Lo esencial de la jornada

Comienza el combate por París

En París hay tres fuerzas en presencia.

El Comité Central que representa a los obreros de los barrios populares organizados en la Guardia Nacional; algunos batallones reaccionarios y gentes «de orden», burgueses y periodistas partidarios de Thiers; en fin, los republicanos radicales que quieren evitar la guerra civil y que negocian entre Versalles y París, apoyándose en el temor que representa la presencia del ejército prusiano en Francia hasta el desembolso de 2 de los 5 mil millones del tratado de paz.

El Comité Central prepara las elecciones, pero sigue intentando conseguir el aval de los electos, al tiempo que mantiene que no abandonará el Ayuntamiento antes de ser sustituído por los nuevos representantes salidos de la votación. La preparación concreta de las elecciones puede organizarse en las alcaldías de los 17 distritos dominados por los partidarios del Comité, pero es complicado disponer de los registros electorales, sin los cuales no se puede hacer un control en los otros tres.

Los alcaldes parisinos opuestos al poder del Comité Central se organizan

Los distintos diputados, alcaldes y adjuntos que siguen rechazando la autoridad del Comité Central, a la vez que reclaman a la Asamblea que París recupere su libertad municipal por medio de elecciones legales, alzan el tono. Exigen que las elecciones sean decididas por la Asamblea Nacional, y se declaran ajenos a las anunciadas para mañana, que denuncian como  ilegales, saboteando su preparación material.

Van más lejos en el cuestionamiento del poder emanado del Comité Central, dando un jefe militar a la reacción al nombrar al almirante Saisset general provisional de la Guardia Nacional. Éste se apresura a aceptar su nombramiento, y hacerlo ratificar por el gobierno. Establece su Cuartel general en el Grand Hôtel. Los guardias nacionales reaccionarios se reagrupan, poniéndose bajo su mando. Son unos 20 000 hombres armados, quo ocupan los distritos IIº, VIº y VIIIº, y una parte de los Vº, VIIº, IXº y Xº. Acuden los hombres de orden, gran número de oficiales, de vuelta de Alemania, se ofrecen para mandarlos. Estas tropas se establecen sólidamente en la alcaldía del IXº. Se sienten lo suficientemente fuertes para volver a ocupar el sur, la orilla izquierda, la alcaldía del VIº, y al norte para desalojar a los federados de la estación de Saint-Lazare. Vigilan todos los accesos a los barrios ocupados, detienen a los que pasan.

Hay una ciudad dentro de la ciudad, cortando a París en dos, situada entre el Ayuntamiento donde reside el Comité Central y la plaza Vendôme donde está instalado el estado mayor de la Guardia Nacional.

Los alcaldes que constituyen la dirección poliítica de esta otra ciudad hostil al movimiento popular emergente, están instalados en la alcaldía del IIº distrito.

Esta radicalización de la posición de los alcaldes hostiles al Comité lleva a varios adjuntos, como Meillet (adjunto del XIIIº), Malon (adjunto del XVIIº) y Dereure (adjunto del XVIIIº) a separarse oficialmente de las maniobras de los alcaldes y a declarar con brío que se adhieren al movimiento comunal.

En Versalles, Thiers y la Asamblea se afanan en «contener la sedición» 

En un telegrama enviado a toda Francia, Thiers amenaza una vez más a todos aquellos que no se pongan del lado de Versalles :

"Las noticias son muy tranquilizadoras, los hombres de desorden no triunfan en ningún sitio. En el mismo París, los buenos ciudadanos se unen para contener la sedición. La Asamblea y el Gobierno con un ejército de 45 000 hombres dominan la situación... el gobierno que os da estas noticias es un gobierno de verdad... queda claro que cualquier agente de la autoridad condescendiente con el desorden será perseguido como culpable de traición".

En la Asamblea versallesca, Picard lee un memorial al pueblo y al ejército, repleto de falsedades y de injurias contra París. Millière se permite decir que contiene palabras desafortunadas; es abucheado.

Clémenceau, Brisson, Louis Blanc reclaman a la Asamblea que examine inmediatamente su proyecto de ley municipal, para oponerla a las elecciones anunciadas para el día siguiente. Thiers responde: «Dadnos tiempo para estudiar la cuestión, París no puede ser gobernada como una ciudad de tres mil almas». Thiers, al mismo tiempo que mantiene sus amenazas contra quienes sean «condescendientes con el desorden», promete estudiar la organización que podría ponerse en pie en una gran ciudad como París: «Lo repito, perderemos el menor tiempo posible, pero no perdáis de vista que una ley hecha a la ligera no es seria ni duradera. Dadnos unos pocos días, y París estará en posesión de sí mismo; pero antes hace falta que no esté en posesión de los facciosos. (¡Muy bien! ¡Muy bien!

Después, Jules Favre se lanza a un discurso de hora y media, describiendo a París en manos de un «puñado de malvados, que ponen por encima de los derechos de la Asamblea no sé qué ideal sangriento y rapaz», denuncia violentamente a "estos nuevos doctores [que] anuncian la pretensión de separar París de Francia. Pero que lo sepan bien los amotinados. Si hemos abandonado París, es con la intención de volver para combatirlos resueltamente". Y añade:

"¿acaso no es la guerra civil, abierta, audaz, acompañada del asesinato, cobarde, y del pillaje a la sombra?, ¿acaso no sabemos que han comenzado las requisas, que las propiedades privadas van a ser violadas?".

En París sube la presión

La prensa burguesa denuncia violentamente a la Guardia Nacional y al poder del Comité Central. Se extiende en descripciones de saqueos de cajas y de propiedades privadas.

Durante la jornada, una treintena de periódicos publican y anuncian una declaración común contra las elecciones preparadas por el Comité Central para el día siguiente:

DECLARACIÓN DE LA PRENSA

A LOS ELECTORES DE PARÍS

En vista de que la convocatoria a los electores es un acto de soberanía nacional.

Que el ejercicio de esta soberanía sólo pertenece a los poderes emanados del sufragio universal.

Que por consiguiente, el comité que se ha instalado en el Ayuntamiento no tiene ni derecho ni cualidad política para esta convocatoria;

Los representantes de los periódicos abajo firmantes consideran la convocatoria, anunciada para el día 22 de este mes, como nula y no celebrada, y solicitan a los electores que no la tengan en cuenta.

Le Journal del débats, Le Constitutionnel, Le Moniteur Universel, Le Figaro, Le Gaulois, La Verité, Paris-Journal, La Presse, La France, La Liberté, Le Pays, Le National, L’Univers, Le Temps, La Cloche, La Patrie, Le Bien Public, L’Union. L’Avenir libéral, Journal del Villes et del Campagnes, Le Charivari, Le Monde, La France nouvelle, La Gazette de France, Le Petit Moniteur, Le Petit National, L’Électeur libre, La Petite Presse

Cuando una indignada multitud invade las oficinas del Gaulois y del Figaro, el Comité declara que hará respetar la libertad de la prensa «esperando que los periódicos consideren como un deber el respetar la República, la verdad, la justicia».

En los elegantes bulevares del oeste parisino, los reaccionarios se manifiestan cada vez más ruidosamente, exigiendo orden y trabajo. Se reúnen cerca de la Bolsa. Señalemos que el gobierno versallés ha dado la orden de no abrir la bolsa, pero los agentes de cambio por unanimidad han decidido abrirla como de costumbre. Hacia la una, un centenar de manifestantes dan la vuelta a la Bolsa, con una bandera en cabeza, y desembocan en el bulevar a los gritos de: «¡Viva la Asamblea!, ¡Abajo el Comité!». El comandante de la plaza, Bergeret, intenta negociar con delegados, en vano: los manifestantes se niegan a designar representantes. Los federados acaban por hacer evacuar la plaza. Los manifestantes se van prometiéndose volverse a encontrar mañana ante la nueva Opera.

Al Comité de los 20 distritos de París

Durante toda la jornada se ha discutido con firmeza, criticando incluso al Comité Central. Algunos defienden la adopción de medidas revolucionarias, y no elecciones, piensan que lo urgente es un comité de salvación pública incorporando al Comité Central a los representantes de los comités de vigilancia. Tras largas discusiones, han quedado en minoría, Hamet y Régère del Vº, Briosne y Valles han conseguido finalmente aprobar el completo apoyo al Comité Central y el mantenimiento de las elecciones.

Se proponen candidatos para estas elecciones.

Vallès y otros son partidarios de negociaciones con el poder ejecutivo. Están convencidos de que si los «republicanos sinceros» se pronuncian francamente contra Versalles, Thiers se detendrá. Participan por tanto en una delegación con Roullier, Langevin, Lefrançais, que se reúne con representantes de la Unión republicana que les han convocado para encontrar los medios de poner fin a la guerra civil. Pero los Republicanos siguen a la expectativa: la reunión no tiene resultados prácticos.

El Comité Central trabaja sin parar  

El Comité Central de la Guardia Nacional y el Comité de la Federación republicana se fusionan en la Federación Republicana de la Guardia Nacional, que decide atrasar un día las elecciones. El debate es vivo, los revolucionarios más decididos temen que de retraso en retraso, se esté haciendo el juego a Versalles, que intenta ganar tiempo para organizar la contraofensiva. Se precisa que "los electores votarán presentando la carta que les fue entregada para la elección de diputados para la Asamblea Nacional, el 8 de febrero de 1871, y en los mismos locales». Se decide también que la votación se hará «del modo ordinario".

Para dedicarse por entero "a la tarea del momento", se suspende el servicio de telegrafía en París. Por orden del gobierno de Thiers, ningún objeto de correspondencia procedente de Paris debe ser despachado o distribuido, e incluso se indica que todos los objetos con este origen que lleguen al servicio postal en despachos cerrados de París o de otro sitio deberán invariablemente ser expedidos a Versalles.

Además los periódicos ya no llegan a París, lo que no permite a los proletarios de la capital darse cuenta del horror que inspiran a la provincia en las diatribas de toda la prensa regional.

Commune21marsTres publicaciones importantes en el [Boletín] Oficial  

Puntualización sobre la muerte de los generales Lecomte y Thomas

Todos los periódicos reaccionarios publican relatos más o menos dramáticos sobre lo que ellos llaman el «asesinato» de los generales Lecomte y Clément Thomas. Sin duda se trata de actos lamentables. Pero es importante, para ser imparcial, constatar dos hechos:

1º Que el general Lecomte había ordenado en cuatro ocasiones, en la plaza Pigalle, cargar contra una multitud inofensiva de mujeres y niños;

2º Que el general Thomas fue detenido en el momento en que, vestido con ropas civiles, levantaba un plano de las barricadas de Montmartre.

Estos dos hombres han sufrido la ley de la guerra, que no admite ni el asesinato de mujeres ni el espionaje.

Se nos cuenta que la ejecución del general Lecomte fue realizada por soldados de filas y la de Clément Thomas por guardias nacionales.

Es falso que estas ejecuciones hayan tenido lugar a la vista y por orden del Comité Central de la Guardia Nacional. El Comité Central se reunía anteayer en la calle Onfroy, cerca de la Bastilla, hasta el momento en que tomó posesión del Ayuntamiento, y se enteró al mismo tiempo de la detención y de la muerte de las dos víctimas de la justicia popular.

Añadamos que ordenado ya una investigación inmediata sobre estos hechos.

Un artículo titulado «la Nueva Revolución» comenta la naturaleza del movimiento en curso. Lo firma el delegado, tal vez haya sido escrito por Longuet, el miembro de la Internacional, o por Moreau, Rogeard y Longuet, según hemos podido saber. La analiza desde un punto de vista socialista, considerando que el movimiento de defensa republicana se convierte en revolución social porque los obreros han tomado sus destinos en sus manos dirigiendo los asuntos públicos, y la burguesía debe comprender que es la hora de la emancipación del proletariado.

París, 20 de marzo de 1871

La Revolución del 18 de marzo

Los periódicos reaccionarios continúan engañando a la opinión pública desnaturalizando con premeditación y mala fé los acontecimientos políticos de que es teatro la capital desde hace tres días. Las calumnias más groseras, las acusaciones más falsas y ultrajantes son publicadas contra hombres valientes y desinteresados que, en medio de los mayores peligros, han asumido la pesada responsabilidad de la salvación de la República.

La historia imparcial les rendirá ciertamente la justicia que merecen, y constatará que la Revolución del 18 de marzo es un hito importante en la marcha del progreso. Oscuros proletarios, ayer todavía desconocidos, y cuyos nombres resonarán pronto en el mundo entero, inspirados por un amor profundo a la justicia y el derecho, por una devoción sin límites hacia Francia y a la República, inspirándose en estos generosos sentimientos y en su coraje a toda prueba, han resuelto salvar a la vez la patria invadida y la libertad amenazada. Este será su mérito ante sus contemporáneos y ante la posteridad.  Los proletarios de la capital, en medio de las flaquezas y traiciones de las clases gobernantes, han comprendido que había llegado para ellos la hora de salvar la situación, tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos.

Han utilizado el poder que el pueblo ha puesto en sus manos con una moderación y una sabiduría que no se puede dejar de alabar. Se han mantenido tranquilos ante las provocaciones de los enemigos de la República, y prudentes en presencia del extranjero. Han dado prueba del mayor desinterés y de la más absoluta abnegación. Apenas llegados al poder, se han apresurado a convocar en sus comicios al pueblo de París, para que nombre inmediatamente una municipalidad comunal en cuyas manos abdicarán de su autoridad de un día. No hay en la historia ejemplo de un gobierno provisional que se haya apresurado más a volver a poner su mandato en manos de los elegidos del sufragio universal.

En presencia de esta conducta tan desinteresada, tan honesta y tan democrática, hay que preguntarse con asombro cómo puede haber una prensa tan injusta, deshonesta y desvergonzada para vertir calumnias, injurias y ultrajes sobre ciudadanos respetables, cuyos actos sólo merecen hasta ahora elogio y admiración. ¿Los amigos de la humanidad, los defensores del derecho, vencedores o vencidos, tendrán que ser siempre víctimas de la mentira y de la calumnia? ¿Los trabajadores, los que producen todo y no gozan de nada, los que sufren miseria en medio de productos acumulados, fruto de su labor y de sus sudores, tendrán que estar siempre expuestos al ultraje? ¿Nunca se les permitirá actuar por su emancipación sin suscitar contre ellos un concierto de maldiciones?

La burguesía, su hermana mayor, que logró su emancipación hace más de tres cuartos de siglo, que les ha precedido en la vía de la revolución, ¿no comprende hoy que ha llegado el turno de la emancipación del proletariado? Los desastres y calamidades públicas con las que su incapacidad política y su decrepitud moral e intelectual han hundido a Francia, deberían demostrarle en cambio que se ha acabado su tiempo, que ya ha realizado la tarea que se le había impuesto en 1789, y que debe, si no ceder el lugar a los trabajadores, al menos dejarles llegar a su vez a la emancipación social.

En presencia de las actuales catástrofes, no es demasiado pedir el concurso de todos para salvarnos. ¿Por qué persiste con una ceguera fatal y una persistencia inaudita en rechazar al proletariado su parte legítima de emancipación? ¿Por qué le niega el derecho común; por qué se opone con todas sus fuerzas y por todos los medios al libre desarrollo de los trabajadores? ¿Por qué pone sin cesar en peligro todas las conquistas del espíritu humano logradas por la gran revolución francesa?

Si desde el pasado 4 de setiembre la clase gobernante hubiese dejado libre curso a las aspiraciones y a las necesidades del pueblo; si hubiese concedido abiertamente a los trabajadores el derecho común, el ejercicio a todas las libertades, si les hubiese permitido desarrollar todas sus facultades, ejercer todos sus derechos y satisfacer sus necesidades; si no hubiese preferido la ruina de la patria al triunfo cierto de la República en Europa, no estaríamos donde estamos y nuestros desastres habrían sido evitados.

El proletariado, ante la amenaza permanente de sus derechos, ante la negación absoluta de todas sus legítimas aspiraciones, la ruina de la patria y de todas sus esperanzas, ha comprendido que era su deber imperioso y su derecho absoluto tomar el control de su destino y asegurar el triunfo apoderándose del poder. Por eso ha respondido con la revolución a las provocaciones insensatas y criminales de un gobierno ciego y culpable, que no teme desencadenar la guerra civil en presencia de la invasión y de la ocupación extranjeras.

El ejército, que el poder esperaba hacer marchar contra el pueblo, se ha negado a dirigir sus armas contra él, le ha tendido una mano fraterna y se ha unido a sus hermanos. Que las gotas de sangre derramada, siempre deplorables, retumben sobre la cabeza de los provocadores de la guerra civil y de los enemigos del pueblo, que desde hace cerca de medio siglo han sido los autores de todas nuestras ruinas nacionales. El curso del progreso, interrumpido por un instante, retomará su marcha, y el proletariado conseguirá, a pesar de todo, su emancipación.

El delegado en el Diario Oficial

Blanqui, detenido el sábado 18 de marzo, sigue preso al día de hoy. Ha hecho llegar esta proclamación de ardiente defensa republicana.

Proclamación de Blanqui

Ciudadanos,

El 4 de setiembre, se hizo con el poder un grupo de individuos que se habían creado una popularidad fácil, bajo el Imperio. Aprovechándose de la indignación general, sustituyeron al gobierno podrido que acababa de caer en Sedan. Estos hombres eran en su mayoría los verdugos de la república de 1848. Sin embargo, sirviéndose del primer momento de sorpresa, se consagraron en árbitros del destino de Francia. Los verdaderos republicanos, aquellos que bajo todos los gobiernos habían sufrido por sus creencias, vieron con dolor esta usurpación de los derechos de la nación. Sin embargo, el tiempo apretaba, elenemigo se acercaba; para no dividir a l anación, cada cual se dedicó con todas sus fuerzas a la obra de la salvación. Esperando que la experiencia hubiese enseñado algo a quienes habían sido, por así decirlo, los creadores del Imperio, los republicanos más puros aceptaron sin murmurar servir a sus órdenes, en nombre de la República.

¿Qué ocurrió? Después de haber distribuído entre sus amigos todos los puestos que los bonapartistas no conservaron, estos hombres se cruzaron de brazos y creyeron haber salvado a Francia. En ese tiempo, el enemigo estrechaba a París de una manera cada vez más inexorable, y el gobierno respondía a todas las demandas de claridad con falsos comunicados, con falaces promesas.

El enemigo continuaba alzando sus baterías y sus trabajos de todo tipo, y en París 300.000 ciudadanos estaban sin armas y sin trabajo, y pronto sin pan, sobre el adoquinado de la capital. El peligro era inminente, había que conjurarlo. Al gobierno surgido de una sorpresa había que sustituirlo por la Comuna nacida del sufragio universal. De ahí el movimiento del 31 de octubre. Más honestos que los que habían tenido la audacia de hacerse llamar el gobierno de la gente honesta, los republicanos no tenían ese día la intención de usurpar el poder. Llamaban al pueblo, reunido libremente ante las urnas electorales, frente al gobierno incapaz, cobarde y traidor.

Al gobierno surgido de la sorpresa y de la emoción popular querían surtiturlo por el gobierno surgido del sufragio universal.

Ciudadanos, este es nuestro crimen. Y quienes no han dudado en entregar París al enemigo con toda su guarnición, sus fuertes en pié, sus murallas sin brecha, han encontrado hombres para condenarnos a la pena capital. No siempre se muere de semejantes sentencias. A menudo de esas pruebas se sale más grande y más puro. Si se muere, la historia imparcial os pone pronto o tarde por encima de los verdugos que, atentando contra el hombre, sólo han querido matar el principio.

Ciudadanos, los hombres no son nada, los principios son inmortales. Confiando en la grandeza y en la justicia de nuestra causa, frente el juicio que nos golpea apelamos al juicio del mundo entero y de la posteridad. Si sucumbimos, él levantará, como siempre, un glorioso pedestal a los mártires del cadalso elevado por el despotismo o la reacción.

¡Viva la República!

Blanqui 

Situación militar

Hay todavía 800.000 prusianos en Francia, 60.000 soldados prisioneros en Alemania están camino de vuelta. Al oeste de París, la intomable fortaleza del Mont Valérien, que había jugado un papel tan importante

durante el asedio por la potencia de fuego de sus cañones, ha sido reocupada esta mañana por las tropas versallescas. Durante treinta y seis horas, había quedado vacía. El 18 por la tarde, tras la orden de evacuación enviada por el señor Thiers, no quedaban más que una veintena de fusiles y los cazadores de Vincennes internados po haberse manifestado en la Bastilla. Estos internados rompieron los cerrojos de las poternas y volvieron a París.

Si la Guardia Nacional parisina no se ocupaba de esta decisiva plaza militar, los generales y algunos diputados suplicaban desde el día 19 al señor Thiers que recuperase el Mont-Valérien. Lo rechazó hasta ayer por la noche, momento en que Vinoy consiguió arrancarle una orden, a la una de la mañana. Una columna fue inmediatamente expedida y al mediodía un millar de soldados ocuparon la fortaleza.

Noticias de El Havre
La subprefectura publica la proclamación de la Asamblea Nacional de Versalles:

"Ciudadanos y soldados: el mayor atentado que se puede cometer en un pueblo que quiere ser libre, una revuelta abierta contra la soberanía nacional se suma en este momento como un nuevo desastre a todos los males de la patria.

Criminales e insensatos, a raíz de nuestros reveses, cuando el extranjero [enemigo] apenas se alejaba de nuestros campos arrasados, no han tenido miedo de traer el desorden y la ruina a este París que dicen honrar y defender: el deshonor. La han manchado con una sangre que levanta contra ellos la conciencia humana al mismo tiempo que les prohíbe pronunciar la noble palabra de República, que no tiene sentido sino con el respeto inviolable del derecho y la libertad. Como ya sabemos, toda Francia rechaza con indignación esta odiosa empresa. No temáis de nosotros esas debilidades morales que agravan el mal pactando con los culpables.

El Consejo General de Seine Inférieure publicó una declaración:

"Francia está cansada de sufrir las revoluciones de París y quiere que su voluntad sea por fin obedecida... invita a los alcaldes y diputados del departamento a no cumplir otras órdenes que las del gobierno de la Asamblea Nacional".

Ésta no está firmada por los consejeros generales de El Havre, que se abstienen.

Desde Gran Bretaña, el Daily News

"Una vez más la canalla ha conquistado París. A la ocupación prusiana le ha sucedido una humillación aún más vergonzosa: la Bandera Roja ondea en el Ayuntamiento... El gobierno de M. Thiers podría haber obrado milagros, si no fuera porque es demasiado deshonesto. Sólo una cosa le ha impedido despedazar a los artilleros de Montmartre con una carga como la de Blaklava, y es su ternura por los insurgentes, su esperanza de que aún puedan arrepentirse de su maldad, y volver a la ley y a la legalidad... las clases respetables de Francia sólo pueden lamentar amargamente las bendiciones del Imperio, pérdidas sin retorno hoy .... la revuelta que acaba de estallar repentinamente es la alucinación de una revolución delirante, es absurda, intangible, tan monstruosa como una pesadilla .... El sábado pasado, toda esta chusma se emborrachó de pasión política, corrió por la ciudad como bandas de gorilas escapadas del Jardin des Plantes...

A debate

¿Dónde se encuentra la legitimidad popular?

En un primer momento, el Comité Central no reconoció la insurrección, la naturaleza revolucionaria del poder adquirido, eludió el problema. Sólo asumió las funciones forzado por las circunstancias,por la situación, el vacío, las presiones. Temiendo la ilegalidad, el Comité Central sólo se consideraba mandatado para restablecer la legalidad republicana, las elecciones municipales en París, aunque este marco fue desbordado rápidamente muy a su pesar, al referirse más o menos claramente a la ideología del federalismo, aquella por la cual el único programa era la celebración de elecciones municipales.

Si el Comité Central de la Federación Republicana de la Guardia Nacional se mantuvo a este nivel es porque no consideraba que representaba a todo el pueblo; su mandato era representar a la Guardia Nacional, no a la totalidad del pueblo, y no hubo debates políticos para avanzar de manera democrática en las cuestiones que se planteaban.

Desde el punto de vista de la legitimidad, indiscutiblemente el Comité Central era representativo del pueblo obrero armado, los voluntarios y los hombres de más de 20 y menos de 45 años, por lo menos de los dos tercios de los guardias nacionales que estaban implicados, esto es unos 200.000 hombres. Quienes no eran miembros tomaron la decisión de no insertarse en una estructura independiente del gobierno, que instaura una fuerza armada bajo la única dirección de sus miembros. Señalemos que ha habido menos de 300.000 votantes.

Tanto los debates que recorren a las compañías de la guardia como el sistema democrático puesto en pie permiten decir que el Comité Central era la forma de representación más amplia del pueblo de París que existía en ese momento, que organiza lo esencial de los barrios obreros. Hay desde luego ausencias muy importantes en esta representación, las mujeres y los trabajadores que siguen trabajando.

Por tanto, es justo ceder el mandato, organizar elecciones comunales, pero la cuestión de la relación entre la organización por la base del pueblo obrero y los futuros electos seguirá abierta.

Traducción: viento sur

 

 

 

 

 

 

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