Colombia Informa

La pandemia de la Covid-19 ha provocado muchas reflexiones sobre las estrategias de salida a la crisis. Mientras que muchos abogan por un "retorno a la normalidad" y un regreso al crecimiento sin cuestionar los puntos ciegos del sistema económico dominante, ciertas perspectivas más radicales proponen salir del "capitalismo patriarcal".

La teórica y feminista marxista Silvia Federici compartió sus ideas sobre el actual momento en un seminario web correspondiente a un proyecto de investigación sobre sociedades de postcrecimiento, adscrito al Centro de Investigación sobre Innovaciones y Transformaciones Sociales de la Escuela de Innovación Social Elisabeth-Bruyere de la Universidad de Saint Paul, en Ottawa (Canadá). Colombia Informa publica una traducción al español editada de este seminario* que exploró formas de construir una sociedad más allá del crecimiento, del capitalismo, del colonialismo y del patriarcado.

La reproducción social, los bienes comunes, la relación con el cuerpo y el territorio fueron los diferentes temas abordados en este intercambio con una de las intelectuales críticas más relevantes de nuestro tiempo.

Silvia Federici es profesora emérita de la Universidad Hofstra en el Estado de Nueva York. Miembro fundador del Colectivo Internacional Feminista en la década de 1970. Fue una de las activistas detrás de la campaña Salario para el trabajo doméstico, que continúa alimentando las luchas contemporáneas contra la invisibilización del trabajo de las mujeres. Es autora de varios libros como Revolution at Point Zero, Tareas domésticas, reproducción y lucha feminista (2012), Calibán y la bruja (2014), Reencantar el mundo, Feminism and the Politics of the Commons (2018), Le capitalisme patriarcal (2019) y Beyond the Periphery of the Skin: Rethinking, Remaking, and Reclaiming the Body in Contemporary Capitalism (2020).

Escuela de Innovación Social: En sus últimos libros Reencantar el mundo y Más allá de la periferia de la piel ha hablado del tema del “postcapitalismo” bajo el lente de la visión de reproducción social. ¿Nos podría compartir qué significa postcapitalismo?

Silvia Federici: Creo que es importante poner en contexto la pregunta del tipo de transformación que necesitamos. Ojalá la crisis actual, esta pandemia, sea una oportunidad histórica, un momento fundamental de toma de conciencia. El sistema social actual, de manera sistemática, devalúa la vida humana y devalúa toda forma de vida en general. Nos lleva a un ciclo infinito de crisis. Esa crisis tiene una dimensión global que está afectando todas las esferas de la vida. Ojalá sea un punto de inflexión. Estamos en un punto que no permite el retorno a la normalidad en la cual estábamos. Es un momento crítico para todo las personas en este planeta. La Covid-19 ha puesto a la luz las crisis que ya estaban y eso es muy importante. Ha hecho que sea visible y que sea inevitable ver una cantidad de crisis que ya existían, incluyendo la crisis de la reproducción por ejemplo.

El hecho de que, sistemáticamente, en los últimos 30 años el sistema sanitario y de salud haya diferenciado poblaciones en distintos grados y en distintas maneras, ha tenido un impacto diferente en muchas partes del mundo. Pero en todas partes estamos ante unos sistemas totalmente desmantelados. Por ejemplo, en Estados Unidos las comunidades racializadas y negras han sido afectadas de manera desmedida por los impactos del desmantelamiento de la salud. El sistema sanitario a nivel global ha sido privatizado.

Paralelamente, hemos presenciado un ataque sistemático al sistema agrícola en los últimos 30 años con monocultivos y agroindustria que han ido en contra de la producción de la comida (la cual es esencial para la reproducción de la vida). La producción de la comida ha sido asimilada al mundo industrial con el uso de químicos y de semillas modificadas genéticamente. Todo eso tiene un impacto directo sobre nuestro sistema corporal, social, inmunitario. Incluso tiene un impacto sobre nuestra capacidad de reproducirnos como especie. Es importante porque tenemos que ver cómo esas crisis se conectan al trabajo.

Y esto nos permite entender la razón por la cual hay tanta gente desempleada que está siendo remplazada por máquinas. Mientras que otros tienen que trabajar más que nunca. Entonces, tenemos de un lado ese desempleo y del otro esa obligación de trabajar más y más. Esta tendencia afecta, especialmente, a las mujeres.

Las mujeres se quieren hoy emancipar a través del trabajo. Pero deben tener dos o tres trabajos para poder tener algún tipo de autonomía económica. Necesitan tener más de un empleo. Es una contradicción fundamental entre la reproducción de la familia y el trabajo. Por eso vemos a los niños y a las personas de la tercera edad en esta situación.

Pero, sin extenderme mucho en este punto porque pienso que muchos de los elementos de esta crisis ustedes los conocen muy bien, ustedes saben que a distintos grados hemos vivido estas consecuencias concretas. Entonces, ¿qué está pasando hoy?

Estamos tomando conciencia de que nuestras vidas están en peligro. Hay una necesidad de cambio estructural. Una necesidad de empezar un cambio social desde la reconstrucción del proceso de reproducción social, ya que la misma lógica del capitalismo está basada en devaluar la vida humana y subsumirla a la acumulación del capital.

Este sistema económico coloca la idea de crecimiento continuo como principio de la explotación de la vida humana. Para realizar un cambio se debe colocar la vida en el centro, lo cual es un lema importante para el movimiento feminista. Poner el “buen vivir” en el centro. Estamos hablando de una sociedad que permita a los individuos y a las colectividades prosperar y que no estén esclavizadas de manera perpetua, haciendo que la riqueza producida beneficie a todos y a todas.

Para eso todos los aspectos de las reproducciones se deben de transformar. Empezando, claramente, con esas actividades centrales al desarrollo de nuestras vidas: el trabajo doméstico, la crianza de los niños, el cuidado a las personas que no son autosuficientes. Pero no es suficiente, debemos de repensar la agricultura y alejarnos del modelo de agricultura actual, que es una producción de la muerte. Si lo pensamos, reproduce carencias y muerte porque se basa en el comercio y en el mercado. Solo beneficia a las personas que tienen los medios para adquirir esta comida y, al mismo tiempo, la producción de esta comida está contaminando el agua y acabando las semillas. Estos químicos están en la tierra, están en el aire y están en nuestros cuerpos.

Cuando compramos comida, no sabemos si nos estamos nutriendo o si nos estamos envenenando. Esta es la situación actual. Comprar comida hoy es un acto de ansiedad. Tenemos que proyectarnos a una transformación fundamental y cultural. Cultural en el sentido de que tenemos que tomar el camino hacia una sociedad que llegue a acabar con esta desconfianza entre nosotros. Una desconfianza que nos ha sido inculcada por todos los medios posibles. Tenemos una relación negativa con el otro. Esta relación es el centro de nuestras riquezas y de la sociedad, al igual que nuestra relación con los animales y con la naturaleza. Esto debe cambiar y tenemos que poner fin al tratamiento barbárico contra los animales.

En el Oeste de Estados Unidos, por ejemplo, son centenares de miles de animales maltratados que morirán porque no hay en este momento suficiente personal para procesar y venderlos en el mercado. A estos animales los van a matar. Es una barbaridad, como toda la industria de la alimentación. Esta industria se construye sobre el sufrimiento. En las fábricas hay hasta 5.000 puercos o pollos que se encuentran encerrados y son alimentados con medicamentos y patógenos. Es un problema bastante grave.

Existe una conexión básica de lo que pasa a nivel ecológico (como la contaminación de los mares) con la destrucción de la agricultura. Cabe resaltar que esa transformación de la agricultura tiene que ver con el desplazamiento forzado de millones de campesinos y campesinas. Olas gigantes de migración. Esta gente no abandona sus tierras o países sin ningún motivo. La gente abandona su país porque le toca, porque sus tierras han sido privatizadas y ese es el motivo fundamental de las olas de migración mundial. Son cambios gigantes y estructurales los que necesitamos plantear.

Debemos empezar a pensar en nuestro compromiso en dos niveles. Un nivel es inmediato. Hay necesidades inmediatas que se deben resolver con la ayuda mutua. Necesitamos proteger a la gente que está en peligro inmediato y que se encuentra marginalizada por esta crisis. En el otro nivel, debemos pensar a largo plazo porque una sociedad postcrecimiento, postcapitalista es una sociedad en la cual tenemos que empezar a construir el proceso de producción y reproducción en un sentido amplio. Desde la casa hasta la finca. Incluso hasta la relación con la naturaleza y los animales. Eso supone un esfuerzo colectivo muy fuerte.

Mi trabajo en los últimos años se ha enfocado de manera persistente en el tema de las políticas de los comunes. Entendiendo a los comunes como un principio cultural que se refiere a una sociedad en la cual colectivamente tenemos acceso a los medios de nuestra reproducción. En donde colectivamente tomamos decisiones sobre los medios de reproducción y podemos definir sobre los temas más importantes de nuestras vidas. No siendo unos recipientes pasivos que se encuentran alienados sobre decisiones que se toman arriba. Hemos visto y de hecho tenemos una historia de más de 500 años de actividad del capitalismo que nos dice que tenemos que comprometernos, no solamente como individuos sino como un colectivo que tiene como propósito la reconstrucción del proceso de reproducción social.

Debemos cambiar la relación con los recursos y con las riquezas que estamos produciendo hacia nuestro buen vivir. Poner en el centro de esta colectividad la reproducción. Tenemos que reconstruir la reproducción de una manera más cooperativa sin que nos aísle a cada uno en casa.

Sería bueno decir algo sobre el tema de crecimiento que está muy conectado al tema del consumismo. Existen muchas críticas a los individuos por ser consumistas. Incluso gente pobre que no tiene muchos recursos y que van a gastar lo poco que tienen en comprar cosas. Eso es consecuencia del empobrecimiento que hemos sufrido. El consumismo es la respuesta a ese empobrecimiento social. Las relaciones sociales son tan insatisfactorias que nos hacen sentir como perdedores todos los días. Así es que estas necesidades incumplidas se reflejan en el consumismo. Para sentir algún tipo de poder, se nos ofrece tener la capacidad de comprar cosas.

Si pensamos en una sociedad donde nuestras relaciones sociales con el conjunto de la sociedad fueran completas y nos llenaran, no tendríamos que comprar cinco pares de pantalones para poder rellenar esa falta que sentimos en nuestra relación con el mundo. La mercancía, la “commodity”, se vuelve la manera de rellenar esa falta que sentimos. Eso tiene que ver con el crecimiento, por eso es tan importante mencionarlo.

Se deben amplificar los procesos de reconstrucción de la sociedad junto con nuestra capacidad de cooperación. Obviamente, ya hay muchas personas trabajando y no es que estemos iniciando desde el punto cero. Hay movimientos muy importantes que están trabajando en este momento. Lo que debemos de hacer es conectar nuestras luchas y trabajar juntas. Eso es fundamental, porque esta unión de luchas nos puede dar la capacidad de encontrar nuevas posibilidades para hacer surgir las cosas que queremos.

No se puede afirmar que exista un solo modelo. Es importante citar a los zapatistas: “un no y muchos sí”. Tenemos que tener mucha claridad colectiva en qué es lo que no queremos ver en la sociedad que queremos construir. Una sociedad que no queremos que destruya el planeta y que no sea injusta. Tenemos que reconocer la existencia de muchas trayectorias históricas y muchas luchas.

El Buen Vivir, por ejemplo como lo dicen en América Latina, se puede actualizar de muchas maneras distintas en cada territorio. Ese es el trabajo más creativo. Ver cómo estas luchas y cómo esta reconstrucción colectiva es un trabajo creativo que incluye esa diversidad.

Si no queremos condenar a los niños a un futuro terrible, tenemos que poner atención en lo que está pasando ahora con esta pandemia. Es un signo de alarma que debemos escuchar y tenemos que transformar esta situación con una premisa importante: los que van a determinar la salida de esta pandemia no pueden ser los que nos llevaron a la destrucción de este planeta. No podemos encargarlos a ellos de encontrar las soluciones. Nosotras debemos ser participantes de estas soluciones a la salida de la crisis.

EIS: ¿Cómo podemos aprovechar este contexto para dar pasos hacia una sociedad postcrecimiento sin que la salida de esta pandemia esté totalmente apropiada por la misma élite económica y política que nos llevó ahí?

S.F: Como venía diciendo, esta pandemia visibiliza una crisis que ya habíamos anunciado. Su existencia es de conocimiento de todos. Por eso hemos visto que las áreas de la sociedad más afectada son las personas que cuidan a las personas de la tercera edad. Hace muchos años que mi trabajo se enfoca hacia el cuidado de este tipo de población. En muchas partes del mundo el tema del cuidado de las personas mayores es terrible. La gente ya se estaba muriendo. La crisis en esta área de la sociedad ya existía. El sistema capitalista se encarga de devaluar sistemáticamente la vida y lo aplica más a unas personas que a otras.

Los mayores de las clases trabajadoras ya no son productivos. Con el neoliberalismo se recortaron los presupuestos y los recursos, sobre todo a las familias trabajadoras. Son los adultos mayores las víctimas centrales de estas políticas. No es un accidente que haya un desastre con los mayores en medio esta crisis de la Covid-19.

Siempre han existido muchos errores en términos de accesos a la salud, a medicamentos. También muchos abusos de parte del personal que atiende a las personas mayores. Estos incurren en abusos. Los hospitales no estaban preparados porque se había tomado la decisión política de no tener los recursos en los hospitales. Por tal motivo faltaron las cosas más necesarias.

Es muy importante que la gente entienda ese elemento. La falta de preparación de la sociedad ante un desastre como esta pandemia tiene que ver con lo que estaba pasando antes. Esto es el resultado de decisiones que se tomaron y nos llevaron a esta situación. Decisiones como afirmar que el derecho a la salud no era tan importante. Entenderlo es lo que nos puede llevar a resolver esta pregunta.

El objetivo principal es dar un salto cualitativo a otro nivel. Si uno ve lo que ha pasado en África, en el Sur asiático, en América Latina en los últimos 30 años, podrá constatar que han existido muchas olas de epidemias. Una tras otra, como resultado de la pobreza económica, el sistema y los ajustes estructurales.

En todo el mundo colonial ha habido una reducción de la calidad de vida. La gente ha sido víctima de muchas epidemias como la meningitis, el cólera, el zika, el ébola. Pero ahora la pandemia es global. Si no entendemos esto, no vamos a estar dispuestos a crear el tipo de movimiento que necesitamos para transformar la vida cotidiana y comprometernos con ese cambio de una manera muy profunda.

¿De qué manera debemos actuar cuando este sistema se ha construido durante siglos y es un sistema que no se va a transformar de la noche a la mañana? En el activismo del presente podemos dar respuesta a las necesidades inmediatas pero es necesario incluir una perspectiva a largo plazo. Debemos incluir una perspectiva de reapropiación de las riquezas sociales, de reclamar y reapropiarse de la tierra, de retomar el control sobre la cadena de producción alimenticia. Y volver a conectar estas luchas. La lucha estudiantil se debe conectar a la lucha del sector salud y juntas se deben conectar con las luchas campesinas.

La destrucción del ecosistema es central. Hoy la lucha social no puede ignorar la destrucción del ecosistema. Cualquier lucha debe tener una dimensión ecológica, ya que es fundamental a la reproducción. Ese sería el primer punto.

El segundo punto es que desde el inicio debemos de empezar a cambiar la manera en la cual vivimos en este mundo. Personalmente, me ha impresionado y lo he escrito en Reencantar Al Mundo (mi último libro) y en otros de mis trabajos, todo lo que he aprendido de las mujeres de América Latina. Específicamente las mujeres que viven en zonas periféricas de las ciudades latinoamericanas como las favelas y todos estos territorios que quedan en los límites de las grandes ciudades. Estas personas han estado ahí desde hace mucho tiempo, enfrentándose a lo que hoy nos estamos enfrentando. Es gente que se desplazó porque les robaron la tierra y hace mucho tiempo se dieron cuenta de que el sistema no tenía nada para ofrecerles.

Claramente, su accionar podría ser entrar en desesperación. Pero no es así. Se organizan colectivamente y en unidad miran cómo seguir negándose a perder. Crean huertas comunitarias, cocinas comunitarias y medios para acceder a la comida. En ese proceso hay un nuevo tejido social que se construye. Esas nuevas relaciones afectivas y de solidaridad son una revolución. Porque ese nuevo poder de este nuevo tejido social le da habilidad a la gente de relacionarse de una nueva manera con el Estado. No como la última línea de la pirámide, sino desde una posición que obliga al Estado a soltar algún tipo de control. Hablemos de comida, de educación, de salud, de agricultura. Sobre todo esto tenemos algo que decir. Sobre lo que pasa en los hospitales tenemos algo que decir. Sobre qué tipo de sistema de salud queremos. Esos son los pasos que debemos dar. No son utopías. No son cosas extraordinarias. Son cosas que podemos hacer y que nos permitirán tener un tipo de control sobre nuestra forma de vivir cotidiana.

EIS: Según su propuesta teórica de “los comunes”, ¿cuáles serían sus aspectos más importantes? ¿Cuál es la diferencia entre “común radical”, “común reformista” y “común conservador”? ¿Cuáles son las maneras en la que el Estado puede coactar a estos comunes?

SF: Debemos entender los problemas de los comunes de una manera muy crítica. Hoy en día se ha vuelto una palabra de moda y está la tentación de decir: bueno voy a olvidar esta palabra y no la voy a usar. Yo me he resistido a hacerlo. Sé que en la historia del capitalismo y de nuestra sociedad hacia el presente, cada vez que tenemos un concepto importante nos los arrebatan. Piensen en la palabra “democracia” y en la palabra “feminismo”.

Hay un proceso permanente de replegarse: llegamos con un concepto, nos lo roban y nos echamos para atrás. No se trata de conseguir una nueva palabra o un nuevo concepto. El lenguaje y la semántica es un terreno de batalla, un lugar donde se da la lucha. Se trata de entender las condiciones para que el concepto “los comunes” no se vuelva en contra de nosotras.

¿Quiénes conforman estos comunes? Son los que tienen que tomar decisiones sobre la tierra, sobre la producción de la comida y sobre la manera en la cual se organiza la sociedad colectiva. Pensar en comunes no es sinónimo de total desorden y que la tierra se encuentre disponible para el que la quiera tomar. Así no es como se manejan los comunes. La intención es cuidar y reproducir los recursos y las riquezas del mundo para poder llegar a una versión cercana a la versión indígena.

Se trata de buscar un equilibrio que permita ver cómo vamos a utilizar la tierra. Pero, al mismo tiempo, qué vamos a hacer para que esta tierra siga reproduciendo a largo plazo y que el ecosistema tenga la capacidad de reproducirse a pesar de nuestra presencia. Es decir, que nuestra presencia en un territorio no puede ser destructiva. Esto supone mucho trabajo, porque la tierra es el común fundamental. Cuando digo tierra, hablo de la manera como la entienden los campesinos y campesinas de América Latina: son los animales, es el agua, son los árboles, es la vida entera. Es el ecosistema completo que vive sobre esta tierra.

Podemos empezar a crear estos comunes desde una huerta comunitaria, por ejemplo. Como los zapatistas, como el movimiento de los sin tierra de Brasil. Son ejemplos gigantes que existen mundialmente de comunes. Son la base fundamental para todo lo demás.

La reconstrucción del conocimiento colectivo se ha perdido junto con la producción de nuevos conocimientos. La producción del saber hoy está absolutamente comercializada. En Estados Unidos uno habla de “universidad” como si fuera una empresa. Hay que descomercializar la producción del conocimiento y del saber.

Pasa lo mismo con los comunes de la salud. ¿Cómo podemos definir lo que significa estar en buena salud? ¿Cuáles son las condiciones? Eso se debe definir colectivamente por la comunidad misma.

En América Latina ha habido mucho trabajo de recuperación de la memoria colectiva. Han reconstruido la historia desde abajo. Esta perspectiva histórica es la recreación de una memoria colectiva, que es la construcción un sujeto colectivo y de un interés colectivo. Y esa trayectoria histórica es la que nos da este sujeto colectivo. Le da sentido a cualquier lucha. La memoria colectiva nos hace entender el presente y proyectarnos hacia el futuro con un interés común. Si no hay tierra no hay nada. No hay conocimiento. No se podría desarrollar todo el tema de salud propia. Eso es lo que queremos decir por comunes.

EIS: Si queremos colectivizar las tareas domésticas ¿Cómo encontrar un equilibrio entre esa socialización que nos lleva a pensar que el trabajo doméstico es un tema íntimo? ¿Cómo podemos organizar una sociedad postcapitalista? ¿Cómo se organizan las tareas de reproducción en los comunes? ¿Cómo se puede organizar democráticamente la repartición y la división del trabajo en los comunes? ¿Esa repartición de las tareas se basa en una teoría del valor sobre una división o especialización del trabajo?

SF: Esto se puede contestar pensando en lo que es posible hoy. Es muy difícil concebir hasta dónde podemos ir. Pero si tenemos que trabajar dentro lo posible, tenemos que analizar ya que hay muchas cosas posibles. La gente le preguntaba a Marx: ¿Qué es el comunismo? Él decía: “No es la imagen de una sociedad a futuro, es el trabajo cotidiano que transforma el statu quo”. Eso es lo que está transformando, los poderes sociales que tenemos. Y eso trasforma las posibilidades que tenemos para seguir avanzando en nuestra visión. Es decir, es paso a paso que podemos construir ese futuro.

En este momento nuestra imaginación está como congelada. Está muy limitada. Porque hemos interiorizado esa idea de que no tenemos alternativa, de que no hay posibilidad. Hace 500 años que estamos en el capitalismo y eso se ha naturalizado. Tenemos que revolucionar nuestra existencia en tantos niveles solo para poder pensar más allá. Tenemos que ser un poco más humildes y concretos en los pasos que hay que dar. Redescubrir los posibles.

Es construyendo que vamos a desafiar las posibilidades y las dificultades concretas. Tenemos que alejarnos de la idea de que hay un solo modelo, pero tenemos que ser muy firmes con lo que no es aceptable. ¿Qué queremos? ¿Qué se desea? Eso es algo que se debe construir de manera permanente.

Hay mucho trabajo que se ha hecho en la socialización de temas como el trabajo doméstico. Se ha avanzado muchísimo en los últimos años. La gente tuvo que responder a una situación permanente de crisis en los últimos 30-40 años. El neoliberalismo es un proceso de recolonización global que ha afectado tantas zonas del mundo y que ha empobrecido masas gigantes de gente.

Ante las emergencias surgieron nuevas estructuras que respondieron a esta situación. No hay un mejor ejemplo que América Latina. Pero hemos visto algo muy similar en África, por ejemplo, en el tema de la agricultura urbana. Se inició a finales de la década de 1980 en ese continente como una respuesta al desplazamiento forzado de la gente fuera de sus tierras. Quienes llegaron a los centros urbanos gigantes han tenido que transformarlos en huertas comunitarias. Necesitaban cualquier pedazo de tierra para producir comida. Las mujeres desplazadas en muchos casos se han tomado estas tierras para sembrar. Son miles de mujeres que saben que tienen que sembrar algo.

Ahora está pasando algo parecido en Nueva York. Pienso que cuando les llegue el verano en Ottawa también harán lo mismo. Sé que es difícil porque ustedes tienen un verano muy corto pero hay que inventar maneras de producir comida. Mucha gente piensa que no tiene tierra porque viven en un apartamento. Pero hay quienes no tienen ni tierra ni apartamento.

No podemos abandonar la idea de que es necesario aunque sea un pedacito de tierra. No podemos depender del mercado para comer y para las reproducciones básicas. Tenemos que salir del mercado para las necesidades básicas de la reproducción. En un apartamento usted puede empezar a sembrar tomate. También existen las huertas colectivas comunitarias. Todo esto son grandes pasos de inicio que demuestran que la producción y el abastecimiento de comida puede ser un proyecto colectivo que no aísle a la gente.

En este proceso también debemos preguntarnos cómo podemos desfeminizar la reproducción. Compartir el trabajo es importante. Pero es preocupante cuando se vuelve este el único problema. El tema fundamental es nuestra relación frente al capital. La cuestión de la división del trabajo está ligada al capital. Si solo nos repartimos la pobreza, si solo desfeminizamos el trabajo pero dejamos unas condiciones donde lo reproductivo no tiene recursos; no hacemos mucho.

Compartir las tareas con su esposo en casa es muy importante, pero si siguen aislados y no es colectivo, no es suficiente. Claro, cuando tenemos un compañero tenemos que compartir las tareas domésticas. Hoy en día muchas mujeres viven solas. En todo caso, es un aspecto muy pequeño de la solución. La solución va mucho más allá.

Las divisiones del trabajo basado en género, en la orientación sexual, en la etnia se deben superar en cada etapa de la lucha. Estas inequidades, estas jerarquías son los obstáculos centrales que no nos permiten avanzar. La homofobia, el sexismo y el racismo son los obstáculos centrales que nos impiden juntarnos y darnos cuenta de nuestro poder colectivo. A cada paso hay que luchar contra el racismo, el sexismo y la homofobia. Es una necesidad para dar el otro paso.

¿Cómo vamos a trabajar y cómo vamos a utilizar lo que vamos a producir? Tenemos que tomar decisiones colectivas sobre esto. La manera en que nos relacionamos con el mundo y con nuestro cuerpo también transforma.

EIS: ¿Debemos planear este cambio global o debemos concentrarnos en estas cosas para confiar en un cambio?

SF: No, hay que hacer el cambio. Están pasando cosas pero tenemos que seguir pensado en cómo vamos a proyectar esa lucha. Es un proceso que no está en sus primeros pasos, ya existe.

Si se revisa la situación en la Amazonía, en Chile o en Ecuador uno puede constatar que en los últimos 15-20 años existen redes de mujeres campesinas o indígenas, movimientos feministas, movimientos ecologistas, movimientos sin tierra que se han juntado con mucho liderazgo de mujeres. Eso es importante decirlo. Mujeres que se declaran feministas y que están conectadas con movimientos feministas en todo el mundo.

Los movimientos indígenas y campesinos se están juntando con los movimientos urbanos. Piensen en las mujeres sin tierra de Brasil. Ellas tienen un montón de trabajo en territorio colectivo pero también están abriendo tiendas en las ciudades. Allí venden lo que producen. Y también conectan sus luchas. Eso ya está pasando. En esta circulación y conexión de distintas luchas es donde debemos poner nuestra energía.

En los Estados Unidos o Nueva York (donde vivo) se ven muchos movimientos ecologistas. Muchos movimientos que han sido inspirados por el principio de los comunes. Están involucrados en la ayuda mutua y es muy impresionante. La gente toma su bicicleta y recoge comida para llevar a otra parte. La gente se está preguntando cómo puede ir más allá de lo inmediato. Están buscando nuevas maneras de producir. Están creando nuevas formas de producción y nuevos tipos de relación. Estos son los primeros pasos de la construcción. Es el desafío de hoy.

Empecé diciendo que debemos de trabajar en dos niveles: en lo inmediato y en el de largo plazo. Hay gente que no tiene nada. Niños con hambre en todas partes. Comunidades afros y latinas que se están viendo afectadas por la salud. En ese proceso de respuesta inmediata también tenemos que construir otra manera de organizar la producción. Así creamos otras maneras de hacer. A cada paso que damos, nuestra imaginación se expande.

Cuando usted está en la calle con 100.000 personas, usted imagina las cosas de otra manera que cuando solo se está pensando un nuevo mundo sentado en su cuarto. No tiene la misma perspectiva de las posibilidades. Por ejemplo, yo no hubiera podido escribir Reencantar el mundo si no hubiera conocido el movimiento de mujeres que me levantaron y me sacaron de las tentaciones del pesimismo. Me apartaron de esa tentación de decir que es demasiado tarde. Si es demasiado tarde hoy, mañana hay otro día. Eso muy importante.

EIS: El concepto de los bienes comunes es problemático si no se relaciona con el ejercicio de la lógica colonial. Es importante revisar la concepción crítica de lo común y de comunidad en términos de lo que la colonización ha hecho frente a eso. A la luz de esas relaciones de poder coloniales, ¿territorios comunes para quiénes?

SF: Estoy de acuerdo. Para responder esa pregunta es realmente esencial la relación política de las luchas que hay entre las comunidades y los territorios en los que vivimos. Pensarnos el territorio con relación a la sociedad que la habita. Pero el reto fundamental es crear comunidad, hacer conexiones entre las comunidades y la lucha.

Idealmente, debemos de trabajar en construir el tipo de lucha que queremos crear. Esta no es la reconstrucción de algunas jerarquías. Lo común significa reconocer proyectos históricos. ¿Quién estuvo aquí? Hay que tener en cuenta las necesidades y los deseos de quienes estuvieron originalmente en el territorio.

No creo que esto descalifique la discusión sobre la creación de una sociedad en la que podamos compartir la riqueza del continente en términos de quién decide y quién tomas las decisiones sobre el uso de la tierra. Es posible crear un movimiento donde podamos superar algunas de las dificultades que se han ido presentando. Ese es el gran reto. Si vivimos en un mundo que todo el tiempo está produciendo miseria, no podremos esperar nada más.

En el marco de esta pandemia no solamente hay una conexión con la crisis. También con la necesidad de conectarnos con las diferentes crisis. Es inevitable. La lucha doméstica se vuelve visible así como la lucha contra la diferencia social (con miles y miles de personas viven en la calle). Estar en casa es un privilegio escandaloso que tiene que ser cuestionado y tiene que ver con la pregunta del espacio y de la vivienda. Si lo conectamos con la cantidad de migrantes que no tienen su documentación completa, ¿cómo se piensa en el acceso a la salud si ni siquiera se tiene una documentación?

Estas son crisis que tenemos que tener en cuenta y que evidencian la crisis material por la que atravesamos. La gente no está cuidándose de la Covid porque tiene que garantizar su acceso a los alimentos. La crisis nos demuestra cuánta miseria lleva en sí el capitalismo.

EIS: Hemos escuchado unos aportes suyos sobre arquitectura. ¿Podría comentarnos sobre eso?

SF: Hay un libro muy bonito de Dolores Hayden (La gran revolución doméstica) sobre el feminismo de los 70´s. Ella mira el tipo de discusión que había en ese momento en el movimiento feminista de los Estados Unidos. Habían muchos límites. El movimiento todavía estaba muy diferenciadoy se pensaba en cómo romper con el individualismo. Me parece que eso es algo que debemos pensarnos.

Debemos de pensar en la exclusión social. Eso es fundamental. Debemos ir más allá de los hogares, de las casas. Nosotras no solamente hablábamos sobre la cocina, sobre las habitaciones y como está dividida una casa. Hablábamos sobre la relación con la calle y con el barrio.

He visto en Latinoamérica la continuidad de las casas con las calles. Eso es lo que tiene que pasar. Las calles también deben ser socializadas. No debe haber separaciones entre las casas. Las feministas ya nos hemos pensando la reconstrucción de nuestra vida reproductiva. Entonces entendemos cuáles son las casas que necesitamos. Estamos pensando en una reproducción acorde. ¿Cómo hacemos para estar juntas y para repensarnos ese habitad en el que reproducimos nuestras relaciones sociales?

16/07/2020

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