Estados Unidos ha retomado la ofensiva en Asia Oriental con motivo de la crisis norcoreana; en cuanto a China, ha perdido temporalmente la iniciativa. El imperialismo estadounidense está lejos de haber ganado la partida, pero ha marcado tantos significativos cuyo amplitud afecta a toda la región y bastante más allá; especialmente, por la aceleración en la carrera de armamentos nucleares que introduce. Las relaciones de fuerza geopolíticas están en constante evolución en esa parte del mundo.

Anunciado desde hace tiempo, en realidad, el reposicionamiento de Estados Unidos en el pivote de Asia-Pacífico no se produjo durante el mandato de Obama. Donald Trump ha empezado a desentenderse de esta región clave, retirándose de los acuerdos de libre comercio actualmente en negociación (la Alianza Transpacífica – TPP) dejando el campo libre a China que promete por su parte, con un cierto éxito, la Alianza Económica Integral Regional (RCEP).

Con la crisis coreana, Donald Trump ha retomado la iniciativa, esta vez en el plano militar, donde la supremacía estadounidense es más aplastante. El personaje es imponderable y su forma de abusar de los tuits o de las invectivas es al mismo tiempo inquietante y risible. Sin embargo, la lucha de gallos entre Trump y Kim no debe ocultar lo esencial: la ofensiva de Estados Unidos es seria, puede llevarse a cabo y comienza a tener profundas consecuencias.

En Asia Oriental se había establecido un punto de equilibrio conflictivo. Pekín tenía la iniciativa en el Mar de China del Sur gracias a su peso económico y a la ocupación militar del espacio marítimo. Washington, a su vez, controlaba el norte gracias a su red de bases y a sus aliados más o menos subordinados (Corea del Sur, Japón). Rusia, aunque es una potencia siberiana, se había mantenido al margen.

Semejante equilibrio solo podía ser temporal. Washington enviaba la VII Flota a navegar al borde de las islas artificiales construidas por China, mientras que al norte, Pekín enviaba aviones y barcos para responder a las pretensiones japonesas sobre el pequeño archipiélago de Senkaku/Diaoyu y probar la determinación de Estados Unidos. Ahora mismo, este equilibrio inestable se ha roto por la amplitud de la intervención de EE UU en la cuestión coreana, pero también por el toque de atención realizada por el pentágono en Filipinas.

El despliegue de la ofensiva USA

Las sanciones económicas. Hasta ahora, no han logrado ni doblegar a la dirección norcoreana ni abrir una crisis en el régimen. Washington ha subestimado constantemente la capacidad de resiliencia de Pyongyang. Durante el conflicto coreano de 1950-1954, Estados Unidos redujo el norte a polvo y multiplicaron los crímenes de guerra. La población no lo ha olvidado y, aunque vive en una grave pobreza, aún teme más una nueva agresión devastadora. Una élite social privilegiada se ha abierto paso y se ha modernizado dando una base social al poder autocrático – que se amplía además permitiendo desarrollar relaciones mercantiles entre los poros de la economía planificada. El nacionalismo etno-identitario forma un eficaz cimiento ideológico. Una represión preventiva sin fisuras impide la emergencia de una alternativa en el mismo seno del régimen.

Evidentemente, esto no ocurre porque las sanciones anteriores no han sido suficientes para que la ruptura se produzca pronto. Es una de las cuestiones “abiertas” planteadas por la evolución de la situación. La séptima serie de sanciones adoptadas por la ONU el cinco de agosto encaminadas a privar al régimen de mil millones de dólares (850 millones de euros) de ingresos anuales provenientes de las exportaciones, prohibe la creación de cualquier nueva sociedad mixta entre empresas extranjeras y norcoreanas; el bloqueo de todas las inversiones suplementarias a las que ya existen; el aumento de la cuota de trabajadores norcoreanos en el extranjero; la expulsión de los puertos de todos los países de los barcos norcoreanos que violaron las resoluciones de la ONU; la congelación de todos los fondos bancarios provenientes del comercio exterior de Pyongyang...

El 11 de septiembre, una nueva serie de sanciones fue adoptada en el Consejo de Seguridad de la ONU que, especialmente, incluyen el embargo parcial y progresivo sobre el petróleo y sus productos derivados (y es total sobre el gas natural). Esta vez sí, salvo excepciones, se prohiben todas las sociedades mixtas con sociedades norcoreanas y las ya existentes deben ser cerradas en 120 días. Washington toma medidas contra los bancos.

El ciberataque. En la época de Obama, se puso en marcha un programa de guerra electrónica especialmente dedicado a sabotear el programa nuclear norcoreano. Es probable que algunos “fracasos” (lanzamiento de misiles defectuosos...) se explique por eso pero no ha impedido considerables progresos en el desarrollo de las capacidades norcoreanas en esa materia.

La presión militar. Washington ha mantenido una presión militar constante contra Corea del Norte, en particular, mediante las grandes maniobras navales desarrolladas conjuntamente con la armada de Sur anualmente. Ya hace varios años, se constituyó una unidad de élite surcoreana para encargarse el asesinato de Kim Jong-un. Esta presión no ha dejado de ser reforzada con actividades de una base submarina en la isla de Jeju, el envío a la zona de un portaaviones, el despliegue de baterías de escudos antimisiles Thaad, en fin, el sobrevuelo de bombarderos en formación de las zonas costeras norcoreanas, lo que no se había producido desde los años cincuenta.

La variada ofensiva de Estados Unidos no ha hecho más que confirmar, a ojos del régimen norcoreano, que su supervivencia dependía de su capacidad ofensiva nuclear. Y no se ha doblegado.

Sin embargo, la política de Washington ya ha dado frutos en Corea del Sur, Japón, China, Filipinas y, de forma general, en el espacio geopolítico asiático.

La apuesta surcoreana: Corea del Sur es una pieza clave del dispositivo regional de Estados Unidos. Sin embargo, las elecciones del 9 de mayo pasado supusieron un duro revés para Donald Trump. Después de una inmensa movilización ciudadana que ocupaba el espacio público, notable por su amplitud y su duración, el régimen (extrema derecha, heredera de las dictaduras de antaño) fue derrotado en las urnas. La población dio mucha más importancia a los temas internos (escándalos de corrupción, represión...) que a las tensiones militares de la región. La política bélica de Estados Unidos era, a sus ojos, un asunto de Trump, no suya.

El nuevo presidente, Moon Jae-in, pertenece a un movimiento político bastante importante en Corea del Sur que no rompe con los cánones del neoliberalismo, pero concede gran importancia a la cuestión nacional, es decir, a la reunificación del país mediante la negociación (su partido está considerado de centro izquierda). Moon se había opuesto al despliegue acelerado de baterías de misiles Thaad en suelo surcoreano y, desde su elección, ha defendido la apertura del diálogo con Pyongyang. Se ha topado con la negativa rotunda de Kim Jong-un, lo que ha hecho perder todo el crédito a su iniciativa diplomática. En estas condiciones y frente a la espiral de provocaciones y contra-provocaciones nucleares y militares entre Kim y Trump, ha entrado en vereda.

La hostilidad a la política de agresión estadounidense probablemente permanece profunda en la población surcoreana. El presiente Moon acaba de decidir una ayuda humanitaria para la población del norte de 8 000 millones de dólares; un gesto que tiene una dimensión política. Sin embargo, las condiciones para actuar del movimiento anti-guerra son ahora mucho menos favorables que en mayo último.

Una oportunidad para la derecha japonesa

El mismo problema se plantea hoy para Japón. La derecha militarista en el poder quiere acabar de una vez por todas con la cláusula pacifista de la Constitución pero la mayoría de la población se opone a esta revisión. A partir de ahora, misiles norcoreanos sobrevuelan periódicamente el archipiélago (sin embargo, sin provocar pánico).

El Primer Ministro Abe Shinto decidió disolver la Cámara de Representantes y convocar nuevas elecciones legislativas. No tenía necesidad de hacerlo, porque contaba con un mayoría de dos tercios en las dos Cámaras. Su cálculo: aprovechar la situación presente para revalidar en 2018 su mayoría y garantizar así su mantenimiento en el poder hasta 2021 (y de paso, hacer olvidar los escándalos de favoritismo que salpican a su esposa).

Abe corre pocos riesgos decidiendo unas elecciones anticipadas. La oposición está dividida. El único peligro podría venir de una nueva formación política, El Partido de la Esperanza (lanzado por la señora Yuriko Koike, gobernadora de Tokyo, que se refiere al ejemplo de... Emmanuel Macron). Actuando rápido, Abe Shinto no le da tiempo de crecer.

Las relaciones de Japón con Estados Unidos son complejas, siendo Tokyo el principal aliado de Washington en la zona (albergando sus más importantes bases militares) y al mismo tiempo una potencia potencialment competidora. Sin embargo, por ahora, Abe Shinto da su apoyo a Donald Trump y afirma que cualquier diálogo con Pyongyang sería inútil.

Toque de atención en Filipinas

El presidente filipino, Rodrigo Duterte, elegido en mayo de 2016, ha denunciado con fuerza el control de EE UU sobre el archipiélago insultando a Barak Obama. Se ha acercado a China (haciendo un guiño a su capacidad de inversión), después se ha abierto a Rusia. La crisis que sacude la isla meridional de Mindanao 1/ le dio ocasión a Washington de recordarle discretamente que no se cambia de aliados como de camisa.

En mayo último estallaron violentos combates en la ciudad musulmana de Marawi entre las fuerzas gubernamentales y los movimientos islamistas yihadistas, provocando una gran crisis humanitaria que dio ocasión a Duterte para imponer la ley marcial en toda la isla de Mindanao. Un estado de guerra rampante que dura hasta el presente. Estados Unidos suministraron, en función de acuerdos de defensa en vigor, una variada ayuda al ejército filipino -cuyos oficiales van a las academias militares de USA-: armamento, pilotaje de drones de observación, informaciones tácticas, consejeros armados sobre el terreno... Todo lo que ni China ni Rusia sabrán hacer hoy.

El régimen Duterte tiene rasgos dictatoriales (quizás hasta 13 000 muertos en un año en nombre de la “guerra a las drogas”). Su futuro es incierto. En cualquier caso, Estados Unidos acaba de reafirmar su presencia en la antigua colonia mientras que el archipiélago filipino ocupa un lugar estratégico en el Mar de China del Sur -un espacio en el que Pekín quiere consolidar su hegemonía. Los otros países de la zona no habrán dejado de notarlo.

China sin iniciativas

Por ahora China se muestra incapaz de retomar la iniciativa en la cuestión coreana. China sufre la situación. En el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, está obligada a votar, al igual que Rusia, un aumento enorme de sanciones contra Pyongyang. De este modo, todas las entidades económicas norcoreanas bajo suelo chino o aquellas en las que participan los norcoreanos, van a ser disueltas. Debe rendirse a la evidencia: su influencia en el régimen de Pyongyang es muy reducida por no decir nula. Si este último se hunde, corre el riesgo de ver un día al ejército estadounidense acampar en su frontera; una pesadilla.

Personalidades chinas lanzan señales de alarma por medio de los medias internacionales. Su argumento es simple: Corea del Sur es mucho más importante para China que Corea del Norte. Pyongyang perderá su pulso con Washington. Sin tardar, Pekín debe negociar con Estados Unidos un plan de intervención en caso de que el el régimen del Norte ente en una crisis abierta; en caso contrario, se encontrara fuera de juego y la respuesta a la crisis se hará en beneficio de exclusivo de EE UU.

Un problema es que estas negociaciones (secretas o públicas) exigen un clima mínimo de confianza que no existe y que , probablemente, no puede existir entre una potencia en ascenso (China)-que exige su lugar al sol- y una potencia asentada (Estados Unidos) que no quiere abandonar su preeminencia. Además, Washington puede apoyarse en una sólida red de alianzas interestatales, mientras que Pekín solo le puede oponer frágiles acuerdos puntuales con Rusia o con países sin peso estratégico.

China mantiene una fuerte capacidad de iniciativa en otros ámbitos y en otros lugares. Sin embargo, en el dossier coreano está en un dilema: apostar todo a la resiliencia del régimen de Pyongyang a pesar de lo que piense de su política, o esperar concesiones de EE UU al respecto, mientras está en posición de debilidad. No parece que Pekín haya hallado hasta hoy cómo abrir una tercera vía...

La racionalidad mortífera de Kim Jong-un

La responsabilidad histórica del imperialismo estadounidense en la crisis coreana es evidente 2/. La guerra de 1950-1953 no tenía nada que ver con la defensa de la democracia (el régimen por EE UU en el Sur era una dictadura) o el derecho de los pueblos a la autodeterminación; se trataba de oponerse al régimen maoísta y de evitar una auténtica revolución coreana.

Washington siempre rechazó firmar un tratado de paz con Pyongyang incluso cuando el régimen norcoreano estaba replegado sobre sí mismo (el “reino ermitaño”). El estado de guerra se mantuvo con las implicaciones mencionadas más arriba.

En el pasado (especialmente, bajo Clinton), los acuerdos diplomáticos limitados (de tipo ayuda energética contra el enfriamiento del programa nuclear) mostraron su eficacia; pero Washington dejó de respetarlos más o menos rápidamente. Este año, muchas voces autorizadas se han elevado para exigir a Donald Trump que abra negociaciones con Pyongyang, sin ser escuchadas. La crisis coreana permite a Estados Unidos retomar la iniciativa en Asia Oriental, al ejército USA reclamar un aumento de su presupuesto y a Trump hacer olvidar un poco sus deberes en materia interior. ¿Por qué privarse?

El régimen norcoreano, efectivamente, vive bajo amenaza y esta amenaza está hoy activa. A la vista de lo ocurrido a Saddam Hussein en Irak o a Gadafi en Libia, es lógico que Kim Jong-un haya llegado a la conclusión de que Estados Unidos solo respetan a los estados detentadores de armas nucleares. Como dicen muchos expertos, la elección de Pyongyang es racional; ¿Pero de qué racionalidad hablamos?

Kim Jong-un reinterpretó la concepción de la disuasión nuclear del débil al fuerte. Habría podido contentarse con una capacidad disuasoria respecto a Corea del Sur y Japón. Pero pretende amenazar directamente Estados Unidos. A pesar de los progresos realizados en lo que respecta a los misiles intercontinentales, en los aspectos técnicos de la bomba o el tamaño de las ojivas, aún está lejos de alcanzar la meta. En revancha, contribuye al relanzamiento de una carrera de armamentos general (de la que forman parte los escudos antimisiles) que restablece permanentemente la preeminencia de USA y tiene consecuencias deletéreas en el mundo entero .

Optando por la escalada nuclear, Kim Jong-un rechazó otra vía: apelar a las aspiraciones populares a la paz contra la política guerrera de Estados Unidos en la zona. Sin embargo, esta vía alternativa era posible y no era simplemente “en principio, justa”.Como prueba, la caída de la derecha revanchista en Corea del Sur y la elección de Moon Jae-in –incluso la fuerza del pacifismo japonés-; por no hablar de la fragilidad de Trump en EE UU. Desde el Pakistán y la India a Filipinas, existen movimientos antinucleares y anti-guerra. Con la crisis coreana habrían podido encontrar un punto de convergencia transasiático. Una ocasión preciosa porque movilizar conjuntamente movimientos de Asia del Sur, del Sur Este y del Este no es al algo fácil al tener cada país su propia historia.

En la ONU, 120 países adoptaron este año el tratado de la abolición de las armas nucleares. Todos estos combates continúan hasta hoy, pero se han debilitado por la política de Pyongyang.

La racionalidad de la política de Kim Jong-un remite a la naturaleza de su régimen autocrático, dinástico, etnonacionalista. La misma idea de llamar a la solidaridad internacional, de favorecer el desarrollo de los movimientos populares antiimperialistas, de construir amplias alianzas diplomáticas, de jugar con las divergencias internas en Estados Unidos... esa idea es, claramente, orgánicamente extraña.

Debemos denunciar el intervencionismo estadounidense, exigir el cese de su política guerrera, buscar que se imponga una desescalada inmediata, combatir para el desmantelamiento de sus bases y la retirada de sus fuerzas armadas. Para eso, ¡no es necesario presentar a Kim Jong-un como un héroe de la resistencia imperialista!

La fuerte apuesta asiática

Asia Central (o Media), Asia del Sur, del Sudeste, Extremo Oriente.., Mundo musulmán, indio, chino … Asia no existe como entidad histórica y esto es especialmente cierto, sobre todo, desde del siglo XX, en el plano geoestratégico. Allí se entrecruza todo aunque solo sea porque las fronteras de China se extienden de Corea a Kazajistán.

La competencia Estados Unidos – China se juega en todos los continentes y en todos los ámbitos, pero adquiere una densidad particular en el Asia.

Desde la implosión de la URSS, se han producido cambios de alianzas bastante espectaculares. Ayer, Washington y Pekín apoyaban de acuerdo Islamabad contra Nueva Delhi, respaldada por Moscú. Hoy, Estados Unidos privilegia India. Por su parte, China asegura su influencia en Pakistán con mayores inversiones ligadas a la construcción de un corredor que le dé un acceso privilegiado al océano.

En Asia del Sur, además de la lucha Estados Unidos – China, la competencia China – India es decisiva, de Sri Lanka a Nepal o a Afganistán.

India, China y Estados Unidos están hoy en competencia directa en Birmania, abierta recientemente a las inversiones extranjeras 3/

Asia del Sudeste está paralizada diplomáticamente por las divisiones entre los estados clientes de China (Laos, Camboya, Brunei) o Tailandia bajo su influencia. Vietnam se opone firmemente a Pekín; Malasia y Singapur que ocupan los espacios en expansión en el mercado mundial, pero sufren la presión económica china; el gigante indonesio que vive aún en el tiempo ideológico de la guerra fría...

Los equilibrios geoestratégicos en Asia son cada vez más inestables. Si China ha perdido por ahora la iniciativa en el este del continente, en revancha, lanza un proyecto gigantesco de expansión al sur y al oeste: el desarrollo de dos nuevas rutas de la seda (en referencia a las antiguas vías comerciales que unían Asia con Europa), la ruta marítima conduce a África y a Oriente Medio, la ruta terrestre a Kazajistán y a Europa Oriental.

Este proyecto solo está en fase inicial y es demasiado pronto para saber si se consumará efectivamente, pero simboliza el nivel de ambición de Xi Jinping.

¡Por la supresión de las armas nucleares!

Asistimos a dos movimientos contradictorios.

Por un lado, la carrera armamentística nuclear adquiere más fuerza. El impacto de la crisis coreana en China, lo ilustra. Hasta ahora, Pekín consideraba que la posesión de un número relativamente limitado de misiles y ojivas le permitían ser miembro de un club cerrado de potencias detentadoras reconocidas y aplicar la doctrina (perversa) de la disuasión del débil contra el fuerte.

El despliegue de las baterías de escudos antimisiles Thaad en Corea del Sur ha cambiado la situación. En efecto, su campo de acción cubre una gran parte del territorio chino y no solamente el norte de la península, neutralizando en gran medida el arsenal existente. En consecuencia, Pekín debe dotarse de una flota de submarinos estratégicos (al igual que Rusia) para distribuirlos por los océanos. Para ello debe modernizar sus submarinos y hacerlos menos ruidosos, modificar su sistema de mando, miniaturizar sus ojivas, etc. Todo ello no es evidente. Pero parece que la decisión ya está tomada. El caso norcoreano muestra también que la proliferación [nuclear] continúa más allá de los detentadores oficiales (está Israel, Pakistán, India...,¿mañana Japón?)

Si el arma existe, un día será utilizada, es una certeza. Estados como USA o Francia lo contemplan. La principal amenaza nuclear del mundo no proviene de Pyongyang y su microarsenal, sino de Washington, superpotencia en este camp. Escuchad a Trump...

La tendencia contraria está expresada en la adopción de la ONU del Tratado por la Abolición de las Armas Nucleares, hoy abierta a que lo firmen los estados pero boicoteado por las potencias 4/.

¿Quién ha oído hablar en Francia de este tratado? El consenso nuclear francés mata hasta la información. A excepción de algunos países (Japón...), la izquierda radical no ha invertido en el movimiento por el desarme, limitándose a peticiones de principios.

La crisis coreana podría ser la ocasión de un examen de conciencia por nuestra parte, preludio de una inversión política seria en una cuestión propiamente vital.

5/10/2017

http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article42145
Traducción viento sur

Notas:

1/ Pierre Rousset, ESSF (artículo 41406),Philippines: la bataille de Marawi, la crise à Mindanao et le rôle de la solidarité:
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article41406

2/ Ver Pierre Rousset, ESSF (article 41214),La crise coréenne et la géopolitique en Asie du Nord-Est : du passé au présent :
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article41214

3/ Pierre Rousset, ESSF (artículo 42024), Birmanie: la politique d"épuration ethnique à l"encontre des Rohingya, le régime birman et les enjeux géopolitiques:
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article42024

4/ ESSF (artículo 41871), ONU : Traité sur l"interdiction des armes nucléaires.

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