El Bloco de Esquerda llegó a su XIII Congreso tras dos años de intensos desafíos que pusieron a prueba la coherencia del proyecto político.

Internamente, la defensa de un Servicio Nacional de Salud público y gratuito, la defensa del fin de las leyes laborales de la Troika y la lucha contra la especulación inmobiliaria llevaron al Bloco de Esquerda a votar en contra de unos Presupuestos del Estado sin rastro de izquierdas.

Ese voto fue utilizado por el Partido Socialista (PS) para, en connivencia con un presidente de la República de derechas, adelantar las elecciones y obtener la mayoría absoluta. La campaña electoral estuvo marcada por encuestas desacertadas que presumían una mayoría de la derecha (Partido Socialdemócrata e Iniciativa Liberal) con la extrema derecha (Chega). El miedo hizo el resto y le dio la mayoría absoluta al PS.

El Bloco de Esquerda pasó de 19 a 5 diputados, derrotado, pero no irrelevante, porque estaba firme y en condiciones de luchar. Un año después, la "estabilidad política" prometida por el PS se tradujo en una sucesión de destituciones y pequeños, medianos y grandes escándalos en el gobierno, poniendo en la agenda la posibilidad de disolución del parlamento, impensable hace apenas un año. La inestabilidad es también la perspectiva para las personas en un país en crisis multiforme, bajo ataques especulativos a la vivienda, con un empobrecimiento generalizado por la inflación y con un Sistema Nacional de Salud en quiebra. La batalla librada, y perdida, en las negociaciones del presupuesto de 2021 ahora está revelándose como una opción de futuro. En Portugal hay una alternativa de izquierda que no abdica de sus obligaciones.

La invasión de Ucrania en febrero de 2022 también puso a prueba a la izquierda. Hoy podría parecer que la solidaridad con el pueblo ucraniano era una política obvia. No lo era. Gran parte de la izquierda internacional permaneció ambigua o incluso alineada con la “operación especial” de Moscú. Se nos dice -y con razón- que esta guerra es compleja. La OTAN lleva muchos años presionando a Rusia y son bien conocidos los excesos cometidos desde Kiev. Pero no se puede hacer frente a la complejidad olvidando lo que es simple: no es porque sea hostil a Estados Unidos que un régimen como el de Putin deja de ser imperialista o se convierta en antiimperialista; respetar el derecho a la autodeterminación significa denunciar al invasor y apoyar al invadido, ya sea en el Sahara, en Timor, en Gaza o en Ucrania. La posición del BE siguió la tradición antiimperialista de Lenin y Rosa Luxemburg: el derecho a la autodeterminación es del pueblo, por muy reaccionarios que puedan ser sus líderes y sus alianzas. Al tomar una clara posición de solidaridad con el pueblo ucraniano desde el principio, el Bloco salió con su credibilidad reforzada.

Estas fueron las decisiones que permitieron al BE tener un congreso de debate político sobre lo esencial de la vida de las personas y sin dramas existenciales. Catarina Martins deja el cargo de coordinadora del partido con su autoridad intacta, prueba de lo cual es el emotivo recibimiento que tuvo en su último discurso como coordinadora, y es sustituida por Mariana Mortágua, quien asume el cargo motejada por la prensa como una figura “más radical” -la élite económica nunca le perdonó su papel de denuncia del sistema en las intervenciones parlamentarias-, ni el “impuesto Mortágua” a los inmuebles de lujo (la única medida anti-especulación aprobada por el PS durante la geringonça).

Más que en las encuestas (que indican un ascenso constante del Bloco), son las calles las que demuestran que sólo la izquierda tiene una respuesta para el país. Los últimos tiempos han estado marcados por importantes manifestaciones: desde la lucha de los docentes, que luchan por el reconocimiento de su carrera profesional, pasando por la mayor manifestación por el derecho a la vivienda, hasta muy reveladoras manifestaciones en defensa del Servicio Nacional de Salud o luchas sectoriales relevantes, la izquierda aparece en las calles, a diferencia de una extrema derecha que, prometiendo ocuparlas, no alcanza a salir de las paredes del parlamento.

En este ciclo de movilizaciones, el Bloco marcó la diferencia el pasado mes de enero, cuando fue el único partido parlamentario presente en la primera de las grandes movilizaciones de docentes, convocada por un sindicato minoritario tras una larga apatía de los sindicatos de hegemonía del Partido Comunista. No somos el único partido que defiende las reivindicaciones de los docentes, pero el momento fue definitorio porque quedó claro que el Bloco es el único partido que plantea la resistencia al gobierno con una estrategia de unidad en la lucha. Lo que también ocurrió en las iniciativas contra la inflación, en el movimiento por el derecho a la vivienda, en la confluencia en defensa del Servicio Nacional de Salud o en las luchas sindicales en las que tenemos responsabilidades.

Ahora es el momento de unir estas luchas y construir una alternativa. Somos conscientes de la voluntad de la derecha y la extrema derecha de unirse para llegar al poder y de la necesidad de combatir este peligro, así como sabemos que es la ausencia de respuestas de la mayoría absoluta del PS lo que alimenta el sueño de poder de la derecha. Nuestro camino es otro. Es el de la esperanza basada en propuestas para una buena vida de las personas. Una vida que garantice que lo básico no es un lujo: vivienda, salarios, pensiones, acceso a la salud y a la educación.

Vasco Barata es activista por el derecho a la vivienda, dirigente del Bloco y diputado municipal en Lisboa

Traducción: Manuel Fortes

 

 

 

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