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El martes día 30 por la mañana Roger Torrent, presidente del Parlament y miembro de ERC, aplazó el pleno que debía investir Puigdemont sin advertir antes a JuntsxCatalunya y la CUP, que mostraron abiertamente su desacuerdo. Pero no se suspendieron las manifestaciones y concentraciones que habían organizado la ANC (pero no Omnium) y los CDR, en las que uno de los gritos más populares fue "Carles Puigdemont, el nostre president". La ANC disolvió su concentración después del parlamento de su vicepresidente, pero los CDR la continuaron y más tarde un numeroso grupo de personas logró entrar en el parque de la Ciutadella e ir hasta la entrada del Parlament donde se mantuvieron hasta la madrugada. Por la noche Puigdemont difundió un vídeo en el que insistía en que "no hay ningún otro candidato posible". Las tensiones dentro del independentismo son hoy, miércoles día 31, el gran tema de los medios de comunicación y las redes sociales.

No hay duda de que Carles Puigdemont es el candidato legítimo a ser presidente de la Generalitat, por ser el cabeza de la lista independentista más votada y por simbolizar la mayoría independentista obtenida en las elecciones del 21-D, a pesar de ser convocadas al amparo el artículo 155, con la autonomía suspendida, con miembros del gobierno y los líderes del ANC y Òmnium en prisión, y con el presidente y cuatro consejeros exiliados en Bruselas. Precisamente por ello el gobierno del PP, el Tribunal Constitucional y el Supremo ponen y pondrán todos los obstáculos posibles a su investidura.

Por eso, desde hace tiempo, la discusión dentro del independentismo ha sido como investir a Puigdemont evitando el bloqueo de las instituciones y la perpetuación del artículo 155. Ha habido varias propuestas y, a modo de ejemplo, cito esta de Vicent Partal : "Si una vez ratificado Puigdemont, el estado imposibilita jurídicamente el ejercicio de la presidencia, entonces creo que el bloque republicano debe actuar con imaginación y audacia. Y una posibilidad –seguro que hay más– es nombrar como presidente de la Generalitat interino una tercera persona, pero sólo a efectos burocráticos. Y actuar considerando Carles Puigdemont como presidente a todos los efectos, excepto en la burocracia".

Pero el sábado día 27 el Tribunal Constitucional puso las cosas más difíciles porque, si bien aplazaba la admisión a trámite del recurso del gobierno Rajoy pidiendo la suspensión del pleno del Parlament, dictaba unas medidas cautelares que obligan a Puigdemont, si quiere ser investido, a personarse en el Parlament después de haber obtenido el permiso del juez Larena, que le enviará a prisión con toda seguridad. Pero Puigdemont ha repetido muchas veces que quiere ser presidente, pero no preso.

El Parlament puede desobedecer al Tribunal Constitucional e investir a Puigdemont sin que asista a la sesión, pero después de las medidas cautelares del Constitucional ya se sabe que, no sólo no será aceptado como presidente por el Estado, sino que con toda probabilidad habrá nuevos presos: el presidente del Parlament y los miembros de la Mesa que hayan permitido la investidura, los diputados que están en libertad provisional y quizás otros. Y el artículo 155 continuará vigente.

Existe también la posibilidad de que el Parlament no sólo invista a Puigdemont, sino que decida implementar la República, empezando por activar las leyes de transitoriedad tal como propone la CUP. Pero este choque frontal es lo que JuntsxSí no quiso asumir tras el 1 y el 3 de octubre, cuando la relación de fuerzas con el Estado era mucho mejor. Ni el 10 de octubre cuando se proclamó la República y se suspendió a los pocos segundos; ni el 27 de octubre cuando se volvió a proclamar antes de aceptar de facto la suspensión de la autonomía y tomar el camino de la cárcel y del exilio. He explicado en otro artículo que aquello fue una derrota sin rendición, pero una derrota importante, los efectos de la cual se pueden ver ahora con más claridad. Actualmente, después de tres meses de vigencia del artículo 155, de la movilización de la opinión pública españolista en Cataluña, y de la consolidación del frente del 155 en todo el Estado, la relación de fuerzas es mucho más desfavorable que el 3 de octubre. Si se defiende que entonces se actuó bien rehuyendo el combate, no se entiende porque se debería afrontar ahora. Si se dice que ahora hay condiciones para afrontarlo, es que todas las explicaciones dadas por JuntsxCat y ERC por no hacerlo después del 3 de octubre eran mentira.

Actualmente los principales defensores de la opción Puigdemont o Puigdemont, además de JuntsxCat, son la ANC y la CUP. El secretario nacional de la ANC ha declarado: "La ANC cree que en este momento el resultado de las elecciones es muy evidente. Ganamos las elecciones y quien obtuvo más apoyo fue Carles Puigdemont. Por lo tanto, él debe ser el candidato a presidente. Es una restitución, que es lo que habíamos dicho desde un primer momento. Desde el 28 de octubre mismo. No aceptaremos otra propuesta... ". Carles Riera , presidente del grupo parlamentario de la CUP ha dicho: "Hoy hemos asistido a un acatamiento al TC que es incompatible con la defensa de nuestra soberanía... Por pragmatismo, la única salida es la desobediencia y la unilateralidad, porque la negociación con el Estado hoy por hoy es una quimera; el único pragmatismo es la firmeza". En ambos casos son declaraciones valientes y dignas de respeto. Pero en ambos casos se echa en falta un análisis de cómo afrontar el previsible choque frontal con el Estado.

Para muchos manifestantes de ayer día 30 por la tarde, convocados por la ANC y los CDR, Roger Torrent y ERC eran los malos de la película. Y es fácil darles la razón sobre el hecho de haber actuado unilateralmente, sin buscar el acuerdo con JxCat y la CUP. Pero también hay que averiguar si hay razones más de fondo. El diario Naciódigital explica algunas: "De hecho, ERC critica en privado desde hace semanas que JxCat se niega a negociar más allá de la restitución de Puigdemont. En la reunión de la permanente de los republicanos del lunes, la cúpula del partido lamentó que desconocían las intenciones del presidente catalán en relación a la vía para afrontar la investidura y que, en las conversaciones mantenidas hasta ahora, el entorno del presidente catalán se había negado a abordar los planes B una vez el intento de ratificar Puigdemont fuera previsiblemente anulado por el TC o cómo actuar una vez se conformara gobierno... "No hay manera de sentarse a hablar sobre el plan de gobierno y de qué hacer, de cuando debemos desobedecer y de cuantos tendrán que ir a prisión, hay un desierto después de la investidura", lamentan desde ERC, que se niegan a hacer como después del 1-O y "decir a la independencia y que después no haya nada"... Nos hacen un chantaje puro y duro y amenazan con forzar elecciones", lamenta un dirigente republicano que asegura que JxCat insinúa constantemente que no tiene miedo a unas nuevas elecciones, ya que cree que puede tener tiempo para articular mejor la candidatura y ganar más apoyos a costa de ERC, jugando más la carta de Puigdemont ".

Por último, hay que recordar que Puigdemont y JuntsxCat no son lo mismo que el PDeCAT (igual que éste no era el mismo que CiU) y que hay contradicciones, aunque se esfuercen en que no salgan a la luz. El artículo de Naciódigital citado antes explica alguna: "Artur Mas, hasta hace tres semanas presidente del PDeCat, y Marta Pascal, coordinadora general de la formación, son partidarios –en privado– de que el presidente se haga a un lado, pero no se lo han trasladado directamente ".

Josep Ramoneda ha hecho un descripción muy cruda de la situación: "Digamos las cosas por su nombre: la mayoría de los dirigentes independentistas saben que es inviable la reelección de Puigdemont. Y en privado todos dan por hecho que tarde o temprano habrá otro presidente o presidenta ". Los mensajes de Puigdemont a Comín, grabados ilegalmente y difundidos por Telecinco, indican que ahora él también es consciente de que no será presidente. Uno de los mensajes también dice que "esto se ha acabado"; en un tuit posterior lo atribuye a un momento de duda y afirma que no se arrugará ni se echará atrás. Probablemente ahora también sabe que esto no se ha acabado, pero que se debe hacer una reorientación en profundidad.

Quizás el aplazamiento decidido por Torrent, a pesar de ser criticable en el procedimiento, ha sido la piedra que ha roto el hielo y ha permitido que afloraran todas las discrepancias y discusiones escondidas. Quizás ahora se podrán discutir abiertamente y en profundidad. Y buscar los nuevos consensos que son necesarios.

La primera condición para no perder aún más relación de fuerzas es un acuerdo de las fuerzas independentistas para elegir un presidente efectivo a corto plazo. La primera opción que hay que intentar es Puigdemont; que lo sea desde Bruselas parece muy difícil, pero también podría decidir serlo aceptando la posibilidad de ir a la cárcel; y quizá se encuentre otra. Pero si la opción Puigdemont no es posible, hay que buscar otra de consenso, con la condición de que respete la dignidad del actual presidente y valore su sacrificio.

Pero tener presidente sólo es la primera condición. Para no retroceder más hace falta un plan de gobierno para recuperar la libertad, profundizar la democracia e impulsar un plan de medidas sociales. Un plan que signifique un cambio real de rumbo respecto a lo que vivimos antes del 1 de octubre y que permita ganar nuevos sectores populares para la República. Pero de este plan de gobierno no sabemos nada, a pesar de que es mucho más importante que el nombre del futuro presidente.

Y probablemente no veremos el cambio de rumbo que se necesita si la ANC, Omnium y los CDR no toman la iniciativa de empezar a definirlo y de buscar la unidad de acción y la colaboración con los movimientos sociales con el fin de ensanchar la base social republicana. Porque la República no surgirá de un gran acto a corto plazo, sino de muchos combates en los que habrá participado mucha gente que ahora es independentista y mucha que ahora no lo es.

31/1/2018

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