La victoria del ex gobernador de Massachusetts en el supermartes, no ha sido tan aplastante como para disuadir a los dos precandidatos que le siguen.
“El supermartes redujo dramáticamente la posibilidad de que los oponentes del Gobernador Mitt Romney obtengan la nominación republicana.” El equipo electoral del precandidato republicano mejor situado se expresó así en un comunicado tras la victoria que obtuvo el millonario Romney el supermartes pasado en seis de los estados norteamericanos en los que se celebraban primarias.
Rich Beeson, uno de sus principales asesores, recomendó a los dos precandidatos que le siguen en número de delegados, Rick Santorum y New Gingrich, que tiren la toalla y faciliten las cosas para que la Convención de Agosto en Tampa se limite simplemente a oficializar a Romney como el candidato presidencial del Partido Republicano que deberá enfrentar a Barack Obama en noviembre.
El ex gobernador de Massachusetts acumula ya 415 delegados después de sus triunfos de la semana pasada en Ohio, Vermont, Alaska, Virginia, Massachusetts e Idaho, pero su victoria no ha sido tan aplastante como para disuadir a los dos precandidatos que le siguen.
Santorum ganó en Tennessee, Oklahoma y Dakota del Norte, acumulando 176 delegados, mientras que Gingrich sólo triunfó en Georgia, el estado del que fue senador durante muchos años, quedándose con 105.
Entre los tres han gastado más de 12 millones de dólares sólo en la campaña para el supermartes pasado y seguirán gastando muchos más. Este martes 13 están en juego 90 delegados entre Alabama y Mississippi. La batalla se prolonga y con ello se ahonda más el desgaste en el interior del Partido Republicano.
Si Romney sale elegido como el candidato presidencial, tendrá que volver a cambiar su discurso. Si hasta ahora lo ha ido radicalizando para poder congraciarse con un electorado que festeja cualquier exabrupto ultraderechista mezclado de invocaciones religiosas de Santorum y Gingrich, ya en la recta final de las elecciones deberá moderarlo si quiere llegar al gran número de indecisos existentes, y más aún, para poder arañar a parte del electorado tradicionalmente demócrata.
El poco carisma de Romney, sus dificultades para mostrarse cercano al ciudadano de a pie, le complica las cosas, y más si se tiene que enfrentar a un gran seductor como Barack Obama, un hombre que ha mostrado la gran facilidad que tiene para ganarse al público en los mítines y que ha llegado a encandilar a millones de personas en el mundo entero.
El equipo electoral de Obama cruza los dedos, por un lado, para que los republicanos sigan enfrentándose entre ellos; por otro lado, para que los buenos datos económicos sigan creando confianza y esperanza entre la población y también para que no se produzca algún nuevo conflicto bélico internacional que vuelva a distorsionar las cosas. La posibilidad de que Israel desate un ataque “preventivo” contra Irán tal como viene anunciando a todo el mundo desde hace tiempo, no sólo tendría graves consecuencias para los dos países, para la región y el mundo entero, sino que podría provocar también imprevisibles efectos para Estados Unidos y una segura gran subida del precio del petróleo, lo peor que le podría suceder en este momento de tímida recuperación.
Pero Estados Unidos viene demonizando a Irán desde que el ayatolá Jomeini llegó al poder en 1979 y no ha habido gobierno estadounidense que no conspirase para desestabilizar o derrocar a su Gobierno. La Administración Obama no es una excepción, pero sabe que una cosa es el espionaje y adiestramiento de gente para cometer atentados en Irán y asesinar a sus científicos nucleares, y otra es abrir un nuevo frente bélico en pleno año electoral, cuando todavía no están cerrados los que abrió Bush hace casi once años en el caso de Afganistán y nueve en el de Irak.
Obama actúa como un verdadero malabarista. En su discurso estos días ante el Comité Americano Israelí de Asuntos Públicos el presidente prometió presión diplomática y firmeza. Parafraseando una máxima muy elocuente de Teodoro Roosevelt dijo: “Hablemos suavemente pero llevemos un gran palo”.
A pesar de esa aseveración, que en definitiva no supone ningún anuncio novedoso sino una continuidad de la política de siempre de Estados Unidos con su más importante aliado en Oriente Medio, Obama no es Bush aunque defienda en el fondo los intereses imperiales como aquel.
Poco después de llegar al poder el actual presidente dio públicamente por derogada la doctrina militar de la “guerra preventiva” puesta en marcha por su predecesor, y le sería difícil explicar a su pueblo y al mundo entero que ahora secunda una acción de esas características “para cubrir las espaldas” a Israel.
A diferencia de otros momentos en la historia de Estados Unidos, ahora una guerra no sería “popular”, sino todo lo contrario, podría resultarle contraproducente al presidente.
Por eso Obama, dando una de cal y otra de arena, declaró: “El uso de nuestro poder militar no puede ser la solución a todos los problemas”. Y frente al discurso belicista de Romney, que dijo que “si Obama es reelegido, Irán tendrá la bomba atómica”, el presidente respondió: “En algún momento, los que están haciendo sonar los tambores de guerra, tendrán que dar explicaciones, y yo no estaré entre ellos”.
Y por si esas declaraciones de Romney pudieran calar en una parte de la población –seguro que sí–, Obama añadió: “En la campaña electoral hay muchos que no tienen responsabilidades, no son comandantes en jefe como yo. Y cuando veo la ligereza de los que hablan de guerra, pienso en los costes que tiene una guerra, pienso en la decisión que tengo que tomar al enviar a nuestros hombres y mujeres al combate; en el impacto en sus vidas, en el impacto en nuestra seguridad, en el impacto en nuestra economía. Esto no es un juego. No es algo de lo que se puede hablar con esa ligereza”.

11/03/2012

http://sur.infonews.com/notas/mitt-romney-pide-sus-rivales-que-tiren-la-toallal

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