Tan esperado como temido, la creación del nuevo sujeto que debe articular el espacio electoral de En Comú Podem es el último acto del largo terremoto político a cámara lenta del otrora oasis catalán. Su éxito o fracaso se declinará, como en todo proyecto emancipador, en función de su capacidad para hacer frente no sólo a sus adversarios, sino también a sus propios demonios, a los límites que desde el interior (aunque en íntima relación con el exterior) amenazan siempre con petrificar toda propuesta de cambio.

Más allá de saber manejar la enorme pluralidad interna, el nuevo sujeto en ciernes tiene una serie de retos por delante. Siete son los que aparecen como ineludibles. Sin hacer ningún fetiche de un número que se presta a ello añadamos, pues, a los siete pecados capitales, a los siete samurais, a las siete virtudes del bushido, a las siete maravillas del mundo y a un sin fin de sietes ilustres, los siete retos del nuevo sujeto. Sin pretensión alguna de exhaustividad y a modo de pistas para un porvenir que comienza en el presente.

Primero, la democracia interna. Condición no suficiente para el éxito pero si necesaria para conjurar un descarrilamiento futuro, este inicial desafío está relacionado con el segundo, el de fomentar una cultura de la participación. Una base (auto) organizada y activa por debajo es el cimiento indispensable para que no flaquee la determinación por arriba. Lo que nos conduce naturalmente a ocuparnos de la tercera cuestión, el riesgo de burocratización, verdadero Gremlin saboteador del cambio social que supone la conformación de un estrato con intereses propios y orientado a su auto-reproducción. Democracia y participación son, precisamente, su antídoto imperfecto. De ahí saltamos a la cuarta dificultad, ahuyentar el espectro de la institucionalización. Es decir, evitar que las insoslayables rutinas de la gestión gubernamental y la práctica parlamentaria configuren las gafas con las cuales primordialmente se ve el mundo. Mantener y fomentar una cultura de la movilización social, imbricada con una estrategia cultural de hondo aliento, permite desplegar una agenda política y una perspectiva más profunda.

En quinta posición emerge el requisito de desarrollar un programa consistente, a la altura de la radicalidad de la realidad. Los nudos gordianos de la deuda, la banca, la Unión Europea, y la soberanía brillan con luz propia ahí. Ello nos arroja al sexto escollo, la necesidad de una reflexión estratégica permanente que trascienda el debate coyuntural y el tacticismo de lo inmediato. La lúgubre sombra del fiasco griego y del fin de ciclo latinoamericano obligan a levantar la cabeza para otear el horizonte. Una mirada de largo alcance, hacia adelante y atrás, es precisamente lo que hará falta en el presente futuro para relacionarse con el proceso independentista. Trabajar activamente para aumentar la potencia constituyente del mismo, y no permanecer pasivamente esperando su descalabro, se antoja como el séptimo lance.

Siete desafíos, pues, que ni pueden ser ignorados ni deben generar vértigo perturbardor, como precisamente le sucede a dicha cifra en el cuento infantil Como el número 7 se volvió loco, de Bram Stoker. Siete retos para un sujeto cuyo éxito no se medirá sólo por sus resultados electorales sino por su capacidad de implementar políticas de transformación. Sin ellas, la victoria en las elecciones es el comienzo de la derrota.

5/11/2016

Josep Maria Antentas, profesor de sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona y miembro del Consejo Asesor de VIENTO SUR

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/11/02/catalunya/1478109050_852950.html

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