Hace algunos días, una joven (Pamela) de Macerata era asesinada, cortada en trozos y metida en una maleta por su asesino, un nigeriano conocido en el circuito de la droga. El traficante de drogas está en prisión. Pero no hay paz para Pamela. Tampoco para nosotros y nosotras.

El feminicidio bárbaro de una joven italiana asesinada por un hombre negro se ha convertido, durante la campaña electoral, en el terreno de la estimulación y propagación de los peores instintos racistas en el país y en objeto de una instrumentalización por todos los agentes. Fue en vano el llamamiento de la madre de Pamela, invitando a frenar la máquina de odio y de acabar con las venganzas y la sangre, actuaciones frente a las que, afirma, incluso su hija estaría horrorizada.

Tras la noticia de la muerte de la joven, se desencadenó el infierno. La indignación frente al enésimo feminicidio extremadamente grave no tiene desgraciadamente nada que ver con ello. Los chacales se han apropiado de las portadas de los periódicos para hacer un machaque sangriento propio de una campaña electoral feroz, plena de odio y de racismo, dirigida al peor sentido común y las bajas pasiones del electorado, desgraciadamente no solo el de derechas. Una vez más, como por casualidad, todo ello en detrimento de las mujeres. De hecho y aún más tristemente, sobre el cuerpo ya destrozado de una mujer.

Hace algunos días habíamos oído ya al candidato de la Lega en Lombardía invocar la “defensa de la raza” frente a una pretendida invasión de inmigrantes. A partir de ahí, nos indignamos, pero no nos sorprendimos, cuando tras el feminicidio de Macerata, el dirigente nacional de la Liga, Matteo Salvini, acusaba a la izquierda de tener “las manos llenas de sangre” y, según términos no equívocos, denunciaba y cargaba contra Laura Boldrini, presidenta de la Cámara, que defendía con benevolencia a las personas migrantes y las mujeres.

Tarde o temprano, lo que pasó algunas horas más tarde debía ocurrir. Un fascista, portavoz local de Forza Nuova, que el año pasado era candidato en las elecciones municipales por la Liga, ha pasado de las palabras a los actos. Ha salido con una pistola semiautomática y ha comenzado a disparar en las calles de Macerata, hiriendo a seis migrantes. Ha sido detenido poco tiempo después por la policía, cuando deambulaba envuelto en la bandera tricolor, haciendo el saludo fascista con su brazo en alto. En su casa, tras las pesquisas, han sido encontrados, entre otros, Mein Kampf y banderas con cruces gamadas.

Un fascista, ni más ni menos, tanto que no se ha arrepentido ni siquiera ahora, estando en prisión, acusado de asesinato con la circunstancia agravante de odio racial. No es una casualidad que Forza Nuova se haya ofrecido calurosamente a financiar la ayuda jurídica.

Matteo Salvini ha echado leña al fuego, minimizando los hechos y relanzando el tema de la “inmigración fuera de todo control”. Silvio Berlusconi (a la cabeza de la coalición electoral), por su parte, ha anunciado la expulsión de 600.000 inmigrantes en el caso de ganar las elecciones.

Así pues, como si nada, lo que, en otro contexto habría sido un ataque terrorista con instigadores políticos precisos, a saber, la Liga y la extrema derecha, se ha convertido en un gesto insensato de un joven (28 años), Luca Traini, fuera de control, que “quería hacer justicia por sí mismo”. La fórmula “hacer justicia por sí mismo” ha sido utilizada por el ministro del Interior Marco Minniti (portavoz del Partido Democrático y miembro del ex-PCI), que estos últimos meses ha utilizado una mano de hierro contra las personas migrantes, con redadas y expulsiones en las principales ciudades italianas. Es curioso utilizar el concepto de “hacer justicia por si mismo” para un hombre que no dispara contra quien ha matado a Pamela (pues está en la cárcel), sino contra seis hombres, culpables solo de tener el mismo color de piel. ¿Qué concepción de la justicia tiene el ministro italiano del Interior, si no es la bárbara de “hazlo tú mismo”?

En definitiva, este Luca Trini que ha disparado contra seis extranjeros, envuelto en la bandera italiana, para la prensa y la política italiana es un “loco” y el verdadero problema es el de la inmigración. El silencio casi total sobre las víctimas del tiroteo era desconcertante. Sus nombres ni siquiera se nombran; solo el color de la piel.

Un mal clima reina en Italia. Sus responsables son Salvini y las organizaciones neofascistas, pero las responsabilidades van bastante más allá y implican a toda la gente que, incluso en el centro izquierda, con el ministro Minniti a la cabeza, autoriza este clima y el renacimiento de estas organizaciones. Forza Nuova y Casapound son prácticamente ilegales. La disposición XII (transitoria y final) de la Constitución italiana prohíbe “la reorganización, bajo cualquier forma, del disuelto partido fascista”. Y sin embargo, siguen vivas y se desarrollan, con la aprobación de numerosas administraciones (incluso de centro izquierda) y de la mayor parte de las fuerzas del orden. Pueden manifestarse libremente y organizar desfiles a la luz del día. Estas últimas semanas, han podido obtener firmas para presentarse a las elecciones legislativas.

Por no hablar de las responsabilidades que incumben a toda la política italiana, de centro derecha y de centro izquierda (incluyendo los gobiernos técnicos), por haber proseguido sin interrupción un régimen de austeridad económica que está en la base, prácticamente en toda Europa, del malestar social y del renacimiento de tal odio racista.

En todo esto, hay otro hecho que provoca una amargura y un sentimiento profundo de injusticia. En Italia hay feminicidios y feminicidios: la indignación cambia si el asesino es extranjero o italiano. Y también si la víctima es extranjera o italiana. Si se trata de una prostituta, entonces ni se habla.

Cerca de mi casa, en la provincia de Bergamo, hace unas semanas, un hombre ha asesinado a una mujer en un motel. A penas ha sido mencionado. En el informativo de la TV, las noticias solo figuraban en la pantalla como subtítulos. Me he preguntado por qué, imaginándolo. Algunos días más tarde, he tenido la confirmación en la página 25 del periódico local (Eco di Bergamo). Este feminicidio no ha estado en las portadas de los periódicos porque era una nigeriana y una prostituta. El título del artículo no dejaba ninguna duda: “Él acudía a su domicilio y le hacía regalos”. Un hombre italiano de 61 años ha asesinado a una nigeriana de 37 años, una prostituta. Según la periodista (cielos, ¡era una mujer!), el asesino “ha tenido una relación con ella durante dos años”, pagada por supuesto. Pero se ha enamorado, quería más. Ahora bien, sin empleo el dinero que había ahorrado estaba acabándose. Pero este asesinato no ha constituido una noticia y no había aquí ninguna razón para invocar el “hacerse justicia”, porque el monstruo era italiano. Pagaba y además hacía regalos.

Hay que decirlo claramente: en Italia, no hay ninguna situación “de urgencia en materia de inmigración”. Por el contrario, hay una verdadera urgencia: es el fascismo. Y en paralelo, de forma transversal, el sexismo más odioso.

5/01/2018

http://alencontre.org/europe/italie/italie-sur-lexpedition-raciste-a-macerata-immigration-situation-durgence-non-mais-celle-de-la-montee-du-fascisme-et-du-sexisme.html

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

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