El tema de los derechos de los animales y del bienestar animal ha ganado espacio en las sociedades modernas pero no es moderno. De Pitágoras a Voltaire, los seres humanos percibieron que no estaban solos y, sobre todo, que nos gusta la compañía. Pero hoy tenemos más instrumentos para vivir bien con esos otros y por eso, la cuestión de qué hacer con los animales es ahora tan importante para la forma como nos vemos a nosotros mismos y como definimos nuestra sociedad.

Empiezo por el derecho. ¿La relación con los animales puede ser protegida por la ley? Algunos juristas me dicen que no porque los animales no son titulares de bienes jurídicos, dado que la ley, respeta exclusivamente derechos y deberes de las personas. Tal vez este sea el concepto predominante, lo será seguramente, y los instrumentos de derecho se configuran de esa manera (por eso me recuerdan que solo un ser humano o una persona colectiva puede iniciar una demanda). Pero yo, que no soy jurista y por tanto solo pido permiso para dar mi opinión, veo que esta doctrina antropocéntrica tiene fisuras porque lo seres humanos están obligados a respetar algunas normas que les afectan y limitan su libre albedrío, protegen el bien común que es la naturaleza. Es decir, la naturaleza condiciona nuestros derechos, determina alguno de nuestros deberes y es , por tanto, parte de la ley que nos obliga.

Si se aplica lo mismo específicamente a los animales, como defienden algunos juristas de renombre como Laurence Tribe, de la Harvard Law School, entonces esa obligación define derechos intrínsecos de los animales. Ese es, justamente, el punto de vista de la Declaración de los Derechos de los Animales, de la UNESCO, aprobado ya en 1978.

Pues, incluso si no hay acuerdo sobre esta disputa doctrinal de importantes consecuencias para la configuración de la ley, por lo menos hay reglas de buen sentido que se imponen y no veo cómo se pueden rechazar.

La más importante de estas reglas es el respeto por el bienestar animal que ha pasado a formar parte de la agenda política contemporánea. Considero esto una excelente noticia. Es con esta regla con la que podemos y debemos dar pasos sensatos.

Primero, recopilar la legislación pertinente en un estatuto jurídico de los animales. Habrá muchas resistencias, pues que se superen. Definiciones claras, principios aplicables, una ley coherente.

Segundo, más que la ley son las prácticas ofensivas las que deben ser modificadas. Voté contra las corrida de toros, y en aquel momento fuimos pocos quienes lo hicimos, y condené la suerte de varas que ya estaba prohibida pero siempre tratando de conseguir una excepción a la regla. Pero no tengo duda de que es el momento de cerrar el capítulo de las corridas. Deben ser rechazadas o porque son una exhibición de sufrimiento o porque constituyen una educación de la violencia ritual pero el resultado es el mismo. Acabó su tiempo.

Tercero, son necesarias medidas urgentes para los animales de compañía, como la recuperación de locales para perros y gatos que, salvo excepciones, son depósitos de condena a muerte, así como la esterilización de los animales callejeros y en las instalaciones municipales, evitando su sacrificio. Si vamos más lejos, merece la pena pensar en cómo se puede lograr la sustitución de la experimentación con animales por otros métodos siempre que sea posible. Con sensibilidad, la sociedad moderna puede avanzar en la protección de los suyos, como los animales.

Francisco Louça es profesor universitario y activista del Bloco de Esquerda

Artículo publicado en blogues.publico.pt 29/09/2015

Traducción Viento Sur

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