La decisión de excluir las listas de D3M y Askatasuna del proceso electoral vasco ha sido una mala noticia para la democracia, para la legitimidad del futuro Parlamento Vasco y para el diálogo. Pero además complica los juegos de alianzas de un país no bipartidista.

Legitimidad minada

El día 2 de marzo nos encontraremos con un tablero trucado. 30 años después, la democracia española sigue yendo para atrás. Por primera vez habrá una categoría de ciudadanos excluidos del derecho de representación en el Parlamento Vasco, en beneficio de quienes han propiciado su ostracismo electoral.

Si ya el Gobierno Zapatero y el Poder judicial desautorizaron al Parlamento Vasco a lo largo de dos legislaturas, un Parlamento menos representativo contará aún menos para los procesos de paz o de cambio político. Quedará tocado por no albergar la pluralidad. ¿Será esa la jugada de Zapatero? ¿Debilitar nuestra capacidad institucional y nuestra autoestima?. Además Patxi López podría llegar a ser lehendakari mediante juego sucio y al precio de una deslegitimación.

Desde que se implantó la tonta e interesada doctrina de que Batasuna es ETA, toda la Izquierda Abertzale “no condenadora” es ETA o instrumento de ETA. Con ese truco se anula el derecho de representación de una franja social cuya inmensa mayoría no apoya la violencia pero cuyos líderes no están dispuestos, por una lealtad histórica mal entendida, a distanciarse en público. Que se haya impuesto esa exclusión es también fruto del empecinamiento de ETA en matar y en arruinarnos colectivamente, mientras erosiona de paso a la propia izquierda abertzale. El resultado es que el Estado se endurece en una funcional anti-versión de la famosa espiral: ahora es “represión-acción–más represión”, y la gente, exhausta, mira crecientemente a otro lado. ¿Qué se podía esperar?. Son muchos años.

Pero que el resultado en las elecciones del 1-M sea tan incierto también se debe a otras decisiones endógenas: EA no quiso ir con Ibarretxe, y EB y Aralar no se entendieron.


Cábalas sobre el mapa

El abierto mapa del 2 de marzo puede deparar, al menos, cuatro situaciones básicas:

1) Si el PNV obtiene una minoría mayoritaria y le da la suma PNV-EA-EB y Aralar, podría haber un cuatripartito. Incluso si no fuera mayoritaria, pero le da la suma, lo razonable también sería un cuatripartito, por el simple hecho de que otros no tendrían esa mayoría. Es lo que le gustaría probablemente a Ibarretxe, y aún no se sabe si también al EBB. También es posible que en función del proyecto para la legislatura, según sea más reivindicativo o más light, prefiera(n) un Gobierno en solitario, sea con apoyos de EA, EB y Aralar, sea con un acuerdo con el PSE, respectivamente.

2) Si el PNV obtiene una minoría mayoritaria pero no da la suma, lo probable sería un Gobierno PNV en minoría, presidido por Ibarretxe, aunque de bajo perfil político para lograr unos apoyos socialistas estables en el Parlamento. En cambio, serían chocantes tres situaciones: a) Un gobierno de coalición del PNV con el PSE, con Ibarretxe de lehendakari. El PSE posiblemente no querría. b) Tampoco sería pensable que con mayoría nacionalista –lograda en parte por el talante y línea del actual lehendakari- se conformara sin Ibarretxe un Gobierno de coalición con el PSE. No sería honesto con el electorado. c) Tampoco parece que un López no victorioso, aunque le diera la suma, se atrevería a postularse junto con el PP (y UyPD en su caso) para gobernar, ni solo ni acompañado. Es un problema de inversión a largo, de imagen y de gobernabilidad.

3) Si el PSE fuera la minoría mayoritaria y tuviera los 38 escaños con el PP y UPyD, es difícil que hubiera un Gobierno de coalición con el PP (hoy están muy enfrentados y sería malo para el PSE en el futuro). Gobernaría en solitario, con apoyo parlamentario en la investidura -e incluso en una primera época- del PP. Ambos, incluso sin pacto, quieren romper el maleficio del lehendakari no nacionalista. Tampoco serían descartables con posterioridad apoyos puntuales del PNV (Presupuestos, por ejemplo), por aquello de la gobernabilidad en una época de crisis. Sería una legislatura muy inestable y poco productiva, y vinculada a la política de Zapatero hacia Euskadi.

4) Si el PSE fuera la minoría mayoritaria pero sus alianzas no le dieran para 38 escaños, sólo podría darse un quebradizo y en solitario gobierno socialista en el caso de que un PNV no victorioso además no lograra alianzas (por considerarlas caras o inconvenientes) para lograr el 38 necesario y alternativo.

El tema está abierto y no cabe adelantar lo que cada cual va a hacer. Pero la honestidad de quienes quedan en la contienda exige que aclaren al menos los límites de lo que no van a hacer en ningún caso, para que el electorado sepa a qué atenerse. Transparencia.

Ramón Zallo es catedrático de la EHU-UPV

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