Miguel Romero firma en el nº 119 de VIENTO SUR, de noviembre de 2011 (p. 126) un comentario sobre el libro La izquierda radical ante ETA. ¿El último espejismo revolucionario en Occidente?, del cual soy autor. En dicha reseña se vierten afirmaciones que descalifican el libro, a su autor, y también a otros que, al parecer, se lucran explotando el filón de la violencia a cuenta de la financiación que reciben por escribir sobre ella. En relación con esto último, creo que argumentos de esta naturaleza dificultan cualquier debate serio; por lo que se refiere al autor del libro en cuestión, es decir, al abajo firmante, solo puedo señalar que es materialmente imposible que Miguel Romero esté más equivocado. Avanzando hacia cuestiones más de fondo, es cierto que las fuentes utilizadas son incompletas, aunque creo que suficientes para el objetivo propuesto (sí, hacer una crítica política argumentada, justificada y documentada). Naturalmente que hay fuentes no utilizadas que completarían y mejorarían el trabajo; nadie ha dicho que el recorrido sea exhaustivo; bien al contrario, creo que es necesario seguir profundizando en el tema, y también creo que algunos de los protagonistas de esta historia podrían estar en buenas condiciones para hacerlo, por trayectoria vital y capacidad intelectual. El problema es que (en mi opinión) falta voluntad política para mirar a los ojos a un pasado que a mí me parece poco edificante. Y con argumentos como los de Miguel Romero es difícil que se me convenza de lo contrario. Porque esto es lo fundamental: M. Romero puede descalificar y criticar, y está en su perfecto derecho, pero sigue sin entrar en lo sustancial: ¿cuál fue y es la posición de la izquierda revolucionaria ante ETA y el mundo del nacionalismo vasco radical? ¿Estamos en condiciones de hacer un análisis de la misma o nos limitamos a faltar a quienes critican con argumentos, quizá equivocados, pero a los que no se replica con argumentos mejores?

Para finalizar, las citas que señala como "errores de bulto" (consecuencia del "afán inquisitorial" del autor) difícilmente pueden ser consideradas como falsedades; en algún caso se trata de interpretaciones, y en otras, como la referida a la constitución de Espacio Alternativo, de afirmaciones susceptibles de ser matizadas y/o precisadas. La formulación del objetivo para la izquierda revolucionaria de fuera de Euskadi de articular la solidaridad con la llamada izquierda abertzale* está expresada en esos términos por M. Romero en una mesa redonda citada en nota a pie de página. No alcanzo a entender las razones por las que molesta la reproducción de una expresión emitida en un acto público; si quiso decir otra cosa, no estaría de más que lo explicara. La afirmación sobre el juez Garzón no deja de ser una demostración más de la particular percepción de los derechos humanos que alienta en cierta izquierda: la aplicación del estado de derecho, con todos sus defectos, contra quienes vulneran sistemáticamente los derechos humanos (incluida la pena de muerte sin juicio previo practicada tantas veces por ETA), lleva a criticar lo primero mucho más que a los segundos. Al menos espero que convenga conmigo en que los perseguidos por el juez Garzón (respecto al cual el sr. Romero no tiene ningún inconveniente en coincidir con el jefe de los GAL y con el PP) están en condiciones notablemente mejores que buena parte de los perseguidos por ETA.

* Si el problema consiste en que yo lo denomino "el entorno de ETA", no debería ser necesario explicar que en un texto largo es preciso incorporar formas distintas de denominar a sujetos que aparecen reiteradamente, para evitar repeticiones molestas; en el texto queda claro que no considero a esa corriente política como integrantes de ninguna izquierda, por lo tanto procura evitar la denominación izquierda abertzale. Espero que no escandalice que se considere al mundo de la antigua Batasuna como soporte y apoyo político de ETA.

[Publicamos esta nota porque el derecho a replicar no está afectado por la valoración del contenido de la réplica. La nota no merece respuesta. Quien lea el libro de Merino no la necesita. Y quien no lo lea, que es una opción más razonable, tampoco. Debatir desde la izquierda con las ideas del autor sería tan absurdo como hacerlo con Rosa Díez, pongamos por "entorno". Punto final. M.R]

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