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La invasión de Ucrania por los ejércitos rusos marca el deseo de Vladimir Putin de restaurar la Gran Rusia, cuyo núcleo histórico duro reuniría a los rusos, los bielorrusos y los ucranianos. En este sentido, es plenamente heredero de una larga tradición que va desde el imperio zarista hasta la Rusia actual, pasando por Stalin y los dirigentes de la URSS tras la muerte de Stalin: la autocracia y el nacionalismo ruso siempre han estado presentes, aunque de formas diversas.

El discurso de Vladimir Putin sobre Ucrania es parte de esta herencia imperial: la unidad de la Gran Rusia se rompió durante la revolución de 1917. En su declaración del 22 de febrero de 2022 (dos días antes de la invasión), explicó que Ucrania como república es una consecuencia desastrosa de la política seguida por Lenin tras la revolución de 1917:

Permítanme comenzar con el hecho de que la Ucrania moderna fue creada en su totalidad por Rusia, o más precisamente, por la Rusia bolchevique y comunista. El proceso comenzó casi inmediatamente después de la revolución de 1917, y Lenin y sus compañeros de armas lo hicieron de una manera muy cruda con la propia Rusia: a través de la secesión, arrancando partes de sus propios territorios históricos. […] “Desde el punto de vista del destino histórico de Rusia y de su pueblo, los principios leninistas de construcción del Estado no sólo fueron un error, fueron, como decimos, incluso peor que un error.

Esta declaración se hizo eco de un texto extenso (50.000 caracteres) publicado en la web del gobierno en julio de 2021 y que define la posición de Putin. En este texto se dice que los ucranianos y los rusos son el mismo pueblo.

Y como conclusión escribe:

Estoy convencido de que la verdadera soberanía de Ucrania solo es posible en partenariado con Rusia. Nuestros lazos espirituales, humanos y civilizatorios se han formado a lo largo de los siglos y tienen su origen en las mismas fuentes, se han endurecido por pruebas, logros y victorias comunes. Nuestro parentesco se ha transmitido de generación en generación. Está en los corazones y la memoria de las personas que viven en la Rusia y la Ucrania modernas, en los lazos de sangre que unen a millones de nuestras familias. Juntos, siempre hemos sido y seremos mucho más fuertes y exitosos. Porque somos un solo pueblo.

Que la intervención en Ucrania fue pensada en estos términos lo confirma el texto publicado (luego inmediatamente retirado) el 26 de febrero (dos días después de la invasión) en la web de la Agencia RIA Novosti. Escrito de antemano y anticipando una victoria rápida y total de las fuerzas rusas, define claramente lo que está realmente en juego:

Rusia está restaurando su unidad. De hecho, la tragedia de 1991, esta terrible catástrofe de nuestra historia, esta dislocación antinatural, finalmente se supera […] Rusia recupera su integridad histórica, reuniendo al mundo ruso, al pueblo ruso: los grandes rusos (rusos de la Federación de Rusia), los bielorrusos y los “pequeños rusos” (los ucranianos). […] Ucrania ha vuelto a Rusia. Este retorno no significa que Ucrania pierda su condición de Estado. Simplemente, será transformado, reorganizado y devuelto a su estado original como parte integral del mundo ruso.

En otras palabras, la invasión de Ucrania tiene el objetivo principal de traerle de vuelta al redil ruso, poniendo fin a sus relaciones con la Unión Europea y Estados Unidos, acusados ​​de utilizar a Ucrania como base de maniobras contra Rusia. Pero es necesario insistir en que esta lógica imperial/imperialista1/ de la Rusia de Putin es primordial: la denuncia de Occidente y de la OTAN debe entenderse desde esta perspectiva.

La resistencia armada de los ucranianos durante las primeras cuatro semanas que han seguido a la invasión ha destruido la primera ilusión de una victoria rápida y la realización de los planes originales. Pero eso no pone en duda la actualidad del proyecto inicial: devolver Ucrania a Rusia a toda costa (y hasta la fecha el precio a pagar ya es inmenso para los ucranianos y ucranianas). Hoy es difícil predecir lo que sucederá a continuación, una perspectiva más bien sombría: la heroica resistencia de los y las ucranianos por sí sola difícilmente podrá poner fin a la ocupación rusa.

Para comprender y definir los desafíos de la solidaridad activa total y completa con el pueblo ucraniano, es crucial partir de esta posición: la guerra en Ucrania es una guerra de agresión librada por una potencia imperial/imperialista contra un Estado nación, Ucrania, que está defendiendo su libertad e independencia. Esta percepción fundamental tiende a oscurecerse parcialmente en favor de una representación en términos de confrontación entre dos campos: por un lado Occidente (EU + UE bajo el sombrero de la OTAN), por el otro Rusia que proclama alto y claro que su integridad está siendo atacada y amenazada. La prolongación de la guerra sólo puede alimentar y reforzar esta visión campista de la situación, en detrimento de la resistencia ucraniana y de su lucha por su independencia y soberanía.

La situación actual y las dramáticas amenazas que hoy se ciernen sobre el pueblo ucraniano forman parte de una larga historia en la que el derecho de los pueblos a la libre determinación sólo fue reconocido durante un (demasiado) breve período, tras la revolución de 1917, que puso un fin del Imperio zarista, una prisión de los pueblos. Muy pronto se reactivará la gran mordaza rusa, negando de facto los derechos nacionales reconocidos a las repúblicas que formaban la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Lenin contra Stalin

En las diversas declaraciones de Putin, se ataca violentamente a Lenin por haber cuestionado un Estado unitario. Stalin es presentado como quien defendió una posición unitaria de acuerdo con los intereses históricos de Rusia. De hecho, si al final Stalin retrocedió y adoptó las tesis defendidas por Lenin fue porque, como escribió Moshe Lewin en El último combate de Lenin: “(Stalin)estaba persuadido de que prevalecerían en el curso de los acontecimientos, los intereses auténticos del Estado, y de que la Unión funcionaría como él había previsto. En estas condiciones, no veía inconveniente en ceder totalmente ante Lenin, sobre el papel” (p. 62).

En la práctica, el período de reconocimiento de los derechos de las nacionalidades 2/ fue efímero en la década de 1920. Con la llegada de Stalin al poder, la autocracia y el nacionalismo gran ruso recuperaron la primacía. A continuación, sin pretender ninguna exhaustividad, volvemos sobre los diferentes momentos.

Los años 1930: vuelta a la autocracia

En su texto Ego and Politics in the Stalinist Autocracy (en Russia/USSR/Russia , p. 2, Syllepse) Moshe Lewin escribe:

Stalin siempre tendió a hacer suya la gloria del pasado imperial zarista y a utilizar la tradición en beneficio de su sistema (…) El hecho de que Stalin enfatizara las afinidades de su régimen con el Imperio y reivindicara las raíces históricas comunes, especialmente en lo que se refiere a la construcción del Estado por parte del más cruel de los zares, hizo posible una redefinición radical de su propio carácter, pero también de la identidad ideológica y política del sistema” (pp. 155-156).

Recordando que Lenin había llamado a Stalin derzhimorda (“bruto gran ruso”), Moshe Lewin escribe que Stalinha terminado realmente por querer ser un bruto gran ruso3/.

La gran guerra patriótica

Durante la guerra, entre 1941 y 1944, fueron deportadas diferentes minorías : los alemanes del Volga, los kalmukos, los balkarios, los karachais, los ingusetios, los tártaros de Crimea.

Refiriéndose a los últimos años de Stalin y el jdanovismo, Moshe Lewin, en Le Siècle soviétique, evoca el jdanovismo (1946-1950) que constituye un capítulo particularmente oscuro en la historia del estalinismo:

Una expresión del ultranacionalismo ruso, el jdanovismo también atacó las manifestaciones de nacionalismos en las repúblicas no rusas” (p. 170). La ideología jdanoviana es la de Stalin. Marca la culminación de sus andanzas ideológicas. Ahora está fascinado por el glorioso pasado zarista. (…) pero lo más grave en este batiburrillo ideológico es el nacionalismo ruso extremo, con tintes protofascistas, el estalinismo en decadencia. Stalin quería que este espíritu le sobreviviera. Para ello había revisado personalmente el himno soviético que impone a un país multinacional la glorificación de la ‘Gran y Santa Rusia’ -Rus'-, (p. 173) 4/.

La burocracia estatal y del Partido estaba fragmentada, un conjunto de facciones, camarillas y redes dentro de las distintas instancias de poder se agrupaban en juegos de alianzas más o menos duraderas sobre la base de intereses comunes y posiciones ideológicas más o menos compartidas. Estos diferentes componentes de la burocracia tenían en común la conmemoración de la URSS (en realidad, Rusia) como un derzhava (Estado fuerte). Borrando cualquier referencia a la Revolución de Octubre, es la Gran Guerra Patria (la Segunda Guerra Mundial) la que se convierte en el punto de referencia. Asistimos a un fortalecimiento de la política de asimilación de nacionalidades no rusas. Brezhnev se distinguió por la intensificación de la rusificación bajo la bandera de la creación de un solo pueblo soviético. A partir de 1976, el lema principal de la rusificación fue la celebración de la lengua rusa, la lengua del progreso, el socialismo y el internacionalismo5/.

El libro de Nikolay Mitrokhin 6/ Russkaja partija: dvizhenie russkih nacionalistov v SSSR 1953-1985 (El partido ruso: el movimiento de nacionalistas rusos en la URSS 1953-1985) muestra que el nacionalismo gran ruso está presente en todas las instancias dirigentes del PCUS : Politburó, Comité Central del PCUS, pero también del Komsomol: antioccidentalismo virulento, admiración por Stalin presentado como constructor de un Estado fuerte, celebración de la Gran Guerra Patria, refuerzo de la educación militar y militarización de la juventud, glorificación de la Gran Rusia. Todos los componentes del actual discurso de Putin ya estaban presentes 7/.

El fin de la URSS y los años 1990: una Rusia por defecto

El 21 de diciembre de 1991 marca el final de la URSS con la creación de repúblicas independientes cuyos líderes provenían directamente del período anterior, a excepción de los países bálticos. En este marco se creó la República Federativa de Rusia. La confusión de facto Rusia/URSS a lo largo del período soviético con respecto a las instancias dirigentes se concretó en la ausencia de instituciones propiamente rusas. En particular, no existía un Partido Comunista de Rusia, un partido que se creará precipitadamente.

La Federación Rusa designa una Rusia por defecto: una identidad vaga y en suspenso, correspondiente a lo que queda de la URSS tras la independencia de las repúblicas 8/. En el plano económico, se asiste a un colapso del sistema con una política de reformas”llevada a cabo a toda prisa: desindustrialización masiva, privatización salvaje de todas las riquezas del país (el mayor atraco del siglo según Moshe Lewin), caída brutal del nivel de vida, crisis demográfica. La política seguida por Yeltsin es la del laissez-faire, seguida por los liberales reformadores en asociación directa con el FMI y el Banco Mundial.

Frente a esto, asistimos a una explosión del nacionalismo ruso, del cual el nuevo Partido Comunista de la Federación Rusa es uno de los principales actores. Su primer secretario, Guenadi Ziouganov, fue el portavoz de este virulento nacionalismo: uno de sus folletos se titula Soy ruso de corazón y de sangre, otro se titula Derzhava (Gran potencia). Y en distintas ocasiones criticó a Lenin: Me parece que Lenin fue sometido a una fuerte presión e influencia por las fuerzas que odian a Rusia (no estamos lejos de la tesis que presenta a la revolución del 17 de Octubre como un complot judeo-bolchevique)9/.

La Rusia de Putin: reconstruir la Gran Rusia

Habiendo llegado al poder en el momento de la segunda guerra de Chechenia, Putin se embarcó muy rápidamente en una serie de operaciones destinadas a reducir la brecha entre la Federación Rusa nacida del colapso del Imperio Soviético (regularmente asimilado a una segunda gran catástrofe que azota a Rusia, siendo la primera la revolución de 1917) y la Gran Rusia histórica. Esto se refleja tanto en el interior: autoritarismo y Estado fuerte, patriotismo enérgico, denuncia del Occidente degenerado y enemigo jurado de Rusia, como en el exterior a través de intervenciones en los países vecinos, es decir, las repúblicas que surgieron tras el final de la URSS.

Rusia intervino durante las diversas  revoluciones de colores asimiladas a un intento de salir de su esfera de influencia: revolución de las rosas en Georgia en 2003, revolución de los tulipanes en Kirguistán en 2005, revolución naranja en Ucrania en 2004. Pero también, más recientemente, durante el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia, así como en Kazajstán. En 2008, estas operaciones concluyeron con la vinculación a Rusia de territorios de Georgia como Abjasia y Osetia del Sur. Pero es frente a Ucrania donde la estrategia de Putin adquiere su forma más radical y brutal: a diferencia de las otras repúblicas, para Putin Ucrania es una parte integral de la Gran Rusia -véanse sus declaraciones, citadas anteriormente, en el momento de la intervención armada en Ucrania- 10/.

Un primer paso se dio en 2014 en la época del Maidan con la anexión de Crimea y el surgimiento de las autoproclamadas repúblicas de Lugansk y Donetsk. La invasión de Ucrania lanzada el 24 de febrero es un nuevo paso. Todo indica que no es el capricho de un Putin aventurero, sino que forma parte de un proyecto, ampliamente teorizado, de reconstitución de la Gran Rusia.

Si la tenaz resistencia de los ucranianos ha frenado el avance de las tropas rusas, es muy difícil predecir la secuencia de los acontecimientos. Pero no hay razón para pensar que Putin haya renunciado a su plan de desmantelamiento de Ucrania.

4/4/2022

http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article61945

Traducción: viento sur

Notas

1/ Al escribir imperial/imperialista, queremos subrayar que la intervención en Ucrania se deriva a la vez del chovinismo gran ruso y del imperialismo ruso tal como se practica en la actualidad en diferentes partes del mundo (en particular en Siria y África).

2/ Así, Lenin apoyó la creación de una República autónoma de los Tártaros de Crimea. Durante la guerra, los tártaros de Crimea, junto con otras minorías nacionales, fueron deportados a Asia Central. Solo tras la implosión de la URSS pudieron regresar a Crimea. La ocupación rusa de Crimea en 2014 significó una mayor persecución contra los tártaros. Muchos emigraron a Ucrania o a Turquía (donde alcanzan la cifra de unos 100.000).

3/ En la década de 1930, la represión a gran escala también golpeó a lintelectuales y escritores ucranianos. Ver el artículo de Isobel Koshib “On a l’impression que l’histoire se répète, déclare un poète  de Kharkiv alors les bombes russes tombent”, en À l'Encontre, 30/03/2022.

4/ Sobre este tema, véase también ibídem, p. 189-191

5/ Sobre esta cuestión y más particularmente sobre la política desarrollada en Ucrania, véase el Cuaderno Ukraine publicado por la revista L'Alternative, dirigida por François Maspero: n°31, enero de 1985.

6/ N. Mitrokhin ha publicado recientemente en la revista digital La Revue des Idées (22/03/2022) un artículo muy informado y cáustico sobre las autoproclamadas repúblicas de Donbass. Ver en ESSF, MITROKHIN Nikolay

7/ Para una presentación más sistemática del libro de N. Mitrokhin, ver la introducción a Russie/URSS/Russie, p. 19-22.

8/ Sobre esta cuestión, véase Moshe Lewin “Nationalisme de notre temps: de cas de la Russie”, en Russie/URSS/Russie, p. 205-238.

9/ Véase Denis Paillard, 1995, “Les nationalistes, les communistes et le phénomène patriotique”, en V. Garros (éd.) Russie postsoviétique: la fatigue de l’histoire, Bruxelles, Complexe.

10/ Hay que recordar que Alexander Dougin, teórico de la Eurasia, es un influyente asesor de Putin. Mantiene estrechas relaciones con los diversos movimientos de extrema derecha en Europa. En la web de extrema derecha geopolitika.ru hay varios artículos de Dugin.

 

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