Otra crisis en apenas diez años, otra vez volverán las dificultades y las penurias económicas para muchísima gente. Pero esta vez la crisis económica no viene sola. Ya venía barruntándose la desaceleración, pero nunca en la historia la ruptura de la cadena de valor mundial había sido tan abrupta, sincronizada y letal, nunca se había presentado como crisis global multiforme: sanitaria, ambiental, social, productiva y geopolítica. Las viejas recetas, las herramientas conocidas y las instituciones económicas y políticas internacionales surgidas tras la II Guerra Mundial, como la ONU con la OMS, el FMI o el Banco Mundial, se han mostrado incapaces de hacer frente a este modelo de crisis global. Por supuesto tampoco la Unión Europea varada por el Tratado de Maastricht, el Plan de Estabilidad y Crecimiento y su incapacidad para ser algo más que un mercado de mercancías y capitales.

Esta pandemia llueve sobre mojado: tras años de recortes en el gasto público, rescates millonarios a la banca y privatizaciones de servicios públicos, millones de personas han seguido engordando las bolsas de la exclusión social. En esta última década, por desgracia, se han aplicado políticas neoliberales que han dejado a la intemperie a muchísima gente: han continuado los desahucios, el precio de la energía no ha parado de subir, las condiciones laborales no han parado de empeorar, mientras que los ricos cada vez eran más ricos.

Tanto en Europa como en España se aplicaron recetas de austeridad en lo público, que comportaron recortes en sanidad, educación, investigación, cultura o servicios sociales, pero paralelamente el sistema económico continuó beneficiando a las grandes fortunas como así señalan todos los indicadores de concentración de la riqueza y del peso decreciente de las rentas del trabajo en el PIB.

Tras la crisis inmobiliaria no cambió prácticamente nada en el mercado financiero: ni se refundó el capitalismo ni se impusieron mayores controles a la especulación o a la concentración de enormes capitales en pocas manos. Y tampoco se impulsaron mejoras en los servicios públicos o en las prestaciones sociales para paliar las dificultades vitales de la población más vulnerable, sino justo al revés: se recortaron derechos y gastos con la manida excusa de la estabilidad presupuestaria y el objetivo del déficit. Mientras tanto avanzó el proceso de privatización de todos los sectores productivos e incluso de la reproducción social.

Además, para más inri, las grandes fortunas, las multinacionales y los millonarios cada vez pagan menos impuestos: su creativa ingeniería fiscal, favorecida por los paraísos fiscales y por los cuantiosos beneficios fiscales de diversos estados miembros de la UE (Irlanda, Luxemburgo o Países Bajos entre otros) o de países sincronizados con la comunidad como el caso de Suiza, posibilitaron que los que más tienen contribuyan muy poco, o casi nada, a las arcas públicas. En España Inditex, que esquivó 600 millones de euros en tres años, es un claro ejemplo de egoísmo fiscal contra el que debemos luchar. Junto a la ingeniería fiscal y la evasión hay prácticas legales de elusión que dañan seriamente la recaudación de impuestos allí dónde se originan las ventas, como es el caso de las nuevas plataformas y en general las principales empresas TIC. Y, a su vez, no olvidemos que la inmensa mayoría de la población cumple con sus obligaciones fiscales a través de las rentas del trabajo o los impuestos al consumo, soportando la carga de los ingresos del Estado que otros evaden, mientras que la mayoría social sufre un descenso en la calidad o en el número de los servicios públicos, en definitiva, se le escamotean sus derechos.

No nos engañemos: la propia UE está construida por y para la libertad de movimiento de capitales pero sin unificar los regímenes fiscales. La UE tiene una altísima permisividad (incluso estimula y promueve) esas actividades fraudulentas de evasión y elusión de impuestos que favorecen sistemáticamente a los que más tienen. Llevamos años denunciándolo, el proyecto europeo es débil con el fuerte y duro con el vulnerable: libertad para los capitales y fronteras para las personas.

Desde 2008 hasta 2020 no ha parado de producirse la misma dinámica: se han socializado las pérdidas, la crisis la hemos pagado entre todos y se han privatizado los beneficios, no se han recuperado los rescates millonarios a los bancos ni se han aumentado los impuestos a los que más tienen. Esta vez no podemos permitir que vuelva a ocurrir lo mismo, no debemos tropezar dos veces con la misma piedra. Como dice Daniel Albarracín, debemos impedir a toda costa que “La financiación de hoy, sea la deuda mañana, y los ajustes estructurales (recortes) de pasado mañana”, debemos buscar una salida, es decir una financiación, a la crisis que sea a través de impuestos progresivos sobre la riqueza y los beneficios. Es fundamental que los costes de la crisis y las bases de cualquier recuperación que merezca la pena impulsar, se hagan a cargo del capital y no sobre las espaldas de la mayoría social trabajadora.

Últimamente no paran de aparecer propuestas en la UE para intentar atajar la crisis socioeconómica que está al caer: Coronabonos, Plan Marshall europeo, deuda perpetua..., pero poco se habla de dónde va a salir ese dinero, quién va a pagar la factura. ¿Volveremos a pagar los de siempre? ¿Volverá a aumentar la deuda pública y se aplicarán recortes para poder pagarla? ¿Las generaciones presentes y futuras van a pagar esta crisis con recortes de derechos y aumento de la precariedad? ¿Vamos a permitir que pase lo mismo que en 2008-2010?

Necesitamos valentía y ambición. En cada país, comenzando por el nuestro, es necesario alumbrar un nuevo modelo fiscal Robin Hood, pero también a nivel de toda la Unión Europea es necesario avanzar un primer paso en ese sentido. Necesitamos crear una tasa europea de emergencia Covid19 que grave las grandes fortunas, para que los beneficios empresariales y patrimoniales repercutan positivamente en la mayoría social. Esta vez hay que socializar los beneficios, no las pérdidas. La urgencia requiere unas medidas extraordinarias y contundentes que nos permitan atender las necesidades y carencias sociales, económicas y sanitarias que está provocando la pandemia.

Reclamar esta figura tributaria extraordinaria también nos permite luchar contra el discurso de la derecha de “un mundo sin impuestos es mejor”, ya que es falso y muy peligroso: supone acabar con los servicios públicos, pues sin impuestos no tendremos una sanidad para toda la población (ni educación ni carreteras, ni prestaciones sociales, etc.,…), o sea, una sanidad pública de calidad, gratuita y universal. Es importante que apostemos por la cooperación fiscal, progresiva y armonizada en el conjunto de los Estados europeos y que se impulse la solidaridad internacional y social. Por eso planteamos una propuesta supranacional, que imponga un tramo más a los tributos nacionales en materia de impuesto de patrimonio o de beneficios. Es preciso que se dé un salto cualitativo en la cooperación fiscal, para aislar y sancionar a los bancos, cooperadores necesarios en la evasión fiscal junto a las grandes multinacionales y fortunas familiares, que trasladan sus rentas y riqueza a paraísos fiscales.

Necesitamos ser rápidos y eficaces, por eso antes del 30 de junio de 2020 debería crearse una tasa Covid19, con una aplicación única y administrada de forma comunitaria pero cuyos fondos sean gestionados en un 90% por los Estados miembro, con el objetivo de ayudar a dotar de suficientes recursos económicos a las múltiples necesidades sanitarias de los Estados miembros, así como para iniciar una redistribución de la renta en la población mediante la cobertura, al menos parcial, de las necesidades sociales más agudas que ha generado la crisis. La distribución de este 90% de los ingresos de la tasa Covid19 se haría en función de las necesidades e impacto de la pandemia en los diversos Estados. El restante 10% de esos ingresos extraordinarios de la tasa de emergencia pueden suponer la primera piedra de un sistema de investigación biosanitaria pública comunitaria que permita coordinar de forma cooperativa y eficaz los esfuerzos a realizar por parte de cada uno de los estados.

 

¿Cómo se articularía dicha tasa?

 

Creemos que debería gravar tanto las ganancias empresariales, los beneficios, como el patrimonio, las grandes fortunas de personas físicas y de fondos de inversión y sociedades patrimoniales. Concretamente, proponemos que las ganancias empresariales superiores a 5 millones de euros obtenidas en el conjunto del territorio de la UE, sean gravadas en un 3% de los beneficios netos y, respecto al patrimonio, gravar con un 1% el de las personas físicas y con un 3% el de los fondos de inversión y sociedades patrimoniales, siempre sobre el valor de mercado del conjunto de sus activos patrimoniales de cualquier naturaleza a 31 de diciembre de 2019.

Esta puede ser una primera piedra para construir esa otra Europa que deseamos y necesitamos: la Europa que promueve el reparto de la riqueza, la que se ocupa de las personas y no solo del capital. No es la medida definitiva pero sí es útil y tremendamente necesaria para atajar esta situación de emergencia sin acudir al endeudamiento desbocado y a sus condiciones, los recortes despiadados. Esta tasa Covid19 debe servir también para cambiar el discurso anti-impuestos que, por desgracia, vuelve a repuntar en los Estados europeos; es necesario aumentar la moral tributaria de la sociedad: que el 99% pueda observar que el 1% millonario y pudiente paga más impuestos en una situación que bien lo merece. Todo ello supondría un paso adelante en la dirección de una nueva relación solidaria entre los pueblos.

Como escribía recientemente el eurodiputado Miguel Urbán, “Necesitamos propuestas y necesitamos victorias,. Y las necesitamos urgentemente. La crisis ya está aquí”. Es vital comenzar a proponer cuestiones concretas y realizables; no es casualidad que hoy en día estén reclamando ese tipo de tasas en el marco de las economías nacionales, e incluso en el ámbito supranacional, desde reputados economistas como Thomas Piketty, Emmanuel Saez, Gabriel Zucman o Camille Landais o los Presidentes de Italia y Argentina y, en el caso de la fiscalidad española, organizaciones como Ecologistas en acción o ATTAC y políticos como Teresa Rodríguez, Pablo Iglesias, Alberto Garzón e Iñigo Errejón. Esta medida tiene, además, un doble efecto: paliar de forma inmediata las necesidades de financiación de los gobiernos europeos para hacer frente a las consecuencias más agudas de la pandemia y, a la vez, demostrar que existen otras soluciones económicas que no pasan por la austeridad ni el endeudamiento. Se trata de no volver a caer en los mismos errores que se cometieron en la década pasada y que esta vez la factura de la crisis no la paguen los de siempre, que esta vez exista solidaridad y redistribución de la riqueza en vez de recorte del gasto público y deuda: tan sencillo y justo como eso.

3/05/2020

Julián Moreno, interventor municipal; Manuel Garí, economista. Militantes de Anticapitalistas-

 

https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/tasa-covid-europea-tropezar-nuevamente-misma-piedra

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