GARA

[A media tarde del viernes, 4 de septiembre,  el preso de ETA Igor González Sola fue encontrado muerto en su celda en la prisión de Martutene. Aún no se ha hecho pública la autopsia. Detenido en 2005 y condenado a 20 años ya había cumplido las 3/4 partes de su condena; dos intentos de suicidio anteriores y un estado personal en el límite. Como dice el artículo que publicamos a continuación, la cuestión “no es dónde, cómo o quién, es qué: la tragedia tocará a la puerta irremediablemente de cuando en cuando si se mantiene a 230 personas en las cárceles, muchas de ellas sin expectativas de salida, buena parte enferma o de edad avanzada, casi todas en situaciones ilegales.”

En Octubre de 2011 ETA declaró el cese definitivo de su actividad violenta y en un proceso sin marcha atrás  y unilateral, no condicionado a contrapartidas por parte del Estado, se desarmó (abril 2017) e hizo pública su autodisolución (mayo 2018). Consolidar el proceso de paz a partir de ese momento debería haber incluido (junto a la cuestión de las víctimas de ETA) el cambio de la política penitenciaria. Al menos debería haber incluido la aplicación a las presas y presos de ETA del Reglamento Penitenciario que en su artículo 3.3. establece: “Principio inspirador del cumplimiento de las penas y medidas de seguridad privativas de libertad será la consideración de que el interno es sujeto de derecho y no se halla excluido de la sociedad, sino que continúa formando parte de la misma. En consecuencia, la vida en prisión debe tomar como referencia la vida en libertad, reduciendo al máximo los efectos nocivos del internamiento, favoreciendo los vínculos sociales, la colaboración y participación de las entidades públicas y privadas y el acceso a las prestaciones públicas.”

Con datos de final del año 2019, hechos públicos por Etxerat (Asociación de familiares y allegados de presas y presos políticos vascos) pertenecían a Euskal Preso Politikoen Kolektiboa (EPPK) el Colectivo de Presos Políticos Vascos que estuvo vinculado a ETA hasta su disolución (que EPPK apoyó) 205 presas y presos dispersados en 38 centros penitenciarios españoles de los que 135 (66%) en cárceles a más de 600 kilómetros de Euskal Herria, 48  entre 400 y 600 kilómetros,  28 por debajo de los 400 kilómetros y sólo 2 en cárceles situadas en Euskal Herria. 21 estaban diagnosticadas con enfermedades muy graves o incurables.

Ninguna de esas personas encarceladas se encontraba en 3º grado (régimen abierto), mientras que 162 lo estaba en 1º grado (régimen cerrado) de las que, además, 31 en el nivel más severo, en módulos de absoluto aislamiento; en el caso de la población reclusa en general, esta situación de primer grado, solo se aplica al 2,1%. Rechazando cualquier clase de comunicación, menos aún de negociación, sobre las condiciones penitenciarias para todo el colectivo de presos del EPPK, el gobierno exigió que las solicitudes fueran individuales, en particular para que tuvieran acceso a la “progresión de grados” (del 1º al 3º). Así lo comenzaron a hacer estas presas y presos, pero las peticiones terminaron en las papeleras de instituciones penitenciarias. ndr]

La muerte de Igor González Sola en Martutene sacude conciencias, más allá de quienes le llorarán. Muchos no lo harán, pero si se detienen un momento a leer su historia concluirán rápido que es una mala noticia y que además resultaba perfectamente evitable: con intentos de suicidio previos, con quince años de cárcel acumulados, con tres cuartas partes de condena cumplidas, ¿por qué no estaba en casa con los suyos? ¿Qué tipo de justicia es la que le mantenía en Martutene, en plena pandemia? ¿Quiénes diseñaron este itinerario por Puerto, Granada, Badajoz, Soria... en un retorno desesperantemente lento que ya no podrá concluir? ¿Alguien puede sentirse satisfecho personal o políticamente por una noticia así?

Lo dijeron hace dos años los familiares de Xabi Rey, tras quitarse la vida en Puerto. Lo dijeron hace tres los de Kepa del Hoyo, al que se le quebró el corazón en Badajoz. Ojalá sus muertes fueran las últimas. Sí, debían serlo. No ha ocurrido así. El sufrimiento diario de los presos y sus familias es algo diario e incesante, pero en ocasiones así se hace plenamente evidente, explota en toda su crudeza. El Gobierno del PSOE y UP debería entender lo que le están diciendo los familiares, ¿por qué traslados a Soria si pueden ser a Martutene? Y tiene que reflexionar sobre esta muerte, ¿por qué Martutene si Igor González Sola tendría que estar en la calle, se mire por donde se mire?

Sobran divagaciones tras esta muerte. Puerto o Martutene, enfermedad o suicidio, prisionero o familiar... No es dónde, cómo o quién, es qué: la tragedia tocará a la puerta irremediablemente de cuando en cuando si se mantiene a 230 personas en las cárceles, muchas de ellas sin expectativas de salida, buena parte enferma o de edad avanzada, casi todas en situaciones ilegales. Eternizar esta situación es seguir dando vueltas, aunque sea a menor ritmo, a su ruleta rusa y la de sus familias.

Sinceramente es un milagro estadístico que ningún familiar haya fallecido en las carreteras desde Nati Junco en 2007, con todas las vueltas al mundo que han debido dar desde entonces madres, padres, abuelos, hijas, amigos.... Y es un caldo de cultivo explosivo que aún haya dos decenas de presos vascos gravemente enfermos entre rejas, varios con problemas psicólogos terribles tras torturas y aislamiento, algunos con una edad que les sitúa en la diana del covid-19...

En la cárcel solo cabe sobrevivir, y a veces ni eso. La prisión solo aporta dolor a una sociedad que lleva demasiadas décadas sufriendo por la violencia política. Hoy ya es tarde para Igor González Sola, pero aún es tiempo para evitar más lágrimas.

05/09/2020

Ramon Sola

https://www.naiz.eus/eu/actualidad/noticia/20200904/martutene-o-puerto-enfermedad-o-suicidio-preso-o-familiar-la-misma-ruleta-rusa

 

 

(Visited 342 times, 1 visits today)