“Catalanes, ja el tenim aquí”. El Govern catalán ha anunciado fecha y pregunta. El 1 de octubre debería preguntarse a la sociedad catalana si quiere que Catalunya sea un Estado independiente en forma de república o no. Un paso más para materializar una demanda que recorre Catalunya de forma masiva desde hace más de cinco años. Un paso recubierto de los habituales excesos retóricos del Procés y sus innumerables “días históricos” y que no es su convocatoria, pero que plantea un horizonte concreto sobre el que trabajar, apelar, exigir. Un paso que va a encontrarse con no pocos obstáculos en los próximos meses.

La tozudez del régimen, la tibieza del cambio

¿El obstáculo central? Nada nuevo: la tozudez del régimen en pleno en negarse a celebrar un referéndum en Catalunya. Una tozudez que sólo es explicable porque lo ve fundamentalmente como una amenaza desestabilizadora. Un hipotético referéndum obligaría a repensar más allá de Catalunya todo el modelo de organización territorial y las relaciones entre las distintas realidades del Estado. Por lo tanto, forzaría a abrir ese famoso “candado del 78” visto por el bloque en el poder como una caja de Pandora. Dinamitaría los ya debilitados y a la defensiva consensos constitucionales. Además, marcaría un precedente democrático. Una herramienta como el referéndum aparecería como apelable y legitima para decidir sobre otras esferas, sea la monarquía, sean las políticas de la Troika o el artículo 135 que las blinda, etc. Unos “problemas” para los de arriba que apuntan la potencia transformadora del propio referéndum para las fuerzas populares. Por eso, la defensa del referéndum por parte de las fuerzas del cambio en el conjunto del estado tiene un componente estratégico, además del (también necesario) reconocimiento de la soberanía del pueblo catalán.

Una defensa estratégica también en este escenario que se ha denominado “unilateral” y que quizás sería mejor llamar desobediente. Las posiciones tibias de buena parte de los actores del cambio ante la posible convocatoria de un referéndum sin acuerdo con el Estado quizás se expliquen por la estrategia de polarización del poder que nos gana la partida y por la desconfianza (completamente compartida) que genera el papel de Convergència. Sin embargo, ante un panorama internacional de merma generalizada de las soberanías, un acto de desobediencia y conquista de una soberanía como es el derecho a la autodeterminación no puede frivolizarse ni se puede afrontar poniéndose de perfil y esperando a ver que propone el Govern para sacarle punta. Ante el búnquer del 78, la judicialización sistemática del conflicto y una arquitectura institucional represiva en múltiples facetas, ¿cómo no iba a darse de forma unilateral? El aletargamiento a un pacto es, de facto, la puesta en cuestión del papel de sujeto político del pueblo catalán. No se puede obviar que el procés, con sus múltiples contradicciones y las críticas que correspondan (que las hay), ha sostenido un ciclo de movilizaciones masivas durante los últimos cinco años que se puede comparar a pocos en Europa.

Por su parte, estas semanas Podem Catalunya ha dado un paso adelante abriendo un debate interno sobre la cuestión. Un paso importante para una fuerza política cuya base militante y social ha sido históricamente denostada por el nacionalismo de derechas que hoy maneja los hilos del procés aunque no sea mayoritaria. El resultado de sus debates puede ser un termómetro (parcial) de ese famoso antiguo “Cinturón rojo”. Por otra parte están los Comuns, que defendieron como eje de campaña el referéndum pactado y se mantuvieron firmes en introducirlo como un elemento inapelable para cualquier pacto de gobierno en el Estado Español. Sin duda un hecho histórico; pero ahora la unilateralidad les incomoda visiblemente. La dirección de los Comuns ya ha avanzado que apostarían por el referéndum, pero que no lo consideraban vinculante con las actuales garantías (o falta de ellas).

Un aspecto clave es que el carácter unilateral no es algo que en el actual contexto pueda invalidar su carácter vinculante. Por un lado, existe una relación dialéctica entre fuerza unilateral y reconocimiento fraternal para la construcción de alianzas, la una sin la otra no son explicables, ni realizables. Este razonamiento lo desarrollan Marc Casanovas y David Caño en un articulo reciente artículo (Llamada a las izquierdas: unilateralidad y fraternidad van juntas, en http://www.vientosur.info/spip.php?article1268). Por otro lado, la alternativa a desobedecer es esperar cuál Penélope tejiendo y destejiendo a la espera de un pacto que no aparece en el horizonte, o aun más allá de Ítaca una promesa de Estado plurinacional que ni se concreta ni tampoco podría realizarse sin procesos de ruptura como el que se vive en Catalunya.

Unas elecciones no podían sustituir un referéndum

Este referéndum enmienda el carácter de plebiscito de las elecciones del 27S de 2015. ¿Dónde queda el “voto de tu vida”? ¿Dónde el plazo de 18 meses para la independencia que ya ha quedado atrás sin pena ni gloria? Una estrategia plebiscitaria protagonizada por el artefacto Junts pel Sí que fue orquestada entonces bajo la batuta de Artur Mas y Convergència (ahora PdeCat) con todos sus resortes políticos, sociales y mediáticos. Tras poner el freno de mano al 9N, CDC encontró la forma de salvar los muebles de su crisis histórica a costa de ERC (sometida al chantaje de “la lista única del independitismo”) y las entidades civiles del soberanismo. Una estrategia que ha mantenido a Convergència en el poder y con mayoría en el gobierno a pesar del reguero de corruptelas. El supuesto giro a la izquierda del Procés se ha quedado en la retórica. Mientras, JxS continua con presupuestos austeritarios y se ve obligado a aprobar leyes que luego no despliega o lo hace con importantes deficiencias: la ley integral contra la violencia machista o la LGTBIfobia, la ILP contra la pobreza energética o la ley de transparencia.

Por su parte, Convergència por mucho que se cambie de nombre, mona se queda: no genera nuevas simpatías y suscita grandes desconfianzas entre las clases trabajadoras castigadas por la crisis. Hace meses que la crisis de nuestro particular partido del régimen aumenta, los sondeos y la opinión pública sitúan como hipotética primera fuerza a ERC. Veremos si los republicanos llegan a la mayoría de edad y dejan de esconderse detrás de la derecha catalana. Si ERC asume el liderazgo no serán pocos los retos que tendrá por delante y el primero es efectuar el referéndum. Un reto que se dará en una confrontación importante con el régimen y veremos si con una parte del PdeCat echando el freno de mano (el precedente del 9N les avala y las declaraciones sobre planes B han ido sobrevolando el entorno de la vieja y nueva guardia del partido). No hay que olvidar que ERC está encantada de enfrentarse en el púlpito del Congreso de los diputados, pero tiene poca experiencia en gestionar conflictos de este calado y tener un papel tan central. El papel de la CUP para tensionarles será aún más clave que hasta el momento. Además, será una yincana de primera para preparar el post-referéndum.

Porque sí, el referéndum es en si mismo un gran reto, pero sólo es la antesala. Los escenarios aun están completamente abiertos, pero lo seguro es que los desafíos del día después serán notable. Si el referéndum no se materializa, ¿se opondrá por la fuerza el Estado Español hasta el punto que no pudiera efectuarse requisando urnas?, ¿no le hará falta llegar a esa situación y con la amenaza de inhabilitaciones será suficiente para que el Govern entre en crisis y recule?, ¿será una simple decisión del Tribunal Constitucional como con el 9N? Si llega a celebrarse... ¿será suficiente la participación?, ¿cuál será su resultado?, ¿cómo gestionarlo?

Una serie de preguntas y retos para los que el Govern no ha preparado a la población catalana con su fábula de la “desconexión legal” o cómo decía esta misma semana Puigdemont “la salida ordenada del Estado”. Una de las grandes críticas que recibe es la opacidad con la que se están llevando los preparativos, si es que se están llevando a cabo. Más allá de las garantías jurídicas (¿de qué justicia? cabría preguntarse) y el reconocimiento internacional que han venido exigiendo Comuns y Podem... uno de los elementos clave para que granjee la legitimidad deseada es el grado de participación.

La participación más allá de porcentajes

Es patente que el soberanismo llega a esta fase con menos fuelle que en 2014. Una perdida de músculo y fuerza fruto de elementos externos e internos. Externamente, en los meses previos al 9N la sacudida de la fuerte crisis política abierta por el 15M, las Mareas, la prima de riesgo disparada y el rescate bancario mantenía al régimen tambaleándose y se cocinaba el “asalto institucional”. Era sin duda un escenario más propicio y con más energías sociales para la ruptura que ahora cuando todo parece haber vuelto (por lo menos frágilmente) a su cauce.

Sin embargo, pesa más lo interno: la estrategia de Convergència (y compartida por todo el “independentismo transversal”, partidos y entidades) por institucionalizar el conflicto, cooptar los elementos de la sociedad civil en el Parlamento y marginar a los elementos soberanistas basculantes entre el “sí” y el “no” o que no se fían de la derecha catalana y no van a darle un cheque en blanco. Una cooptación simbolizada, por ejemplo, en que la presidenta del Parlament sea la ex-portavoz de la Assemblea Nacional Catalana y que se ha manifestado en la preparación de la última diada, en las respuestas a los procesos judiciales, en apuntalar a JxS en cualquiera de sus decisiones y sobre todo en fiar todo el procés al Govern.

“La ciudadania ha hecho su parte y ahora le toca a los políticos” ha sido uno de los mantras. Una estrategia que ha colocado a la CUP en una situación de arrinconamiento dentro del bloque independentista cuando ha querido presionar al Govern durante la legislatura y que ahora debilita claramente la participación. Paradojicamente, la legislatura en que el independentismo se conjuró para “ensanchar la base social del procés” la ha estrechado y desactivado. ¿Cómo invertir la tendencia y tejer alianzas con los movimientos sociales desconfiantes y mermados?

Pero otra parte, plantear a priori que el referéndum no va a tener ningún tipo de carácter vinculante desincentiva claramente la participación, sobre todo la del “No”, y a la vez desactiva el carácter de ruptura. Plantear que no va a ser vinculante nos sitúa en la reedición del 9N y en el hartazgo social que ello conllevaría. Para escapar de la espectacularidad del independentismo mágico pero sin caer en la frivolidad de parte de la izquierda catalana que sólo ve obstáculos y no potencias hay que ser un poco claras y honestas: el carácter vinculante puede declamarse en público si se quiere o solicitarse a comisiones internacionales poco interesadas en mojarse, pero depende fundamentalmente de la correlación de fuerzas y el capital acumulado para implementar su resultado. Y en eso no ayuda ni ponerse de perfil, ni instrumentalizar el movimiento.

Por último, es evidente que en todo este asunto hay de fondo tensiones para unas próximas elecciones catalanas que se verán cruzadas nuevamente por esta cuestión. Una cuestión que no es meramente territorial o incluso nacional, sino también social y económica. Cualquiera de los actores que quiera llevar a cabo un cambio de modelo social y económico en Catalunya deberá ir más allá de la soga del autonomismo, del FLA y de la deuda. Por ello, si la confluencia catalana aspira a ser una fuerza de mayorías en Catalunya y a un cambio palpable sólo le queda pegar un volantazo. Ya sabemos como opera el chantajismo “processista”… Si la participación no es suficiente, se les reprochará no haber hecho más. Si la participación es masiva, no serán quien lo han hecho posible. Si hay tal grado de represión que impide su celebración, se les recriminara que no estuvieron allí.

Sea como sea, está claro que esta será la canción del verano. Unos meses en que el gobierno del PP y sus socios se enrocarán y además de hablar de Venezuela podrán invocar el gran problema catalán. Verano en el que sonarán las alarmas, amenazas del gobierno, redobles judiciales, editoriales de El País, portadas de La Razón,... Sin embargo, verano también en que deberían irse concretando los mecanismos y, si realmente quiere celebrarse, ir desvelando lo que ahora son misterios.

10/06/2017

Oscar Blanco y Laia Facet, militantes de Revolta Global – Esquerra Anticapitalista

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