Escribo en caliente, pero quiero pensar en largo porque aún queda trecho. Ayer, 1-O. Mañana, huelga general. Pasado, República catalana. Es la tercera imagen que recordaré mientras viva. La del mayo-68, siendo un chaval, estudiante en Madrid. La de la Transición de los setenta vivida en la insurgente Euskal Herria y su Margen Izquierda vizcaína. Y finalmente, la del ahora mismo: la primavera catalana. Me recrearé con ellas y seguiré pensando hasta el fin que todo sigue siendo posible.

La democrática violencia constitucional del Estado español asaltó ayer colegios, secuestró urnas, abrió cabezas. Le molestaban las sonrisas, los cantos, la imaginación desbordada, la fiesta en la calle. Los carteles, pancartas, trípticos y charlas fueron tachados de apología de mil y un delitos; las democráticas votaciones en Ayuntamientos y Parlament, de pura sedición. Sobres, papeletas y urnas fueron perseguidas cual si fueran armas de destrucción masiva. El sagrado orden constitucional debía ser restaurado.

Oigo decir que el responsable de ese estado de excepción es el PP y su Gobierno. Se pide así la dimisión de Rajoy y se afirma que hay que echar al Gobierno. ¿Cómo negar u oponerse a esto? Nadie mínimamente demócrata lo puede hacer. Vale pues: ¡Qué dimita Rajoy!, ¡Echemos al Gobierno del PP! Ahora bien, con todo lo que ha caído, ¿es esto lo único que se puede decir?

El problema no es solo el PP y su Gobierno. Hay bastante más. El PSOE ha apoyado también plenamente su actuación, exigido la aplicación de la ley y el orden y aplaudido el envío de cuantos medios policiales hicieran falta para impedir el referéndum catalán. Sus franquicias PSC, PSE, PSN no se han salido tampoco de este guión. Y mientras aplaudían los procesamientos, las sanciones, la vergonzosa ocupación policial…, hablaban hipócritamente de la necesidad de dialogar. Querían el diálogo, sí, –también hablaba de esto Rajoy-, pero con un independentismo derrotado, postrado de rodillas, rodeado de procesos de sedición, de multas millonarias, de embargos de propiedades.

Hoy Sánchez habla de negociar. Pero si fuera coherente debería reclamar el archivo inmediato de todos los procesos abiertos contra la Presidencia y Mesa del Parlament, el Presidente y Consellers de la Generalitat y cuantas personas o instituciones hayan impulsado este referéndum. Porque no hacer esto, supone admitir un chantaje inadmisible. Hablar de diálogo y negociación sin exigir rebobinar lo anterior y poner el contador a cero supone convertirse en cómplice de una farsa inadmisible.

Hablar hoy de negociación requiere reconocer también, necesariamente, que la legalidad vigente no es tabla de ley o mandamiento sagrado alguno. Si después de lo visto en Catalunya durante este largo proceso, rubricado a hostias ayer mismo, la soberanía única española es principio y fin de todas las cosas, la negociación no sería tal, sino un trágala inaceptable. Si no se admite que el futuro está abierto (autonomía, federalismo, confederalismo, independencia…), sin condición previa alguna, el diálogo no será sino farsa. Por eso la baraja franquista no sirve, está marcada. Tampoco sus árbitros.

El PSOE no es parte de la solución, sino del problema. Fue él quien cepilló en Madrid el Estatut Catalán previamente aprobado por casi un 90 % del Parlament; quien se opuso en el Congreso a que la Ley de Referéndum fuera reformada para que Catalunya pudiera ser consultada sobre su futuro y quien rechazó igualmente que la reforma estatutaria de Ibarretxe, aprobada por el Parlamento Vasco, fuera siquiera tramitada en el Congreso.

La declaración del carácter plurinacional del Estado español en el último Congreso del PSOE es mero fuego de artificio. Ayer éramos nacionalidad. Hoy nos dicen que somos nación. Palabras huecas. Entre todas las naciones que dicen componen el Estado español, afirman a la vez que hay una que es más nación que otras y esa es España. España es la única que dispone de soberanía política para decidir su futuro, para hacer referéndum, para formular consultas. España es la única que puede tener Constitución, Ejército y Tribunal Constitucional. Para los demás quedan solo las sobras. Repito, el PSOE no es parte de la solución, sino del problema. Levantar estrategias políticas sin contar con esto es apostar por el fracaso… o tratar de encubrir un nuevo fraude.

Hay más. Bastante más. La responsabilidad del estado de excepción y la represión sobre Catalunya no es solo atribuible al Gobierno del PP y a la complicidad del PSOE. El problema va bastante más allá y tiene que ver con la propia conformación del actual Régimen español. La Judicatura, y en especial sus más altas instancias, no es un poder independiente sino que, tal como se ha revelado en las últimas semanas, es un mero correveidile del Gobierno. El actual poder judicial es herencia directa de toda la casta togada franquista, sostén de una dictadura genocida, y eso imprime carácter. De ahí que su más alto órgano, el Tribunal Constitucional, no contento en su día con el cepillado del Congreso español al Estatut catalán, lo trocease luego a conciencia quedando ya éste definitivamente irreconocible. Sus señorías son así.

¿Y que decir de esa Policía y Guardia Civil enviada por miles a Catalunya para imponer a mamporro limpio el orden constitucional? No me queda espacio ya para glosar este sabroso tema, pero digamos como mínimo que, más allá incluso que en la propia Judicatura, la termita franquista ha encontrado en esos cuerpos y jerarquías sus más preciado hábitat. ¿Lo dejo así o comienzo a hablar de cargas policiales, malos tratos, torturas,…?

No, el problema no es el PP y su Gobierno, que también lo son. Lo es el Régimen surgido de una Transición tramposa al que hasta hace bien poco se gritaba en las calles -¿quién ha ahogado aquel clamor?- “¡le dicen democracia y no lo es!”. Hay que echar el Gobierno, ¡sí!; hace falta diálogo, ¡por supuesto!, pero si todo se queda en reformas ajustadas a los parámetros constitucionales actuales, la solución será lampedusiana: se cambiarán algunas cosas para que todo siga siendo igual. Sin ruptura democrática no hay solución. Ayer, 1-O; mañana, Huelga General; pasado, República catalana. “Si jo l"estiro fort per aquí i tu l"estires fort per allá...” Siguiente estación: Euskal Herria.

2/10/2017

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