Hace cincuenta años, el 5 de noviembre 1973, Joaquim Maurín murió, exiliado, en Nueva York. Entre 1920 y 1936 fue una figura destacada del movimiento obrero catalán; fue uno de los dirigentes de la Confederación Nacional de Trabajo (CNT) y del Partido Comunista durante los años veinte y, después, el principal líder del Bloc Obrer i Camperol (BOC) y del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) 1Sobre el trabajo y obra de Maurín se puede consultar: Bonsón (1995), Riotott (2004) y Durgan (2016)..

Maurín nació el 12 de enero de 1896 en Bonansa, pueblo agrícola en los Pirineos aragoneses. Con 15 años se trasladó a Huesca, donde estudió Magisterio y sacó el título de maestro de grado superior. En Huesca empezó su compromiso político cuando se decantó por el republicanismo de tono regionalista. En agosto de 1914, Maurín se trasladó a Lleida para trabajar en el laico Liceo Escolar. Pronto entró a formar parte, como casi todos los profesores del Liceo, de la principal organización democrática de la ciudad, la Juventud Republicana. Sus frecuentes aportaciones a su periódico, El Ideal, destacarían por su estilo directo y ameno de escribir. Su habilidad como orador también quedaría cada vez más clara. 

En 1917, Maurín entró en contacto con el incipiente movimiento obrero leridano. La huelga general de agosto de ese año, en la que las organizaciones obreras colaboraron con el movimiento republicano en un intento de forzar la democratización del corrupto sistema político español, convenció a Maurín de que el republicanismo, si quería ganar un apoyo más amplio, debía dirigirse a la clase obrera mediante un programa de reformas sociales. Este compromiso con el movimiento obrero se profundizaría bajo la influencia de la Revolución rusa y el gran auge de las luchas obreras en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. 

Impresionado por el crecimiento masivo de la CNT, e influido por las ideas de Georges Sorel (2016 [1908]), Maurín se convierte en simpatizante del sindicalismo revolucionario. En junio de 1919, Maurín fue a Madrid para cumplir el servicio militar. En diciembre participó en el famoso Segundo Congreso de la CNT en el Teatro de la Comedia, donde, contagiado por el aparente éxito y las conquistas revolucionarias en Rusia, decidió afiliarse provisionalmente a la nueva Internacional Comunista (IC). Durante el congreso, Maurín conocería al joven revolucionario catalán Andreu Nin, con quien le uniría una estrecha amistad y colaboración política en los siguientes años.

En la primavera de 1920, de vuelta a Lleida, Maurín fue elegido secretario de la Federación Provincial de la CNT y nombrado también redactor jefe del órgano de la Federación Local, Lucha Social, que se convertiría en el principal órgano pro bolchevique dentro de la Confederación. En julio 1921 participó con Nin, como parte de la delegación de la CNT, en el congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja (ISR) en Moscú. Sin embargo, la relación de la CNT con el movimiento comunista internacional sería efímera, dada la persecución de los anarquistas rusos por parte del gobierno soviético.

El viaje a la Rusia soviética sería clave en la evolución de Maurín hacia el comunismo, si bien no hacia el muy minoritario Partido Comunista de España (PCE), formado en 1921 a partir de dos escisiones del PSOE. Maurín estaba convencido de que la construcción de un partido comunista de masas en España solamente podría pasar por ganar parte de la base de la CNT. Mientras tanto, debido a que Nin se había quedado en Moscú para trabajar para la ISR, en su lugar, Maurín fue nombrado provisionalmente secretario del Comité Nacional de la CNT hasta su detención en febrero de 1922. 

El comunista
Tras la ruptura de la CNT con Moscú en junio de 1922, las relaciones del grupo de Maurín con los comunistas fueron en aumento, dando lugar a la formación de los Comités Sindicalistas Revolucionarios (CSR), que defendieron la unidad de todas las tendencias revolucionarias (anarquista, sindicalista revolucionaria y comunista). El órgano portavoz de los CSR sería La Batalla, editado en Barcelona por Maurín. Sin embargo, el contexto era poco favorable a los nuevos comités. El movimiento obrero, víctima ya de la represión del Estado y del terrorismo patronal, se vería aún más debilitado por el golpe militar de Primo de Rivera en septiembre de 1923. Finalmente, en octubre de 1924, en un contexto poco alentador, Maurín, con un grupo de colaboradores, se afilió al PCE, formando la Federación Comunista Catalano-Balear (FCC-B). Al de poco, Maurín fue elegido secretario nacional del PCE, pero en enero de 1925 fue detenido. Excarcelado en 1927, se fue a Paris, donde trabajó como corresponsal de Izvestia. En esos años, Maurín y gran parte de la FCC-B entraron en conflicto con el PCE por su línea ultraizquierdista impuesta desde Moscú. En junio 1930, Maurín y el resto de la dirección de la Federación serían expulsados del partido acusados de ser “elementos contrarrevolucionarios”.

En marzo de 1931, la FCC-B se fusionó con el Partit Comunista Català (PCC) 2El PCC había sido fundado en 1928 por jóvenes procedentes del nacionalismo catalán de izquierda, algún veterano de la FCC-B y otros que simpatizaban con el comunismo, sobre todo con la respuesta por parte de la URSS a la cuestión nacional, pero se oponían al centralismo burocrático del PCE. para formar el Bloque Obrero y Campesino. El BOC llegaría a ser el partido obrero más importante en Catalunya, donde tenía una presencia real en el movimiento sindical, contando con grupos afines en Valencia, el este de Aragón y Asturias. Sin embargo, siempre sería una corriente minoritaria comparada con el anarcosindicalismo y el nacionalismo de izquierda.

El análisis de Maurín de la realidad nacional e internacional en los años previos al comienzo de la Guerra Civil estaba firmemente arraigado en el marxismo. Las referencias a Lenin serían constantes. Sin embargo, el marxismo de Maurín se basó siempre en una visión crítica de la realidad de su entorno, lejos del dogmatismo mecánico del comunismo oficial. 

Muchos años más tarde, Maurín diría que el BOC fue “ideológicamente influenciado por Marx y Engels, por Lenin y Bujarin, muy poco por Trotsky y en absoluto por Stalin” (1966: 3). Así, parece que confirma que el BOC fue bujarinista, algo sostenido en los años treinta por los trotskistas y después por varios historiadores. Sin embargo, la evolución política de Maurín y el BOC fue más bien hacia posiciones cercanas al trotskismo, aunque no en cuestiones estratégicas y tácticas, pero sí en cuestiones de principio. Mientras en la prensa del BOC y, después de 1935, del POUM no apareció casi nada escrito por Bujarin, se publicaron con una cierta regularidad escritos de Trotsky. Y a pesar de las duras críticas del viejo bolchevique a su partido, el propio Maurín siempre tuvo una opinión favorable de Trotsky, sin ser nunca trotskista 3Sobre la actitud de Maurín hacia Trotsky ver: Durgan (2016: 82-88, 374-375)..

A finales de 1932, Maurín afirmó que tras la muerte de Lenin la IC se burocratizó enormemente “bajo el mando de Zinoviev” y que “Bujarin, que le sustituyó, no hizo nada más que cambiar de equipo. El régimen era el mismo...; al sistema putschista de Zinoviev le sustituyó la política de derechas de Bujarin-Stalin que culminó en la alianza con Tchang-Kai-Shek”. Maurín no solamente hizo una crítica furibunda de la teoría del socialismo en un solo país –teoría tan asociada a Bujarin como a Stalin–, sino que, a principios de 1933, explicó que las premisas principales que sustentaba el comunismo del BOC coincidían ya con las establecidas por los cuatro primeros congresos de la IC, el período de influencia de Lenin y Trotsky 4“Necesidad de la unificación nacional e internacional del movimiento comunista”, La Batalla, 29/12/32, 12/1/33 y 9/2/33..

La revolución democrática
Con la llegada de la Segunda República, en abril de 1931, hubo un gran auge de luchas populares y el crecimiento de todas las organizaciones obreras. En este contexto, la influencia de Maurín llegaría a un punto álgido en su trayectoria como revolucionario. Su análisis de los acontecimientos en las publicaciones del BOC, sobre todo su libro La revolución española (1931), y sus actos públicos tendrían una resonancia creciente entre una minoría nada desdeñable de la clase obrera catalana. Fuera de Catalunya, cada vez más, los mítines donde hablaba atraían un público nutrido, como sería el caso, sobre todo, en Asturias, València y, en vísperas de la Guerra Civil, Madrid. 

La necesidad de llevar a cabo la “revolución democrática”, después del movimiento revolucionario de octubre de 1934, la “revolución democrático-socialista”, formaba la base de todo lo que escribió Maurín en los años previos a la Guerra Civil. Dentro de este marco, destacaba el análisis que realizó sobre la cuestión nacional, el fascismo, el anarquismo, la unidad de los marxistas y las relaciones de la clase obrera con la pequeña burguesía. 

Para él, lo que constituía el mayor desafío para la revolución democrática y la existencia misma de la República dependía de que se le diese solución a la cuestión agraria. La estructura agraria de España había predominado en la economía del país a lo largo de su historia. El régimen monárquico no había hecho nada para cambiar esta situación. Como Maurín sostendría en Hacia la segunda revolución (1935):

mientras no haya una transformación radical, profunda, [que destruya] el actual statu quo agrario, España estará condenada a arrastrar una vida miserable. No habrá industria, no habrá pan, no habrá, en una palabra, civilización.

Maurín criticó sin tregua la propuesta de reforma agraria gubernamental porque no incluía medidas que solucionasen las relaciones de propiedad, ni la opresión, ni la miseria reinante en el campo. Las crecientes dificultades que arrostraba la administración republicana en la aplicación de su tan tímido programa de reformas no hicieron sino confirmar su opinión. Sin embargo, al menos en un primer momento, muchos campesinos habían cifrado sus esperanzas en la reforma propuesta; así, según Maurín, ésta actuó como un “dique legal para impedir la verdadera revolución campesina”. En cambio, Maurín y el BOC defendieron, como parte de su programa, que para realizar la revolución democrática la consigna la tierra para quien la trabaja era fundamental. Confiaban en que la contradicción existente entre el hambre de tierra del campesinado y la ineptitud gubernamental convencería a los campesinos de la necesidad de una solución revolucionaria. 

En contraste con otros marxistas (socialistas y, al menos después de 1935, comunistas oficiales) Maurín argumentó que ni la burguesía ni ningún sector de ella eran capaces de llevar a cabo esta revolución. Fundamentaba su análisis en que la naturaleza atrasada del capitalismo español determinaba la composición de las clases dominantes mediante la alianza entre fuerzas semifeudales y burguesas, alianza que había impedido el desarrollo de una verdadera democracia burguesa. La experiencia de todo el período de la Restauración y, más tarde, de la dictadura de Primo de Rivera parecía confirmar este análisis. La crisis de la dictadura militar (1923-1930), agravada por el deterioro de la situación económica, tanto a nivel interno como internacional, había permitido que un sector de la pequeña burguesía, representado por los partidos republicanos, ocupara el vacío de poder. No obstante, según Maurín, esta clase tampoco estaba en condiciones de completar la revolución democrática. La pequeña burguesía carecía de la solidez y del poder necesario para enfrentarse a los férreos intereses de la tradicional oligarquía dominante. Entre 1931 y 1933, el limitado programa de reformas sociales y políticas del gobierno republicano se enfrentó al sabotaje de una clase dominante atrincherada en la defensa de sus privilegios y poder. En cambio, el republicanismo pequeño burgués no solamente se había mostrado incapaz de llevar a cabo la revolución democrática, sino que reprimía cada vez con más dureza las movilizaciones populares. 

La revolución democrática solo podría llegar a realizarse bajo la dirección de la clase obrera. Como plantearía Maurín, la clase obrera tendría que: 

ser el gran libertador que aporte la solución ansiada a los problemas de la revolución democrática: tierra, nacionalidades, estructuración del Estado, liberación de la mujer, destrucción del Poder de la Iglesia, aniquilamiento de las castas parasitarias, mejoramiento moral y material de la situación de los trabajadores 5Ver el programa del POUM (escrito por Maurín), Qué es y qué quiere el Partido Obrero de Unificación Marxista, Ediciones La Batalla, Barcelona, 1936..

La cuestión nacional
Los escritos de Maurín (y de Nin) sobre la cuestión nacional chocaban con las posiciones defendidas por gran parte del movimiento obrero español de la época, que eran, en general, hostiles al derecho de autodeterminación para Catalunya o el País Vasco. En cambio, Maurín argumentaba que en Catalunya, en su lucha para realizar la revolución democrática, la clase obrera y el campesinado tendrían un aliado poderoso en el movimiento de liberación nacional. 

La posición mantenida por Maurín en los años treinta se basa en tres pilares fundamentales: la defensa a ultranza del derecho a la separación, la crítica de las claudicaciones, para él inevitables, de los partidos nacionalistas y el papel central de los movimientos de liberación nacional en el proceso revolucionario (Durgan, 2014). Ya en 1929 Maurín había escrito que “en la cuestión catalana, o se está por Cataluña, y en ese caso hay que ser separatista con todas las consecuencias, o contra el separatismo [término utilizado en la época] y por la sumisión de la nacionalidad al Estado español. Esa es la lógica”. En 1931, en un contexto de auge del movimiento nacionalista en Catalunya, Maurín extendió su defensa del separatismo al resto del Estado. En junio, en una conferencia en el Ateneo de Madrid, sorprendió al público cuando defendió el separatismo como elemento revolucionario, aunque matizando que:

Somos separatistas. Pero no separatistas de España, sino del Estado español. En España hay una pugna entre el Estado y las nacionalidades oprimidas. Hay que desarticular el Estado, romperlo, quebrantarlo. Sólo cuando el Estado semifeudal esté destrozado, podrá formarse la verdadera unidad ibérica, con Gibraltar y Portugal incluso 6La Batalla, 4/07/31.

La poco ortodoxa posición de Maurín en los años 1931-1932 se debía a su convicción de que, siguiendo los pasos de Catalunya, iban a aparecer movimientos de liberación nacional similares en toda España, lo cual aceleraría la desintegración del Estado. Según Maurín, “las perspectivas de la revolución socialista en España se hallan grandemente favorecidas por la presencia de un problema nacional”. Tan convencido estaba de ello que afirmó que “si no existiera habría que crearlo”. Aunque añadiría: 

Es evidente que la separación nacional no implica lo mismo en el movimiento obrero. La clase trabajadora debe permanecer unida por encima de todas las fronteras nacionales… Sólo la toma del poder por el proletariado podrá rehacer la verdadera unidad peninsular constituyendo la Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas 7J. Maurín, “La cuestión de las nacionalidades”, La Batalla, 3/09/31..

Dada la actitud traicionera de la burguesía catalana, la dirección del movimiento nacional catalán había pasado a las fuerzas pequeñoburguesas. Sin embargo, Maurín pronosticaba que, empujados por sus bases cada vez más impacientes y combativas, los partidos pequeñoburgueses iban a intentar negociar con la clase dominante española la creación de una república federal. Sin embargo, tales intentos fracasarían porque el Estado español, opresivo y semifeudal, no podía tolerar ninguna forma de secesión. La única alternativa consistía en destruir el Estado central, algo que la pequeña burguesía no estaba dispuesta siquiera a tomar en consideración. Por lo tanto, la tercera etapa iba a comenzar en ese momento, cuando, dirigido por el proletariado, el movimiento de liberación nacional alcanzase sus objetivos mediante el derrocamiento violento del imperialismo español.

A partir de 1933, Maurín iba a modificar su posición sobre la cuestión nacional, cuando cada vez era más evidente que no iban a desarrollarse movimientos separatistas fuera del País Vasco, Catalunya y, posiblemente, Galicia. En el momento de su fundación, en 1935, el POUM reivindicó la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas en lugar de su independencia. De todas maneras, en vísperas de la revuelta popular en Catalunya en octubre 1934, Maurín declaró que el proletariado no podía triunfar por sí solo en Catalunya, sino que debía formar parte de una triple ofensiva compuesta por trabajadores, campesinos y por el movimiento de liberación nacional. Frente al nuevo gobierno de Madrid, la Generalitat, si quería sobrevivir, debía defenderse y declarar la República Catalana. 

El fascismo
Maurín había avisado en 1929 que el fracaso de los obreros en su intento de arrebatar a la pequeña burguesía la dirección de la revolución democrática desembocaría en la reorganización de las fuerzas reaccionarias, con la consiguiente victoria de la contrarrevolución. A nivel internacional había un amplio muestrario de regímenes y de movimientos autoritarios para tomar como modelo y no existían razones para pensar que España, con su relativa debilidad y atraso, fuese a mantenerse al margen de ese proceso. A finales de 1931, ya aparecían artículos en la prensa del BOC sobre la amenaza de un golpe militar. En agosto de 1932, el fallido intento golpista encabezado por el jefe del cuerpo de Carabineros, General Sanjurjo, confirmaría la cruda realidad de esta amenaza.

En 1933, con el programa reformista republicano paralizado en las Cortes y una creciente agitación en las calles, la República estaba en crisis. En enero de 1933, la toma del poder por los nazis en Alemania fue todo un aviso para la clase obrera y un aliciente para las clases pudientes. Maurín estableció inmediatamente paralelismos entre las condiciones que habían producido el fascismo alemán y la situación española: el empeoramiento de la crisis económica en España abría la posibilidad de que se desarrollasen movimientos contrarrevolucionarios afines al fascismo; la división entre el socialismo reformista y el “aventurerismo anarquista” en el movimiento obrero dificultaba una reacción unitaria del movimiento obrero frente a esta amenaza; asimismo, el fracaso de la socialdemocracia gobernante y la consiguiente desmoralización del proletariado se conjugaban en España con el provecho que los anarquistas sacaban a la situación para proclamar que el fracaso era del socialismo; también existía el peligro de que el total descalabro del régimen republicano en la conquista de las metas de la revolución democrática y la ruina económica, junto con la inexistencia de una alternativa obrera revolucionaria, llevasen a las clases medias hacia el fascismo; además, el fascismo, para desarrollarse, requería que hubiese una “burguesía totalmente reaccionaria” y la ausencia, o la eliminación, del liberalismo burgués; finalmente, el material humano necesario para las “hordas” fascistas podía, en potencia, reclutarse tanto entre los parados como entre las milicias carlistas, los requetés y otras organizaciones juveniles o paramilitares derechistas 8“La amenaza fascista existe”, La Batalla, 23/03/33.

Sin embargo, en España se daban al menos tres factores importantes que Maurín subrayó y que diferenciaban claramente la realidad española de la alemana. En primer lugar, el movimiento obrero no había sido derrotado como en Alemania, por lo que seguía existiendo la posibilidad de organizar la resistencia contra la derecha. En segundo lugar, la pequeña burguesía, pese a los crecientes problemas que arrastraba, aún no había dado la espalda a la democracia burguesa. En tercer lugar, tampoco se había desarrollado todavía un partido fascista de masas. El principal aglutinador de la derecha autoritaria era la CEDA 9La Confederación Española de Derechas Autónomas fue el principal partido de derechas durante los años de la República.. A pesar de que muchos de sus líderes profesaban admiración por Hitler y de que el partido gozaba de un apoyo creciente, sobre todo entre los campesinos católicos castellanos, su conservadurismo y clericalismo no le permitían transformarse en un partido dinámico de masas como era el nazi. Maurín afirmaba, en marzo de 1933, que la naturaleza de la contrarrevolución en España sería “una resurrección en otras circunstancias del carlismo clásico, modernizado, claro está, con influencias mussolinescas e hitlerianas”. Las circunstancias históricas de la península favorecían que la contrarrevolución fuese a darse bajo la forma de un clásico pronunciamiento o golpe militar. 

Maurín profundizó más en su análisis del fascismo en Hacia la segunda revolución donde concluye que, aunque “se ha dicho que el fascismo es la contrarrevolución preventiva…, seguramente que es más justo afirmar que el fascismo es la consecuencia contrarrevolucionaria de una revolución fracasada”. Y avisó que 

si el proletariado no logra superarse, si no es capaz de comprender la misión que le corresponde adoptando una estrategia y una táctica justas, enfocadas hacia un objetivo final, el de la toma del Poder, evidentemente, la actual generación quedaría triturada por la contrarrevolución, y la tarea salvadora correspondería más tarde a una próxima promoción.

El anarquismo
Según Maurín, si los partidos pequeñoburgueses tuvieron el poder (1931-1933 y en 1936) se debía a que la clase trabajadora estaba dividida y carecía de una ideología revolucionaria coherente. La necesidad de superar esta división y proporcionar a la clase obrera una dirección política adecuada sería una constante en el ideario de Maurín durante los años previos a la Guerra Civil. En este contexto, sus escritos sobre el anarquismo tienen un interés muy especial dada la importancia y singularidad de este movimiento en el Estado español y, sobre todo, en Catalunya. 

En 1928, Maurín planteó dos razones fundamentales para explicar el éxito del anarquismo en Catalunya y otras partes del Estado: el retraso económico y político y el desarrollo y las características del socialismo español 10Se pueden consultar los escritos de Maurín sobre anarquismo publicados en L’Opinió entre 1928 y 1929, en Albert Balcells (1979).. Para Maurín, el anarquismo constituía, sobre todo, una “ideología agraria y precapitalista”. Era una ideología elemental y se basaba en lo que Maurín definió como una “mentalidad simplista para la cual los problemas de la vida social ofrecen poca complejidad”. Por el contrario, el “obrero de fábrica, el verdadero proletario, siente y piensa de otra manera... comprende intuitivamente la interdependencia y estrecha relación que hay entre las diferentes actividades de la producción”; por esta razón, el proletariado industrial sí está en condiciones de adoptar las concepciones socialistas de la actividad política. Pero comprender el socialismo científico requería una educación política de la que carecían unas capas recientemente proletarizadas.

Según Maurín, las grandes olas migratorias desde las zonas rurales hacia Barcelona, que se habían producido desde el comienzo del siglo, aportaron el material humano para el desarrollo del anarquismo en la ciudad. Estos inmigrantes, en opinión del dirigente bloquista, carentes de educación política o de experiencia de la lucha de clases eran, sin embargo, rebeldes y demostraban “gran capacidad para la lucha”. La propaganda anarquista era la que más se adecuaba a estas masas sin estabilidad laboral ni cualificación. Maurín estableció un paralelo entre las dos realidades laborales más importantes de España: la Barcelona industrial y la Andalucía rural. La mentalidad de los trabajadores de estos dos entornos tan diferentes presentaba, sin embargo, una extraña similitud. Pero sucedía que estos trabajadores recientemente proletarizados eran más receptivos a las ideas anarquistas; sobre todo, porque no existía en el emergente movimiento obrero urbano una verdadera oposición a las ideas anarcosindicalistas. El hecho de que la UGT había abandonado Barcelona, después de nacer allí, a finales del siglo XIX, había dejado el terreno abierto a los grupos anarquistas.

No obstante, la fuerza de la CNT no era suficiente para garantizar por sí sola el éxito de la revolución social. En opinión de Maurín, escribiendo en 1932, la CNT había sido incapaz de sacar provecho de los grandes movimientos huelguísticos de los años 1930 y 1931, debido a la “falta de teoría revolucionaria” de sus dirigentes. Por su apoliticismo, los anarcosindicalistas no consideraron oportuno “tomar el poder” y, frente a una movilización generalizada, habían hecho poco más que ir a remolque de las acciones espontáneas de los obreros. Sin embargo, pese a sus críticas, no se podía ignorar el hecho de que la CNT constituía la principal organización obrera revolucionaria de España. Maurín escribió en 1932 que el anarcosindicalismo se había “una vez más transformado inesperadamente en un formidable movimiento de masas”. Era, por tanto, de primordial importancia, como ya había insistido Maurín a principios de los años 20, ganarse a la militancia de la CNT para la causa comunista (Maurín, 1932).

Hacia la segunda revolución
Ante la creciente amenaza de la extrema derecha, Maurín y su partido insistieron en la urgente necesidad de lograr la unidad obrera. Mientras que los anarcosindicalistas eran reacios a cualquier pacto antifascista, los socialistas, gran parte de los cuales habían girado a la izquierda con el fracaso del primer gobierno republicano y el auge del fascismo a nivel internacional, parecían dispuestos de colaborar con otros sectores contra la amenaza contrarrevolucionaria. 

La victoria de la derecha en los comicios de noviembre 1933 provocó una radicalización generalizada en las filas del movimiento obrero, gran parte del cual estaba cada vez más convencido que la CEDA, si tuviera la oportunidad, introduciría el fascismo desde el Parlamento, como lo habían hecho los nazis en Alemania. Mientras tanto, los acontecimientos en el ámbito internacional agudizaron la consciencia de los peligros que entrañaba una victoria fascista. La sangrienta eliminación de los socialistas austriacos por parte del gobierno de Englebert Dollfuss en febrero de 1934 causó una honda impresión en España, sobre todo por las evidentes similitudes existentes entre la CEDA y el partido de Dollfuss. 

En este contexto, el BOC tomó la iniciativa de proponer la formación de la Alianza Obrera contra el fascismo, que contaría con el apoyo de la mayoría de los sectores obreristas. Siguiendo el ejemplo de Catalunya, se formaron otras Alianzas en distintas zonas del Estado. Con la entrada de la CEDA en el gobierno a principios del octubre 1934 se desató una huelga general que en Catalunya se convirtió brevemente en una sublevación nacional y en Asturias en un movimiento revolucionario. 

Los acontecimientos de octubre de 1934 marcaron un hito en la marcha hacia la Guerra Civil; tanto por el movimiento obrero que, con la terrible represión desatada en Asturias, había visto cómo podría ser cualquier sublevación militar, como por unas clases dominantes asustadas por la virulencia de la resistencia obrera. Maurín lo resumiría en la introducción de Hacia la segunda revolución: octubre era “una fecha histórica. Se llega hasta allí y se parte de allí. Octubre ha sido el prólogo luminoso de la segunda revolución”. Sobre todo, “la República democrática, en la que fueron cifradas las mayores esperanzas de las grandes multitudes trabajadoras, de las clases medias y pequeña burguesía, en breve tiempo, en menos de cuatro años, se ha desgastado completamente.” Ahora era más claro que nunca lo que tenían delante las clases contendientes. La próxima, la segunda revolución, sería, según Maurín, “democrático-socialista”. 

Retrospectivamente, se ha entendido mal la concepción defendida por Maurín en 1935 y 1936 de una “revolución democrático-socialista” como una revolución por etapas o como una defensa del socialismo democrático de corte socialdemócrata. En aquel momento también fue calificado por Trotsky como un “galimatías ecléctico” y que la revolución de octubre de 1917 en Rusia había demostrado que “la revolución democrática y la revolución socialista se encuentran en lados opuestos de la barricada” y que, en España, ya se había llevado a cabo la revolución democrática, pero que en 1936 el Frente Popular “la resucita” 11León Trotsky, “¿Qué deben hacer los bolcheviques-leninistas en España?” (22/4/36), León Trotsky, La revolución española, 1930-1936, (Editorial Fontanella, Barcelona, 1977, tomo I, pp. 341-342) y Trotsky, “Maurín y Nin, rehenes del Frente Popular” (carta al RSAP, 16/6/36), ibidem, p. 353..

Para aclarar a militantes y simpatizantes del POUM de qué se trataba exactamente el concepto de la revolución democrático-socialista, Nin pediría a Maurín que escribiese sobre el tema en la revista teórica del partido La Nueva Era (de la que Nin era editor). El artículo resultante, publicado en mayo de 1936, deja muy clara la ortodoxia marxista de la posición de Maurín y sus claras similitudes con la de los bolcheviques en 1917: 

Plantear el problema de la democracia… significa abordar la cuestión de la toma del Poder por la clase trabajadora. Hablar de democracia al margen del socialismo es como creer que la luna puede ser atraída a la tierra utilizando una lente gigantesca. La óptica no se transforma en mecánica, sino en fantasía. (…) Frente a socialistas y comunistas, hay un sector marxista, el nuestro, que parte del supuesto de que estamos en presencia, no de una revolución democrático-burguesa, sino democrático-socialista o para mayor precisión, socialista (Maurín, 1936).

La unidad de los marxistas
Al final de su vida, Maurín afirmaría que “el objetivo a largo plazo del POUM era fusionarse con el PSOE”. Sin embargo, en los años previos a la Guerra Civil la posición de Maurín, y de las organizaciones que dirigía, no era tan clara. Al principio de la República, el BOC tuvo una posición muy hostil hacia los socialistas, incluso, siguiendo al movimiento comunista oficial, llamándoles “socialfascistas”. Maurín, a mediados de 1932, argumentó contra tal sectarismo y hubo una creciente petición por parte de su partido de la necesidad de buscar la unidad en la práctica con la corriente socialista. Las posibilidades de colaboración aumentaron durante 1933 con la radicalización de un sector importante del movimiento socialista, encabezado por el veterano líder sindical Francisco Largo Caballero. 

Aun así, Maurín, escribiendo en marzo de 1934, creía que la posición de los socialistas, pese a su retórica revolucionaria, seguía siendo esencialmente reformista. Al inicio habían pedido a los trabajadores que “esperasen” a que el Parlamento desarrollase una política de reformas; ahora les pedían que “esperasen” a la revolución. Tampoco este giro hacia la izquierda, al menos, de una parte de los socialistas cambiaría la posición de Maurín y el BOC a favor de la necesidad de un partido revolucionario de masas.

El primer paso hacia la formación de tal partido sería un fallido intento, en los primeros meses de 1935, para unificar todas las facciones marxistas existentes en Catalunya. Quedaron solos el BOC y la organización trotskista Izquierda Comunista de España. Se unificaron en septiembre 1935 para formar el POUM. El nuevo partido se planteó como un paso hacia una unidad marxista más amplia. Y aunque a nivel propagandístico el POUM hablaba de fusionarse con todos las organizaciones marxistas existentes, la intención real de tal posición era acercarse a las bases radicalizadas del PSOE. Para Maurín, la ampliación del partido no podía darse en “línea recta”, mediante la simple incorporación de otras facciones, sino que se trataba de un proceso en “espiral”, a través de una verdadera “unidad de pensamiento y de acción” y no del “caos ideológico”. No hubo dudas sobre la naturaleza leninista del nuevo partido, concebido, como declararía su Comité Ejecutivo en diciembre de 1935, como “el verdadero Partido Comunista de Cataluña y de España”.

Mientras tanto, la visión de Maurín sobre la cuestión de la unidad entre marxistas quedaría clara en una serie de intercambios escritos entre él y el secretario general de la Federación de Juventudes Socialistas (FJS) y futuro líder del PCE, Santiago Carrillo, publicados durante julio y septiembre de 1935 en La Batalla y en el periódico de la izquierda socialista Claridad 12Polémica Maurín-Carrillo (Editorial Marxista, Barcelona, 1937, reeditado por Pequeña Biblioteca Calamvs Scriptorivs, Barcelona en 1978).. Para Carrillo el futuro gran partido bolchevique español iba a construirse en el seno del PSOE e hizo un llamamiento al BOC a integrase en el partido para, de esta manera, fortalecer a la izquierda en su lucha contra los reformistas. Maurín, en respuesta, reafirmó la convicción del BOC de la imposibilidad de que esto sucediese mientras coexistiesen en el seno del PSOE dos tendencias irreconciliables. Para Maurín el problema no era de naturaleza numérica, tal cosa no había preocupado a Lenin en 1917, sino de claridad ideológica.

Maurín afirmó que la unidad era imprescindible, pero que era necesario realizarla sobre una base revolucionaria y no en el seno de ninguno de los partidos obreros existentes. En septiembre 1935, Maurín concluía su crítica de la línea política de Carrillo esbozando cuáles debían constituir las bases de un acuerdo con la izquierda socialista: 

Aceptación de las alianzas obreras como organizaciones de lucha, insurreccionales y como órganos de poder; unificación del movimiento sindical; aceptación de la naturaleza democrático-socialista de la revolución; adopción de una ‘posición bolchevique’ con respecto a la cuestión nacional y a la cuestión agraria; y la creación de un partido homogéneo sin facciones.

La cuestión de la unidad con los socialistas se volvió a plantear cuando en la primavera de 1936 Largo Caballero llegó a proponer a Maurín que el POUM y el PSOE se fusionasen. La dirección del POUM rechazó la propuesta y siguió insistiendo en que los socialistas de izquierda debían romper con los reformistas, tanto en la esfera política como en la organizativa, antes de que fuera posible cualquier tipo de unificación; es decir, como Maurín había indicado en la reunión del Comité Ejecutivo en enero de 1936, provocar una escisión en las filas socialistas. Incluso después de rechazar la oferta de Largo Caballero, Maurín increpó con dureza a los “unificadores socialistas” por su idea de formar un partido en el que todo el mundo tuviese cabida, cosa que en su opinión “confunde lo que debe constituir un partido revolucionario con partidos socialdemócratas o laboristas” 13Joaquín Maurín, “Prólogo” (1/5/36) a Carlos Marx, Crítica del programa de Gotha (Ediciones La Batalla, Barcelona 1936, p.29)..

El Frente Popular
La convocatoria de nuevas elecciones en febrero de 1936 y la reconstitución de la coalición republicano-socialista de 1931, aunque fuera en versión frentepopulista con la participación de los comunistas, plantearon de nuevo la cuestión de cómo debía ser la relación entre las organizaciones obreras y la pequeña burguesía. Maurín, al menos, nunca había menospreciado la importancia de ganar a la pequeña burguesía al lado del proletariado. Si el concepto general de pequeña burguesía se hacía extensivo también al campesinado, la relevancia numérica de esa clase resultaba evidente. Además, las experiencias fascistas habidas en otras partes de Europa habían demostrado que la pequeña burguesía podía servir al fascismo como carne de cañón. Por esta razón, Maurín advertía que “sería una monstruosa equivocación” que la clase trabajadora rompiese completamente con la pequeña burguesía y que la considerase un adversario. Como escribió Maurín en julio de 1935, “no ha habido, ni hay, ni habrá una revolución pura, fabricada con arreglo a un determinado molde o patrón” y en “épocas de gran convulsión histórica”, como en la Rusia de 1917 o los momentos de auge del fascismo, la pequeña burguesía había demostrado ser de “una importancia extraordinaria” 14Joaquín Maurín, “Las relaciones del proletariado con los partidos pequeñoburgueses”, La Batalla, 19/7/35..

La Internacional Comunista (IC) adoptó la política del Frente Popular a mediados de 1935 en un giro de 180 grados de su sectaria política anterior. Maurín respondió indicando que la aplicación de la nueva política de la IC sólo podía llevar a que el proletariado quedase subordinado políticamente a la pequeña burguesía. Hablar de una lucha entre “el fascismo y la democracia” era una abstracción peligrosa porque ambos constituían formas diferentes de capitalismo y, por lo tanto, no debían ser tratados como sistemas separados. Como Maurín ya había afirmado, el fascismo era la consecuencia de la crisis del capitalismo y, por ello, no se podía combatir contra él defendiendo la democracia burguesa. Para Maurín, la posición defendida por la IC sólo demostraba su “total incomprensión” de la naturaleza del fascismo y constituía un freno para la clase obrera debido a que mantenía la lucha dentro de un marco burgués, con lo que se daba tiempo a la contrarrevolución para prepararse. La conclusión de Maurín era que la nueva orientación de los comunistas constituía la repetición de “en una palabra, lo que los mencheviques deseaban en Rusia en 1917” y de la posición del socialismo reformista, cuyas consecuencias desastrosas ya se habían visto en Italia, Alemania y Austria. Contra esta orientación, propugnaba una “crítica implacable” y la total independencia del proletariado (Maurín, 1936).

No obstante, al no conseguir un frente de todos los partidos obreros como candidatura, el POUM decidió firmar el pacto del Frente Popular como “un mal necesario para cerrarle el paso al fascismo” y para lograr que se concediese una amnistía para los presos políticos. Ya a principios de 1936 el Comité Ejecutivo del POUM había dejado claro que al partido “le interesa extraordinariamente obtener una representación parlamentaria” que le permitiese defender una “posición netamente de clase” en las Cortes. Maurín resumió la posición del POUM en un mitin de 5.000 personas en Madrid durante la campaña electoral declarando que: 

a un lado (estaba) el frente democrático-socialista, el frente obrero-republicano, el frente progresivo (y), por el otro, el frente de los asesinos y los ladrones… (participamos en las elecciones) pensando en los muertos de las jornadas de octubre, en los 30.000 camaradas presos, pero pensando además en el triunfo de nuestra revolución, que trace entre Madrid y Moscú una diagonal sobre Europa que contribuya al hundimiento del fascismo en todo el mundo 15La Batalla 14/2/36..

En vísperas de la Guerra Civil
En los meses previos a la guerra, se extendió por el país una gran agitación con la ocupación de la tierra latifundista en el sur, una ola de huelgas, sobre todo en Madrid, y los constantes tiroteos en las calles entre jóvenes fascistas y la izquierda. Maurín, como el único diputado del POUM, fue una voz solitaria en las Cortes alertando contra la amenaza de un golpe militar. Como había insistido después de octubre 1934:

Si la contrarrevolución ve que los planes de Gil Robles no pueden realizarse, entonces puede intentar recurrir a un golpe de Estado de carácter militar, iniciándose nuevamente una dictadura semejante a la de 1923-1930, aunque más pronunciadamente fascista… la revolución burguesa ha fracasado. El dilema es ahora: fascismo o socialismo, revolución obrera o contrarrevolución burguesa 16“Resolución del Comité Central del Bloque Obrero y Campesino-Federación Comunista Ibérica”, Las lecciones de la insurrección de octubre (Barcelona, 1/01/1935), escrito por Maurín..

Con la amenaza de un golpe militar-fascista cada vez más patente, el POUM hizo todo lo posible por convencer al resto del movimiento obrero para que actuara conjuntamente para evitarlo. Desde el Parlamento, el 16 de junio, Maurín insistió en la disyuntiva de socialismo o fascismo. Pocas semanas antes de la sublevación militar-fascista, Maurín fue contundente: “El reformismo ha fracasado en España como fracasó en Italia, en Alemania y Austria. No es cuestión de reformas, sino de revolución”. Concluye que, aunque

fracasó la insurrección de Octubre (…) la lección fue de una utilidad formidable. Nuestro proletariado, a la luz de (esta) experiencia (…), puede ahora irse preparando sin perder un momento para lanzarse muy en breve a una nueva insurrección que le asegure la victoria.

El 16 de julio Maurín se marchó de Madrid a Galicia para participar en unos actos del partido. Maurín acabaría atrapado en la zona fascista, empezando así una odisea por las cárceles franquistas. Se salvaría del pelotón de fusilamiento gracias a la incasable labor en su favor de familiares y amigos. Después, en el exilio en Nueva York, en un contexto radicalmente distinto de los años treinta, abandonaría el marxismo revolucionario de su juventud y gravitaría en sus simpatías hacia la socialdemocracia y un marcado anticomunismo 17Sobre la vida de Maurín en la cárcel y el exilio ver: Jeanne Maurín (1980) y Bonsón (1995: 295-413)..

Antes de marcharse, escribió lo que sería su último artículo como secretario general del POUM y redactor jefe de La Batalla. Avisó, una vez más, sobre el “anuncio de un próximo golpe de Estado de tendencia militar-fascista” y nombró, como ya había hecho en otras ocasiones, a Franco, Goded y Mola como quienes lo encabezarían 18“Ante una situación inquietante”, La Batalla, 17/7/36..

La sublevación militar del 18 de julio de 1936 provocó una respuesta del movimiento obrero que desencadenó un proceso revolucionario, sobre todo en Catalunya. Efectivamente, la clase obrera y sectores del campesinado pusieron en marcha la revolución democrático-socialista, pasando directamente a la transformación social y la anulación del capitalismo. Nin, en ese momento el máximo dirigente del POUM en ausencia de Maurín, lo resumiría elocuentemente en un gran mitin en Barcelona en septiembre 1936:

La clase trabajadora de Cataluña y la clase trabajadora de España no luchan por la república democrática… Cinco años de república y ninguno de los problemas fundamentales de la revolución española se había resuelto. No se había resuelto el problema de la Iglesia, no se había resuelto el problema de la tierra, no se había resuelto el problema del ejército, ni el problema de la depuración de la magistratura, ni el problema de Cataluña… todos estos objetivos concretos de la revolución democrática han sido realizados no por la burguesía liberal, que no lo había podido hacer en cinco años, sino por la clase trabajadora que los ha resuelto en pocos días con las armas en la mano… (Nin, 1978: 212).

Andy Durgan es historiador y autor de varias obras sobre el BOC y el POUM. Es miembro del Consejo Asesor de viento sur.

Referencias
Balcells, Albert (ed.) (1979) El arraigo del anarquismo en Cataluña. Textos de 1926-1934. Gijón: Ediciones Júcar.

Bonsón, Anabel (1995) Joaquín Maurín (1896-1973). El impulso moral de hacer política. Huesca: Diputación de Huesca / Instituto de Estudios Altoaragoneses.

Durgan, Andy (2014) “Joaquín Maurín y la cuestión nacional”, en Pelai Pagès y Pepe Gutiérrez (eds.), POUM y el caso Nin, Barcelona: Laertes, pp. 211-226.

(2016) Comunismo, revolución y movimiento obrero en Cataluña 1920-1936. Los orígenes del POUM. Barcelona: Laertes.

Maurín, Jeanne (1980) Cómo se salvó Joaquín Maurín. Gijón: Ediciones Júcar.

Maurín, Joaquín (1931) La revolución española. De la monarquía absoluta a la revolución socialista. Madrid: Editorial Cenit (reproducido por Anagrama, Barcelona, 1977).

(1932) El fracaso del anarcosindicalismo. La crisis de la CNT. Barcelona: Documentos Sociales.

(1935) Hacia la segunda revolución. El fracaso de la República y la insurrección de octubre. Barcelona: Gráficas Alfa (reeditado con prólogo y epílogo nuevos como Revolución y contrarrevolución en España en 1966 y de nuevo con su título original en 2023 por El Perro Malo, Toledo).

(1936) “Revolución democráticoburguesa o revolución democráticosocialista?”, La Nueva Era, mayo.

(1966) Revolución y contrarrevolución en España. París: Ruedo Ibérico.

Nin, Andreu (1978) La revolución española. Barcelona: Fontamara.

Riottot, Yveline (2004) Joaquín Maurín. La utopía desarmada. Zaragoza: Gobierno de Aragón.

Sorel, Georges (2016 [1908]) Reflexiones sobre la violencia. Madrid: Alianza.

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  • 1
    Sobre el trabajo y obra de Maurín se puede consultar: Bonsón (1995), Riotott (2004) y Durgan (2016).
  • 2
    El PCC había sido fundado en 1928 por jóvenes procedentes del nacionalismo catalán de izquierda, algún veterano de la FCC-B y otros que simpatizaban con el comunismo, sobre todo con la respuesta por parte de la URSS a la cuestión nacional, pero se oponían al centralismo burocrático del PCE.
  • 3
    Sobre la actitud de Maurín hacia Trotsky ver: Durgan (2016: 82-88, 374-375).
  • 4
    “Necesidad de la unificación nacional e internacional del movimiento comunista”, La Batalla, 29/12/32, 12/1/33 y 9/2/33.
  • 5
    Ver el programa del POUM (escrito por Maurín), Qué es y qué quiere el Partido Obrero de Unificación Marxista, Ediciones La Batalla, Barcelona, 1936.
  • 6
    La Batalla, 4/07/31
  • 7
    J. Maurín, “La cuestión de las nacionalidades”, La Batalla, 3/09/31.
  • 8
    “La amenaza fascista existe”, La Batalla, 23/03/33
  • 9
    La Confederación Española de Derechas Autónomas fue el principal partido de derechas durante los años de la República.
  • 10
    Se pueden consultar los escritos de Maurín sobre anarquismo publicados en L’Opinió entre 1928 y 1929, en Albert Balcells (1979).
  • 11
    León Trotsky, “¿Qué deben hacer los bolcheviques-leninistas en España?” (22/4/36), León Trotsky, La revolución española, 1930-1936, (Editorial Fontanella, Barcelona, 1977, tomo I, pp. 341-342) y Trotsky, “Maurín y Nin, rehenes del Frente Popular” (carta al RSAP, 16/6/36), ibidem, p. 353.
  • 12
    Polémica Maurín-Carrillo (Editorial Marxista, Barcelona, 1937, reeditado por Pequeña Biblioteca Calamvs Scriptorivs, Barcelona en 1978).
  • 13
    Joaquín Maurín, “Prólogo” (1/5/36) a Carlos Marx, Crítica del programa de Gotha (Ediciones La Batalla, Barcelona 1936, p.29).
  • 14
    Joaquín Maurín, “Las relaciones del proletariado con los partidos pequeñoburgueses”, La Batalla, 19/7/35.
  • 15
    La Batalla 14/2/36.
  • 16
    “Resolución del Comité Central del Bloque Obrero y Campesino-Federación Comunista Ibérica”, Las lecciones de la insurrección de octubre (Barcelona, 1/01/1935), escrito por Maurín.
  • 17
    Sobre la vida de Maurín en la cárcel y el exilio ver: Jeanne Maurín (1980) y Bonsón (1995: 295-413).
  • 18
    “Ante una situación inquietante”, La Batalla, 17/7/36.