto, a una sensibilidad alternativa. Pensamos, en definitiva, que La niña salvaje trata de indagar sobre las posibilidades que existen de construir narrativas en torno a los niños y niñas ferales y por ello se postula como un interrogante abierto. Un interrogante que sirve, hoy, para seguir preguntándonos cómo ha sido utilizada la violencia, la hipótesis y el relato alrededor del cuerpo de una niña-salvaje-mujer.

La lucha hablada. Conversaciones con ETA

Egoitz Gago y Jerónimo Ríos 

Altamarea, 2021 

224 pp. 20 €

Pedro Ibarra

El libro comienza con un tramo inicial en el que se describe la historia de ETA. Orígenes, escisiones, estrategias, la radicalización de la lucha armada, la represión y el proceso final de cese y disolución. Sin duda, esta primera parte no aporta nada distinto a otros trabajos y publicaciones que se han hecho sobre el tema. Pero sí logra lo que, en el fondo, parece ser su exclusiva función: ser un adecuado enmarque para entender el testimonio de los militantes de ETA sobre su experiencia en la lucha en general y en la lucha armada en particular.

Entrando ya a considerar el valor de estos testimonios, constituyen una muy relevante aportación. En otros trabajos de entrevistas a militantes de ETA, a la hora de saber por qué determinados jóvenes vascos decidieron entrar y continuar en la opción radical de ETA, los testimonios y sus análisis resultan superficiales e insuficientes.

Estas entrevistas, por el contrario, profundizan en esta dimensión sustancial de la causalidad. Así, aparecen combinadas las razones basadas en vivencias personales y en las surgidas desde convicciones ideológicas. Destaca la represión directa o vivida por otros, normalmente cercanos, como causa original. Entre las convicciones, básicamente aparecen dos: el convencimiento de que la pervivencia de la nación vasca desaparecerá como tal nación si se mantiene el actual desarrollo de la dictadura represiva y, por otro lado, la convicción de carácter más estratégico: el de que resulta necesario para transformar el escenario político a favor de una independencia, el recurso a unos instrumentos de lucha (la lucha armada) que obliguen al Estado a ceder en esa transformación.

Según se van desarrollando las entrevistas y el correspondiente repaso a su historia, pierde presencia la convicción de defensa de la nación al borde de la desaparición. Se mantiene sistemáticamente la causalidad represiva así como la conveniencia, la necesidad de mantener una estrategia de lucha radical para lograr la transformación política deseada. 

En todo caso, salvo excepciones, esta convicción de mantener la lucha armada para acercar esos objetivos de cambio político se mantiene, según el relato de las personas entrevistadas, hasta el momento de la decisión oficial de cese y posterior disolución. Así, no se percibe (o no se admite la percepción) que con bastante anterioridad a la decisión de cese ya se estaba dando una situación en la cual el mantenimiento de la lucha armada a lo que conducía era al escenario inverso: al alejamiento del cambio político y a la consolidación del régimen político existente.

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