Hay momentos donde las cuestiones políticas adquieren forma real, en vez de sus manifestaciones metonímicas. Esto está ocurriendo en estos momentos en Grecia. Las verdaderas opciones a las que nos enfrentamos están empezando a dominar la escena política: la convocatoria de unas nuevas elecciones en Junio. Una de las opciones es aceptar el neoliberalismo incrustado del euro como moneda única y como conjunto de políticas dictadas por el marco institucional y monetario de la Unión Europea en su configuración actual. Como alternativa a esto, la salida de la eurozona es la condición necesaria, si queremos deshacernos de las medidas de austeridad, de las extremas reformas neoliberales y de la erosión de la soberanía popular que conllevan los acuerdos de los préstamos comprometidos con la UE, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.

Los representantes de la Troika UE-FMI han insistido que si un eventual gobierno griego trata de rechazar las condiciones de estos préstamos acordados y plantea la paralización del pago de la deuda, se enfrentarán a un corte inmediato en el suministro de fondos por parte de la UE, el FMI y el BCE. Esto causaría la bancarrota virtual del sector público y conllevaría el colapso del sistema bancario que depende de una liquidez constante por parte del BCE para evitar la insolvencia. Esta es la amenaza que pende sobre nosotros si decidimos abandonar las políticas de austeridad.

Es cierto que un gobierno griego soberano podría luchar contra este peligro en dos frentes. Por un lado, podría pedir la solidaridad de otros países europeos en vez de agresiones económicas. Sin embargo, esto es poco probable, puesto que aunque se hayan dado cambios en el panorama político europeo, estamos aún lejos de abandonar el curso actual de los acontecimientos, y es más seguro suponer que Alemania y sus aliados, junto al BCE y a la burocracia de la UE, insistirán en la austeridad. Por otro lado, podría intentar un giro hacia la redistribución de los ingresos a nivel interno, a través de mayores impuestos. Sin embargo, se enfrentaría en poco tiempo a una fuga masiva de capitales hacia el extranjero, varias formas de acaparamiento de activos y por supuesto una recesión incluso mayor. Además, el empeoramiento de la crisis en Grecia, especialmente si toma la forma de un colapso del sistema bancario, significa que Grecia se va a convertir en un riesgo para toda la eurozona, un contagio que debe de ser contenido. Esto llevaría a Grecia a una salida forzada de la eurozona. Sería una salida punitiva, como forma de castigo a una sociedad que ha decidido no aceptar la austeridad. Esto conllevaría el peligro de que un gobierno progresista o de izquierdas sería eventualmente asociado con un colapso económico y una devastación social que podría dar lugar a soluciones conservadoras y autoritarias.

Como alternativa a todo esto, es posible escoger otro camino diferente. La salida de la eurozona, en términos democráticos y soberanos, a iniciativa propia, y la inmediata anulación del pago de la deuda, combinado con la imposición inmediata de controles al capital (en desafío a la “libertades fundamentales” de la UE) podría revertir el desastre actual. Esto haría posible la continuación del necesario gasto social, la implantación de formas de redistribución de los ingresos, y el aumento de la producción doméstica. En suma, haría posible el control democrático de las políticas sociales y económicas.

Este camino no será fácil. En concreto al principio vamos a enfrentar importantes dificultades. Será necesario acostumbrarse a nuevas e inusuales formas de transacciones hasta que la transición a la nueva moneda se haya consumado. Nos tendremos que acostumbrar al descenso en el consumo de productos importados. Será necesario luchar contra la subida de precios o escaseces artificialmente generadas. Sin embargo, también será posible observar la salida de la eurozona como el principio de un futuro mejor para la sociedad griega. La mejora en el rendimiento de los cruciales servicios y funciones públicas (educación, sistema de salud, seguridad social) manifestará la posibilidad de contar con calidad de vida. La nacionalización del sistema bancario y de infraestructuras estratégicas más el recuperado control soberano en política monetaria asegurará el gasto público, la inversión pública, los salarios y las pensiones. La huida de capitales y el cierre de empresas pueden ser enfrentados con un movimiento masivo de empresas autogestionadas. De hecho, la decisión de crear impuestos a las riquezas acumuladas y poner fin a toda forma, tanto legal como ilegal, de evasión fiscal, harán posible la redistribución de los ingresos. Y sobre todo, si estas políticas se basan en la iniciativa de movimientos sociales y en varias formas de autoorganización, si dependen de la solidaridad y de la lucha, entonces se contará con un espíritu colectivo de responsabilidad social en la lucha por la supervivencia y la justicia.

Esto significa que la izquierda griega debe luchar no únicamente por una mayoría parlamentaria sino también por la hegemonía. Vincular la opción parlamentaria con la fantasía de una salida fácil de la crisis, que acabaría con la austeridad mientras se permanece en la eurozona parece una manera de evitar el conflicto que genera la inseguridad pública por el posible retorno a una moneda nacional que es asociada con la inflación y a la inseguridad. Esto sin embargo, pondrá en peligro el apoyo popular cuando la confrontación empiece de verdad. Por el contrario, un abierto llamado a la salida de la Eurozona, a pesar del terrorismo ideológico de los principales partidos y de los medios corporativos, hablando de manera franca sobre la necesidad y las dificultades de este proceso, es la única manera de impulsar el apoyo popular no únicamente de cara a las elecciones pero también para el esfuerzo colectivo que seguirá.

El problema es que Syriza hasta el momento rechaza incluir la salida de la eurozona en su programa para un gobierno de la izquierda, insistiendo que crearía más problemas. Al mismo tiempo el KKE insiste que salvo que tengamos “poder popular” (su concepción metafísica del cambio revolucionario) tanto el euro como una moneda nacional son opciones igualmente desastrosas. Por consiguiente, las principales corrientes de la izquierda griega parecen estar de acuerdo con el chantaje ideológico actual por parte de las fuerzas a favor de la austeridad, de que sería desastrosa una salida del euro.

No obstante, la salida de la eurozona en términos soberanos y democráticos ha saltado al debate público como una opción viable. Más y más voces insisten en que esta cuestión debe de ser la piedra angular de cualquier intento de derogar la austeridad. Estas incluyen influyentes figuras de la izquierda, como Alekos Alavanos, el antiguo líder de Syriza, corrientes dentro de Syriza misma, como la representada por Panagiotis Lafazanis, reconocidos economistas e intelectuales como Costa Lapavitsas y Stathis Kouvelakis, así como Antarsya, el frente de la izquierda anticapitalista.

Las cruciales encrucijadas históricas siempre conllevan difíciles dilemas. No tenemos el lujo de soluciones fáciles. El camino de la esperanza es siempre un camino difícil.

Panagiotis Sotiris es profesor de filosofía social y política en el Departamento de Sociología, de la Universidad del Egeo. Se le puede contactar en psot@soc.aegean.gr.

Traducción: Ivan Molina Allende para VIENTO SUR

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