La posibilidad de cambio en Nafarroa está ahí. Lo dicen las encuestas. Se percibe en la calle. La teme el poder, el visible y el oculto. El poder lampedusiano navarro; ése siempre presto a cambiar lo que haga falta con tal de que todo permanezca igual; ése al que no le importa ir de oca (UPN) a oca (PSN), porque a él siempre le toca. El poder de los que han hecho de Nafarroa un cortijo y de la acción de gobierno puro derecho de pernada.

En lo más inmediato, se trata de echar a UPN del Gobierno, pero nada termina ahí. El cambio ha de tener contenido, no solo forma. Llevamos varias décadas de celofanes y modernidades que no han hecho sino ocultar atracos a mano desalmada contra presupuestos y servicios públicos; de acoso, derribo y vaciamiento de instituciones financieras (CAN); de desnudar santos para vestir canallas. Y todo vale, porque si no –dicen- viene ETA y se adueña de Navarra.

La historia comenzó hace cuarenta años. Hubo entonces, como hoy, una posibilidad de cambio real, pero se truncó. La truncaron. Hablaron de ruptura y trajeron continuidad: la Transición del Gatopardo. Reyes que juraron lealtad y fidelidad a Franco y su Movimiento fueron recauchutados como “demócratas”. La Ley de Amnistía otorgó impunidad a genocidas hoy perseguidos desde Argentina y la ONU. La unidad indivisible e indisoluble de la patria sustituyó a la España una, grande y libre franquista. Jerarquías que pasearon bajo palio al criminal mantuvieron luego la mayor parte de sus inmensos privilegios. Estraperlistas, constructores y banqueros que hicieron su agosto en un marco carente de libertades sindicales y derechos sociales señorearon luego el IBEX-35. Y en todo esto, el PSOE no fue espectador, sino actor principal.

Aquí, en nuestra tierra, diseñaron una Transición a la navarra. En tan solo dos años el PSN arrojó a la basura todo aquello que le había dado identidad. Se rompieron estructuras partidarias y resoluciones que hablaban de la hermandad de los cuatro territorios vasco-navarros y de proyectos comunes. Se arrancó la ikurriña de los balcones consistoriales y se ocultó la existencia de más de tres mil fusilados y desaparecidos. El poder caciquil siguió intacto y con él y solo con él tejió el PSN un Amejoramiento nunca refrendado.

Nafarroa llegó a ser, bajo el virreinato del PSN de Urralburu, “guinness” en todo lo peor. Él y su consejero, A. Aragón, fueron condenados por corruptos. También lo fueron los Delegados del Gobierno, Roldán y García Villoslada. A otro presidente, J. Otano, le salvó del K.O. la campana de la prescripción y a J. Malón, presidente del PSN, su muerte temprana le evitó tener que responder por una cuenta suiza a su nombre, alimentada por una multinacional alemana.

Después, durante décadas, en Nafarroa hemos conocido tan solo un Gobierno: el de UPSN. Cuando ganaba el PSE, éste era apoyado por UPN con pactos políticos y presupuestarios; si vencía UPN, ocurría lo contrario. Todo ello, flanqueado socialmente por el tandem UGT-CCOO-CEN y bendecido por los poderes mediáticos (Diario de Navarra) y “espirituales” (Opus) locales.

En 2007, rompiendo con esa trayectoria, se llegó a un acuerdo entre PSN, Nafarroa Bai e IU (la izquierda abertzale estaba ilegalizada) para desbancar a UPN del Gobierno y dar pie a otro alternativo. El PSOE, desde Madrid, vetó el pacto y obligó al PSN a abstenerse en la investidura, entregando así a UPN el Gobierno foral. Y el PSN, que había aprobado por unanimidad aquel acuerdo, calló, se postró y acató. “Roma locuta, causa finita”.

En las elecciones de 2011 se pudo desbancar de nuevo a UPN del Gobierno (PSN, NaBai, Bildu e Izquierda-Ezkerra) pero el PSN, lejos de apostar por el cambio, optó por lo contrario. El gobierno UPSN que surgió de ahí no aguantó las embestidas de la movilización social y la corrupción que emergió del proceso de privatización de la CAN. Ni siguiera duró un año. Luego, el PSN, desde la oposición, accedió finalmente e impulsar junto con el resto de grupos de izquierda una moción de censura para echar a UPN, pero de nuevo el PSOE, desde Madrid, tumbó ese acuerdo. Cualquier pacto con Bildu era tabú para el socialismo español, dijeron. Y en esas seguimos.

Desde la propia Transición, el PSN está lastrado de dos pesadas cargas que le han impedido actuar en Nafarroa con voz propia y una política de izquierda. Se trata en primer lugar de los lazos tejidos con quienes detentan el poder económico y social real en esta tierra y de las malas artes aprendidas en esta andadura. Tan es así que incluso en estos últimos años, y a pesar de haber sido expulsado del gobierno por UPN, ha seguido acordando con este partido en el Parlamento posturas comunes sobre temas cruciales: reforma fiscal, rescate de Osasuna, financiación sindical-patronal, sanidad rural,...

Su segundo lastre es el derivado de una estructura partidaria que le impide mantener la más mínima autonomía estratégica y lo ha convertido en una mera franquicia madrileña. Suscribir acuerdos con el PSN es como firmar en blanco algo que luego se redactará, o no, en Madrid, en función, no del bienestar político y social de la sociedad navarra y la salud de sus instituciones, sino de los intereses mediáticos, electorales o políticos de la burocracia de Ferraz. En resumen, en el PSN, la “S” de socialista y la “N” de Navarra se han convertido en pura etiqueta y reclamo electoral.

Nafarroa necesita y exige hoy un cambio político y social real; sanear y democratizar sus instituciones; recuperar, fortalecer y ensanchar sus servicios públicos y atenciones sociales; soberanía para poder para decidir lo grande y lo pequeño, en lo político y en lo social, para el hoy y para el mañana. Un cambio de estas características no solo es necesario, sino también posible. Lo afirma, no solo la voluntad de cientos de miles de personas, sino también las encuestas. Y los cuatro pilares sobre los cuales asentar este proyecto tienen nombre y apellidos. Se llaman Bildu, Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra, al alimón con toda la izquierda social de Nafarroa.

Al PSN todo esto le queda grande, muy grande. No pasa la ITV. Es mercancía averiada. Por desgracia, es parte del problema, no de la solución.

09/04/2015

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