Durante el pasado mes de noviembre la provincia de Cádiz, especialmente la comarca de la Bahía y del Campo de Gibraltar, fue noticia y sus imágenes recorrieron todos los rincones del Estado. Al fin el sur del sur abrió telediarios y portadas de periódicos, se comentaba en las redes y tertulias y ocupó el interés de conversaciones cotidianas a lo largo y ancho del territorio.

Cuando nadie lo esperaba, la falta de acuerdo en torno a la negociación del convenio provincial del metal hizo estallar una huelga de todo el sector en la provincia, seguida de una movilización con una virulencia y masividad que recordaba a las grandes luchas del metal de los años ochenta y noventa del siglo pasado. Durante más de diez días la bahía de Cádiz y el campo de Gibraltar se paralizaron.

En este artículo trataremos de analizar algunos de los elementos centrales que caracterizaron esta movilización, las razones por las que creemos que puede abrir un ciclo nuevo y un signo de época y plantearemos algunas cuestiones para la reflexión colectiva.

Mucho más que el convenio

Formalmente, la huelga se enmarcaba en las negociaciones para la renovación del convenio, caducado y sin ultraactividad debido a la reforma laboral de 2012. Pero una movilización tan masiva y con ese nivel de combatividad nos hace indicar que evidentemente los malestares acumulados van más allá de una clausulas concretas en el convenio.

El contexto social y económico en el que está el sector lleva años de inestabilidad. A la recurrente falta de carga de trabajo en astilleros, que ocupa a 12.000 de los más de 20.000 trabajadores del sector, hay que sumar que las condiciones laborales han ido empeorando de manera abismal en la última década.

Conforme se han ido jubilando y prejubilando amplias capas de trabajadores y trabajadoras del sector, se ha aplicado una política radical de subcontratación tanto en el naval, como en el aeronáutico como en el resto de subsectores, lo cual ha ido promoviendo un marco de temporalidad, precariedad, accidentes laborales, bajos salarios y, en muchos casos, emigración.

La idea de una clase trabajadora fordista de mono azul con cierta estabilidad y relativamente buenas condiciones laborales es una idea que opera en el imaginario colectivo social y cultural con mucha fuerza, pero que tiene poco de base material para cada vez más generaciones.

El malestar estaba larvándose desde hace tiempo. Ya en el verano de 2020 una potente huelga de los trabajadores de las subcontratas de astilleros paralizó durante días las tres factorías navales de la Bahía de Cádiz. Fue una huelga a contrapelo, con la oposición de los aparatos de las centrales sindicales mayoritarias, que mantuvo en vilo unas semanas a la patronal. La huelga se saldó sin victoria para los trabajadores. Se requeriría un análisis propio de aquella movilización, pero sí nos sirve como ejemplo de cómo el malestar en el sector viene de lejos y ha ido generando las condiciones que han hecho posible el noviembre de 2021.

La sensación generalizada, y contrastada materialmente, de que las condiciones laborales del metal avanzaban sin contrapesos hacia la precariedad era una idea constante no solo entre los veinte mil trabajadores y trabajadoras del sector y sus familias.

En una sociedad como la de la Bahía de Cádiz, como ocurre en todos los territorios marcados socialmente por una industria potente, el Metal (con mayúscula) opera como un patrimonio cultural a conservar por las clases populares en su conjunto. De alguna forma los restos de lo que fue un modelo fordista, cuando ya no funcionan laboralmente más que para una parcela pequeña de las clases populares, sí tienen una influencia significativa en la identidad popular, en las expectativas y en las frustraciones colectivas. El Metal significa, por así decirlo, la garantía de cierto bienestar y futuro para todos y todas. Esto puede explicar, como analizaremos más adelante, una de las características de esta huelga: su enorme apoyo social.

Otro acontecimiento que permite contextualizar la huelga de noviembre es la amenaza de cierre de Airbus Puerto Real. El cierre de la principal planta aeronáutica de la provincia, con una tradición en la comarca de más de cien años, se suma a una enorme lista de cierre de empresas industriales en la comarca de la Bahía de Cádiz: Tabacalera, Visteón, Delphi, Gadir Solar,… Airbus era la puntilla.

Además, en el caso de Airbus se introduce de manera muy explícita un elemento que formará parte de las características de las movilizaciones de noviembre y que se resume en una imagen que quedará para la historia. Mientras que la empresa, no olvidemos que con participación pública, decidía en su dirección el cierre de la planta de Puerto Real, el Rey y Pedro Sánchez inauguraban la ampliación de la planta de Getafe con una inversión de 400 millones de euros.

Esa imagen ejemplificaba de manera muy visual que en el malestar que llevó a la Huelga del Metal operaba la cuestión territorial de manera muy importante. La constante desindustrialización de la bahía de Cádiz y de toda Andalucía es un hecho que es claramente entendido como la especialización de nuestra tierra en una economía basada en el turismo y la hostelería, sectores fuertemente golpeados por la precariedad, la estacionalidad y la temporalidad. Desde hace meses hay una consigna que se repite en las manifestaciones: No queremos que Cádiz sea otro Benidorm.

Masividad y combatividad

Una vez contextualizada la situación del sector y explicado que el malestar va mucho más allá de la negociación concreta del convenio del metal, esto nos permite entender lo que desde mi punto de vista son las dos principales características de la huelga de noviembre: la masividad y la radicalidad.

La convocatoria inicial de CCOO y UGT de iniciar con dos días de huelga general en el sector y posteriormente huelga indefinida desde el 16 de noviembre ya supone un cambio cualitativo con respecto a las prácticas de dichas centrales en los últimos tiempos y en otros conflictos. Eso ya indicaba una importante determinación al encarar las negociaciones con movilizaciones por delante.

La contundencia de las mismas no dependió evidentemente de CCOO y UGT. Como explicaremos más adelante, fueron sectores no controlados por dichos sindicatos los que favorecieron la dinámica de desborde. Pero el hecho significativo fueron los métodos utilizados. La recuperación de un nivel de combatividad que hacía años que no se veía en la comarca (quizás desde el intento de cierre de IZAR en San Fernando en 2004 o directamente desde las huelgas de 1995 contra la reconversión industrial de los gobiernos de Gonzalez) ha sido un signo característico. Y posiblemente un elemento imprescindible para presionar a la patronal y gobiernos.

Quizás estos sean los métodos característicos de este periodo político que vivimos en el ciclo. Tras la ilusión de lo político que caracterizó al periodo 2013-2018, vivimos un tiempo donde lo social se expresa en una forma revuelta que tiene estallidos muy contundentes, explosiones muy combativas y poca canalización política de las demandas hacia orillas trasformadoras, dejando tras de sí poca organización sociopolítica del descontento que provocó la protesta. Veremos si esto se convierte en una constante en las respuestas sociales al gobierno de PSOE-UP. Esta sí lo ha sido y habrá que evaluar si abre con ello un periodo donde esta forma de protesta recupera la centralidad y cómo desde el campo transformador nos relacionamos con este tipo de procesos.

Pero lo más interesante de este proceso de movilización con el nivel de combatividad que hemos visto ha sido el enorme apoyo social. Al hablar de masividad no hablamos de que una gran parte de sociedad gaditana participara directamente en las movilizaciones, sino de que la simpatía y el apoyo eran absolutamente mayoritarias. Aun con la fuerte represión y la campaña de desprestigio en algunos medios.

Esto no es casualidad. Como se ha explicado, el Metal forma parte de la identidad y las expectativas colectivas de comunidad que tiene el pueblo en la bahía de Cádiz. Son procesos en los que más allá de los lazos materiales que implican a miles de familias, el Metal es la metáfora que simboliza un futuro con cierto grado de bienestar para las clases populares.

Y existe la conciencia generalizada de que si aún hay astilleros es gracias a la lucha obrera. De hecho es que es objetivamente así. Sin la lucha de San Fernando del año 2004 no habría factoría en La Isla. Sin las Huelgas de 1995 se habrían cerrado en toda la provincia. Sin las movilizaciones de 2013, que llevaron a que ingresaran en prisión ocho jóvenes de Puerto Real, no hubiera habido carga de trabajo. Son hechos objetivos insertos en el sentido común de toda una provincia.

De alguna forma todas las generaciones de la Bahía de Cádiz están orgullosas de la anterior por los procesos de movilización y se sienten deudoras de las mismas. Uno de los videos más compartidos durante esas semanas en las redes era el de un hombre de unos 70 años respondiendo de manera contundente a la violencia policial. Era un jubilado del sector, viejo sindicalista ya retirado de la primera línea. También multitud de mensajes de familias de trabajadores o de gente que decía con orgullo que no trabajaba en el metal pero que no le importaban los atascos (provocados por los piquetes) porque su padres o abuelo trabajaban en el metal y lo sentían como suyo.

No es un fetiche, esto se refleja en cuestiones como el fútbol o el Carnaval. Decía el alcalde de Cádiz, Jose María Gonzalez (Adelante Andalucía), en la radio durante los días de la huelga una frase que resume este razonamiento: “la lucha obrera está en el córtex antropológico del gaditano”.

La cuestión sindical: ni solo contigo ni sin ti.

En el sector del metal de la provincia de Cádiz aproximadamente el 90% de delegados sindicales son de CCOO y UGT. Desde hace años, a raíz de las movilizaciones de las subcontratas, se forjó un movimiento asambleario con un carácter abierto y combativo que se denominó Coordinadora de Trabajadores/as del Metal (CTM), y que hace algo más de un año dio el salto a constituirse como sindicato. Tanto la CTM como CGT tienen más fuerza en las subcontratas, pero su papel en la dirección de un conflicto como la huelga de noviembre ha sido periférico.

Esto es fruto de que la negociación la han llevado en exclusiva CCOO y UGT con absoluto oscurantismo y sin ningún ademán de decisión asamblearia o democrática. Esto, aun cuando a las direcciones de dichas centrales les parezca un factor de eficacia, es por el contrario uno de los mayores elementos de debilidad en una lucha sindical. Debilidad no solo en el aspecto más profundo, sino también incluso como táctica de negociación. Ha sido una torpeza no apoyarse más explícitamente en los sectores más combativos.

Pero es justo señalar, como se ha dicho, que el planteamiento inicial de la Huelga por parte de CCOO y UGT imprimía ya un carácter de contundencia importante. La huelga fue seguida desde el primer día por prácticamente la totalidad de los trabajadores y trabajadoras en todas las empresas y en toda la provincia.

Rápidamente las movilizaciones, especialmente a partir de la convocatoria indefinida del día 16 de noviembre, se desbordaron, como hemos explicado. La participación fue masiva por parte de trabajadores y trabajadoras en piquetes, manifestaciones y enfrentamientos con la policía. Pero no solo había trabajadores. Y eso es un hecho significativo. Decían en algunos medios reaccionarios que en los enfrentamientos con la policía había muchos jóvenes que no eran trabajadores, como una crítica que pretendía desprestigiar la movilización. Cuando eso no era más que la prueba palpable del amplio apoyo popular a las movilizaciones y del carácter popular de las mismas, que iban como decimos mucho más allá de un convenio.

En este caso cabe destacar que CCOO y UGT en ningún momento se desmarcaron de los métodos de movilización. Las declaraciones fueron de apoyo a los piquetes y de condena de la represión. Esto es un factor clave para que se mantuviera la legitimidad social de la protesta. Pero, eso sí, en todo momento se vieron desbordados. No es casualidad que en todas las manifestaciones importantes que se hicieron en las mañanas de la huelga el grueso de manifestantes siguieran un itinerario alternativo al de la cabecera de CCOO y UGT, o que dichas centrales no llamaran a las movilizaciones ciudadanas del viernes 19 de noviembre y el sábado 20, que trataban de implicar a la población que no participaba en los piquetes matutinos.

Otro error fue no tratar de conectar las negociaciones de los convenios del metal de Sevilla y Córdoba, que se estaban desarrollando justamente en las mismas fechas, sino aislar la de Cádiz como una excepción en la dinámica de concertación y paz social.

Se puede interpretar que en las direcciones de CCOO y UGT había interés por mantener un alto grado de combatividad en la negociación del convenio gaditano, pero acotándolo a este contexto, manteniendo un cordón sanitario que impidiera que el descontento social pudiera canalizarse con movilizaciones aún más amplias y de más sectores. Combatividad sí, pero poca.

De ahí se denotan las prisas por cerrar la negociación con un acuerdo decepcionante, como explicaremos más adelante, y una ratificación en apenas horas. Justo cuando se extendían las acciones de solidaridad, antes de haber entrado en una dinámica de cansancio fuerte en el sector (que se iba a dar y hay que tenerlo en cuenta) y en el momento que se había dado el salto hacia un conflicto político estatal.

¿Era el momento para una huelga general en la provincia? ¿En las dos bahías? Al menos las condiciones estaban para plantearlo. No es una quimera, en 2007 cuando el cierre de Delphi se convocó. También en 1995 contra la reconversión de González.

La estrategia de mantener la combatividad, con mecanismos que cuenten con el factor agotamiento, y seguir ampliando apoyos hubiera sido la clave. Me temo que esto sin una dinámica de desborde y superación de las prácticas de las direcciones de CCOO y UGT es imposible. Pero, ¿se puede hacer hoy día sin estas dos centrales? Me temo que tampoco.

La confluencia virtuosa de ambas patas, siempre necesariamente en tensión, es indispensable en estos momentos para alcanzar un proceso basado en la combatividad y la amplitud. La cuestión será democratizar la dirección del conflicto, disputarla sin renunciar a dirigirnos a amplios sectores ni asumir renuncias. Una tarea ardua y compleja, pero constituye una tarea pendiente para las que formamos parte del campo transformador y/o la izquierda sindical.

Huelga Cadiz a

El eje territorial

Decíamos que uno de los factores clave en el malestar que ha desencadenado el conflicto del metal de noviembre del 21 es la cuestión territorial. Y así se veía también en los discursos que emanaban de las movilizaciones.

La desindustrialización de Andalucía, la pérdida de sectores industriales por otros basados principalmente en el turismo, hostelería, la exportación de materias primas a bajo coste y la mano de obra barata, han generado un panorama de paro estructural, precariedad y emigración.

La tensión centro–periferia ha crecido en los últimos años, recuperándose cierta identidad andaluza en torno al agravio con respecto al centro y norte de la península, y que se constata en cuestiones materiales. Lo de Airbus es el último ejemplo significativo. Y ha tenido una influencia esencial en la Huelga del metal.

Pero no es una cuestión exclusiva de la Bahía de Cádiz. En el otro foco de conflicto, el Campo de Gibraltar, las tensiones por el factor periférico son muy profundas. En dicha comarca no existe tanto un proceso de desindustrialización (es una de las pocas excepciones en Andalucía) sino el abandono político y económico en materia de infraestructuras, la proliferación de industrias enormemente contaminantes, la falta de servicios públicos o la estigmatización. La situación social de La Línea de la Concepción, con su carácter fronterizo, o la mil veces retrasada conexión ferroviaria del Puerto de Algeciras, son ejemplos paradigmáticos de cómo opera esa sensación de periferia constante en dicha comarca.

Pero es una cuestión común en todo el territorio andaluz. El cementerio del Cabril en Córdoba, el vertedero de Nerva en Huelva, la no conexión ferroviaria de Granada durante años, la falta de infraestructuras en Jaén o el dato de que 8 de los 15 municipios con menor esperanza de vida del Estado Español sean andaluces. Todos son conflictos que sustentan un malestar centro-periferia que aumenta en Andalucía.

También eso ha estado presente en la huelga del metal. La invisibilidad del conflicto de Airbus en los grandes medios o la nula intervención en favor de los trabajadores por parte del gobierno fueron muy significativas en los meses previos a la huelga. A la enorme sobrerrepresentación del eje Madrid – Cataluña en los medios, en el debate político y en las políticas se le empiezan a ver las costuras no solo por la España vaciada, sino también por Andalucía. Y en Cádiz la situación se agrava, el sur del sur. El alcalde de Cádiz decía en una de las movilizaciones, “hemos tenido que meterle fuego para que en Madrid se fijen en nosotros”. Los trabajadores aclamaron dicha consigna. El video se hizo viral.

Lo que está en juego: quién paga la inflación

Durante todo el conflicto se pudo percibir en el ambiente que no era un conflicto sindical más y que lo que estaba en juego era mucho más que un convenio sectorial.

En un momento como el actual, con una subida de la inflación que finalizó 2021 al 6,5%, ésta no es una cuestión accesoria, sino que está en el centro de la crisis política y social en ciernes. Y lo que está en juego es quién paga esa subida de la inflación. Este factor es uno de los elementos que operan de fondo en muchos de los conflictos sindicales que ha habido en los últimos meses. Desde la huelga de basuras de Salt hasta Tubacex en Euskadi, la Ayuda a Domicilio en Castilla La Mancha o los conflictos en el sector público.

Es también uno de los elementos que esconde la reforma laboral de Yolanda Díaz cuando no ataja el problema de la subcontratación ni recupera las cifras de coste del despido, por ejemplo. La recuperación de la ultraactividad de los convenios, lo cual es una buena medida sin duda, queda controlada en este marco en tanto que el acuerdo con las direcciones de CCOO y UGT para mantener la concertación y cesión es sólido.

En un momento en el que el gobierno lo fía todo a una recuperación sufragada por los fondos europeos y dirigida a mantener la tasa de ganancia del capital en determinados sectores estratégicos como garante de su gobernabilidad, no puede permitir que la inflación pinche los beneficios de estos. Por lo que disminuir el poder adquisitivo de trabajadores y trabajadoras aparece como la única salida posible.

De ahí que protestas como la del Metal de Cádiz supongan un conflicto político de primer nivel que atañe a la línea de flotación de la política social y económica del gobierno, la cual depende de la concertación con patronal y grandes sindicatos.

La aparición de una demanda de subida salarial convertida en un conflicto de la magnitud del de Cádiz supondría la desestabilización de esa política de pacto y cesión ante patronal. Eso explica también la posición de CCOO y UGT en cuanto a la ampliación y generalización del conflicto, la necesidad imperiosa de acotarlo a los límites geográficos de la provincia y de limitar su impacto y duración.

La respuesta del gobierno: represión

En este contexto y con un conflicto lanzado que paralizaba al menos dos comarcas y ocupaba portadas en los medios, el Gobierno tenía que actuar. Pero el papel del gobierno progresista no pudo ser más reaccionario.

Escribían David de la Cruz y Jose María Gonzalez en el mes de noviembre, que existía una pintada en la carretera de astilleros que sobrevivió durante años a las movilizaciones y que decía Felipe cabrón. Mil veces fotografiada y comentada, aquella pintada era un símbolo de época. Hoy ha sido sustituida por otra imagen: la de la tanqueta de la policía por la barricada del Río San Pedro, en Puerto Real.

Durante los días de la Huelga el Gobierno central no hizo grandes declaraciones pero su intervención en la huelga fue fundamental. Garantizó un nivel de represión de las manifestaciones y piquetes que hacía décadas que no se recordaba en la provincia. Un despliegue además con un carácter claramente aleccionador, con imágenes de violencia policial y una espectacularización de sus actuaciones que demostraban que la intención era también lanzar un mensaje político evidente.

CCOO y UGT, aunque mantuvieron un papel digno no desmarcándose públicamente de las movilizaciones de los piquetes y de la respuesta a la represión, no hicieron críticas a la misma y trataron de mantenerse al margen.

Todo se agrava más con la escalada de detenciones que se dan semanas después del fin de las protestas. Es un claro intento de golpear a la organización popular y criminalizar las protestas. En este caso, ni CCOO ni UGT apoyaron a los detenidos ni se pronunciaron.

En síntesis, la actuación del gobierno se resumió en una presión brutal para un acuerdo lo más fácilmente asumible por la patronal y una presión pública contra los manifestantes vía represión. El carácter reaccionario de su actuación es evidente. Cualquier hipótesis que planteara que la participación de UP en el Gobierno abría posibilidades de que se diera una dinámica de aumento de la conflictividad que hacía mejorar las condiciones subjetivas y girar al gobierno, haciendo que las contradicciones del PSOE se agudizaran y promoviendo un conflicto con el capital de resultado impredecible, se ha demostrado pura ficción.

 

La respuesta políticas

Cabe destacar que durante los días más agudos de la huelga las derechas se mantuvieron en un estudiado silencio. El gobierno andaluz apenas hizo leves llamamientos al entendimiento, sin querer tener un papel protagonista en el conflicto, y la extrema derecha estuvo en absoluto silencio.

Es más, unos días después Vox realizó algunos experimentos discursivos tratando de aprovechar las movilizaciones y usarlas contra el gobierno. Un intento de discurso obrerista nacional inspirado en la extrema derecha francesa que no parece que tenga demasiado eco. También con un conflicto tan claro con la policía era difícil que pudieran usarlo y enfadar así a los amplios sectores policiales que tienen sus simpatías.

Pero es sin duda el papel de la izquierda oficial en el Gobierno el que ha dejado un claro espacio para que la extrema derecha (o algunos grupúsculos rojipardos) puedan tratar de disputar la representación política del conflicto social. Aún sin éxito, pero no es una batalla cerrada de ningún modo.

En el campo de las izquierdas, el PSOE se mantuvo atrapado por el gobierno y UP en una posición sumamente incómoda. Más allá de las declaraciones inanes de sus dirigentes andaluces, lo más significativo fueron las declaraciones del Secretario General de PCE, que llamaba a la calma a los manifestantes y que confiaran en la política del gobierno. Inconscientemente hacía explícito que la protesta disparaba al gobierno pero… ¿qué dirigente comunista llama a dejar la movilización y las huelgas?.

Muy diferente ha sido el papel que hemos intentado jugar desde Adelante Andalucía, en el que hemos apoyado e impulsado las movilizaciones, tratando de darle el mayor eco mediático y político posible, así como participar, en pie de igualdad con el resto de actores, en la orientación de las mismas. En este sentido introducir junto al eje de clase, el eje territorial que hemos explicado anteriormente era para nosotras una cuestión muy importante.

Por otro lado, cabe mencionar el papel central del Gobierno del Ayuntamiento de Cádiz (Adelante Cádiz) en el conflicto. No es algo nuevo, en las cuestiones relacionadas con la conflictividad social en la comarca de la bahía de Cádiz siempre ha habido un apoyo claro de éste a los trabajadores/as. Pero es quizás en noviembre donde se da un paso más evidente.

El posicionamiento del Ayuntamiento claramente con una parte del conflicto, justificando, explicando, ampliando y apoyando las movilizaciones y sus métodos, es un salto cualitativo. Supone romper con la idea de las instituciones como agentes neutrales, que gobiernan para todos, y colocarse como un actor político de clase, que comparte los intereses no de toda la sociedad, sino de unas clases determinadas.

Las declaraciones del Alcalde de Cádiz megáfono en mano, que se hicieron virales por todo el Estado, fueron un ejemplo de ruptura del consenso institucional en favor de los intereses materiales y políticos de las clases trabajadoras. No es baladí. Es de hecho uno de los elementos más interesantes de esta Huelga.

El acuerdo

Tras 11 días de Huelga llegó el acuerdo. Un acuerdo cocinado sin ninguna transparencia por UGT y CCOO y que se ratificó en apenas dos horas con asambleas de delegados sin posibilidad de un proceso debate ni participación mínimamente sensatos.

El acuerdo está casi en exclusiva centrado en la subida salarial, sin tocar el resto de demandas. Se subirá según el IPC pero en tres tramos, empezando por el 2% y si el IPC supera esa cifra la diferencia se cobra el 80% al año siguiente y el 20% restante al final del convenio que durará 3 años.

En la práctica, a los trabajadores con contrato temporal no se les garantiza esa compensación y todos los de las subcontratas quedan casi en la misma situación de incertidumbre con la que partieron.

Es un acuerdo claramente insuficiente. Y aún así, hace demasiado tiempo que no recordamos una lucha en la provincia que en vez de contra un cierre y despidos sea exigiendo mejoras salariales. El sabor con el que se acabó fue agridulce. Hay mejoras importantes, fruto sin duda de una lucha histórica, pero el contexto de precariedad se mantiene.

Las demandas sociopolíticas que de fondo afloraron esos días siguen pendientes. La sensación de ser un territorio olvidado para mantener el desarrollo de unos pocos sigue presente. Y no existe tampoco una sensación de derrota a nivel general, sino de que se hizo lo que había que hacer. No es poco.

El salto de conciencia de noviembre de 2021 debería dar lugar a un salto de organización y fuerza. Esa es la gran tarea pendiente. Nos toca repensar para actuar con inteligencia, sin sectarismo y con claridad política. Ser muchas, ser fuertes y avanzar hacia el final.

José Ignacio García fue diputado de Adelante Andalucía en el parlamento andaluz, militante de Anticapitalistas

7/2/2022

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