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¡A Versalles!

La marcha sobre Versalles partió de París la mañana del día 3 bajo la presión popular, sin una verdadera preparación, convencidos todos de que la determinación y la ira frente a la agresión de la víspera serían armas suficientes para llegar hasta allí.

Cada batallón se agrupó en torno al general que era de su conveniencia, algunos ni siquiera bajo un mando, no teniendo la mayor parte de sus jefes conocimiento militar alguno, varios desprovistos de víveres, sin haber dispuesto provisiones de munición, sin apoyo de la artillería, sin reflexionar acerca de las dificultades del reto.

En el pueblo obrero dominaba una confianza ingenua y la ilusión de que se reviviría la marcha de los días 5 y 6 de octubre de 1789, convencidos de que los soldados de Versalles pondrían las culatas al aire ante sus hermanos parisinos.

 El plan contemplaba una marcha organizada en tres columnas: una, comandada por Bergeret, de 6000 hombres que saldría de la Porte Maillot y que se separaría al llegar a Mont Valérien hacia Puteaux por un lado y Rueil al otro ; y otras dos columnas desde la Porte de Varsailles, la primera, dirigida por Eudes en dirección a a Issy, Meudon y Chaville, y la otra comandada por Duval hacia Châtillon y Clamart.

Fracaso en el oeste

La primera columna se partió en dos al llegar al fuerte Mont Valérien, convencida de que de allí no iban a disparar. Luillier afirmaba que su comandante había prometido la neutralidad del fuerte, un fuerte que no había sido tomado mientras estuvo vacío desde el 18 de marzo. Divisaron un oficial ¿estaba en su puesto todavía, estaba realmente comprometido con la neutralidad? Los guardias nacionales creían que la Comuna ocupaba Mont Valérien. Después de haber dejado que los federales se aproximaran, desde el fuerte de Mont Valérien comienzan a ametrallarlos casi a bocajarro. El pánico rompió los batallones, los federados retornaron a París en desorden clamando traición. La confianza que habían depositado en su comandante se subvierte : ¡qué escándalo no saber si el fuerte de Mont Valérien pertenecía a la Comuna o a Versalles!

Los que salieron hacia Rueil antes del ametrallamiento continuaron su marcha, pero estaban desguarnecidos. Fueron repelidos por las tropas versallescas dirigidas por Gallifet. Tres guardias nacionales fueron pasados por las armas de inmediato, un capitán del 17º batallón, un sargento y un guardia.

El general marqués Gallifet, inmediatamente después de este asesinato, lanzó esta proclama justificando la masacre de los prisioneros :

Los bandidos de París han declarado la guerra. Ayer, anteayer, hoy, han asesinado a mis soldados.

Declaro una guerra sin tregua ni piedad a estos asesinos. Me he visto obligado a ofrecer un ejemplo de ello esta mañana, que resulte beneficioso. No deseo ser abocado de nuevo a tal extremo. No olvidéis que el país, la ley y el derecho están por consiguiente con Versalles y con la Asamblea Nacional, y no con esa grotesca asamblea de París que dice llamarse la Comuna.

El Comandante en jefe de brigada, Gallifet

Flourens reagrupó esta columna con un escaso millar de hombres y prosiguió hacia Rueil. Fueron bloqueados de nuevo, pero Flourens reusó entrar después de la desbandada. Desalentado por no haber podido impedir la dispersión de sus tropas, fue apresado por los versalleses. Conducido ante los oficiales, fue ejecutado, y un capitán de gendarmería le partió el cráneo de un golpe de sable. Su cuerpo fue transportado a Versalles y expuesto a la vista de sus habitantes.

3 avril.1Gustave Flourens, 33 años, Profesor, oficial militar                                                                  

Nacido en el seno de una familia de la alta burguesía intelectual, licenciado en letras y ciencias, obtiene a los 25 años el antiguo puesto de su padre en la Chaire de Historia natural de los cuerpos organizados. Pero él es ateo, materialista y antibonapartista, y la estigmatización del emperador no les resulta conveniente a los bien pensantes. Es obligado a abandonar su puesto, y parte a Europa. En 1866, participa en la insurrección cretense, es combrado embajador de Creta ante los griegos. Pero su campaña a favor del ateísmo lo obligará a abandonar este país, malmirado por los griegos y por Francia.

De vuelta a Francia en 1869, es condenado por haberse negado a disolver una reunión que él presidía. En estas reuniones, él defendía posiciones que oscilaban entre el racionalismo positivista y el romanticismo.

Rochefort le confía la firma de los asuntos militares en su periódico, La Marseillaise. Inculpado en el proceso de Blois, una oscura maquinación policíaca bajo pretexto de un complot contra la vida del emperador destinada a desembarazarse de sus oponentes, es condenado a seis años de prisión y a degradación pública.

Durante el Asedio (la Siège), es elegido por los cinco batallones de Belleville, y se le asigna el título de Mayor de las murallas (major des remparts).

Juega un papel decisivo en la insurrección del 31 de octubre pasado, con la ocupación del ayuntamiento a la cabeza de sus guardias nacionales. Encarcelado tras la intentona fallida, es liberado por un comando durante la noche del 21 de enero y se oculta en París.

Elegido para la Comuna por el distrito XIX (4.100 votos entre 11.282 votantes) y el XX (13.498 entre 16.792 votos), ocupaba su puesto en la Comisión militar a la que prestaba toda su energía y su competencia. 

Fracaso en el sur

Teniendo como toda instrucción de marcha “¡avanzad hacia adelante!”, 10.000 hombres dirigidos por Eudes salieron del Campo de Marte a las 3 de la madrugada. Avanzaron, pero rápidamente fueron bloqueados en Clamart. Frente al estallido de la fusilería, no disponían de artillería y les faltó munición. Sin refuerzos ni municiones, un oficial ordenó retirada hacia la explanada de Châtillon.

Los fuertes de Vanves e Issy que estaban bajo mando de la Comuna, mal provistos de municiones adecuadas, fueron incapaces de silenciar las baterías versallescas.

No era coraje lo que faltaba.

Los federados se batieron como leones, con la determinación y el heroísmo de quienes estaban convencidos de oponerse al triunfo de la reacción, a la puesta en cuestión de la República.

La ceguera del mando militar

 Esta marcha fue un fracaso completo en todos los planos, si bien los comunicados clamaban victoria contra toda evidencia.

A las 11:20 h., el Coronel Bourgoin escribió: “Bergeret y Flourens han cumplido su cometido. Ellos avanzan sobre Versalles. Éxito seguro”.

A las 14:00 h, se anunció que las tropas se habían protegido con eficacia frente al fuego del fuerte Mont Valérien, que no había ocasionado “ninguna pérdida apreciable”, y que dos columnas habían logrado franquear las líneas enemigas y se encaminaban a Versalles.

Testimonio. Catulle Mendès, 30 años, novelista.

(...) Desde la mañana temprano, se ha escuchado el cañoneo. ¡Ah! Ese estruendo que, durante el asedio, nos hacía palpitar el corazón de esperanza, sí, de esperanza, porque hacía creer en la posible libertad, ese ruido ha resultado sobrecogedor esta mañana! Me he dirigido hacia los Campos Elíseos. Realmente, París estaba desierto. En la plaza de la Concorde, hay algunos grupos. Me acerco a ellos; se habla de los asuntos referidos a los alquileres. ¡Ah ! Ciertamente, esos a quienes se mata en estos precisos momentos no pagarán a sus propietarios. A la altura de la rotonda, observo claramente a una muchedumbre bastante compacta alrededor del arco del Triunfo, y me topo con algunos guardias nacionales cansados que regresan de la batalla. Están cariacontecidos, andrajosos, polvorientos.

- ¿Qué ocurre ?

- Nos han traicionado —dice uno.

- ¡Muerte a los traidores! —dice otro.

Del campo de batalla, ninguna noticia es segura… Continúo mi camino… El alto en el que se asienta el arco del Triunfo está cubierto de curiosos: muchas mujeres y niños. Nos aferramos a los bornes, nos agarramos a los salientes del monumento, nos sujetamos a las esculturas de los bajorrelieves… Desde este observatorio, se puede divisar a una larga muchedumbre inmóvil y atenta que se alinea al completo en la avenida de la Grande Armée…

Pronto el tiroteo cesa por completo; es mediodía. Pero la batería de la muralla continúa su ataque a la rotonda de Corbevoie, y el fuerte de Mont Valérien lanza, uno tras otro, proyectiles sobre Neuilly. De pronto, una terrible espantada, que viene de la Porte Maillot, hace retroceder a la espesa multitud, y todo el mundo se dispersa, grita, escapa con gestos de pánico. Un obús, se dice, acaba de caer sobre la avenida de la Grande Armée. Alrededor del arco del Triunfo no queda nadie. Las calles vecinas bullen de gente que busca una protección. Después, poco a poco, se va ganando confianza, volvemos sobre nuestros pasos… a cierta distancia del teatro de los acontecimientos, se está mejor informado, al menos, la información es buena. La imaginación, lejos del lugar de los hechos, juega mejor.

Voy recogiendo cientos de noticias absurdas. Lo que parece cierto es que los federados han sufrido una derrota, no importante como tal, puesto que las tropas de Versalles han avanzado poco, pero, al fin y al cabo, se trata de un fracaso que tendrá consecuencias en las decisiones [que adopte[ de la Guardia Nacional. Se les había dicho : “el ejército no combatirá ; la líneas de infantería voltearán sus culatas al aire como en Neuilly, como hicieron en Montmartre”. Ahora, la Guardia Nacional, empieza a creer que el ejército luchará, y cuantos quieran repetir en alto que son solo los sargentos y los Zuavos quienes únicamente han atacado, ofrecen la sensación de que hablan de esta manera para darse aliento y hacerse ellos mismos ilusiones…

Hacia las 9:00h, unos cuantos miembros de la Comuna, envueltos en sus fajas consiguieron agrupar a los batallones que invadían París en desorden sembrando el terror.

Los parisinos y parisinas se mantuvieron firmes.

Apareció un llamamiento a los ciudadanos.

Ciudadanos, mujeres de todas las clases, ¡vamos a Versalles!

 Vamos a decir a Versalles qué es la Revolución de París.

Vamos a decir a Versalles que París ha organizado su defensa porque ha sido calumniada, engañada, y porque se ha querido desarmarla por sorpresa.

Vamos a decir a Versalles que es la Asamblea la que ha abandonado la legalidad, y que es París la que ha entrado en ella.

Vamos a decir a Versalles que el Gobierno es responsable de la sangre de nuestros hermanos, y que nosotros los responsabilizamos de nuestro dolor ante la Francia entera.

Ciudadanos, vamos a Versalles, para que París intente la última oportunidad de reconciliación.

Sin pérdida de tiempo.

Reunámonos hoy mismo a mediodía en la plaza de la Concorde, y tomemos esta importante resolución ante la estatua de Starsbourg.

 

                                                                                 Un ciudadano de verdad

Hacia las 3:00 h de la tarde, dio comienzo una manifestación de trescientas mujeres desde la plaza de la Concorde, precedida de una mujer que ondea una bandera roja. La columna marchó hacia la Porte Maillot, hasta la muralla, “para reunirnos con nuestros maridos que han salido hacia Versalles”. Fueron bloqueadas en las murallas.

La comuna reemplaza el mando militar

En la sesión de la Comuna hubo acalorados debates contra quienes, con su imprudencia, habían comprometido la suerte de la revolución. Gustave Lafrançais, indignado por esta desquiciada marcha, abandonó la Comisión ejecutiva de la Comuna y se unió a la comisión de trabajo y comercio.

Se puso en cuestión la responsabilidad personal de los generales que se habían dejado arrastrar por el aliento popular, queriendo ser más fogosos que lúcidos y eficaces.

La Comuna, habida cuenta de las faltas cometidas, decidió que Duval, Bergeret y Eudes, “retenidos lejos de París por las operaciones militares”, fueran reemplazados en la Comisión ejecutiva por los ciudadanos Delescluze, Cournet et Vermorel y que Cluzeret fuera el delegado en el ministerio de la guerra.

La Comuna les dirigió una cuidada carta para justificar su reemplazo:

A los ciudadanos Bergeret, Duval y Eudes 

Ciudadanos,

Tenemos el honor de comunicaros que con el fin de permitiros total libertad en la conducción de las operaciones militares que os han sido confiadas, la Comuna ha entregado al general Cluzeret la dirección de la administración de la guerra.

La asamblea ha juzgado que, dadas las graves circunstancias en que nos encontramos, era importante establecer la unidad en los servicios administrativos de la guerra.

La Comuna ha considerado igualmente indispensable reemplazaros provisionalmente en la Comisión ejecutiva de manera que vuestra situación militar os permita compartir los trabajos.

No tenemos necesidad de añadir que, al tomar esta doble decisión, la Comuna está lejos de desconsiderar o de debilitar su interés en vuestra situación como jefes de cuerpo. No veáis en esto otra cosa que la consecuencia de las necesidades del momento.

 Salud y fraternidad

 Paris, le 3 abril 1871

 Los miembros de la Comisión ejecutiva, Ch. Delescluze, Félix Pyat

En resumen

A causa de las operaciones militares emprendidas, las elecciones comunales que estaban fijadas para el miércoles 5 de abril, se retrasan.

 

La Comuna adoptó por unanimidad la faja roja, bordada en oro, como enseña de los funcionarios municipales.

En la sala de la calle de Arras, en la sesión de las tardes a las ocho horas, en el orden del día : capital y trabajo, medios prácticos de organización. Se hizo un llamamiento a todos los ciudadanos interesados en la mejora de las condiciones de vida de las clases trabajadoras. 

Los precios de los alimentos, más escasos cuando las puertas estaban cerradas, aumentaros. En los puntos de venta reinaba una gran animación. Para contener y ordenar el acceso de la multitud que se apretuja ante el almacén Potin en el boulevard Sébastopol, fue necesario colocar barreras.

Continuaba la total carencia de periódicos de la provincia.

El director general de las líneas de telégrafo, Sr. Pauvert, invitó a los jóvenes sin empleo, todos buenos ciudadanos, a frecuentar una escuela de telegrafía que acababa de ser abierta por la administración central para ayudar a reorganizar el personal de las diferentes oficinas de París, tan traidoramente desmanteladas por el gobierno de Versalles. El curso necesario para personas inteligentes no excedería de veinte horas, y se les ofrecería de inmediato un salario adecuado. La administración estableció la capacidad de los postulantes previo examen.

En la jornada del 3 de abril, Thiers pagó 500 millones a los prusianos, lo que le permitió hacer llegar refuerzos del norte. Mac Mahon fue nombrado comandante en jefe de todas las fuerzas militares encargadas de la defensa de Versalles.

La separación de la Iglesia y el Estado en la práctica

El ciudadano Blanchet fue avisado de que en el distrito 5º, tras el decreto, en los conventos se encontraban vehículos cargados de víveres dispuestos para a partir. Se ordenó requisarlos. El comisario, encabezando una compañía de la Guardia Nacional, se personó en el edificio de los jesuitas de la calle Lhomond donde estaba previsto un inventario. Después de haber recuperado las llaves con dificultad, anotó la desaparición de la caja y de la contabilidad. No pe abrir la biblioteca.

Rigault, de la comisión de seguridad pública, ordenó el arresto inmediato de cuantos se opusieran a la ejecución del decreto. Cuando los federados rodearon el edificio, un disparo desde el interior hirió a un centinela. La multitud quería arrasar con todo, y fue contenida por los guardias. El comisario detuvo a cuatro jesuitas y varios hermanos de la Compañía y los condujo a la prefectura.

Rigault procedió a interrogarles:

— ¿Cuál es su profesión?

— Servidor de dios.

— ¿Donde vive su Maestro?

— En todo lugar

Rigault, impasible, dicta a su secretario: “Escriba : Decoudray se dice servidor de un tal Dios en estado de vagabundeo”.

¿Es eficaz confiar la ejecución de este decreto a gentes que proceden con un aparato violento inútil?

Dos dimisiones en la asamblea de Versalles

Los señores Floquet y Locroy, que se encontraban en París desde el sábado, intentaron acudir a Versalles para presentar su dimisión ante el presidente de la Asamblea.

La estación de ferrocarril estaba cerrada y tras haber intentado, sin éxito, acercarse a Versalles en coche, los dos diputados tuvieron que regresar. Esta es la carta que tenían intención de remitir al presidente de la Asamblea de Versalles si hubieran podido llegar a esta ciudad:

 Sr. Presidente,

 Somos conscientes de haber hecho cuanto hemos podido para conjurar la guerra civil teniendo enfrente a los prusianos todavía armados en nuestro territorio. Juramos ante la nación que no tenemos responsabilidad alguna en la sangre que es derramada en este momento. Pero ya que, a pesar de nuestros esfuerzos pasados, y a pesar de los que estamos aún intentando para alcanzar una reconciliación, la batalla ya está desatada, y hay un ataque dirigido contra París, nosotros, en tanto que representantes de París, creemos que nuestro lugar no está en Versalles. Nuestro lugar está entre nuestros conciudadanos, es con ellos con quienes queremos compartir, como cuando el asedio prusiano, los sufrimientos y peligros que les están reservados. No tenemos otro deber como ciudadanos y conforme a la inspiración de nuestra conciencia que defender a la República amenazada. Ponemos de nuevo en las manos de nuestros electores el mandato que nos habían confiado, del que estamos prestos a rendir cuenta.

 Los representantes del pueblo presentes en París,

                                                                       Ch Floquet, Edouard Locroy

 

Extractos de un artículo de Jean Baptiste Millière, representante de la Seine en la Comuna

¿Quién podrá salvarnos?

El proletariado.

De la misma manera que hace ochenta años el régimen capitalista sustituyó al régimen feudal, de esta misma manera el trabajo absorbe hoy al capital.

Y cuando hablamos de trabajo, nos referimos a todas sus formas agrícolas, industriales, científicas, artísticas y comerciales.

Las dos antiguas clases, la nobleza y el Tercer Estado, se han dado cita para formar la burguesía, y de la misma manera, la burguesía ha de fundirse con el proletariado para constituir una sola clase, el pueblo.

Este será el rasgo distintivo de la Revolución en la que nos adentramos.

¿Está el proletariado francés desde ya en condiciones de dar cumplimiento a esta misión de regeneración?

En París y otras grandes ciudades, sí, el proletariado está suficientemente preparado para intentarlo con éxito. Pero en la mayoría de las ciudades pequeñas y, sobre todo, en los pueblos, aún es incapaz de eso.

Este es el gran obstáculo de la Revolución comunera iniciada en París.

Si esta Revolución destinada a regenerar al mundo se expandiera por toda la superficie de Francia, podría proceder desde la base; pero si desde se reservaba a cada comuna la facultad de organizarse a su guisa, en lugar de continuar la obra civilizadora la destruiría; en lugar de caminar hacia adelante, la sociedad francesa retrocedería hasta la noche de la Edad Media, y veremos producirse un fenómeno reaccionario más monstruoso que el que se manifiesta desde la elección de la Comuna.

 De aquí derivaban las dificultades que experimentó el Consejo de la Comuna de París. El asunto de la organización de la Comuna se plantó en ese momento en condiciones que no podían ser más desfavorables y que hacían imposible una buena solución.

Fuera cual fuere la manera como procediera la Comuna de París, estaba obligada a recurrir a medidas excepcionales para resistir los ataques del poder político. Su legitimidad no era reconocida por el gobierno, estaba amenazada en su propia existencia; se encuentraba en estado de guerra; su acción era una batalla y, como la República de 1792, su tarea consistía no tanto en administrar como en combatir.

En medio de este conflicto, no se podía exigir a la Comuna que se encerrara en una estrecha legalidad que para ella representaría la muerte. Si se quería evitar una guerra civil repudiada por todos, era necesario llegar, y los más pronto posible, a uno de estos dos resultados:

O bien que el gobierno de Versalles reconocía y consagraba legalmente los derechos de la Comuna.

O bien se daba fin al antagonismo sustituyendo la asamblea actual, cuyo mandato especial estaba casi acabado, por una Asamblea Constituyente que tendría por misión establecer las bases de la organización política y administrativa de Francia por las fuerzas republicanas y municipales.

Noticias de El Havre

El periódico Journal du Havre, en un artículo en que comparaba la situación de la ciudad en la guerra, durante la que la Comuna tomó la iniciativa en las decisiones políticas, y fue la única autoridad a la que se obedeció durante seis meses, explica la Comuna por el hecho de que

“los grandes centros no están representados (en Versalles), porque sus votos se han perdido entre el voto del campo. Así, Burdeos, Toulouse, E Havre, Lyon y muchas otras ciudades no han visto pasar a ninguno de los candidatos a los que habían dado la mayoría de su voto; los votos del campo los han absorbido, y estas ciudades están sin representación.

A debate

El fiasco militar de la marcha a Versalles confirmó que la Guardia Nacional, el pueblo parisino en armas, no componían un ejército concebido, organizado y dirigido para desarrollar una guerra clásica. A excepción de la salida de Buzenval el 19 de enero, la Guardia Nacional nunca se partició en combates durante la guerra y el asedio porque el Estado Mayor y las autoridades tenían miedo de recurrir al pueblo en armas, a entrenarlo y fortalecerlo.

La cultura militar de los republicanos más aguerridos de París es la de las barricadas, levantadas y defendidas por las y los insurgentes de los barrios.

Chateaubriand contó 4000 barricadas en París durante los días de julio de 1830, cifra quizás exagerada, pero de nuevo fueron centenares, probablemente más de mil, las que se levantaron en febrero de 1848 en todo París, y un poco menos durante los días de junio de 1848, y esto sólo en los distritos obreros del este de París, tanto en la margen derecha como en la margen izquierda.

Desde el inicio de la Comuna, el 18 de marzo, reaparecieron en París cientos de barricadas.

Esta forma de combate fue efectiva cuando la artillería carecía de la potencia que tenía ahora.

Esta forma de lucha defensiva, en calles conocidas, en un entorno favorable, con el apoyo de la población, no tenía nada que ver con una ofensiva armada en campo abierto.

En primer lugar, la presión ejercida sobre los soldados contrarios para empujarlos a la deserción es bastante diferente cuando los enfrentamientos comienzan con bombardeos y ametrallamientos desde ambos bandos. Sobre todo porque Versalles había preparado políticamente a sus tropas, describiendo a París como una ciudad en la que 1,5 millones de personas estaban oprimidas por una turba de 20.000 renegados, y ternía medios para poner a las tropas a salvo en los primeros enfrentamientos.

De ese modo, una ofensiva de tal naturaleza exigía una preparación militar de una amplitud completamente distinta, con una organización de los grupos acoplada, que tuviera asegurada la provisión alimenticia, la munición necesaria, un apoyo de artillería adecuado y obedeciendo las órdenes de actuar colectivamente, sin que la democracia fuera aplicable en el momento de la confrontación militar. Las reacciones individuales aliadas en la defensa de barricadas no eran suficientes en los choques militares más clásicos.

revolFinalmente, a nivel político, resultaba diferente defenderse de una agresión que justificar una ofensiva. La marcha sobre Versalles debía justificarse de manera distinta a un reflejo de venganza. Allí se iba para imponer otro poder, pero ¿cuál? Era necesario un objetivo político que unificara a las y los que se involucraron en ello. ¡Y, dramáticamente, todo esto estuvo ausente!

 

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