Las primarias celebradas este 21 de mayo marcan sin duda el inicio de una nueva etapa en la historia del PSOE. El tiempo dirá si se limitará a un cambio en la elite dirigente de este partido o si, por el contrario, anuncia la entrada en una fase en la que el social-liberalismo llegue a ser cosa del pasado para poder estar a la altura de la respuesta que exige acabar con el Gran Saqueo. Quizás al final acabe siendo lo primero o una vía intermedia que de nuevo lleve a la frustración, pero la partida acaba de empezar y no podemos ser indiferentes a su desenlace.

Cabe empezar reconociendo que, frente a la beligerante campaña desplegada por la coalición de intereses que derrocó a Pedro Sánchez el pasado 1 de octubre, la victoria de la mayoría de la militancia del PSOE en las primarias de ayer es sin duda una buena noticia para quienes aspiramos a echar a Rajoy y a seguir desafiando a un régimen en crisis. Basta leer hoy editoriales como el que publica el diario El País ((“El ‘Brexit" del PSOE”) para comprobar la desesperación del establishment ante un resultado que considera “nos sitúa ante una situación muy difícil para nuestro sistema político”.

En efecto, aunque mucha es la distancia que separa a Sánchez de Corbyn o de Benoît Hamon, como ya comentábamos en otro artículo
1/, este resultado confirma la tendencia, común a otros países, a la rebelión de las bases socialistas frente a la creciente crisis de identidad y de proyecto que sufre esta corriente desde los tiempos al menos de la “tercera vía”, uno de cuyos pioneros fue –no lo olvidemos- Felipe González.

Se consuma así la deslegitimación del papel de muleta del PP que ha jugado la Gestora del PSOE desde su abstención ante la investidura de Rajoy en un contexto en el que la nueva ola de escándalos de corrupción ya deja pocas dudas sobre su naturaleza sistémica -mezcla de neocaciquismo (Naredo) y “capitalismo políticamente garantizado” (Sebastián)- y, más concretamente, sobre el carácter criminal del partido del gobierno. Una derrota, la del “felipismo” en sus sucesivas versiones (aunque Susana Díaz quiera consolarse ahora con su victoria pírrica en Andalucía), que se produce además en vísperas de la probable aprobación de unos Presupuestos que van a seguir profundizando la fractura social y con el desafío del referéndum sobre la independencia de Catalunya en el centro de la agenda política. Razones todas ellas que justifican sobradamente las mociones de censura que en el Congreso y en la Asamblea de Madrid ha presentado Unidas Podemos, con el apoyo de un amplio abanico de organizaciones sociales y una simpatía popular innegable.

Aun no apoyando ahora estas mociones, es evidente que si Pedro Sánchez ha ganado, él sabe que no lo ha logrado con el viejo discurso social-liberal que defendió en el pasado, sino con otro que prometía una “nueva socialdemocracia” mediante una dura crítica al capitalismo neoliberal y unas propuestas neokeynesianas, buscando así sintonizar con el rechazo popular a las políticas austeritarias. Ésa es la responsabilidad que tiene que asumir ahora superando así la falta de credibilidad que tiene hoy su partido, como bien reconocía Josep Borrell en un texto reciente
2/.

Es cierto que en la última versión de su documento “Por una nueva socialdemocracia” quedaron suavizadas algunas de sus propuestas, como la necesidad de tener en cuenta a otras fuerzas políticas –refiriéndose implícitamente a Podemos- o el reconocimiento de Catalunya como “nación” (ahora reducida exclusivamente a su carácter “cultural” obviando su vocación de sujeto político soberano ya incuestionable). Empero, la lectura que la militancia ha hecho de su disposición, finalmente exitosa, a retornar a la Secretaría General ha estado asociada sin lugar a dudas a la voluntad de confrontar con Rajoy y con sus recortes a derechos sociales y servicios públicos, así como a la necesidad de encontrar una salida democrática al “choque de trenes” catalán-español.

El reto principal que tiene, por tanto, el relegitimado líder del PSOE es responder al clamor popular y demostrar que, a diferencia de lo que dijo el diputado “susanista” Miguel Ángel Heredia
3/, su verdadero enemigo es el PP. Si opta consecuentemente por ese camino, o sea, por echar a Rajoy de la Moncloa sin esperar a nuevas elecciones, tendrá que reconocer que la relación de fuerzas parlamentaria es la que es y, por tanto, que la presentación de una moción de censura buscando acuerdos con Unidas Podemos (UP) y otras fuerzas, incluidas las independentistas, en torno a un programa antiausteritario y democratizador es la única posible hoy. Obviamente, esa iniciativa debería apoyarse en la conformación en las calles y en los centros de trabajo de un bloque social firmemente decidido a movilizarse a su favor. Ése es el sentido que debería tener la adaptación de la “vía portuguesa” que ha defendido Sánchez a la realidad española, no resignándose así a las “líneas rojas” que ahora quieran volver a imponerle las baronías y los lobbies empresariales.

Así que si el primer desafío que tiene Pedro Sánchez es practicar un modelo de oposición distinto del defendido por la Gestora, éste está estrechamente unido también a la necesidad de subordinar a las baronías autonómicas que le han hecho frente a una estrategia que han demostrado hasta ahora sobradamente que no comparten. La legitimidad de su victoria le obliga a ello pero no le va a ser fácil lograrlo, ya que son muchos los intereses (y no sus “méritos” o “razón”, como pretenden los editorialistas de El País) que están en juego. El desarrollo del próximo Congreso será sin duda el primer test de hasta qué punto esas baronías están dispuestas a resistir o, por el contrario, aceptarán someterse a la decisión de la mayoría. Desde luego, no van a optar por una u otra vía sin recurrir a los incentivos selectivos (clientelismo,…) con que todavía cuentan desde su peso institucional,, aunque ahora no les hayan dado todos los frutos que esperaban.

No van a faltar, desde luego, las presiones a favor de un frente común contra Podemos en nombre de garantizar una “unidad interna” y una falsa “estabilidad política” que están saltando por los aires. Si éstas logran imponerse en el futuro, triunfará de nuevo la hipótesis de un PSOE que se vería renovado en su élite dirigente, como ocurrió en el Congreso de Suresnes de 1974, pero para acabar asumiendo su ya viejo papel como “partido de Estado”. Si así fuera, se vería alejada la posibilidad de echar a Rajoy y, con ella, la ilusión por el “cambio” que hoy predomina en las filas socialistas se vería pronto sustituida por una nueva frustración y el declive difícilmente irreversible de este partido. La “nueva socialdemocracia” quedaría así abortada antes de nacer.

Para Podemos y las confluencias mucha es también la responsabilidad a asumir en esta nueva etapa. La victoria de Pedro Sánchez ofrece la oportunidad de un diálogo con la militancia socialista desde el respeto y la búsqueda de acuerdos pero también, por qué no, desde la legítima competencia por la hegemonía en torno a la construcción de un bloque por el cambio que no acabe conduciendo a la mera “regeneración” del régimen. Porque, como escribíamos al principio, en estos tiempos de Gran Saqueo y ascenso de las extremas derechas, no caben vías intermedias entre el despotismo oligárquico, por un lado, y la aspiración, por el otro, a una ruptura democrática, social, ecológica y feminista con esta España y esta Europa oficiales. En ese camino quizás logremos recuperar –y también resignificar- lo mejor de viejas palabras como “socialismo” y “democracia”, las mismas que dieron origen a una socialdemocracia digna de ese nombre en el siglo XIX.

Jaime Pastor es profesor de Ciencia Política de la UNED y editor de viento sur.

Notas

1/ “El PSOE, entre el inmovilismo y la alianza con Podemos”, viento sur, 04/04/2017, www.vientosur.info/spip.php?article12434

2/ “La realidad es que la socialdemocracia es percibida hoy, en el mejor de los casos, por parte de sus antiguos votantes como una opción menos mala, menos perjudicial para sus intereses que los neoliberales…pero, evidentemente, ser menos perjudicial no es algo que provoque entusiasmo” (Los idus de octubre, Los libros de la catarata, Madrid, 2017, p. 157).

3/ En una reunión interna (luego, filtrada a los medios gracias a una grabación) el todavía Secretario General del Grupo Parlamentario Socialista, Miguel Ángel Heredia, declaró que “el PP es el adversario del PSOE, pero el verdadero enemigo es Podemos”.

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