Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente que ya existen y les han sido legadas del pasado Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852)

Este artículo está divido en dos partes muy diferenciadas. En la primera he tratado de dar mi opinión sobre algunos problemas teóricos surgidos del proceso de degeneración de la revolución. En particular la crítica a la teoría del socialismo en un solo país. En la segunda parte, me he centrado en el desarrollo de los acontecimientos que tuvieron lugar en 1921 desde un punto de vista crítico. Por último, hay una breve reflexión sobre el papel de la Revolución de octubre y los revolucionarios.

Estado, burocracia, socialismo

1.- No se puede entender la trascendencia histórica de la revolución rusa en octubre de 1917 y mucho menos los debates interminables que ha generado a lo largo de décadas, sin analizar el contexto mundial en que se dio este gran acontecimiento.

La crisis revolucionaria en la Rusia zarista con el desarrollo de la guerra, formó parte de una crisis más general del mundo capitalista y fundamentalmente en Europa. Los países en guerra se vieron arrastrados hacia el abismo lo que provocó una conmoción de la civilización occidental. Una situación que se repetiría treinta años más tarde cuando las tropas de Hitler invadieron Polonia y se desencadenó la II guerra mundial.

Pero para el movimiento obrero revolucionario había una gran diferencia entre la primera y la segunda guerra. Mientras los años posteriores a 1914 las clases trabajadoras podían derrotar al capitalismo en los países más avanzados; a partir de 1945 –con el fortalecimiento del comunismo oficial en la URSS– éste, pactó la estabilidad mundial con las potencias vencedoras. En 1917 la revolución rusa abrió un camino hacia la revolución europea, sin embargo las derrotas de Alemania (1919, 1921, 1923), de Hungria, Polonia, etc; lo cerraron definitivamente.

2.- El resultado del aislamiento de Rusia fue una nueva formación social que Lenin definía como “capitalismo de Estado” y en otras ocasiones como “Estado obrero con rasgos burocráticos”. Como veremos más adelante, los bolcheviques, se encontraron con dificultades máximas: la guerra civil, el hambre, la dureza de los inviernos, los desabastecimientos, la desorganización de todo el Estado; las continúas conspiraciones de todo tipo de grupos, etc. Sin embargo lo que vamos a mantener aquí es que hubo un corte histórico, una discontinuidad entre el estalinismo triunfante a partir de los años 30, y el período revolucionario (1917-1923). Tenía razón Trotsky cuando caracterizó el régimen político de la URSS como bonapartista y burocrático. Un Estado a medio camino entre el éxito de Octubre y el triunfo del Termidor que representó la burocracia. El corte histórico entre uno y otro, no suprime ni nos exime de ser profundamente críticos también con el primer período. Sin embargo no considero equiparables esos errores con la construcción de un sistema burocrático. El estalinismo fue un Estado de terror institucionalizado que supuso un retroceso terrible para la sociedad rusa en su conjunto y para el movimiento revolucionario internacional:

Según el informe de Kruschev al XX Congreso del PCUS, de los 139 miembros titulares del comité central elegidos en 1934, fueron asesinados 98, principalmente entre 1937 y 1938; de los 1966 delegados elegidos en el XVII Congreso del PCUS, fueron detenidos 1108. Entre 1937 y 1938 hubo aproximadamente entre 950.000 y 1,2 millones de muertos por represión, la mayoría fusilados. La magnitud que alcanzó la represión a lo largo de la historia del régimen soviético puede verse con los siguientes datos: desde 1921 y hasta su desaparición, los sentenciados por motivos políticos habrían sido 6 millones de personas, de las cuales entre 3 y 3,5 millones habrían muerto fusiladas o en los campos de detención. (Datos citados por Rolando Astarita en Trotsky y el giro de 1928 de los informes de Ellman 2002 y Rosenfielde 1996).

3.- Ese nuevo Estado resultante fue caracterizado por Trotsky como “obrero y burocrático” y a los nuevos dirigentes como “una casta”. Trotsky mantuvo esa caracterización hasta su asesinato en 1940. Sus grandes obras como La revolución Traicionada o Stalin el gran organizador de derrotas, son aportaciones al marxismo del mismo nivel, por ejemplo, que El 18 Brumario de Luis Bonaparte de Marx, o El Estado y la revolución de Lenin. Sin embargo, en mi opinión, tenían razón las corrientes “consejistas” o “libertarias” cuando decían que no había ningún contenido obrero y progresivo en el nuevo Estado. El mismo Lenin se dio cuenta cuando comprobó que los problemas no eran contingentes, sino estructurales y tenían que ver con el atraso milenario de esa sociedad rusa y el contexto internacional de derrotas. Lenin por supuesto, lo decía ya en 1918.

Fue Rakovski, amigo y compañero de Trotsky y una de las mentes más lúcidas de la oposición de izquierdas, quien en 1928 en una carta a su amigo puso el dedo en la llaga:

Más de una vez ha sucedido en la historia que el vencedor haya adoptado la civilización del vencido, si esta era superior. La cultura de la burguesía y de la burocracia rusa era miserables sin duda. Pero ¡ay! Las nuevas capas dirigentes le son aún inferiores.

Y aunque Rakovski no llegaba a la conclusión de que la nueva burocracia (¡1928!) era una clase, al menos, si señalaba que:

En el Estado proletario, donde la acumulación capitalista no se permite a los miembros del partido, la diferenciación es por lo pronto funcional, mas tarde será social. (C. Rakovski, Los peligros profesionales del poder).

La diferencia del análisis de Rakovski con el que tradicionalmente hizo Trotsky, es que la caracterización del nuevo Estado, no se determina por las relaciones sociales de producción en abstracto, sino por la clase o clases (o casta) que gobiernan el nuevo Estado. Esta diferencia no es un matiz secundario. La definición sobre la naturaleza de clase de ese nuevo Estado afecta a la estrategia revolucionaria. En ese sentido, no se trataría exclusivamente de luchar por una “revolución política” dejando intacta la economía; sino por una transformación global de todas las relaciones sociales y políticas de ese nuevo Estado.

Hubo otras corrientes, tanto en aquellos momentos como posteriormente, es el caso de los llamados “consejistas” o comunistas de izquierdas (Bordiga, Pannekoek, Mattick, etc), socialistas libertarias (Daniel Guerin) o anarquistas (Leo Volin); que al comienzo apoyaron la revolución pero tras distintas experiencias (debate sobre los sindicatos, la Cheka, la paz de Brest, y sobre todo Kronstadt), abandonaron ese apoyo y pasaron a criticar muy duramente la experiencia en el poder de los bolcheviques. Algunos de ellos incluso con acciones terroristas como fue el atentado contra Lenin en 1918.

4.- Para definir la teoría del socialismo en un solo país, Trotsky, utilizó dos palabras: utopía reaccionaria. Sin duda, con ello expresaba dos conceptos fundamentales. La imposibilidad de construir el socialismo en un solo país (y mucho menos un país atrasado como era la URSS) y, en segundo lugar, las consecuencias profundamente reaccionarias que iba a tener esa tesis tanto para Rusia como para el conjunto del movimiento revolucionario internacional. Hoy, ese debate nos puede parecer anacrónico, pero no es así. Los proyectos alrededor de teorías como “el socialismo nacional o socialismo de Estado” han resultado en las últimas décadas, proyectos bastante ruinosos tanto para esos países, como para la construcción de nuevas alternativas al capitalismo.

El carácter acientífico de la teoría del “socialismo en un solo país” (socialismo nacional o socialismo de Estado), radica en la incomprensión o la omisión de lo que significaba el capitalismo como sistema mundial (economía mundial) con relaciones sociales de producción predominantes.

La imposibilidad de organizar una sociedad socialista aislada, no en utopía en la Atlántida, sino en las condiciones concretas geográficas e históricas de nuestra economía terrestre, está determinada en diversos países, en diversos grados, tanto por la extensión insuficiente de ciertos ramos como por el desarrollo excesivo de otros. En su conjunto, esto significa justamente que las fuerzas de producción contemporáneas son incompatibles con las fronteras nacionales. (Trotsky, Stalin el gran organizador de derrotas).

Siendo el capitalismo un sistema global de producción de valores, es decir, de mercancías para el mercado mundial, es imposible abstraerse de la equivalencia con otros valores, con otras fuerzas de trabajo, con los precios establecidos o un comercio que transciende a los Estados. Las políticas nacionales que no tienen en cuenta esa realidad acaban capitulando a la ley del valor (como el que tira una piedra a lo alto y no sabe que le caerá en su cabeza), al final se darán cuenta que no pueden escapar a la equivalencia de la productividad del trabajo en un país y otro. Así se refería Trotsky cuando decía que –a pesar de los avances de la URSS– nuestra productividad del trabajo es todavía mucho más atrasada que la de los países adelantados. Y concluía diciendo que si los obreros alemanes conquistaran el poder (incluso muchos años después que Rusia), no solamente nos adelantarían sino que nos remolcarían para llevarnos a una organización socialista. Y agregaba:

La intervención armada (contra la URSS) es peligrosa. La intervención de mercancías a bajo precio viniendo después de los ejércitos capitalistas sería infinitamente más peligrosa… En tanto que la URSS permanece aislada, más aún, en tanto que el proletariado europeo va de derrota en derrota y retrocede, la fuerza del régimen soviético se mide por el rendimiento del trabajo, que en la producción de mercancías se mide por el precio de costo y el de venta. La diferencia entre los precios interiores y los del mercado mundial constituye uno de los índices más importantes de la relación de fuerzas. Ahora, le está prohibido a la estadística soviética tocar este problema. Esto se debe a que, a pesar de su marasmo y postración, el capitalismo posee aún una enorme superioridad en la técnica, en la organización y en la cultura del trabajo.” Y continuaba más adelante: “En la URSS la producción media del trabajo en cualquier fábrica metalúrgica , la producción de hierro colado y acero por obrero es tres veces inferior a la de los EEUU. (La Revolución Traicionada, 1938).

Es evidente que, transcurridas varias décadas de estos análisis, la experiencia de los acontecimientos de 1989 y 1990 demostraron que la teoría del socialismo en un solo país fue un fracaso estrepitoso. El derrumbe de la economía de los países del llamado “socialismo real” fue la demostración palmaria.

Antes de 1921

1.- Lenin escribió El Estado y la revolución con la hipótesis que la inmensa mayoría del proletariado urbano y una gran parte del campesinado pobre, apoyarían la construcción del socialismo. La revolución de febrero representaba en Rusia exactamente lo mismo que el primer año (1789) de la revolución francesa en cuanto a su contenido democrático.

La insurrección de octubre había sido una lucha relativamente sencilla si no fuera por las consecuencias posteriores. Después de vencer la resistencia dentro de su propio partido, Lenin, preparó al partido para el combate. Eligió el momento en que los Soviets se decantaban por una mayoría bolchevique. El factor militar también estaba asegurado en la medida que en el Soviet había una gran proporción de soldados.

Sin embargo, las contradicciones sociales se expresarían mas rápido de lo previsto. La primera de ellas consistía en que, mientras en el Soviet de toda Rusia, los bolcheviques dominaban por un 60%; en la Asamblea Constituyente que se celebraría semanas después, solo obtuvieron un 25,5% de los votos frente al 45% de los eseristas. Los socialistas revolucionarios (eseristas) eran el principal partido campesino.

Estos datos no nos pueden pasar desapercibidos. En ellos se reflejan una profunda contradicción social que se convertirá en política. Los bolcheviques tenían mayoría entre los sectores más conscientes del proletariado urbano, pero carecían de suficiente arraigo en el campo. Una prueba es que el programa de los bolcheviques en los primeros gobiernos revolucionarios en relación a los campesinos, fue una copia del programa de los eseristas; es decir, no la socialización del campo sino la “tierra para quien la trabaja”. Lo que por cierto, les costó durísimas críticas por parte del ala de izquierda de su partido y de Rosa Luxemburgo.

A lo largo de la historia esa contradicción (campo y ciudad) se pondrá una y otra vez sobre el escenario de operaciones tanto en lo político como económico y, sin duda, también en lo militar. El conflicto entre el campo y la ciudad se plasmará en numerosos hechos: el abastecimiento de alimentos a las ciudades y las requisas, el desarrollo tecnológico en el campo, los precios, las crisis migratorias hacia las ciudades o el reclutamiento forzoso de campesinos para organizar el ejército rojo en la guerra civil. Todas esas contradicciones van a suponer crisis cíclicas muy graves que, con la colectivización forzosa, conducirán a una guerra civil soterrada entre el campo y el partido comunista que en los años 30 costará millones de muertes.

2.- El período que va desde 1918-1920 se conoce como el “comunismo de guerra”. La actividad se concentrará en un esfuerzo militar ingente que absorbe los principales recursos humanos y materiales. En realidad el Estado como tal ha desaparecido o se encuentra en una situación de tal precariedad que prácticamente le sustituye el partido y sus cuadros más importantes. El intento de llegar a una paz justa con Alemania ha sucumbido ante la nula voluntad de estos por negociar. El gobierno revolucionario se ve obligado a firmar la paz de Brest Litovsk que le supone perder una parte considerable de su territorio occidental (Ucrania). En el seno del gobierno se desencadenan tremendos enfrentamientos tanto con los eseristas de izquierda como entre los propios bolcheviques (Bujarin encabeza esa disidencia del ala izquierdista).

A finales de 1918 y comienzos de 1919 todos esperan la victoria de la revolución alemana y con ella, la “salvación de la revolución rusa”. Pero dicha victoria no se produce, al revés, la Liga Espartaco es derrotada y sus principales dirigentes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht asesinados. El panorama es desolador. La revolución de octubre ha quedado aislada del mundo porque también son derrotadas el resto de revoluciones europeas y las tropas del ejército rojo fracasan en Polonia en 1920.

No obstante el esfuerzo descomunal que ha hecho la joven república de los soviets tiene su premio con el triunfo en la guerra civil, frente a los 14 ejércitos blancos de varias potencias imperialistas comandados por Kolchak y Denikin. Trotsky se ha puesto al frente de nuevo ejército rojo que en sus inicios solo contaba con 10.000 guardias rojos, pero en el momento de la mayor movilización cuenta con unos efectivos de 5.000.000 mujeres y hombres.

La guerra pasa una dura factura. Según el historiador británico E.H. Carr las fábricas, los campos y las ciudades se vacían. Moscú perderá en dos años el 44,5% de la población que tenía en 1913, y Petrogrado el 47%. El hambre y los inviernos mas duros de lo normal llegaron a provocar hasta casos de canibalismo en el campo.

Los niveles de producción en la industria han caído en picado. Como hemos comentado anteriormente, hay períodos donde la inflación hace inútil el uso de billetes o moneda; se pasa a una economía de trueque. En 1913 había 11 millones de obreros industriales y hasta 1921 no se llegará a 6,5 millones y 8,4 millones en 1923 (según los datos del historiador y economista Alec Nove). La famosa fábrica de Putilov que había sido la cantera revolucionaria frente al zarismo y empleaba a 40.000 obreros antes de la revolución, solo contaba con 7.000 en el período de la guerra civil según nos describe la revolucionaria anarquista Emma Goldman en sus memorias sobre Rusia.

Siguiendo nuevamente el hilo de Alec Nove, no se llegó a restaurar el comercio y el transporte de mercancías hasta después de 1920. Solo a partir de la NEP (Nueva Política Económica) de la que hablaremos más adelante, se empezará a pagar en rublos, establecer la relación con el oro y se creará un Banco Nacional cuyo primer dirigente será el bolchevique Sokolnikov.

3.- Toda esta situación va a coincidir con la conversión o transformación del partido bolchevique. De un partido de militantes abnegados se pasará a un partido de funcionarios al servicio de los intereses del Estado. Un cambio en la composición política pero también social donde se incrementa el número de personas de origen no proletario. El historiador trotskista Pierre Broué lo cuenta en su libro sobre El partido bolchevique, cuando habla de un cambio cualitativo del partido. Muchos de los viejos cuadros han muerto en la guerra, miles y miles de obreros que protagonizaron la revolución también han perecido. Además, para su desgracia, el partido comunista es el único partido legal en toda Rusia, el resto están prohibidos, sus dirigentes en la cárcel, en el exilio o muertos.

Pero la nueva etapa también es una oportunidad para los arribistas, los oportunistas y los desaprensivos. Con la crisis ha crecido el mercado negro y los acaparadores de alimentos, pero también aquellos individuos que buscan en el partido ventajas y privilegios. Pierre Broué dice que el partido que no contaba más que con unos miles de militantes en octubre, tiene en 1919 250.000 miembros, en 1920 ya cuenta con 600.000 y en 1921 con 730.000; es decir, mientras los tejidos sociales se reducían, el aparato del partido se inflaba de manera desproporcionada. Posteriormente esa cifra iría cayendo pero al contrario de lo que podamos suponer; las nuevas depuraciones no son contra los arribistas, sino contra viejos bolcheviques o nuevos militantes que simpatizarán con los opositores. Serán expulsados, a partir de 1923, miles de militantes acusados de trotskistas, zinovietistas, y después bujarinistas.

4.- Al mismo tiempo, el Estado de guerra permanente ha conducido a la adopción de medidas arbitrarias que, posteriormente, servirán de catapulta para la burocratización y la represión en la era de Stalin. Un ejemplo paradigmático pero no el único es la Cheka, una especie de tribunal inquisitorial con plenos poderes que arresta, juzga y fusila todo tipo de detenidos, desde saboteadores hasta disidentes políticos o líderes sindicales dentro del propio movimiento revolucionario. La Cheka o la represión no nacen a espaldas de Lenin, Trotsky, Bujarin, Zinoviev, Kamenev, Sverlodz, etc; sino a su amparo. Primero se justifica por las necesidades del momento, luego se valora su función y se tiende a hacer de la necesidad virtud (la dictadura revolucionaria de una clase frente a otra); finalmente –con los cambios futuros– se acabará convirtiendo en un aparato que vuela por si mismo aterrorizando a la población y marcando el régimen del partido.

A finales de 1920 el cauce del río de la revolución se iba secando poco a poco. Las condiciones objetivas tanto históricas como coyunturales: el aislamiento económico y político de la joven república frente al mundo y, en particular, con el proletariado europeo hizo el resto. Se preparaban así las condiciones para lo peor. El año 1921.

La crisis de 1921

1.- La anarquista Emma Goldman testigo de los acontecimientos de 1921, simpatizante en un inicio con los bolcheviques y su enemiga (tras los sucesos de Kronstadt) relata así en su libro “Mi desilusión en Rusia” como ella veía la nueva Rusia. Aquella ciudad donde unas décadas antes se había criado:

El Petrogrado que encontré en 1920 era un lugar bastante distinto. Estaba casi en ruinas, como si un huracán lo hubiera barrido por completo. Las casas parecían viejas tumbas rotas de descuidados y olvidados cementerios. Las calles estaban sucias y desiertas. Toda forma de vida se había apartado de ellas. La población de Petrogrado antes de la guerra era de dos millones de personas. En 1920, se había reducido a quinientos mil. La gente deambulaba como muertos vivientes. La escasez de comida y combustible iba minando lentamente la ciudad. La muerte sombría se aferraba a su corazón. Hombres demacrados y ateridos, mujeres y niños eran azotados por el mismo látigo, la búsqueda de un mendrugo de pan o de un poco de leña.

Han pasado algo más de dos años desde la revolución. En enero de 1920 el régimen soviético que había estado al borde ser derrotado militarmente, ha salido victorioso de varias batallas. Kolchak ha sido obligado a retroceder hasta detrás del Ural y Denikin es derrotado en Ucrania y rechazado en Crimea en noviembre de 1920. La guerra ha terminado.

A comienzos de marzo de 1921 se va a celebrar el X Congreso del partido. Un acontecimiento transcendental en la medida que todas las instituciones soviéticas o no soviéticas, o han desaparecido o se encuentra bajo la disciplina política de los bolcheviques. No es que no existan las disidencias o los conflictos, sino que directamente tienen que enfrentarse a la legalidad existente. La única excepción (que dejará de serla después del congreso), son las tendencias o fracciones al interior del partido.

La situación es crítica en las ciudades y en el campo. Los dos grandes centros urbanos e industriales, Petrogrado y Moscú, están en ebullición. Millares de obreros se han puesto en huelga para protestar por la situación económica y las incipientes desigualdades sociales entre miembros del partido comunista y el resto de la clase. En el campo, según cuenta Pierre Broué, se han confirmado alrededor de cincuenta levantamientos campesinos, entre ellos Ucrania con tropas fieles al anarquista Majnó. A la debilidad del gobierno se une esta oleada que amenaza con estallar en todo el territorio.

2.- Pero llegan noticias todavía más alarmantes. La flota de Kronstadt, cuerpo fundamental en las jornadas de febrero y octubre de 1917, ha hecho llegar al gobierno sus quejas y su malestar por la situación, así como la solidaridad con los obreros en huelga. Al frente de la rebelión están algunos anarquistas, mencheviques y eseristas de izquierdas así como también miembros de partidos de derechas. La plataforma que quiere negociar con el gobierno consta de quince puntos. Un bloque de ellos se refiere a las libertades democráticas, la libertad de los presos, los derechos y la necesidad de abrir los soviets; otros, a la libertad de comercio y permitir la producción individual o a pequeña escala del campesinado.

En esos momentos está reunido el X Congreso del partido bolchevique. Se decide mandar de intermediario a Kalinin pero las conversaciones fracasan rotundamente. Los bolcheviques exigen que depongan las armas. Los insurrectos dan un plazo hasta el día 7 de marzo para que se lleve a cabo la negociación. Esta, nunca se llevará a cabo. Zinoviev que es presidente del soviet de Petrogrado ha demostrado una capacidad nula para el diálogo. El Congreso mandata a Trotsky, como jefe del ejército, que ataque Kronstadt. El ataque se lleva cabo el 7 de marzo y al mando está un hombre de la máxima confianza de Trotsky: el general Tujachevski el militar con mayor prestigio dentro del ejército rojo.

La batalla dura diez días en las llanuras heladas de la fortaleza asediada. Cincuenta mil soldados del ejército rojo se van a enfrentar a los cañones de los marineros de la flota del Báltico compuesta por quince mil combatientes bajo el mando de Petrichenko. El saldo es horroroso. Unos diez mil soldados mueren o desaparecen en la heladas aguas por parte del bando bolchevique. Unos seiscientos en el bando de Kronstadt, a lo que hay que sumar unos dos mil quinientos presos que después serían fusilados; solamente se salvan unos mil quinientos que se fugan a Finlandia.

Más allá de los datos, la rebelión de Kronstadt, marcará un punto de inflexión en la revolución. Las aguas se van a separar definitivamente entre los bolcheviques y el resto. Las consecuencias políticas son aún mayores porque se va a iniciar un período de implacable persecución a los anarquistas en particular y al resto de sectores políticos en general. Dentro de las propias filas del partido se trata de cerrar la herida llamando a la unidad, a la que se sumará la Oposición Obrera de la que hablaremos más adelante.

3.- El análisis de Kronstadt ha sido y será uno de los temas recurrentes dentro de la izquierda. En mi opinión el cruce de críticas y acusaciones que mantendrán diecisiete años después dos viejos amigos como Trotsky y Victor Serge, es muy aleccionador. Trotsky defenderá hasta el final, que la posición de Lenin y suya era la más correcta.

El 15 de enero de 1938 escribe un largo artículo para New International titulado “Alarma por Kronstadt”, donde expresa su incomodidad con las críticas de Victor Serge y de otros sectores anarquistas. En principio defiende que el Kronstadt de 1921 ya no era el de 1917; los nuevos contingentes eran “insatisfactorios, indisciplinados e irresponsables en el combate...” Señala Trotsky, según las informaciones que le habían llegado. También que “no se conseguiría nada de ellos por bondad. Ellos especulan con ropa, pan y carbón...” Eso es lo que dicen al menos las fuentes bolcheviques. Y escribe:

Solamente una persona completamente superficial puede ver en las bandas de Majnó o en la revuelta de Kronstadt una lucha entre los principios abstractos del anarquismo y el socialismo de Estado. En realidad esos movimientos eran convulsiones de la pequeña burguesía campesina que deseaba, por supuesto, liberarse del capital, pero que, al mismo tiempo no aceptaba subordinarse a la dictadura del proletariado […] La rebelión de Kronstadt, por lo tanto, tenía un carácter contrarrevolucionario [...] Victor Serge, quien al parecer está tratando de elaborar una especie de síntesis del anarquismo, poumismo y marxismo, ha intervenido desgraciadamente en la polémica de Kronstadt. En su opinión, la introducción de la NEP un año antes, podría haber evitado el levantamiento. Admitámoslo. Pero este tipo de consejo, es muy fácil darlo después del suceso. (Trotsky).

Por su parte, Victor Serge, va a replicar a su mentor, aunque con tristeza, que le producirá un profundo desgarro en lo personal y en lo político. Transcribimos aquí una síntesis de sus posturas extractadas del libro de Victor Serge sobre la Degeneración de la URSS:

Hubiera sido fácil evitar la revuelta escuchando las quejas de Kronstadt, discutiendo y dando satisfacción a los marinos. El Comité Central cometió el error enorme de enviar a Kalinin, que se comportó ya como un burócrata incapaz y duro, solo supo amenazar, se hizo abuchear. Hubiera sido fácil, incluso cuando la batalla se hubo iniciado, evitar lo peor: era suficiente aceptar la mediación de Alexandre Berckman y Emma Goldman que tenían un contacto seguro con los insurgentes. Por razón de prestigio, por exceso de autoritarismo, el Comité Central se negó. En todo eso fue grande la responsabilidad de Zinoviev, Presidente del soviet de Petrogrado, que acababa de engañar a toda la organización del partido, a todo el proletariado de la ciudad, a toda la población, anunciando que el general blanco Kozlovski, se había apoderado de Kronstadt a traición. Hubiera sido fácil, más humano, más político y más socialista, después de la victoria militar conseguida en Kronstadt por Vorochilov, Dybenko y Tujachevski, no recurrir a la masacre[…] La masacre que siguió fue abominable […]. El episodio de Kronstadt a la vez plantea las preguntas sobre las relaciones entre el partido del proletariado y las masas, sobre el régimen interior del partido (la oposición obrera fue maltratada), sobre la ética socialista (todo Petrogrado fue engañado por el anuncio de un movimiento blanco en Kronstadt), sobre la humanidad en la lucha de clases y sobre todo en la lucha de nuestras clases. Finalmente hoy nos pone a prueba en relación con nuestra capacidad autocrítica. (Victor Serge).

El debate sobre Kronstadt nunca acabará porque en él, no solo se cruzan diferencias ideológicas o programáticas, sino análisis del hecho en sí y, por supuesto, la valoración del contexto histórico en que se produjo. Es muy sintomático que dos personas como Trotsky y Serge se encontraran en polos opuestos, irreconciliables. Para Trotsky era la vanguardia de la contrarrevolución y un episodio que debía ser suprimido con las armas. Para Serge, formaba parte de la protesta que se estaba gestando en aquellos momentos por parte de sectores de la clase obrera y los campesinos y, por lo tanto, se debía haber evitado; es decir, se debía haber negociado.

4.- Además de Kronstadt, el X Congreso, venía con un mar de fondo. Los principales dirigentes obreros y sindicales del partido bolchevique habían expresado duras críticas a la política que se estaba llevando en relación con el movimiento obrero y sindical. Hasta el punto de que se había constituido una plataforma llamada Oposición Obrera en donde estaban cuadros tan importantes como Kollontai o Alexandre Shiliapnikov. El debate ya venía madurando a lo largo de todo el año anterior en donde se habían puesto sobre la mesa importantes diferencias dentro del partido.

En esencia había tres grandes posturas. La de Trotsky y un grupo de viejos bolcheviques que defendían que los sindicatos tenían que ser útiles a la economía y al Estado. Por lo tanto, no se podían permitir huelgas mientras durase la situación de la guerra o de la catastrófica situación económica. Trotsky defendía la militarización de los sindicatos tal y como se había llevado a cabo la reconstrucción del ejército rojo al comienzo de la guerra civil. Ello derivaba también en el papel que deberían jugar los antiguos directivos o incluso antiguos propietarios. Los obreros durante esa coyuntura deberían entregarse a la reconstrucción de la economía socialista. En el lado opuesto estaba la Oposición Obrera que defendía la libertad de los sindicatos y su papel en defensa de los derechos de los trabajadores que no acababa con el triunfo de la revolución en octubre de 1917. Y, en medio de estas dos posturas, estaba la posición de Lenin que finalmente fue la que obtuvo más votos en el congreso:

  • 336 votos para la posición de Lenin y Zinoviev.
  • 50 votos para la posición de Trotsky y Bujarin.
  • 18 votos para la Oposición Obrera.

Lenin defendía dos ideas fundamentales. Por una parte que la sociedad rusa estaba aún muy alejada del socialismo y por lo tanto, el Estado era un tipo de Estado obrero con rasgos burocráticos. Lenin planteaba que lo que había en Rusia era un capitalismo de Estado”, y por lo tanto, los sindicatos obreros eran necesarios para que la clase obrera no fuera absorbida por la burocracia estatal; pero al mismo tiempo, reconocía el carácter excepcional de la situación, que exigía que de manera transitoria los sindicatos cumplieran en esos momentos un papel de educadores del socialismo hacia la clase obrera.

El resultado de este debate fue totalmente alterado por los acontecimientos de Kronstadt y de hecho, toda la Oposición Obrera, se desplazó hacia las posiciones oficiales para fortalecer la unidad del partido como se apeló dramáticamente en el Congreso.

5.- A partir de 1921 en el X Congreso se cambia de política económica. No es un cambio táctico sino estratégico. Aunque no fue motivada por la rebelión de Kronstadt, la NEP (Nueva Política Económica), seguramente cobró un impulso mayor. Algunos dirigentes del partido, en particular Trotsky y Lenin, ya venían anunciando la necesidad de hacer cambios en la política económica. Como hemos venido señalando, la situación social y los mecanismos del comunismo de guerra habían colapsado. Ello, les llevó a proponer un giro de 180 grados cuyo soporte más importante consistía en dar paso a una economía de mercado tanto en la ciudad como en el campo. Se intentaba restaurar un comercio interior y plantearse, en el futuro, el comercio exterior con otros países capitalistas. En cuanto al campo, se alentaba la producción privada tanto a pequeña escala como también, se restablecía la propiedad de algunos terratenientes. Las palabras finales de Lenin en el X Congreso había sido muy claras: solamente un acuerdo con el campesinado puede salvar la revolución socialista en Rusia hasta que la revolución haya tenido lugar en otros países.

Indudablemente, este giro no se llevó a cabo sin grandes luchas políticas dentro y fuera del propio partido, e incluso entre los grupos más dirigentes que veían con desconfianza una vuelta al capitalismo. Los debates económicos fueron muy complejos y las repercusiones políticas se dramatizaron como ya había ocurrido en el debate sobre el papel de los sindicatos. Como siempre, fue Lenin la persona sobre la que recayó el peso de reorientar a todo el partido y de ahí al conjunto de la sociedad. Su prestigio y autoridad, además de su capacidad táctica era inigualable. Así se refería Lenin a la NEP a finales de 1921:

El paso a la NEP llevada a cabo en la primavera, la retirada que hicimos... ¿ha sido suficiente para que detengamos el retroceso, para que nos preparemos ya a la ofensiva? No, esa retirada no basta todavía... Debemos reconocer que la retirada efectuada es insuficiente, que es necesario operar un nuevo retroceso, un movimiento aún hacia atrás del cual pasaremos del capitalismo de Estado a la reglamentación por el Estado de la compra, de la venta y de la circulación monetaria. ( Lenin, Obras completas, Volumen 23, pág. 91).

En realidad, la implantación de la NEP aunque no fue fruto de la improvisación, tampoco fue un proyecto definido de arriba hacia abajo con todo tipo de detalles. Los bolcheviques se vieron obligados a dar un giro pero, como ya les ocurriera con el comunismo de guerra, tampoco fue un modelo muy elaborado. Según la opinión de Alec Nove, los comunistas fueron modificando sus medidas por el camino, y pasaron del trueque al comercio con industriales o artesanos privados a escala muy reducida. La NEP fue un modelo de economía mixta donde el sector estatal seguía siendo predominante pero se abrió al mercado, al libre comercio y a la producción a pequeña escala.

Todo eso fue cambiando con el tiempo, pero no tanto sobre un proyecto estratégico, sino sobre los golpes de la realidad. De hecho, según Alec Nove, Lenin defendió tanto la versión de que era una retirada obligada y al mismo tiempo la necesidad de mantener la NEP a más largo plazo. Los debates sobre la NEP en el seno del partido, también nos recuerdan otras improvisaciones sobre la marcha como la política agraria al inicio de la revolución y las concesiones a los eseristas de izquierdas.

Pero más allá de estas consideraciones, la NEP fue útil para rescatar la economía soviética del marasmo. Empezó a sentar las bases de una nueva acumulación socialista como lo definiría Preobrazhenski. Tuvo efectos positivos sobre la industria y sobre la relación entre la ciudad y el campo y, sobre todo, le sirvió al partido bolchevique para consolidar su hegemonía política sobre el conjunto de la sociedad rusa. La NEP fue de menos a más y según cuenta el historiador E.H. Carr, tuvo su punto culminante en 1925.

Sin embargo todo ese desarrollo no fue lineal. Al comienzo la industria salió perdedora, como dice E.H. Carr: el obrero industrial se había convertido en el hijastro de la NEP. En 1922 se creó en Moscú la Bolsa pero también el libre comercio trajo una crisis financiera con una inflación galopante. Todo eso obligó a los dirigentes a acercarse aún más al funcionamiento capitalista. Se creó el Banco del Estado para regular los créditos y echar los cimientos de un sistema bancario. Y según relata E.H. Carr: a finales de 1921 una conferencia del partido decidió la fijación de la moneda (rublo) al patrón oro.

Unas breves reflexiones

Llegados a este punto, pienso que es necesario extraer algunas conclusiones sobre la coyuntura del trágico año 1921 del que ahora se cumplen 100 años.Los debates acerca de estos acontecimientos (Kronstad, la NEP, democracia y dictadura), han sido constantes en el movimiento obrero y revolucionario internacional. Descartando las interpretaciones directamente reaccionarias como la de escritores de moda hoy (Orlando Figes) o las falsedades del estalinismo en los Partidos Comunistas (trotskismo y anarquismo igual a contrarrevolucionarios); se hará necesario un balance objetivo alejado de las pasiones de unos acontecimientos que, todavía en el siglo XX, eran recientes y tenían connotaciones políticas. Hoy, sinceramente, pienso que ya no es así, la distancia en el tiempo creo que ayuda a valorar con mayor objetividad las cosas del pasado.

Cada vez más, tengo la convicción de que la “excepcionalidad” de la revolución rusa en cuanto a los sucesos que la acompañaron, no es tal. Las revoluciones más importantes y que han tenido un gran impacto en la historia; se vieron azotadas por períodos de guerra civil, tal fue el caso de la revolución inglesa en 1642; la revolución americana en 1765; la revolución francesa en 1789, la Comuna de París en 1871; o la revolución española en 1936. En todas ellas hubo guerra y ferocidad sin límites. La diferencia no está en cuanto al grado de violencia sino al uso institucionalizado de esa violencia, que un solo partido ejerce desde el poder contra el resto, violencia y represión contra los contrarrevolucionarios; pero también contra el conjunto de los partidos y de la sociedad que no acepta el monopolio del poder o las medidas que emanan desde ahí y que durante el período prerrevolucionario han compartido las mismas luchas y sufrimientos.

El problema reside cuando la excepcionalidad se transforma en norma, lo que iba a ser puntual se cronifica y los protagonistas hacen de la necesidad virtud, como vimos no pocas veces por parte de los líderes revolucionarios del bolchevismo, pero no solo ellos, también de los jacobinos o del ejército de Cromwell.

En ese sentido creo que las críticas, en un primer momento, de Rosa Luxemburgo en el año 1918-19 eran, en su mayoría, completamente adecuadas. También lo eran las críticas de los opositores internos de las corrientes centralismo democrático u oposición obrera. También lo eran las críticas de Victor Serge o de sectores libertarios que, en los primeros momentos, estuvieron volcados en el apoyo a la revolución. Por eso mismo, también nos parecen correctas las posiciones de la Oposición de Izquierda encabezada por Trotsky, Rakovski, Preobrazhenski, Smirnov, Piatakov, y un largo etcétera de revolucionarios que, después, pagaron con su vida esa lucha. Hay que estar muy ciegos para no ver la continuidad entre unas críticas y otras; o bien, hay que estar muy cerrados a la autocrítica para no reconocer que no solo el contexto mundial e interno permitió la burocratización de la URSS, sino que también ayudaron los graves errores que se cometieron desde el poder desde 1918 hasta 1923.

Creo que la persona que fue más consciente de estos errores no fue Trotsky sino Lenin. No hay mas que ver la amargura de sus últimas cartas y su propio testamento político. Y creo también que, a pesar de la importancia de las personalidades en la historia, tenía razón Krupkaya cuando dijo unos años más tarde que si Lenin hubiera seguido vivo después de 1923, también hubiera terminado en la cárcel o asesinado por el estalinismo como el resto. En ese sentido, el proceso objetivo de la contrarrevolución y las derrotas era mucho más fuerte; era el motor principal de lo que sucedió más adelante. Y en un marco, como decíamos antes, los errores también existieron y jugaron un papel perfectamente reconocible.

No es por casualidad que la corriente política heredera de Trotsky, la Cuarta Internacional, pese a no hacer un balance tan explícito como el que he señalado arriba, a lo largo de los años posteriores pusiera el acento en la necesidad de la democracia obrera y socialista. Creo que la evidencia de una sociedad totalitaria y las posteriores sociedades poscapitalistas en Europa o Asia fueron suficientes para entender que ese nunca podía ser nuestro modelo, ni siquiera agregando la palabra “democracia”, que el problema residía tanto en el modelo económico como político porque lo fundamental era que la clase obrera no estaba en el poder y que una casta burocrática hablaba en nombre de ella.

La sociedad por la que hemos luchado y lo seguiremos haciendo no debería ser una economía estatal más un poco de democracia. Eso es una caricatura no solo del socialismo, sino incluso de una sociedad nueva que trate de avanzar hacia él con todas las dificultades posibles. La sociedad a la que aspiramos debe estar basada en otros valores tanto humanos como económicos. Es una sociedad donde el individuo cuenta más allá del Estado, es una sociedad donde iniciamos la emancipación de las cadenas que durante siglos y siglos nos han esclavizado al trabajo como productor de mercancías. A la vez aspiramos a una sociedad donde mujeres y hombres vivamos sin discriminación y por supuesto, intentando encontrar una nueva armonía entre los seres humanos y su entorno natural porque al fin y al cabo somos una especie más dentro del planeta.

Referencias

Pierre Broué. El Partido Bolchevique (Editorial Ayuso)

Bujarin y Preobrazhenski. La acumulación socialista (Editorial Comunicación).

E.H.Carr. La revolución rusa (Alianza Editorial)

Isaac Deutscher. Trilogía sobre Trotsky (Editorial ERA)

Emma Goldman. Mi desilusión en Rusia (Ediciones Viejo Topo).

Daniel Guerin. Marxismo y Socialismo libertario (Editorial Proyección)

Eric Hobsbawm. Historia del marxismo, volúmenes 7 y 8 (Editorial Bruguera).

Alejandra Kollontai. La oposición obrera (Editor Castellote).

W. Lenin. El Estado y la revolución (Editorial Crux) y Obras escogidas, volumen 3 (Editorial Progreso)

Rolando Astarita. Trotsky y el giro de 1928 (Blog)

Rosa Luxemburgo. La revolución rusa. (Editorial Castellote).

Alec Nove. Historia económica de la Unión Soviética. (Alianza Editorial).

Christian Rakovski. Los peligros profesionales del poder. (Editorial Fontamara).

Victor Serge. La degeneración de la URSS (Editorial Base)

León Trotsky. La revolución traicionada (Editorial Crux). Escritos 1937-8 (Editorial Pluma). Stalin, El gran organizador de derrotas (Editorial Yunke).

 

 

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