[Anne-Lise Melquiond es la autora de Apocalypse Show, quand l’Amérique s’effondre, publicado el 7 de septiembre de 2021 por Playlist Society. En este artículo analiza para Contretemps, el film "No mires hacia arriba: negación cósmica", de Adam McKay: una crítica implacable al capitalismo tecnófilo contemporáneo producida por uno de sus buque-insignia, la principal multinacional de la aplanada industria cultural: Netflix. Ahora bien, se trata de una crítica de la que los movimientos populares están casi ausentes y que nos deja sin un horizonte de transformación y emancipación social, es decir, sin esperanza. CT]
"La humanidad se ha vuelto lo suficientemente ajena a sí misma como para lograr experimentar su propia destrucción como un placer estético de primer orden" (Walter Benjamin, Essais).
No mires arriba es una superproducción de Netflix estrenada el 24 de diciembre de 2021 con un impresionante reparto en el que destacan Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio como dos astrónomos, un profesor y su estudiante de doctorado, que descubren un enorme cometa de unos diez kilómetros de ancho cuya trayectoria se dirige a la Tierra. Se espera que se estrelle exactamente en seis meses y 14 días, provocando la destrucción total del planeta. Tras comprobar muchas veces sus cálculos, los dos astrónomos intentarán alertar a las más altas autoridades políticas y a la opinión pública de este inminente apocalipsis, esperando que se haga todo lo posible para desviar al cometa de su trayectoria.
Aquí, la humanidad será menos víctima del cometa fatal que de su incapacidad para prever su futuro. Por tanto, la catástrofe no es tanto el cometa, verdadera metáfora del calentamiento global -nuestro propio cometa-, sino la gestión política de esta amenaza. El director Adam McKay da testimonio de una época que ha optado por descuidar incluso los plazos más cortos. La crisis sanitaria de Covid es una prueba más de esta negligencia.
Desde este punto de vista, la película es una crítica amarga y mordaz a la política estadounidense, en la que la presidenta, un Trump femenino, está dispuesto a considerarlo todo, incluso los grandes cometas, desde un punto de vista puramente electoral. Explica a los astronautas que lleva años "celebrando reuniones sobre el fin del mundo desde hace años. Colapso económico, peligro nuclear, contaminación, robot loco, sequía, epidemias, extraterrestres, superpoblación, agujero de ozono", y que además, tiene otras cosas que hacer, ya que está envuelta en un escándalo sobre la elección de un juez para el Tribunal Supremo. La presidenta parece más preocupada por su destino político que por la destrucción del planeta.
Finalmente, con las más altas autoridades científicas del país confirmando los cálculos sobre el impacto del cometa y las elecciones de mitad de mandato con mala pinta, la presidenta anuncia la existencia del cometa con fuegos artificiales para gloria de los Estados Unidos, con una ceremonia militar y la elección de un héroe nacional racista. Esto nos trae a la memoria la película Doctor Strangelove (1964) de Stanley Kubrick o a Idiocracia (2007) de Mike Judge, que tratan sobre la estupidez de los líderes políticos menos interesados en el bien común que en el suyo propio. Y al igual que el gobierno francés, el gobierno estadounidense pone en marcha un número de teléfono gratuito en respuesta a la aterradora aproximación del cometa. El eslogan que da título a la película, No mires arriba, simboliza esta política ciega.
No sólo los políticos son corruptos, la película también ataca a los medios de comunicación, como Fox News, que no duda en equiparar una catástrofe apocalíptica con la reconciliación de dos estrellas del espectáculo, pero también a periódicos supuestamente más serios como el New Herald Tribune, más preocupado por el impacto de su artículo en las redes sociales que por su contenido.
La película denuncia la sociedad del espectáculo en su conjunto: redes sociales, celebridades, teóricos de la conspiración, populistas y falsos profetas que esconden su propósito capitalista como el gurú tecnológico Peter Isherwell (Bash life, la vida sin el estrés de la vida), una especie de híbrido de Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg, un auténtico portento mundial que engaña a gente corriente, crédula y frágil como los padres de la estudiante de doctorado, Kate, que están a favor de los "trabajos que aportará el cometa” y se niegan a recibir a su hija, una profetisa de la fatalidad.
Estados Unidos se rompe entre la gente convencida de una catástrofe inminente (el movimiento "Just Look Up", Simplemente mira arriba) y las y los "cometoescépticos" apoyados por la presidenta y su contraeslogan ("Don't Look Up" No mires arriba) con una gorra que, extrañamente, se parece a la trumpista del "Make America Great Again". Y en un giro escalofriante, el sistema recuperará la catástrofe para producir exactamente lo que la película denuncia con LaunchChallenges (Lanzando desafíos) en las redes sociales o la producción de una película sobre catástrofes de gran presupuesto, "Devastación total", que se estrenará el día en que el cometa se estrelle contra la Tierra.
Don't Look Up nos deja desconcertados ante un problema que sólo los poderes tecnocráticos podrían resolver (NASA, GAFAM, etc.). Sin embargo, la crítica sigue siendo acerada, ya que estas fuerzas superiores acaban traicionando sus falsas promesas de resolverlo todo a través de la tecnología. De hecho, la película muestra que la tecnología no resolverá el problema. Ese es, en sí mismo, parte del desastre en curso: los drones de Bash, que deben extraer los minerales del cometa, no consiguen evitar la aniquilación planetaria.
Por su parte, si los científicos tenían razón desde el principio, encarnan la impotencia para cambiar el curso de las cosas. Además, si los políticos les hubieran escuchado realmente, la pregunta que queda flotando es si esto habría cambiado algo, dada la preponderancia de los poderes financieros e industriales implicados. Aunque la película no lo aborda directamente, la misma pregunta puede hacerse a los políticos: parece ilusorio pensar que una buena gestión capitalista salvará al planeta del desastre.
La catástrofe se está convirtiendo en el horizonte insuperable de nuestra Historia, como teorizó Günther Anders después de Hiroshima:
El apocalipsis actual no sólo sería la consecuencia de nuestro estado moral, sino también el resultado directo de nuestra acción: somos nosotros quienes lo produciríamos. No es seguro que hayamos llegado ya al final de los tiempos. Sin embargo, es cierto que estamos viviendo definitivamente en el tiempo del fin[1]
En cierto sentido, la imagen del fin del mundo que retrata Don't Look Up es mucho más dramática, ya que describe un proceso ineludible sin hacer referencia a ninguna esperanza. Finalmente, cuando el plan de Bash fracasa, el mundo entero comprende la magnitud del desastre:
Lo terrible de las catástrofes es que no sólo no creemos que vayan a ocurrir, aunque tengamos todos los motivos para saber que lo harán, sino que, una vez que han ocurrido, parecen formar parte del orden normal de las cosas[2].
Esta es la paradoja del fenómeno; en nuestras sociedades, hemos pasado de la negación del desastre a la aceptación total sin cambiar necesariamente nuestra forma de pensar. Desde este punto de vista, las palabras del filósofo esloveno Slavoj Žižek (que toma prestadas de Jameson) en una conferencia en la Universidad de Buenos Aires en 2006 son proféticas:
Reflexionemos por un momento sobre lo extraño de nuestra situación actual: hace treinta o cuarenta años seguíamos debatiendo sobre cuál sería el futuro: comunista, fascista, capitalista, etc. Hoy en día, ya nadie debate esta cuestión. Todos aceptamos en silencio que el capitalismo global no va a desaparecer. Por otra parte, estamos obsesionados con las catástrofes cósmicas: por como se puede desintegrar la vida en la Tierra a causa de un virus, por el impacto de un asteroide en los continentes, etc. La paradoja en esto es que es mucho más fácil imaginar el fin de la vida en la tierra, que un cambio mucho más modesto en el capitalismo.
30/12/2021
Anne-Lise Melquiond
Traducción: viento sur
Notas:
[1] Anders, Günther (2007) Le Temps de la fin. Paris : Éditions de l'Herne, p. 116.
[2] DUPUY Jean-Pierrev (2002), Pour un catastrophisme éclairé : quand l'impossible est certain, París: Seuil, pp. 84-85.