La editorial Veintisiete Letras ha obsequiado a los admiradores de Victor Serge con una hermosa edición de sus imprescindibles Memorias de un revolucionario (ISBN: 978-92720-15-6), en traducción del poeta republicano exiliado en México, Tomás Segovia, traductor y amigo de Serge, con prólogo y notas de Jean Riére, y un anexo extraído de los Carnets de Serge, en el que éste explica su ruptura con Trotsky; éste es seguramente el aspecto más discutible del libro, sobre todo porque, a nuestro juicio, Riére no ofrece una visión completa del conflicto entre dos personalidades que emprendieron, desde mitad de los años treinta, un enfoque diferenciado sobre el proceso histórico.
Pero al margen de este pequeño detalle, el libro sobresale con esplendor por sus páginas, y por la misma edición, especialmente cuidada, e ilustrada con un buen número de fotos por lo general inéditas. Aunque las Memorias habían sido editadas en México, primero por ediciones El Caballito, y más recientemente por Siglo XXI con ilustraciones de Vlady Serge, el hijo de Victor y pintor ampliamente reconocido, autor de penetrantes y goyescos dibujos sobre la represión estaliniana, nunca había sido comercializado por esos lares.

Anotemos para quienes la persona de Serge sea poco conocida que se trata de uno de escritores y militantes más fascinantes de la primera mitad del siglo XX. Parte de su obra fue editada en los años treinta, lo volvió a serlo en los años setenta, y lo está siendo de nuevo; así se ha editado El caso Tulaev, con un (muy polémico) prólogo de Susan Sontag (Alfaguara, Madrid, 2008. Tanto esta obra como las Memorias, resultan ser una fuente primordial para conocer el “universo concentrionario” de la burocracia estaliniana.

Una idea sobre su personalidad nos la puede ofrecer la carta—testamento que hizo llegar a varios amigos franceses (entre ellos, André Gide y André Breton), que estaban llevando adelante una campaña por su liberación. En dicha nota, fechada el 12 de febrero de 1933, en vísperas de su detención en Leningrado, Víctor Serge, que seguía siendo militante del Partido Comunista de la URSS desde 1919 y que era internacionalmente reconocido como autor de numerosas obras en defensa de la revolución rusa (Ciudad conquistada, Lenin en 1917, El año uno de la revolución rusa, Petrogrado en peligro, El destino de una revolución, Memorias de un revolucionario), sintetizaba sus criterios básicos en tres puntos, precisando que estimaba “importantes, superiores a todas las consideraciones de táctica; soy y seré, sin importarme los peligros que ello pueda suponer, un resistente absoluto, claro, que sólo se callará si le imponen el silencio”. Luego enumeraba:

“I.- Defensa del hombre. Respeto del hombre. Es preciso devolverle sus derechos, la seguridad, un valor. Sin todo eso, no hay socialismo. Y, a este propósito, sin borrar una sola línea de lo que he escrito sobre la necesidad del terror en las revoluciones en peligro de muerte, quiero afirmar que considero como una abominación incalificable, reaccionaria, vergonzosa y desmoralizante, el empleo continuo de la pena de muerte por la justicia administrativa y secreta. Para mí, es igualmente abominable e injustificable, la represión por el exilio, la deportación, la prisión casi perpetua de cualquier disidente en el movimiento obrero.
II.- Defensa de la verdad. El hombre y las masas tienen derecho a la verdad. No acepto ni la falsificación sistemática de la historia y de la literatura, ni la supresión de toda información seria en la prensa, reducida a un mero instrumento de agitación. Considero que la verdad es una condición de la salud intelectual y moral. El que habla de verdad, habla de sinceridad. Derecho del hombre a una y a otra.

III.- Defensa del pensamiento. Estimo que el socialismo sólo puede engrandecerse en el orden intelectual gracias a la emulación, la búsqueda, la lucha de ideas. Considero que el socialismo no tiene que temer al error, siempre corregido con el tiempo por la propia vida, sino al estancamiento y a la reacción; que el respeto del hombre presupone para éste el derecho a conocerlo todo y la libertad de pensar. El socialismo no puede triunfar contra la libertad de pensamiento, contra el hombre, sino, al contrario, gracias a la libertad de pensar y mejorando la condición del hombre.”

Serge sufrió el periplo de un "disidente" ruso: difamación, censura, prisión, deportación y expulsión de la URSS. Jamás claudicó, mantuvo su integridad hasta el final, quizás por eso resulte un tanto paradójica la opinión sobre él de alguien que representa justo lo contrario, como es Fernando Savater, aunque la cita es de lo más cierta: “En el siglo pasado no faltaron hombres de acción capaces de escribir testimonios literarios dignos de la más alta consideración. Pero quizás el más extraordinario de todos fue victor Serge”.
Para Serge, cada hombre es responsable de sí mismo y del prójimo. Estas memorias son un acto político, además de un monumento literario: con pensamiento diáfano, disecciona las contradicciones del proceso revolucionario y los mecanismos del autoritarismo, también del conformismo individual y colectivo. "Sobrevivir es para mí la cosa desconcertante entre todas ¿Por qué sobrevivir si no es para aquellos que no sobreviven?"

Testigo y protagonista, Serge nos deja además incomparables retratos de personajes únicos en la vorágine de la historia: Kropotkin, Lenin, Trotsky, Angelica Balabanova, Vera Figner, Gregori Zinóviev, y también de otros intelectuales arrastrados por la marea: Gorki, Esenin, Maiakovski, Istrati (al que ayudó a publicar su libro de viajes sobre la URSS), Boris Pilniak, y otros. Son extraordinarias sus estampas de la España revolucionaria, de Viena y Berlín en ebullición, de las inciertas noches de Moscú y Petrogrado. Afirma Jean Rière que de este libro emana "una extraordinaria energía, una intensidad de vida y de pensamiento, una fuerza exaltada y exaltante". Su lucidez quiere ser un eslabón en la historia de la lucha de la humanidad por sus ideales y derechos.
La actual edición nos ayudará en la tarea de difundir su legado. Quizás ahora el objetivo más importante sea la biografía que le dedicó la historiadora norteamericana Susan Weissman.
Estas Memorias han sido publicadas en Francia, Rusia, Japón, Alemania, EE.UU., México, Brasil, Portugal, Reino Unido, Italia, Dinamarca y Suecia.

Pepe Gutiérrez-Álvarez es miembro del Consejo Asesor de VIENTO SUR

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