Uno se pasa años tratando de llamar la atención sobre las emisiones contaminantes de la aviación. Después, por fin, el asunto sale a la palestra, aunque de
la forma más perversa que cabe imaginar.

La contaminación generada por los aviones es un problema de calado. Contribuye de modo significativo al calentamiento del planeta, pero está excluida de
las negociaciones internacionales, como la conferencia que está celebrándose en París. Debido a ello, la expansión de la aviación prosigue sin que la
preocupación por el cambio climático le ponga coto. Esta exclusión es ridícula, entre otras cosas porque las emisiones de los aviones desempeñan un papel
particular en el calentamiento del planeta a causa de la altura en que se liberan y de los efectos multiplicadores del vapor de agua y otros gases que
emiten las aeronaves. Gases que a veces forman estelas de condensación en el cielo.

Yo debería estar encantado por el hecho de que ahora miles de personas se interesen por las estelas de condensación y sus efectos y denuncien a las líneas
aéreas que las generan. Pero no lo estoy, ni mucho menos. Las personas que más vociferan contra las emisiones de la aviación no se interesan en absoluto
por su contribución al calentamiento planetario, sino todo lo contrario. Muchos de los que denuncian la contaminación de los cielos consideran que la
ciencia del clima es parte del problema: una conspiración de las compañías, los estrategas militares y otros intereses espurios para controlar los cielos.

Hasta hace poco yo desconocía este movimiento, incluso cuando atrajo a gente que yo conocía. El rumor se ha extendido tanto que el gobierno, que no suele
responder a teorías de la conspiración, se sintió obligado este verano a publicar un informe que desmonta las tesis principales. Finalmente, cuando un
editor de una importante revista medioambiental me envió lo que llamó “un ensayo notable” con ánimo de convencerme de que me ocupara del tema, decidí que
ya no podía seguir haciendo caso omiso del asunto. El “ensayo notable” era pura basura: una retahíla de hechos inconexos hilvanados de manera que aparenta
constituir una narrativa coherente, pero que tiene que ver con la realidad tanto como un discurso de Donald Trump en un día aciago.

En la ciudad en que vivo, las calles están plagadas actualmente de pintadas en que se anuncia la página web www.look-up.org.uk. Me asomé a ella y leyendo lo que sigue, uno puede imaginar que he elegido un ejemplo
extremo, pero lamento decir que es representativo de los cientos de sitios web que propagan esas sandeces. Sigo encontrándome con personas por lo demás
inteligentes que parecen dispuestas a creérselas:

  • Los aviones no producen nubes, pero por otro lado vemos cómo las crean todos los días en el cielo.”

  • Tres megaempresas multinacionales controlan casi la totalidad de las compañías aéreas de todo el mundo. Han modificado los aviones para que
    esparzan productos químicos que no conocemos en nuestros cielos durante el vuelo

    .”

  • Grandes organizaciones privadas [están]... alterando nuestra atmósfera sin el conocimiento y el consentimiento de la sociedad.”

  • Pensamos que su plan demencial de bloquear el paso de los rayos del sol es innecesario, peligroso y no tiene nada que ver con la ciencia ni con
    nuestra protección, sino que pretende controlar el clima con fines económicos
    .”

Los efectos pueden apreciarse en todas partes. Los autores de la página web señalan que “prácticamente todo el mes de noviembre ha estado nublado… cubierto por un delgado velo ininterrumpido y translúcido de productos químicos esparcidos
por los aviones
.” Cielos nublados en noviembre: hum, sospechoso, por decirlo suavemente. ¿Que por qué lo hacen? Bueno, eso depende de la parte de la página web que uno
lee. En algunas secciones se afirma que las estelas de condensación (o “estelas químicas, chemtrails”) se usan para “manipular las cifras de CO 2”. Esto justificará entonces el rediseño masivo de la atmósfera. Según otras secciones, las estelas de condensación se emplean
directamente para rediseñar la atmósfera, utilizando productos químicos no especificados para cambiar el clima.

¿Quién se beneficia de este “control climático por motivos económicos” y por qué esos supuestos beneficiarios no se identifican claramente, pese a
que entre ellos figuran, por supuesto, “científicos bien pagados”? ¿Acaso no lo están siempre? Como todo el mundo sabe, los científicos nadan en
dinero, de ahí que tantos ejecutivos de compañías petroleras abandonan el cargo para cambiarlo por el mucho más lucrativo de profesor de universidad. Los
misteriosos benefactores de los científicos deben de ser sumamente poderosos, pues pergeñaron los atentados de París (“otra maniobra de despiste”)
para no dejar nada en manos del azar durante las negociaciones climáticas.

Todo confirma la tesis, incluso el escaso número de seguidores que ha logrado atraer la página web. Esto se debe a la función de Facebook –o Fakebook (fake
= falso, impostor), como prefieren llamarlo– en la conspiración: “Contratamos a varias personas entendidas para que analizaran el comportamiento y el alcance de nuestros posts, y concluyeron que se habían impuesto unas restricciones algorítmicas con el fin de limitar el alcance de nuestros posts a tan solo un puñado de gente, un pequeño grupo de suscriptores, que normalmente eran siempre los mismos.” ¿Qué otra explicación cabe imaginar?
Pues eso no es todo, ya que resulta que hasta los suscriptores están en el ajo: “También sospechamos de algunos, si no de todos los que están operativos y pinchan regularmente en el ‘me gusta" para que pensemos que tenemos un
público, mientras que casi ninguno ha leído siquiera el material
.”

Así que por un lado tenemos una amenaza real, medible y verificable, que procede de una industria identificable y que persiste gracias a la indiferencia y
el cortoplacismo de los gobiernos mundiales. Por otro, tenemos una conspiración atribuida a fuerzas ignotas e intereses no especificados, tan poderosas y
omnipresentes que incluyen desde Mark Zuckerberg hasta los terroristas de París. ¿Por qué parece que es más difícil despertar el interés por el problema
real que por el menos plausible? El problema real –el calentamiento del planeta causado por las emisiones de la aviación– nos exige actuar. Reducir
nuestros impactos exige volar menos, cosa que poca gente está dispuesta a hacer. Implica una batalla agotadora contra una industria poderosa y gobiernos
irresponsables. Supone leer documentos aburridos, asistir a reuniones tediosas y abordar un grado de complejidad política y técnica que para muchos resulta
repulsivo. Mucho ruido y pocas nueces.

En cambio, las teorías de la conspiración no son para nada aburridas. Dan sentido a lo que a veces aparece como un mundo sin sentido. Te dicen que te
encuentras entre los elegidos: consciente de un proyecto diabólico que otras personas (aborregadas o adormecidas, como suelen calificarlas las páginas web
conspiranoicas) son incapaces de ver o se niegan a reconocer. Te dicen que eres un guerrero solitario que combate un mal que por lo demás solo aparece en
las películas de superhéroes. Y si apenas nadie lee tu página web, esto solo demuestra lo importante que eres: ¿por qué si no las autoridades irían tan
lejos como para limitar tu número de seguidores?


También te exime de la responsabilidad de actuar. Claro que puedes sentirte impelido a crear una página web, tomar algunas fotografías, tal vez firmar la
extraña petición o incluso acudir a una o dos ruidosas manifestaciones, pero no necesitas cambiar nada, porque en algún lugar, dentro de tu cerebro, consta
la convicción de que en realidad no hay nada que cambiar. Consigues la gloria sin tener que esforzarte. Es posible que estas teorías también sean una
respuesta a cierta sensación de impotencia. En un mundo tan complejo, caótico y mal gobernado que sus peores apuros parecen a menudo irremediables, es
paradójicamente reconfortante creer que unos poderes divinos controlan todo, incluso si dichos poderes son malignos. Damos la espalda a realidades
incómodas creando irrealidades confortables, y al parecer no importa qué grado de irrealidad pueden alcanzar.

4/12/2015

http://www.theguardian.com/environment/georgemonbiot/2015/dec/04/the-contrails-conspiracy-is-not-just-garbage-its-letting-aviation-off-the-hook

Traducción: VIENTO SUR

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