Cuando comenzó la pandemia de COVID-19, Cuba decidió no esperar a que el resto del mundo desarrollara vacunas. Los investigadores y funcionarios eran conscientes que el embargo económico de 60 años de Estados Unidos contra el país, que impide la exportación de productos fabricados en Estados Unidos, dificultaría la adquisición de vacunas y terapias por parte de Cuba. "Lo mejor, para proteger a nuestra población, era ser independientes", dice Vicente Vérez Bencomo, director general del Instituto Finlay de Vacunas de La Habana.

Así que el Instituto Finlay y los demás centros estatales de biotecnología de Cuba empezaron a desarrollar sus propias vacunas contra el COVID-19 con la esperanza de que al menos una de ellas fuera eficaz. Su apuesta parece estar dando resultado: en un preprint publicado el 6 de noviembre en medRxiv /[1], Vérez Bencomo y sus colegas informan de que una de las vacunas del instituto, Soberana 02, tiene una eficacia superior al 90% en la protección contra la infección sintomática por COVID-19 cuando se utiliza en combinación con una vacuna relacionada. Es importante destacar que la combinación parece ser eficaz contra la variante Delta del coronavirus SARS-CoV-2, altamente transmisible, que ha provocado un aumento de las hospitalizaciones y las muertes en todo el mundo y que ahora representa casi todos los casos de COVID-19 en Cuba.

Hasta el 18 de noviembre, el 89% de la población cubana -incluidos niños de tan solo 2 años- ha recibido al menos una dosis de Soberana 02 o de otra vacuna cubana llamada Abdala, que se produce en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de La Habana. El centro informó en julio de que Abdala, una vacuna de tres dosis, tuvo una eficacia superior al 92% en los ensayos de fase III que incluyeron a más de 48.000 participantes, pero los resultados completos aún no se han publicado.

La agencia reguladora de Cuba autorizó las vacunas Abdala y Soberana 02 para su uso en adultos en julio y agosto, respectivamente, y el personal sanitario comenzó a inmunizar a los niños con ambas vacunas unos meses después. El país ha comenzado a exportar las dos vacunas autóctonas a Venezuela, Vietnam, Irán y Nicaragua. Y ha pedido a la Organización Mundial de la Salud que apruebe sus vacunas, un paso importante para que estén disponibles en todos los estados en desarrollo.

Grandes avances

Para desarrollar Soberana 02, el grupo de Vérez Bencomo se basó en su tecnología de vacunas conjugadas. Las vacunas conjugadas de Finlay toman una proteína o un azúcar de una bacteria o un virus y lo unen químicamente a un fragmento inofensivo de una proteína neurotóxica de la bacteria del tétanos. La combinación provoca una respuesta inmunitaria más fuerte que cualquiera de los dos componentes por separado. Las vacunas conjugadas contra la meningitis y la fiebre tifoidea se utilizan en todo el mundo, y Cuba lleva años inmunizando a los niños con una vacuna de este tipo.

El equipo de Vérez Bencomo adaptó la tecnología de las vacunas conjugadas para hacer frente al COVID-19 vinculando la proteína de la toxina tetánica a una parte, conocida como dominio de unión al receptor (RBD), de la proteína espiga (spike protein) del SARS-CoV-2 (la proteína espiga ayuda al virus a entrar en las células). Después de que más de 14.000 personas recibieran dos dosis de la vacuna en un ensayo de fase III, el riesgo de COVID-19 sintomático de los receptores se redujo en un 71%, en comparación con el de un grupo de placebo del mismo tamaño, una eficacia similar a la de las vacunas fabricadas por Johnson & Johnson (J&J) en New Brunswick, Nueva Jersey, y AstraZeneca en Cambridge, Reino Unido.

Para mejorar esta protección, el equipo de Finlay también administró a los participantes una tercera inyección. Los investigadores habían probado previamente una inyección llamada Soberana Plus en personas ya enfermas de COVID-19 y descubrieron que mejoraba su respuesta inmunitaria /[2]. Así que administraron Soberana Plus, que se basa únicamente en la proteína RBD, a otro grupo de 14.000 participantes que ya habían recibido dos dosis de Soberana 02, y descubrieron que la tercera dosis aumentaba la eficacia global hasta el 92,4%.

Vérez Bencomo afirma que el Instituto Finlay puede producir 10 millones de dosis de Soberana 02 al mes. Para seguir probando la vacuna, él y sus colegas se han asociado con el Instituto Pasteur de Teherán para llevar a cabo un ensayo similar con 24.000 personas en Irán y esperan publicar los resultados pronto.

La vacuna Abdala del CIGB también está haciendo grandes progresos. Al igual que Soberana 02, la tecnología en la que se basa está adaptada a partir de una vacuna existente -una para la hepatitis B- que Cuba desarrolló y ha utilizado durante muchos años. Los investigadores diseñaron células de levadura para producir una parte de la RBD diferente de la utilizada en Soberana 02, y luego purificaron la proteína para utilizarla en Abdala. El investigador del CIGB, Merardo Pujol Ferrer, afirma que se han administrado 24 millones de dosis a 8 millones de personas en Cuba, lo que ha proporcionado a los investigadores un amplio conjunto de datos con los que poder hacer un seguimiento de la seguridad y la eficacia. Dice que el equipo tiene previsto publicar sus datos a finales de este mes.

Una caja de herramientas en expansión

Las vacunas basadas en proteínas como Soberana 02 y Abdala podrían tener algunas ventajas sobre otros tipos de vacunas, dice Craig Laferrière, jefe de desarrollo de vacunas de Novateur Ventures en Toronto (Canadá), que ha estado comparando la seguridad y la eficacia de las inyecciones de COVID-19. A diferencia de las vacunas de ARN mensajero (ARNm) producidas por Pfizer, con sede en Nueva York, y Moderna, con sede en Cambridge (Masschusetts), las vacunas proteicas no necesitan mantenerse a temperaturas extremadamente bajas, lo que facilita su distribución en zonas remotas.

Y podrían tener menos efectos secundarios que las vacunas de AstraZeneca y J&J, que utilizan un adenovirus para introducir en las células el gen de una porción diferente de la RBD y que se han relacionado con coágulos sanguíneos. Aunque el manuscrito de Finlay en medRxiv (que no ha sido revisado por pares) no contiene muchos datos clínicos, Laferrière espera que los efectos secundarios de Soberana 02 sean mínimos, porque menos del 1% de los participantes en el ensayo de fase III desarrollaron fiebre. Veréz-Bencomo afirma que pronto se publicarán más datos.

Sin embargo, Laferrière añade que este método también presenta inconvenientes. Las vacunas basadas en proteínas se fabrican utilizando varios tipos de células para sintetizar montones de proteínas. La Soberana 02 se produce en células de ovario de hámster, lo que lleva más tiempo que otros métodos de fabricación de este tipo de vacunas. Y las pruebas sugieren que las vacunas conjugadas que utilizan la proteína de la toxina tetánica son menos eficaces en personas que ya han recibido otra vacuna de este tipo, como la vacuna contra la meningitis infantil.

Vérez Bencomo afirma que confía en la seguridad de la vacuna, en gran medida porque la tecnología de las vacunas conjugadas se ha utilizado durante décadas sin mayores problemas. Al haber trabajado con ella para crear vacunas de uso infantil, el equipo de Finlay también sabía lo suficiente sobre las dosis y los efectos secundarios como para dar el salto a los ensayos pediátricos de Soberana 02, que comenzaron en junio. Hasta ahora se ha vacunado a casi 2 millones de niños en Cuba, y Vérez Bencomo afirma que los datos no publicados sugieren que la vacuna es segura y eficaz.

"Creo que será una aportación útil para el mundo", dice John Grabenstein, presidente de la consultora de vacunas Vaccine Dynamics en Easton, Maryland. "Todo el mundo está utilizando una herramienta diferente de la caja de herramientas, y prácticamente todas están funcionando". Dice que los datos de Soberana 02 parecen sólidos, pero se necesitará tiempo para determinar cuánto durará la inmunidad conferida por la vacuna.

Mientras tanto, Cuba sigue adelante con su estrategia de desarrollo de la vacuna COVID-19. La Soberana 01 de Finlay, que une la proteína espiga a un azúcar de una bacteria causante de meningitis en lugar de la proteína de la toxina tetánica, y la Mambisa del CIGB, una vacuna nasal que contiene el mismo fragmento de RBD que se utiliza en la Abdala, siguen en fase de ensayos clínicos.

22/11/2021

Sara Reardon

https://www.nature.com/articles/d41586-021-03470-x

 

Referencias

[1] Toledo-Romani M. E. et al. Preprint at medRxiv https://doi.org/10.1101/2021.10.31.21265703 (2021).

[2] Chang-Monteagudo, A. et al. Lancet Reg. Health Am. 4, 100079 (2021).

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