Rusia ocupa ya un lugar central en el tablero próximo oriental. Su presencia militar en Siria, el eje que ha creado con Irán y con Turquía hacen de Rusia el interlocutor obligado de todos los protagonistas de la guerra en curso. Pero está también inmersa en las contradicciones que dividen a sus aliados y espera con una cierta inquietud que el presidente Donald Trump decida sobre su política en la región.

“The Middle East : When Will Tomorrow Come?” (Próximo Oriente, ¿cuándo llegará el mañana?): con este bonito título, casi poético, en un lujoso hotel en el centro de la capital, a unos metros de la plaza Roja y del Kremlin, más de un centenar de invitados venidos de treinta países participan en una reunión para debatir sobre el futuro de una región sacudida por las guerras y los conflictos, por invitación del Valdai Discussion Club, un think tank de política internacional.

Los participantes son más diversos que en la reunión del año pasado, con más delegados de los países del Golfo. Están presentes Moshe Yaalon, antiguo ministro de defensa israelí, que explica que la paz necesita la creación de Estados confesionales, sunita, chiita o alauita (pero sobre todo no de un Estado palestino) o el general americano Paul Vallely alabando a Donald Trump y evocando su reciente encuentro con Marine Le Pen en París. Igualmente hacen acto de presencia Ali Nasser Mohamed, antiguo presidente de la República Democrática y Popular de Yemen (Yemen del Sur), Nabil Fahmy, antiguo ministro de asuntos exteriores egipcio, Amr Moussa, antiguo secretario general de la Liga Árabe, o Ismail Ould Cheikh Ahmed, enviado especial del Secretario General de las Naciones Unidas para el Yemen. Anunciada, la opositora siria Bassma Kodmani ha sido retenida por las negociaciones que se desarrollan en Ginebra. Otra defección, Seyed Hossein Mousavian, un antiguo oficial del Consejo Nacional de Seguridad iraní, residente en los Estados Unidos: temía, tras los decretos del presidente Trump, no poder volver si salía de viaje.

Intelectuales, investigadores, responsables sauditas o iranís, turcos o egipcios, iraquíes o americanos, se encuentran allí, por supuesto, con una fuerte presencia rusa, de la que forma parte Mijail Bogdanov, ministro adjunto de asuntos exteriores a cargo del mundo árabe, Valentina Matvienko, presidenta del consejo de la Federación rusa (la cámara alta), y allegada a Vladimir Putin o Vitaly Naumkin, director del Instituto de Estudios Orientales, uno de los arquitectos de la conferencia. Este último abandonará la conferencia de forma urgente al final de la primera jornada para ir a reforzar la delegación rusa en las negociaciones sobre Siria en Ginebra. Europa brilla por su ausencia, como subrayarán diversos intervinientes.

Un papel central en los expedientes más candentes

Una participación tan heterogénea confirma que Rusia ha conquistado este último año, gracias a sus victorias militares en Siria, un lugar central en el Próximo Oriente, reconocido por todos -incluso por quienes condenan su apoyo al régimen de Damasco. Se enorgullece de mantener el diálogo con todas las partes, en todos los conflictos que minan la región: ¿no utiliza sus buenos oficios para evitar una escalada entre Hezbolá e Israel en el Golán, como ha confirmado el encuentro en Moscú del 9 de marzo entre Putin y Netanyahu?

Moscú se ha vuelto uno de los centros en los que se negocian los expedientes más candentes. A finales de enero, Hamas y Fatah firmaron allí un acuerdo para la formación de un gobierno de unión nacional /1. A mediados de febrero, la capital abrigó la sexta conferencia de los kurdos que reagrupaba a un cierto número de grupos de la corriente del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK): Partido de la Unión Democrática (PYD, Siria), Partido por una Vida Libre en Kurdistán (PJAK, Irán), Partido Democrático de los Pueblos (HDP, Turquía), pero también Goran o la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), partidos rivales del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) -en el poder en el Kurdistán iraquí y ausente de la conferencia.

A comienzos del mes de marzo, el ministro de asuntos exteriores ruso Serguei Lavrov ha recibido al primer ministro libio Fayez Al-Sarraj, a la vez que Rusia mantiene excelentes relaciones con su principal adversario, el general Khalifa Haftar.

¿Porqué este activismo? ¿Qué hace que Moscú se de tanta prisa? Fiodor Lukianov, uno de los artesanos intelectuales de la conferencia y de los comentaristas rusos más respetados en política internacional explica que el objetivo supera el marco regional: “Rusia ve el Próximo Oriente como el terreno principal sobre el que puede acumular un capital que le permitiría ser reconocida como una potencia en la escena internacional. A pesar de sus especificidades, el Próximo Oriente es parte interesada de una reorganización del mundo”. Rusia no oculta su convicción de que la era “post-occidental” ha comenzado y quiere acelerar el movimiento.

Trabajar con todo el mundo”

Sin embargo, esto no significa que “emprendamos una nueva “guerra fría”; no estamos en competencia con los Estados Unidos como era el caso de la URSS, explica este profesor ruso de relaciones internacionales, no queremos un nuevo Yalta”. En primer lugar, porque el mundo no es ya bipolar, sino multipolar y, de otra parte, porque aquí se es consciente de los límites de la “potencia rusa” -en particular en términos económicos. En fin, porque la ideología no es ya una fuerza motriz y, como repiten con insistencia Liukanov y numerosos interlocutores rusos, “la regla del juego internacional para los próximos años es la inestabilidad. No hay ya alianza duradera, ni siquiera la OTAN”.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, bastante bien acogida en el Kremlin, aumenta tanto la inestabilidad como las incertidumbres. Por el momento, el presidente americano parece atrapado entre sus veleidades de acercamiento a Vladimir Putin, las tendencias anti rusas del Congreso, su discurso sobre la “guerra contra el terrorismo” y su hostilidad visceral a Irán. Mientras tanto, el Kremlin se aprovecha de esta extraña transición en curso en Washington, pero dirige un mensaje claro a los occidentales, repetido por Valentina Matvienko: “El Próximo Oriente es la línea del frente de la guerra mundial contra el terrorismo, un mal global similar a lo que fue el fascismo. Para vencerle, debemos dejar de lado nuestras diferencias”. Y Bogdanov precisa: “Debemos acabar con la democratización impuesta desde el exterior, sin relación con las culturas locales”. Pero, asegura, debemos también “trabajar con todo el mundo”, en Libia, en Yemen, en Siria o en Irak, con excepción por supuesto de los grupos terrorista transnacionales, la Organización del Estado Islámico (EI) y Al-Qaeda. Habría también podido evocar Afganistán, donde Moscú, inquieta por la instalación del EI en el país, ha emprendido contactos con fracciones de los talibanes que considera como un contrapeso al yihadismo internacional.

Es en el terreno sirio en el que los rusos han logrados sus éxitos más significativos, aunque les queda probar su capacidad para estabilizar la situación, para esbozar una solución política. Para esto cuenta en primer lugar con el triángulo laboriosamente forjado, Irán-Turquía-Rusia. Como explica un diplomático ruso a condición de anonimato, esta alianza es “contra-intuitiva. Se apoya en cálculos tácticos, pero esto no quiere decir que no dure. Los intereses a corto plazo de estos tres países coinciden pues tienen tropas sobre el terreno y quieren encontrar una solución. Y miden el peso financiero de un atasco”. Para permitir la firma de un alto el fuego en Siria, Moscú reunió en Astana (Kazajastan), en dos ocasiones, en enero y en febrero de 2017, a los representantes del régimen sirio y los de la oposición armada -incluyendo grupos salafistas calificados hasta entonces por ella como “terroristas”, como Ahrar Al-Cham. Este compromiso ha preparado el camino para el reinicio de las negociaciones políticas de Ginebra a finales de febrero entre el régimen y las diferentes fuerzas de la oposición.

Aliados imprevisibles

Pero ¿cómo hacer malabarismos con las posiciones a veces antagónicas de sus propios aliados? Un proyecto de Constitución presentado por Moscú indica que el Estado sirio será laico, lo que no es del gusto de Irán, y no menciona el carácter árabe del país (un reconocimiento del hecho kurdo) lo que indispone tanto a Ankara como a los nacionalistas árabes. Sin embargo, el eje Moscú-Teherán parece más sólido que el eje Moscú-Ankara, siendo menos probables en el primero los riesgos de cambios de alianzas -la esperanza de que el acuerdo sobre el asunto nuclear iraní conllevaría una distensión entre los Estados Unidos e Irán ha acabado- que en el segundo, pues Moscú no olvida que Turquía forma parte de la OTAN.

Otro aliado imprevisible es Bashar al-Ásad, que sin embargo debe su supervivencia política a la intervención de Moscú. Alexander Aksenenok, un antiguo embajador ruso en Argelia, viejo conocido de la política próximo oriental, no oculta sus críticas hacia las autoridades sirias. “La solución en Siria debería estar fundada, explica, en el comunicado de Ginebra del 30 de junio de 2012 /2, y la resolución 2254 del consejo de seguridad de la ONU, que preveían la puesta en pie de un “órgano de gobierno transitorio”, que sería capaz de “realizar plenamente las funciones de poder ejecutivo”. Sin embargo, Damasco rechaza con diferentes pretextos discutir sobre esta transición”. Este punto de vista lo ha expresado públicamente en la Nezavisimaya Gazeta, el 20 de febrero de 2017.

Finalmente, bajo la presión de Moscú, la cuarta sesión de las negociaciones de Ginebra que ha terminado el 3 de marzo pasado parece haber obligado a Damasco a aceptar los principios de una transición. Un pequeño avance saludado por el enviado de la ONU Staffan de Mistura que ha anunciado la reanudación de las negociaciones el 23 de marzo. En cuanto al futuro de Bashar al-Ásad según Moscú, deberá zanjarse más tarde, y corresponderá la decisión a los sirios. ¿Existen, sobre este punto, divergencias entre Teherán, que defiende el mantenimiento a cualquier precio del presidente sirio, y Moscú que sería más flexible, o, como explican ciertos periodistas rusos, divergencias entre los ministros de defensa y de asuntos exteriores rusos? Es difícil obtener una confirmación de estos rumores.

El futuro está en la Casa Blanca

En cualquier caso, para Moscú la cuestión no está al orden del día, pues el futuro se decidirá sobre el terreno en el que la situación es cambiante. A pesar de sus retrocesos, el EI sigue siendo poderoso, como lo es la antigua rama de Al Qaeda, el Frente Al Nusra convertido luego en Frente Fatah Al-Cham. Por otra parte, son palpables las tensiones entre Turquía, el régimen sirio e Irán sobre el terreno -tensiones que Moscú intenta desactivar. Un ejemplo, la situación alrededor de la ciudad de Al-Bab, que las tropas turcas implicadas en Siria desde el mes de agosto de 2016 han tomado con sus aliados sirios el 23 de febrero. Han amenazado con retomar Mabij, que cayó en manos de las Fuerzas Democráticas Sirias, un grupo en el que el PYD juega un papel clave. Para Turquía, se trata de impedir la unificación de los tres cantones del Kurdistán sirio y de dar un golpe a una organización considerada como una simple sucursal del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), un enemigo tan peligroso, o más, que el EI. Moscú ha negociado, con la ayuda de Washington, un compromiso: el PYD ha evacuado los alrededores de los pueblos de alrededor de Manbij, que han sido devueltos al régimen sirio.

Se ha creado así una zona tampón entre los turcos con sus aliados de un lado y los kurdos del otro, ¡sirviendo el ejército sirio de fuerza de interposición! No obstante, no hay que excluir enfrentamientos, si se tiene en cuenta que Turquía ha reiterado su voluntad de purgar totalmente Manbij de los combatientes kurdos y exige participar en las operaciones de reconquista de Raqqa, “capital” del EI. La reunión de Antalya (Turquía) de responsables militares turcos, rusos y americanos el 7 de marzo tenía por objetivo definir una estrategia común. En el mismo momento, se sabía que los Estados Unidos habían enviado por primera vez marines a la zona -donde coinciden sobre el terreno, además de los sirios, tropas iranís, turcas, rusas y americanas.

Pero ¿se puede negociar el futuro de Siria “solo con actores no árabes como Irán y Turquía”? se pregunta Lukianov. Interrogante tanto más legítimo en la medida que la propia conferencia de Valdai ha podido oír críticas virulentas por parte de delegados árabes hacia Irán y su “expansionismo”. Aunque Moscú haya podido obtener una presencia de Jordania en las negociaciones de Astana -así como la de los Emiratos Árabes Unidos /3-, la ausencia de Arabia saudita pesa. “Tendremos necesidad de los Estados Unidos para incluir a Arabia en las discusiones, explica el senador Igor Morozov, miembro de la comisión de asuntos exteriores de la cámara alta. Si no, corremos el riesgo de asistir a una reanudación de los combates y de la ayuda de Riad y Doha a las organizaciones armadas”. Más grave en su opinión: el riesgo de que la administración Trump desencadene un conflicto contra Irán, por el intermedio de Israel. Esta opción anularía toda posibidad de acuerdo en Siria y relanzaría una guerra a gran escala en la región, con un estallido de los Estados y la exacerbación de los conflictos confesionales. A pesar de su éxito, los rusos son conscientes de que una parte del futuro se juega en la Casa Blanca. Y nadie sabe cuándo llegará el mañana al Próximo Oriente….

14/03/2017

http://orientxxi.info/magazine/moscou-capitale-du-proche-orient,1756

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Notas

1/ En realidad, el acuerdo parece haber sido “sobrevendido” por los medios rusos. Según fuentes palestinas, nada ha avanzado verdaderamente durante este encuentro en Moscú, que no estaba en absoluto previsto para ratificar un acuerdo.

2/ “Accord à Genève sur les principes d"une transition en Syrie” , Le Monde, 30/06/2012. http://www.lemonde.fr/proche-orient/article/2012/06/30/accord-a-geneve-sur-les-principes-de-la-transition-pour-la-syrie_1727503_3218.html

3/ El acercamiento entre Moscú y los Emiratos Árabes Unidos es notable. En febrero, Serguei Tchemezov, el jefe de Rostec -mayor conglomerado de defensa de Rusia- declaró a los periodistas presentes en la exposición IDEX (International Defence Exhibition and Conference) en Abu Dabi, que Rostec se asociaba con el Ministerio de Defensa de los Emiratos Árabes Unidos para desarrollar un caza ligero de quinta generación basado en el MIG -29. El desarrollo debería comenzar en 2018, y la producción comenzar siete u ocho años después.

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