Desde 2007 al frente de ELA. ¿Con qué se quedaría?
He estado desde los 17 años en ELA. Ha sido una organización que ha sabido crecer, que ha tenido esa obsesión, no en términos cuantitativos sino ideológicamente, en la formación de sus cuadros a sabiendas de que la situación que vivimos es muy dura, de que sirves a la gente que te necesita. En un mundo en donde la cultura hegemónica es la de la derecha, nunca la ha descuidado. El trabajo más duro es el de la gente que está en las empresas, que tiene que entender incluso cuando pierde y por qué. Si ideológicamente esa gente no está formada, la derrota temporal le puede llevar a dejar de hacer el trabajo esencial que hace por la construcción de un sindicato.

Desde la perspectiva de hoy, ¿qué lectura hace de todo el ciclo de la crisis de 2008 y de lo que se presenta como salida?
No ha terminado, porque se instala una sociedad mucho más precaria, menos cohesionada socialmente, con más desigualdad. Para las élites que toman las decisiones, se solventa en base a más neoliberalismo y autoritarismo, y el autoritarismo admite grados. La crisis ha sido un elemento de disciplina más para someter a la política, al movimiento sindical, a la gente… para que, en base al miedo, se haga una reestructuración en donde el capital esté mejor que como estaba.

¿Ha tocado fondo o se pueden agudizar sus consecuencias?
Sin duda que puede ser aún peor, ya que una crisis se resuelve siempre en base a la relación de fuerzas. Hoy, percibimos una hegemonía del capital en la política, economía, cultura, universidades… Gente que sabe más que nosotros advierte de que los bancos no están bien. El saqueo público y de derechos se ha hecho para transferir dinero a las instituciones financieras, y como prueba, las últimas decisiones del BCE. Ellos mismos no están convencidos de que la situación no pueda empeorar. Hay quien plantea que, si se descontrola, habría menos recursos para abordar otra crisis.

Desde el mundo sindical hay que hacer la lectura de que, en crisis y en crecimiento, tiene que haber siempre debate de distribución y redistribución, porque la distribución ha empeorado (beneficios-salarios) y la redistribución no funciona porque la crisis se ha aprovechado para erosionar los elementos de cohesión (beneficios fiscales a rentas altas, empresariales y de capital, y recortes de derechos sociales a la gente).

¿Cómo ve el papel de los sindicatos en lo sucesivo?
El sistema lo que plantea es: te doy tres opciones, o colaboras y hablo bien de ti; o renuncias tirando la toalla; o te rebelas, no hay más. Un sistema que te acogería bien si desempeñas las funciones que el Gobierno Vasco en 2014 pone por escrito en un documento que nos entregó: "El movimiento sindical tiene una responsabilidad indeclinable, y es compartir las políticas públicas que hacen los gobiernos". ¡Hay que atreverse a poner eso en un papel! Eso es la Mesa de Diálogo Social, porque evidentemente no se discute nada de lo que a ti te importa. Puedes resignarte o rebelarte, y nosotros estamos en la rebeldía para confrontar con esa hegemonía que tiene hoy la derecha.

El sindicalismo tiene un reto, que es organizar a la gente. Muchas veces no hay proclama más revolucionaria que decir a la gente débil que se organice. Siempre debes tener la perspectiva de que la inercia organizativa te mata y estamos obligados a hacer cambios para abordar esas nuevas realidades que están en el mercado de trabajo.

Son continuas sus interpelaciones a la izquierda política, ¿confía en que respondan?
¡Ojalá! No esperamos nada de la derecha, y el PNV lo es. La impronta de sus políticas son neoliberales por vocación: presupuestarias, fiscales, ruptura de reglas de juego para neutralizar a la mayoría sindical, defensa del statu quo en relación con el Estado para no confrontar y gestionar la involución para vender que es un logro y un éxito.

La izquierda política en general ha roto los vínculos con el movimiento sindical y social, teniendo en cuenta de que no estamos hablando de una mayoría sindical cualquiera como la nuestra; en Europa no hay una mayoría sindical de contrapoder. Estamos preocupados.

¿Tienen alguna esperanza?
Lo van a decidir ellos. Les vamos a decir cuál es el papel que nos corresponde. Creo que históricamente nos corresponde un papel de interpelar con claridad. La crítica de ELA, que no se despache con caricaturas, porque necesitamos a la izquierda política y, si la izquierda política decide certificarse en lo que el sistema le ofrece, perderse en la teatralización de la política, la izquierda pierde siempre.

¿Y algún movimiento?
En otras latitudes se mueven cosas, en el laborismo británico con Corbyn, también en Estados Unidos con la progresista Alexandria Ocasio-Cortez dentro del Partido Demócrata. En este último caso, parte de la reivindicación de las palabras en una sociedad en la que históricamente se ha satanizado el término socialismo; plantea recuperar debates acerca de elementos fiscales que habían eliminado demócratas y republicanos. Ocasio-Cortez propone tipos impositivos del 70-80% a las rentas altas. Aquí, hay una renuncia a ese debate fiscal. Tenemos un Concierto y un Convenio, a los que no nos oponemos, que determinan que tengamos menor presión fiscal que en España.

Su relación con LAB no pasa por uno de sus mejores momentos. ¿Tiene algún futuro la que definieron en 2017 como alianza estratégica?
Ese documento, que suscribimos íntegramente, dice: "colaborar e instar a alianzas de izquierda, para lo que se requiere que la izquierda política priorice la agenda social como base de la agenda soberanista. Queremos influir en la política para dar la vuelta a las políticas que se aplican, evitar el deterioro de derechos y el empobrecimiento". ¿Qué está pasando? La izquierda política no está haciendo eso y, a partir de ahí, es difícil que la hipótesis de alianza ELA-LAB avance.

La izquierda se nos va. En Europa, la socialdemocracia forma parte del pacto neoliberal con los conservadores, en algunos sitios hacen gobiernos de coalición. El movimiento sindical, si lo percibe así, podemos condicionar juntos una realidad diferente. Una interpelación ELA-LAB en términos de contrapoder y de modelo de sociedad es un incordio, porque deja en evidencia igual a quien ha dicho que lo social no suma.

Nosotros, como tenemos intereses propios, como clase y en la concepción que entendemos del soberanismo, no somos una organización sherpa, nos molesta mucho cuando se habla de lo importante y lo subordinado, dando a entender que lo que representamos es algo subordinado.

Mantienen también diferencias en negociación colectiva
Cito literalmente cómo LAB habla de las huelgas, que tienen que ser cortas y efectivas. No tenemos una bola de cristal para saber cuánto va a durar una huelga y si va a ser efectiva o no. Tenemos desencuentros profundos en relación a la huelga y su duración, y eso, siendo como somos dos sindicatos, evidentemente es importante.

Ustedes necesitan a la izquierda política, ¿cree que la izquierda necesita a ELA?
Si va a plantear un debate que cuestione el neoliberalismo, sí. Para cuestionar la hegemonía de neoliberalismo, sin duda que necesita al sindicalismo.

ELA pasará a tener un secretario general navarro, en un momento en que la derecha se alía para volver a la situación anterior y ustedes han sido muy críticos con el cambio. ¿Por qué?
En la primera reunión que tuvimos con Uxue Barkos antes de que fuera investida lehendakari, le dijimos que les íbamos a ayudar con presión para que los cambios fueran adelante. La dialéctica que le explicamos es que los partidos progresistas en los ámbitos institucionales no pueden hacer los cambios que necesitamos si no tienen una interpelación exterior fuerte. Se constata en Europa entera. A partir de ahí, te encuentras con niveles de tolerancia o de intolerancia. En Nafarroa, el nivel de tolerancia ha sido mayor; en la CAV, ha sido intolerancia total al papel que le corresponde a la sociedad civil organizada, en este caso a un sindicato de clase.

¿Ve diferencias entre las políticas de Barkos y Urkullu?
En política presupuestaria, económica y fiscal no hay grandes diferencias. La regla de gasto y el pago prioritario de la deuda se aplica en la CAV por vocación, pero en Nafarroa también.

¿Le preocupa el posible retorno de la derecha en Nafarroa?
Sin duda, una derecha del Régimen es muchísimo más perversa y dañina de lo que tenemos. Sería pecar de injusto en la crítica. Una cosa es la alternancia en la política y otra es el cambio político y social. El cambio político y social está por hacer en Nafarroa, sin perjuicio de decir con claridad que el frente numantino español es un peligro para la democracia en cualquier ámbito.

¿Tienen alguna confianza en las próximas citas electorales?
En el programa de gobierno del PSOE y Podemos en el Estado aparecía que había que modificar la ley de estabilidad, muy importante para las políticas presupuestarias ya que el techo de gasto que mandó Mariano Rajoy a Bruselas es el mismo que el de Pedro Sánchez. En la neoglobalización que vivimos, la democracia política y la soberanía no funcionan. Las elecciones polarizan mucha atención pero las cosas esenciales no cambian.

No les gustó el acuerdo de bases de PNV y EH Bildu, y lo criticaron. ¿Tienen alguna aportación para avanzar en clave soberanista?
En relación al acuerdo de bases, pensamos que el PNV no está. Es leer al PNV, que dice que lo que vaya a salir del Parlamento debe de tener posibilidad de ser tramitado en Madrid. PNV, izquierda abertzale y ELA sabemos de qué Madrid estamos hablando, en un planteamiento involutivo, y veremos qué pasa en el futuro.

Después de cerrar ese acuerdo, el PNV, de cara a lo que se va a tramitar en el Parlamento, ha dicho: "no vamos a ser rehenes de EH Bildu". A partir de ahí, no vemos al PNV para un recorrido de confrontación democrática con el Estado. Cuando con la izquierda abertzale hemos hablado de esto, nos reconoce que el PNV no está. La pregunta que hacemos es: ¿por qué nos obstinarnos en decir que algo es cuando no es? Nos preocupa que esa priorización de acuerdo de país con alguien que no está venga acompañada de una relativización de todo lo que tiene que ver con el modelo de sociedad.

En el Congreso del Kursaal plantean una resolución en este ámbito.
Se dice que no estamos en la fase de ganar la independencia al Estado, estamos en la fase de construir un espacio soberanista. Creemos que eso se construye desde la izquierda, priorizando lo social, de tal modo que el proyecto de sociedad que ofrezcamos a la gente que decide vivir en este país sea atractivo y que una persona que no sea abertzale pueda ser independentista porque le interesa el proyecto que le ofreces.

¿Qué lectura se puede sacar de Catalunya?
El reto evidentemente es muy complicado. El Estado utiliza todo. El que mejor lo ha definido ha sido Alfredo Pérez Rubalcaba, del PSOE y socio del PNV en el Gobierno Vasco, que dijo "vamos a deteriorar algunas instituciones (corona, tribunales…), pero lo que hay que hacer, hay que hacerlo". Más allá del corte involutivo de una derecha cada vez más ultramontana y con componentes incluso violentos, en base a determinadas cuestiones que aparecen, el concepto básico de que la soberanía española no se discute lo comparte el PSOE. Los proyectos democráticos no están en igualdad de condiciones ni en Catalunya ni aquí. Ese es el problema, que no se reconoce el sujeto político. Por España pasó la Inquisición y se quedó.
18/03/2019

https://www.naiz.eus/eu/actualidad/noticia/20190318/la-critica-de-ela-que-no-se-despache-con-caricaturas-porque-necesitamos-a-la-izquierda-politica

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