El 21 de septiembre murió en París a la edad de 52 años, tras una dura lucha contra un cáncer, nuestro viejo amigo Thierry Jouvet, conocido como Michel Rovère desde su ya larga militancia en la LCR francesa y en la Cuarta Internacional. Rovère fue un activista y un internacionalista, dispuesto a desplazarse allí donde se le proponía o donde su interés político por seguir de cerca los tiempos convulsos de los años 70 y 80 le llamaba. Estuvo con los compañeros portugueses en la “revolución de los claveles” y estuvo con nosotros y nosotras en la etapa final de la lucha contra el franquismo y en la transición política. En una de sus visitas a Madrid fue detenido junto con Alain Krivine, Lucía González y conmigo, tras haber participado en un acto político celebrado en la Universidad Complutense en octubre de 1976: tanto él como Krivine fueron expulsados del país, acusados de “comunistas radicales” y “subversivos” por la policía y la mayoría de los medios de comunicación.
Luego, estuvo en 1979 en Irán viviendo directamente el inicio en ese país de una nueva etapa tras la caída de la dictadura.
A Rovère le gustaba mucho ejercer de periodista militante y pudimos comprobarlo no sólo en Rouge sino también en Inprecor, revista de la que fue director de 1978 a 1981 y a la que dedicó sus esfuerzos por regularizarla y hacerla asequible para la lectura de un público muy diverso. Más tarde, asumió la necesidad de invertir más fuerzas a la implantación en el movimiento obrero, entrando a trabajar en una empresa química desarrollando así un trabajo sindical paciente. En los últimos años antes de su enfermedad, empleó todos sus conocimientos como economista y activista sindical para asesorar a los comités de empresa que se estaban formando a escala de la UE, en particular en la lucha contra los despidos.
Aunque la muerte nos lo haya arrancado, los veteranos de la Liga que le conocimos le recordaremos siempre, no sólo como compañero sino también como alguien que fue extraordinariamente amable en el trato personal y que siempre mostraba su sana alegría cada vez que nos encontrábamos y compartíamos preocupaciones comunes. Sólo lamentaremos no haberle podido acompañar de cerca en su última etapa para darle ánimos en su lucha por seguir viviendo.

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