En Portugal, el periodo entre 2015 y 2019 quedó marcado por la existencia de un gobierno del Partido Socialista (PS) dependiente en el parlamento de los votos del Bloco de Esquerda y del PCP. El impulso dado por Catarina Martins, coordinadora nacional del Bloco de Esquerda durante la campaña electoral, identificando la defensa de las pensiones, el rechazo al descenso de las cotizaciones empresariales a la seguridad social y a la facilitación de los despidos como puntos  de partida de la negociación fue fundamental para abrir esta vía a la izquierda. El gobierno de la geringonça se formó con base en los acuerdos del PS con el Bloco y el PCP, con presupuestos negociados anualmente entre cada uno de los partidos en una relación de tensión sobre las medidas acordadas y ejecutadas, pese a la estabilidad política de esos cuatro años. PCP y Bloco de Esquerda no se integraron en el gobierno, situando su actuación solo en el plano parlamentario.

Ese fue un periodo de recuperación de ingresos recortados por la troika y de conquistas sociales relevantes, como en el caso de la regularización de los precarios del Estado, la protección social de los autónomos, la subida consistente del salario mínimo, la reducción de las tasas universitarias o una nueva ley de bases de la salud en sentido progresista.

En 2019, con nuevas elecciones, el Bloco mantuvo su representación parlamentaria y el PCP redujo sus resultados electorales. En un escenario político aún más fragmentado que el de 2015, con la elección de un diputado por la Iniciativa Liberal y por el partido de extrema-derecha, Chega, la derecha mantuvo una posición minoritaria. El Partido Socialista, a pesar de salir reforzado, continuó dependiendo de por lo menos uno de los partidos a su izquierda para conseguir una mayoría en el parlamento.

En este nuevo escenario, el Bloco presentó al PS su disponibilidad para un nuevo acuerdo de legislatura, pero con una precondición: la eliminación de los retrocesos introducidos por la troika en la legislación laboral. El gobierno rechazó, sin embargo, esa precondición y la posibilidad de un nuevo acuerdo. El gobierno minoritario del PS pasó a depender de una negociación anual de los presupuestos de Estado.

La nueva relación de fuerzas a la izquierda y sus consecuencias

En 2020, ya con los efectos de la pandemia, el Gobierno no solo rechazó otra vez alterar las leyes laborales de la troika, sino que rechazó también todas las medidas propuestas por el Bloco de Esquerda para reforzar el Servicio Nacional de Salud de cara a la vulnerabilidad causada por la covid-19, rechazando la creación de nuevos apoyos sociales incluso sabiendo que Portugal se encontraba muy por debajo de la media europea en respuestas extraordinarias a la crisis. Esos motivos llevaron el Bloco a votar contra ese mismo presupuesto, habiendo sido aprobado con la abstención del PAN y del PCP, que no introdujo en las negociaciones medidas en el campo laboral por considerar que estas deberían ser propuestas fuera del trámite de los presupuestos.

Ya en 2021, las decisiones políticas del PS no se alteraron. El gobierno de António Costa continuó surfeando, negociando con el centro en materias esenciales. Rechazando el margen coyuntural creado por la suspensión de las reglas del Tratado Presupuestario, el gobierno quedó por debajo de lo necesario en lo que toca a la inversión, en la respuesta a la crisis energética, en el combate de las desigualdades y en la valorización de los salarios. Pero fue sobre todo en la salud, en las pensiones y en las leyes del trabajo donde se encontraron los bloqueos a la izquierda.

El Bloco de Esquerda llevó, otra vez, medidas a la mesa de la negociación, pero fueron todas ellas rechazadas en su totalidad o parcialmente en aspectos cruciales. En salud (dedicación plena, creación de la carrera de Técnico Auxiliar de Salud); en las pensiones (derogación del factor de sostenibilidad y recálculo de pensiones para eliminar los cortes en pensiones de beneficiarios con largas carreras contributivas y profesiones de desgaste rápido, valorización de la edad personal de jubilación) y en las leyes laborales (reposición de las reglas pre-troika en las horas extraordinarias, días vacacionales, indemnizaciones por despido y contratación colectiva). En prácticamente todas las medidas, el Partido Socialista había defendido posiciones similares mientras estuvo en la oposición.

La propuesta de Presupuesto del Estado presentada por el gobierno acabaría por ser tumbada el 27 de octubre de 2021, contando solo con los votos favorables del PS y con la abstención del PAN y de las diputadas no inscritas. Ante esa situación, el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, convocó de inmediato elecciones para el día 30 de enero

 Una campaña singular

La campaña electoral transcurre en condiciones atípicas, aún en un escenario de invierno y aumento de los números de la pandemia, lo que condiciona la participación popular y altera la agenda habitual de los partidos. Pero es sobre todo el plan de la gobernabilidad el que más centralidad ha ocupado en las calles y en la comunicación social. El Partido Socialista partió en esta campaña de una táctica de sentido único, pidiendo de forma clara la mayoría absoluta, habiendo después oscilado entre una opción de gobierno con el partido animalista, el PAN, y otra de un gobierno minoritario sin acuerdos con otros partidos. Negándose a comentar lo que haría en un escenario en el que el PS dependiera de los partidos a la izquierda, António Costa inició un plan de ataque al Bloco de Esquerda y al PCP, intentando hacer de estas elecciones un plebiscito sobre el Presupuesto rechazado. Esa opción del PS está siendo castigada en los sondeos, confirmando una imagen de arrogancia, colocando al partido en un callejón estrecho para el escenario post-electoral. Una mayoría absoluta es, además de inverosímil, indeseada por la mayoría del electorado.

En la derecha, Rui Río, líder del PSD, sigue una táctica de inercia, apostando todo por el desgaste de António Costa. Sin avanzar con medidas diferenciadoras más allá de la política fiscal y del salario mínimo, Río intenta afirmar una imagen de empatía y proximidad con la población, prometiendo un improbable gobierno de derechas con los ultraliberales de la Iniciativa Liberal y los demócratas cristianos del CDS-PP. Como telón de fondo, en realidad, sobrevuela el fantasma de un bloque centrista de intereses, en el que PS y PSD puedan, dependiendo del resultado electoral, concederse mutuamente condiciones de gobierno, alejando a la izquierda del área de influencia gubernativa.

Otro elemento diferenciador de esta campaña es el ascenso de la extrema derecha, con el partido de André Ventura, Chega, introduciendo temas de la agenda reaccionaria (pena de prisión perpetua, castración química) e intentando condicionar el escenario postelectoral a la derecha. Durante los debates, el PSD dejó la puerta abierta a un entendimiento parlamentario con Chega.

Razones fuertes, compromisos claros

Habiendo dejado claras las propuestas de negociación y la inflexibilidad en lo que respecta a la participación en el gobierno, el Bloco de Esquerda no desiste de dialogar con los sectores del pueblo de izquierdas que se inclinaban por hacer viable el Presupuesto. Al establecer una línea clara de compromisos en torno al Servicio Nacional de Salud y a las leyes laborales y de las pensiones, el Bloco de Esquerda mantiene sus argumentos fuertes a favor de una mayoría de izquierdas que avance en lo fundamental. En los debates televisivos, Catarina Martins fue la única líder que sostuvo la necesidad de un acuerdo formal para un nuevo ciclo que defienda a quien vive de su pensión, de su trabajo, protegiendo los servicios públicos y construyendo una agenda ante la emergencia climática. Ya durante la campaña electoral, ese compromiso fue reafirmado con una invitación para que PS y Bloco se reúnan el día después de las elecciones.

Como fuerza socialista y popular, el Bloco de Esquerda quiere movilizar a los amplios  sectores de la población que fueron olvidados por las decisiones del gobierno del Partido Socialista, como es el caso del precariado, de la juventud sin derecho a la vivienda, de las cuidadoras y de las personas más pobres. Apoyando los temas que combaten el odio de la extrema derecha, como el antirracismo y los derechos de las mujeres, el Bloco estableció como uno de los objetivos de campaña la derrota de la extrema derecha y de André Ventura. Mantener la posición de tercer partido será un factor añadido a este objetivo. Faltan pocos días para las elecciones y el número de indecisos continúa siendo alto. La campaña del Bloco atraviesa el país, con buenos niveles de movilización y confianza.

Adriano Campos y Rodrygo Sousa son miembros de la dirección del Bloco de Esquerda

Traducción: viento sur

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